Vincenzo Vinciguerra. El último fascista. El único verdadero fascista de la posguerra se despide de los traidores "neofascistas" Gladio que, disfrazados de ranas, chapotean sonrientes en las cloacas de la OTAN. Estos infames energúmenos han dedicado su vida al servicio del "pueblo elegido". La mayoría esperan su recompensa en forma de vida eterna en el paraíso (sin contar los pagos en metálico para acudir con la mayor frecuencia posible al prostíbulo que, para ellos, debe de ser una anticipación de "lo alto"). Desde los tiempos en que asesinaban como sicarios del atlantismo a sus compatriotas (por ejemplo, en la estación de Bolonia) hasta hoy, cuando combaten en Ucrania como mercenarios "neonazis" del judío Zelenski, han usurpado, para mayor jolgorio de la sinagoga, el nombre de fascistas y fascismo (o nazis y nazismo). Carne de cañón de la oligarquía sionista. En España, exiliados italianos que Vinciguerra conoció bien o descendientes ideológicos de Ernesto Milá y su pandilla evoliana. No entiendo, la verdad, por qué motivo les reconoce Vinciguerra el honroso título de "camaradas". Sus verdaderos camaradas cayeron en el frente o fueron fusilados por el maquis comunista en un estupendo ejercicio de justicia democrática. Sospecho que la palabra "camaradas" quiere transmitir, sutilmente, una connotación irónica, una discreta burla, un reproche sordo tal vez. Reproducimos el Capítulo V de esta obra, Camerati addio, tan perdida como el propio fascismo, cuyo auténtico sentido hemos dedicado toda nuestra vida a recuperar. Quizá porque, como Vinciguerra o uno de los protagonistas de "Lo que el viento se llevó", sólo luchamos en causas perdidas.
Concluimos así, con las siguientes líneas que, al igual que todas las demás aquí mencionadas, producen, más que ira y odio, tristeza y desprecio, estas páginas a vosotros dedicadas. No vuestra historia sino parte de ella, rayos de luz sobre ese mundo de tinieblas en el cual habéis vivido, jirones de verdad en la cortina de mentiras detrás de la que escondéis vuestras inútiles existencias.
Hemos marchado juntos, camaradas, durante muchos años, pero no hemos recorrido el mismo camino.
La derrota militar del fascismo no ha servido para unificar su herencia histórica e ideológica. Cada cual, de lo que había sido su patrimonio ideal, su historia y su concepción ética, ha extraído aquéllo que más se adaptaba a su naturaleza, a su carácter y a su estilo.
Somos todos herederos del fascismo, pero no del mismo idéntico sueño que éste ha proyectado en el siglo XX para ser, luego, sofocado no sólo por los enemigos sino también, y, sobre todo, por los «fascistas» como vosotros.
Del mismo modo que de la revolución fascista se habían apoderado los Grandi y los Ciano, los Federzoni y los Bottai, transformándola en maquinaria burocrática al servicio de los intereses de los Saboya y de todo aquello que nació para abatir, y que, al contrario, ha sostenido y reforzado; así vosotros que de estos –y solo de estos– erais herederos, os habéis apropiado indebidamente de toda su historia y la habéis hecho pasar como vuestra.
Si los Grandi y sus cómplices habían colocado al fascismo al servicio de la monarquía, vosotros, camaradas, habéis entregado el neofascismo a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, a aquéllos que nos habían derrotado. Y lo vuestro, camaradas, se llama traición, expresa y conscientemente hecha.
Los más jóvenes no lo saben, pero los más ancianos recuerdan aún el enfrentamiento que, en los años 1946-52, contrapuso a aquellos que no querían traicionar frente a vosotros, que ya habíais traicionado.
¿Recordáis, quizás, las bellas palabras con las que un oficial de la Marina de Guerra republicana retrató las iniciativas pro-atlánticas de Junio Valerio Borghese? : <<He sido Subsecretario de la Marina de la R.S.I. y siempre creí que nuestra adhesión a la R.S.I. significaba la ruptura definitiva con las castas monárquicas, vaticanistas y capitalