jueves, enero 08, 2009

La religión germánica y el ocaso de los dioses (1)

Los crímenes contra la humanidad los cometieron los alemanes. Los crímenes por la humanidad los cometieron contra los alemanes. Esa es toda la diferencia (Carl Schmitt, Glossarium).















¿Es el tema heideggeriano de la muerte una mera construcción filosófica? Vamos a abordar la cuestión por un lado quizá inesperado, de manera que la problemática resulte accesible a quienes niegan toda autoridad a la filosofía o, lo que es lo mismo, son unos "negados" para ella.

En la obra Historia de las ideologías. De los faraones a Mao, de François Châtelet y Gérard Mairet (coord.) se intenta explicar las características específicas de la filosofía alemana a partir de los signos inconfundibles anticipados por la religión germánica, que los autores califican de "pesimista": "Después, más allá de la Edad Media clásica, más romano o galo-romano que germano, por su motor francés que iguala, cierto es, el decisivo impacto vikingo, debía llegar la hora de las grandes huellas ideológicas germánicas sobre Europa: protestantismo, filosofía de Kant o Nietzsche. ¿Es muy difícil descubrir sus raíces, en lo que acabamos de ver de los conceptos antiguos de esos hombres del Norte?" (p. 118). Veremos que la cosa va mucho más allá del mero pesimismo entendido en un sentido psicológico vulgar.


Es cierto, por otro lado, que en sus formas iniciales ninguna de las religiones originarias baraja la carta de la inmortalidad, sino exclusivamente la del infierno como representación poética del dolor absoluto de perecer. La forma "primitiva" de eternizar la muerte será así afirmar la finitud precisamente como sentido único de lo imperecedero, pero los pueblos primigenios no expresan esta idea de que precisamente "la muerte no muere" o "el pasar mismo no pasa" mediante conceptos filosóficos abstractos, verbi gratia la "nada" como lo "opuesto" al "ser", sino que representan pictóricamente la experiencia subjetiva del morir en cuanto tormento. El "infierno" así concebido -ajeno a toda expiación punitiva de una culpa por actos pecaminosos- se detecta, por poner tres ejemplos, en las religiones griega (Hades), judía (Seol) y germánica (Hel).


Por contra, la aparición de la primera noción hedonista de inmortalidad hay que buscarla en Egipto en relación con las preocupaciones personales del faraón y ligada a las necesidades psicológicas de un individuo autoerigido en dios y protoforma del futuro Yahvé despótico del Libro de Josué. Desde África, se extiende así la fe transmundana al Asia Occidental y quizá a la India, adoptando formas diversas (supervivencia, resurrección) que conviene no confundir. Parece  bastante posible que la India pre-aria desarrollara una idea propia de inmortalidad (reencarnación, metempsicosis o transmigración de las almas). Pero esta idea no es aria. En todo caso, parece que los judíos, aunque tomaron de los egipcios la idea del monoteísmo, un hecho que ha sido teorizado incluso por Sigmund Freud en su famoso ensayo Moisés y la religión monoteísta (1937), no hicieron suya en Egipto, sino en Persia, la idea de inmortalidad como resurrección de la carne. Esta doctrina no es aria, antes bien es exclusivamente persa en el mejor de los casos, pues otros pueblos arios menos influidos por los vientos del sur, como los germanos, son completamente ajenos a cualquier noción de inmortalidad. Sobre este punto, donde hay una absoluta unanimidad entre los investigadores, me remito a Trevor Ling Las grandes religiones de oriente y occidente (1968), edición castellana de 1972, tomo I, páginas 137-152. En la página 150:

Tanto Zaratustra como sus adeptos pensaban en una vida más allá de la muerte, y puesto que la vida era esencialmente corporal, su esperanza se materializó en una doctrina de la resurrección del cuerpo. Así es como surge en el zoroastrismo posterior la idea de la restauración del mundo físico, que habría de tornarse en un un mundo "más excelente, imperecedero, indeclinable, que jamás tendría fin ni conocería la corrupción". Tal esperanza se asociaba con la doctrina del advenimiento del Saoshyant, o Salvador, que aparecería al fin del tiempo, cuando todas las fuerzas del mal habieran sido definitivamente vencidas e inutilizadas para toda la eternidad. Después de la muerte del profeta, sus seguidores dieron a estas ideas, que de hecho ya estaban esbozadas en la enseñanza del profeta, o al menos implicadas en los principios que había enseñado, una formulación completa. En el período en que los judíos estuvieron en íntimo contacto con Persia, dicha formulación había llegado a tal madurez que se introdujo en la vida religiosa del judaísmo.

Así que podemos descartar los siguientes tópicos: 1/ que los judíos son materialistas porque no creen en la inmortalidad; 2/ que las ideas de inmortalidad son espiritualistas; 3/ que las ideas de inmortalidad son arias. El primer punto queda refutado porque la religión judía, desde la diáspora babilónica, incorpora las ideas persas de resurrección de la carne. El segundo punto está en contradicción con el hecho de que los persas introducen en la religión la doctrina de la resurrección de la carne, muy distinta, por cierto, a la doctrina platónica del alma espiritual separada del cuerpo-prisión. El tercer punto queda probado por el hecho de que la doctrina de la transmigración de las almas, la más "espiritual" de las doctrinas de la inmortalidad y que fuera la filosofía de los pitagóricos, procede de la India pre-aria. Todas los absurdos sobre estos temas proceden de la confusión entre materialismo ético y materialismo metafísico, del que nos ocuparemos en otra ocasión.

Por tanto, es un error garrafal de interpretación propio de escolares identificar la religión originaria de los pueblos indoeuropeos con el vedismo ario de la India. En este sentido, hay que subrayar que la época de expansión de los pueblos indoeuropeos o indogermánicos comienza en el neolítico, es decir, alrededor del año 5.000 a. C., mientras que la ocupación aria de la India que diera lugar al famoso régimen de castas (hacia 1.500 a. C.) es un episodio muy posterior a dichas migraciones e incluso al nacimiento de la cultura egipcia (año 3.000 a. C.). Tanto los hindúes como los persas en cuanto pueblos arios o indoeuropeos mantuvieron estrechos contactos con las civilizaciones nilótica (camita), índica (dravídica) y mesopotámica (sumeria) y, por lo tanto, sus creencias religiosas originarias se vieron modificadas en la dirección inmortalista predominante trazada muy tempranamente por la realeza de Egipto. Otro tanto cabe decir de los judíos, aunque ya veremos que en su caso las características del bagaje cultural hebreo anticipaban cuál iba a ser inevitablemente su evolución posterior hacia la idea judía de la inmortalidad, a saber, la resurrección de la carne (frente a la creencia ario-védica en la reencarnación o la supervivencia platónica del alma, oriunda del orfismo y más próxima quizá al concepto egipcio original de inmortalidad).

Se nos ha objetado que entre los germanos encontramos el Walhalla, estancia celeste humana del Asgard o morada de los dioses, pero ésta es una imagen muy tardía, nada menos que del siglo X d. C. y de clara ascendencia cristianomorfa. Otro tanto puede afirmarse de la idea de una Edad de Oro o resurgimiento y triunfo del bien sobre el mal posterior al Ragnarök, la catástrofe final en la que se cifraba la cosmogonía germánica: el veneno profético yahvista -la esperanza, esa peste que, más allá del tópico, viene efectivamente de oriente- ya se estaba abriendo paso en la sangre de los guerreros.

Mas incluso cuando conciben un paraíso, para los germanos poco tiene éste que ver con los campos floridos del imaginario africano: el Walhalla es el lugar donde los héroes siguen luchando eternamente, de suerte que incluso en el seno de la dualidad platónica el lugar transmundano preserva los contenidos agónicos y, por ende, el sentido metafísico del dolor que constituye el meollo de la noción heroica del Hel.

Por tanto, es preciso distinguir, en la religión germánica, los elementos puros u originarios y los advenedizos católico-romanos, de carácter cultural semita, es decir, totalmente opuestos en cuanto al significado y al valor ético.


En efecto, la religión germánica original permite identificar, a mi juicio, las creencias religiosas y existenciales de los pueblos indoeuropeos anteriores a sus contactos con las culturas meridionales y orientales, semitas o no. El motivo es la ubicación de los germanos: son los indoeuropeos situados históricamente en la más aislada y extrema esquina noroccidental de su área de distribución geográfica. Cierto que los celtas se asentaron al oeste de los germanos, pero su orientación sureña los puso en relación con los pueblos preindoeuropeos de la cuenca mediterránea, lo que es tanto como decir: con Egipto, epicentro de la plaga inmortalista en nuestra área geográfica. De ahí que entre los celtas se reconozca de forma inmediata una creencia en la inmortalidad que prolonga la concepción nilótica de un paraíso de prados verdes y placeres naturales allende la muerte, por no hablar del poder de la casta sacerdotal, totalmente atípico entre los arios excepto en el caso hindú, tan contaminado en este sentido como el celta o el persa.


Se nos ha objetado también que la idea de la nada sería precisamente de procedencia materialista judía y que lo propio de los pueblos indoeuropeos es la "espiritualidad" y, por lo tanto, la creencia en la inmortalidad del alma de tipo platónico o cíclico (reencarnación). A mi juicio, esa presunta espiritualidad ontológica (el alma) no es más que materialismo ético, mientras que toda forma de eticidad implica necesariamente la finitud como condición sine qua non del acto heroico. Un ser omnipotente e infinito o eterno no puede actuar éticamente porque carece del requisito fundamental a tal efecto, a saber, la posibilidad misma del autosacrificio.

Judíos y germanos


Volvamos, pues, al principio. Todas las religiones, en sus orígenes, ya lo hemos visto, muestran un "infierno" y no, en cambio, un "cielo". Para los judíos ese infierno era el Seol, equivalente funcional del Hel germánico. No se trata, por tanto, de una cuestión racial. Ahora bien, los judíos evolucionan motu proprio hacia la idea de inmortalidad en forma de resurrección de la carne, mientras que para los germanos ese tipo de creencias hedonistas es totalmente exógeno. Por tanto, considero inaceptable la pretensión de que el elemento definitorio de la fe judía sea algo así como la afirmación de la nada. Sostengo que se trata exactamente de todo lo contrario.


Incluso en la idea del Seol y del Hel existen diferencias fundamentales entre los judíos y los germanos. Los judíos no pueden concebir la noción ética de la nada justamente porque creen en un Dios único, Yahvé, y dicha fe excluye la noción misma del no-ser. La nada nadea, que diría Heidegger. La idea de un ente absoluto no se compadece con la experiencia de la nada, que es menester no amalgamar con la de "vacío"; no puede hablarse de "nada" en tales términos porque Dios -un ser personal, no lo olvidemos- se ha concebido como omnipotente y susceptible de hacer y deshacer literalmente a su antojo, vulnerando incluso la irreversibilidad del tiempo que define la esencia de lo trágico. Así que George Steiner puede pretender semejante despropósito, pero yo por mi parte me niego a razonar al compás de criterios de autoridad y prefiero ir a la evidencia de la cosa misma: no hubo nunca "auténtica" nada entre los judíos y, claro, el postulado cultural de un ser eterno y único -Yahvé- tenía que conducir a algún tipo de inmortalismo entre los súbditos de tal tirano celestial. El de los judíos, peculiar suyo, y a diferencia del platonismo (ontológicamente idealista, éticamente materialista) es tout court materialista tanto en el sentido ético cuanto en el perfil ontológico: resurrección de la carne y reino de Dios felicitario.


¿Qué pasa, por contra, entre los germanos? Para ellos, y esto es extraordinario, también los dioses son finitos. Así, se habla del destino u ocaso de los dioses, y éstos perecen: "Un profundo sentimiento de pesimismo resalta en el hecho de que los germanos no creyeron en la eternidad de los dioses, sino que previeron su aniquilación y la del mundo" (op. cit., pág. 116). El final de la historia se concibe así como una catástrofe ígnea que destruye el universo en su totalidad. Es el triunfo de la muerte y, por cierto, la única doctrina religiosa que cabe aproximar a la ciencia y la filosofía. En definitiva, con rango superior a la divinidad percibían los germanos la nada, esta sí, y a diferencia de los hebreos, absoluta. Ningún déspota -divino o terrestre- podía reclamar para sí el poder sin límites a base de prometer la salvación a masas o individuos hedonistas angustiados por su extinción personal. El auténtico Dios de los germanos es la muerte misma.

En otro lugar nos ocuparemos del significado ético y político de esta creencia, de su relación con los valores heroicos y de su función democrática (como igualitarismo y profundo respeto por la mujer característicos de la sociedad germánica). Baste añadir un dato que ha pasado desapercibido hasta ahora y que confirma, todavía más si cabe, nuestro planteamiento. En efecto, ¿no habla Tácito en su archifamosa obra Germania de las distintas etnias germánicas y no distingue entre ellas a un pueblo que denomina precisamente los arios? Véase como los describe: "los Arios, además de aventajarse en fuerzas a los pueblos que hemos nombrado poco ha, siendo feroces, ayudan su fiereza natural con el arte y con el tiempo. Traen los escudos negros y los cuerpos teñidos y escogen las noches más oscuras para las batallas; y con el mismo terror y figura de este ejército funeral causan espanto, no pudiendo ninguno de los enemigos sufrir aquella nueva vista y como infernal. Porque los ojos son los primeros que se vencen en las batallas." (Tácito, Germania, XLIII). La filosofía nace en Grecia en la época de la tragedia y culmina con Heidegger, cuya obra, cima del pensamiento occidental, recodifica conceptualmente los contenidos de la religión indoeuropea originaria, de carácter heroico, resguardada por los arios occidentales, no los orientales (hindúes). ¿Se trata de una mera casualidad, de un capricho de pensadores ociosos y de rasgos psicológicos "pesimistas", o nos encontramos, pura y simplemente, ante la verdad de la existencia, como quiere el pensador alemán de Messkirsch? Las próximas entregas de esta bitácora profundizarán más en el tema.

Jaume Farrerons
8 de enero de 2009

Reeditado: 23 de enero de 2016

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también estoy hasta las narices de la izquierda "hippie", drogata, hedonista, pro-etarra etc. Y hecho de menos a aquella de los marineros del Baltico, austeros, íntegros, audaces y revolucionarios.

También admito que toda la propaganda del bando aliado ganador de la guerra mundial es tendenciosa. Los bombardeos de Dresde,etc, Hiroshima, los soldados alemanes enviados a Siberia, etc.

Pero:
-Soy Internacionalista. ¿Como podemos concebir la idea de un Socialismo Nacional? Como puede este superar las contradicciones del capitalismo: explotación, plusvalía, fronteras nacionales.
-El que no me crea la "leyenda rosa" sobre los alíados, me lleva a no creermela sobre el bando del eje. ¿O es que los campos de concentración eran instituciones filantrópicas?. Supongamos que lo de los 6 millones fuera mentira, y fueran 600 000 o 60 000 ¿Es que acaso sería menos criminal y justificable?

Ferrerons, si tienes inquietud y honestidad intelectual deberías plantearte estos "detallitos"

ENSPO dijo...

Si te fijas en los primeros posts de mi blog, allí dejé muy claro, para curarme en salud frente a objeciones obvias como la tuya, que el fascismo ha cometido genocidios, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, aunque yo no acepte,como tantas otras personas y cada vez más, la versión de esta historia transmitida por las agencias de propaganda de los vencedores. Entiendo, en este sentido, que el fascismo es irrecuperable, pero no, como se pretende, un mal ABSOLUTO que sirva -como es el caso en la actualidad- para relativizar todas las atrocidades de los aliados occidentales y de los comunistas. No sólo eso, creo que los mayores criminales de la historia son los que ahora mandan, tanto por el volumen de sus fechorías como por la impunidad total con que las perpetran y siguen perpetrando, cosa que ya no puede afirmarse del fascismo.

Respecto a mi propuesta nacional-revolucionaria, piensa que lo que reivindico es una nación europea, que ya es un marco transnacional, y ello por el simple hecho de que el socialismo, además de una teoría y praxis política, es un producto cultural-civilizatorio europeo-occidental que vale para nosotros pero no se puede imponer al resto del mundo manu militari. Por lo demás, sólo si el socialismo se asentara en Europa como civilización alternativa a la sociedad de consumo liberal podría hablarse de alguna manera de internacionalizar unas exigencias de justicia social, democracia y racionalidad cultural que alterasen el actual statu quo capitalista a escala planetaria. Pero si no existe ese polo político de poder independiente y además arraigado en una concepción nacional-europea (tendremos que volver a dejarnos la piel por una bandera), ¿cómo nos enfrentamos al brazo armado del capital,el ejército de los EEUU? ¿O crees que el mundo obrero en bloque, de forma simultánea, se alzará contra los explotadores burgueses, cuando hay sociedades donde los obreros se benefician del expolio tercermundista y no van a renunciar a él de buen grado al igual que tampoco los propietarios renunciarán a sus escandalosos privilegios sostenidos ante la miseria de millones de famélicos? ¿Serán quizá esos mismos famélicos quienes plantarán cara a los marines?

En consecuencia, yo no renuncio a un inter-nacionalismo, pero que como relación (inter) parta de la realidad incontestable de las diferencias nacionales y culturales y del hecho que el socialismo no cae del cielo, sino que es el resultado de un proceso histórico que se desarrolla en Europa y sólo en Europa puede encontrar su primera concreción frente al sistema demoliberal burgués.

No, los campos nazis no eran instituciones filantrópicas, pero eso de existió hubo un plan para gasear y luego incinerar a 6 millones de judíos de manera planificada, me parece que no se sostiene, aunque en ese delicadísimo tema estoy abierto a todas las aportaciones, debates y pruebas que, en un sentido u otro, se puedan aportar.

En cualquier caso, lo que para mí es evidente es que el nazismo persiguió a los judíos y que millones de ellos perecieron, asesinados o no, en un contexto de guerra total, pero siempre bajo la responsabilidad de las autoridades del Tercer Reich, que no pueden ser exoneradas de lo que sucedió. Ahora se trata de saber qué es lo que sucedió realmente para afinar nuestro juicio moral y político sobre un tema que, insisto en ello, sigue y seguirá abierto mientras las autoridades "democráticas" se dediquen a perseguir judicialmente, a amenazar y hasta a asesinar a los investigadores revisionistas.

Anónimo dijo...

Saludos señor Farrerons

Somos un grupo de jovenes con inquietudes políticas que hemos decidido crear un foro dónde compartir con todos nuestros pensamientos, de manera constructiva y crítica.

Frente Negro desea ser ese punto de encuentro abierto dónde el debate sea una herramienta para contruir un discurso subversivo y perfeccionar nuestra retórica.

Ideológicamente nos declaramos enemigos de la globalización homogeneizadora encabezada por
USrael, firmemente antisionistas y anticapitalistas, lo que no quiere decir que seamos dogmáticos, todo lo contrario, nuestro foro está abierto a personas de todas las ideas, ello nos enriquecerá.

Sin más invitarle a participar en nuestro recién nacido proyecto:

http://frentenegro.foroactivo.com

Salud y Revolución!

Augusto dijo...

Coincido totalmente en que hay que remontarse hasta Grecia. Lo mismo que hizo el filólogo clásico Friedrich Nietzsche. Ahora bien ciertos aspectos de su interpretación de las relaciones entre platonismo y cristianismo merecen complejizarse. Con decir que "el cristianismo es platonismo para el pueblo" no alcanza y en algo contrariamos a la verdad. ¿Cómo explicar sino que neoplatonismo haya sido el principal opositor de la subversión cristiana?. Basta leer a Celso, a Porfirio, Salustio y al emperador Juliano para darse cuenta de ello. El escrito "Contra los Galileos" de Juliano es una crítica racional implacable a los cristianos. Lo recomiendo. Que siglos después Agustín de Hipona haya interpretado el platonismo desde el cristianismo maniqueo, es otra cosa. Por otro lado, el platonismo toma sus temáticas del pitagorismo y de los cultos mistéricos (los de eleusis y los órficos) antes que de fuentes egipcias. Entiendo que no hay documentos que permitan afirmar que aquellos estuvieran basados en fuentes egipcias. Creo que la nebulosa referencia de Heródoto a que algunos griegos basaron su pensamiento en fuentes egipcias no alcanza. Las fuertes referencias de Platón a Pitágoras, Parménides, y los Órficos que dificilmente puedan considerarse fuentes extra-helénicas. Las obras de Alberto Bernabé (Platón y el Orfismo) y Walter Burkert ("Religión Griega", "De Homero a los Magos", "The Orientalizing Revolution") entre otras, son indispensables para abordar estos temas. También "Heráclito y el Oriente" de Aurobindo Shri y "The East Face of Helicon" de Martin West. También para entender a Nietzsche hay que leer la clásica obra "Psique" de su amigo Erwin Rohde sobre las ideas del alma entre los griegos. Y el indispensable Giorgio Colli, ¡helenista y nietzscheano!: de lo mejor. Espero poder contribuir en algo a estos temas a medida que profundice, dado que son bien complejos. Lleva años... Estoy trabajando de a poco, en torno al Fedón, la aparición de la idea de la inmortalidad del alma entre los griegos. Platón es uno de los más grandes literatos y filósofos de la historia de Occidente. Ha realizado una trasposición -una torción- de elementos de la cultura y el espíritu trágico de los griegos hacia su propio sistema que difícilmente puede ser reducible a una influencia foránea, aunque sea extraña al espíritu arcaico griego. Gracias Heidegger y perdón por la disgresión, quizás a alguno sirvan las referencias.

Augusto dijo...

La oposición entre neoplatonismo y cristianismo, en efecto, es entre corrientes filosóficas helenizantes (neoplatónicos, estoicos, peripatéticos, etc.) que hubieran preservado TODAS las posibilidades contenidas en la tradición (entendida a lo Gadamer y no a lo Evola, claro) con amplitud y tolerancia; y los cristianos que ya sabemos que NO lo hicieron, pues además tergiversaron y cristianizaron la filosofía. Es decir, la hicieron sierva de Yahvé.

Juliano es un emperador que abjuró del cristianismo para abrazar Homero, la filosofía, el paganismo y morir en batalla... En él se encarna la tragedia de Europa... Tiempo antes Marco Aurelio tuvo una historia extremadamente análoga, pero siendo estoico. Los dos más grandes últimos emperadores han dejado obra filosófica considerable que nos permite analizar las otras tangentes posibles a partir del mismo tiempo histórico del cristianismo.

Entiendo lo que me dice sobre el problema de la temporalidad, la negación del devenir y de la historicidad, que el neoplatonismo sin dudas sostiene de algún modo pues inserta la existencia histórica en ciclos espirituales mayores (algo que es propio también de varias tradiciones indoeuropeas: ciclos dentro de ciclos; ¿y de Nietzsche, con el eterno retorno?). Habría que hilar bien fino en este problema de la temporalidad. Marco Aurelio y los estoicos sin duda están mucho más cerca de nuestra comprensión de la finitud que los neoplatónicos que son más religiosos, lo admito. Sin embargo siguen siendo espiritualmente europeos y filosóficos, tanto Platón como el gran Juliano. La idea de Nietzsche es efectiva, didáctica y entiendo lo que tiene de cierta. Pero creo que el cristianismo es algo muchísimo peor que el platonismo. Juliano fué quien quiso hacer un platonismo para el pueblo y abrió escuelas de filosofía -¡no sólo platónicas!- para cumplir con ese fin. Los cristianos las cerraron. Me parece que el problema de "lo sagrado" (donde entra la idea de la inmortalidad; los cultos mistéricos, y la vinculación de la existencia con esos planos) es un tema filosófico muy complejo como para echarlo por la borda y asimilarlo sin más al cristianismo. ¿El "Uno" de los neoplatónicos, o las iniciaciones mistéricos de los órficos son lo mismo que decir Yahvé?. Así como no era para el griego "sagrado" lo mismo que para el cristiano, creo que para el neoplatónico tampoco era "sagrado" lo mismo que para el cristiano. Usted lo sabe y por eso estos artículos sobre la religión germana. Dicho esto, coincido con Nietzsche y con usted en todas las objeciones al platonismo. También con la idea del olvido del ser y el nuevo comienzo. Hacia allá vamos, pero sin regalarle ni una pizca de territorio a Yahvé.

Augusto dijo...

Querría aclarar que no pretendo que nuestra vía a lo sagrado sea órfica o neoplatónica y que también me siento más afín al paganismo germano y nórdico. Sólo por ser mis actuales temas de estudio dialogo sobre estos temas poniendo más reparos.

Lo que ahora puedo comentar respecto de Guthrie (quien escribe sobre los órficos) es que cabe resaltar que sus trabajos son anteriores al descubrimiento de las laminillas de Olbia y el Papiro de Derveni que revolucionaron los estudios sobre Orfismo. No los consideraba una "secta" con una vida en común, cuando ahora si se los considera así por las irrefutables pruebas. El Papiro incluye algo que nos puede interesar, una cita al mismísimo Heráclito y bastantes de las doctrinas que presentan los otros documentos son también paralelas. Entre ellas se pueden mencionar el ciclo vida-muerte-vida, cierto henoteísmo heracliteo paralelo a los himnos órficos a Zeus, y el juego entre opuestos conciliados en un tercero inmanifiesto de carácter divino.

Tampoco faltan alusiones en la antigüedad tardía a una influencia órfica en Heráclito. El mismo Guthrie reconoce un paralelo más que sugerente.

Tomo como fuente este artículo que de ninguna manera agota el tema, y es sólo una interpretación más de las posibles: "Heráclito y el Orfismo": www.raco.cat/index.php/Enrahonar/article/download/31791/90928‎

Y más en extenso:
http://www.trotta.es/pagina.php?cs_id_pagina=13&cs_id_contenido=1928

También hay quienes afirman los paralelos entre Heráclito y ciertas doctrinas religiosas del mundo persa, con el que estaba en contacto por proximidad geográfica y naturalmente conocía.

Sea como fuere, detalles aparte, la idea de la inmortalidad del alma es lo realmente nocivo en los órficos y supone claro, el rechazo de la experiencia trágica, que en Heráclito resiste no sin ciertos elementos místicos sobre los que no hago una valoración todavía. Puedo afirmar con usted, que la doctrina órfica sobre la inmortalidad del alma es el camino preparatorio para el cristianismo en tanto introduce hasta la idea de un pecado original (!) a expiar mediante prácticas purificatorias (!!) destinadas a conseguir un mejor destino post-mortem (!!!). Esta doctrina la traspone Platón a su propio sistema filosófico en el Fedón con la gravedad que ello tiene para la historia de Occidente.

Comencé a adentrarme en estos problemas a partir del mero estudio del Fedón,... algo inevitable, las menciones allí a las doctrinas órficas son recurrentes e inundan el ambiente del diálogo. Me pregunté de donde vendrían... y coincido con usted que suponen una claudicación existencial de nuestro pueblo previa a que cualquier elemento extraño penetrase en su cuerpo de ideas. De donde vengan, es un tema específico que me interesa por ser tema de estudio, pero entiendo que sea secundario.

La claudicación existencial de nuestro pueblo se remonta a sus mismísimos albores... he ahí nuestra tragedia.

Sobre Heráclito estoy transcribiendo material de estudio en el blog, que puede ser de vuestro agrado: http://elfrentenegro.blogspot.com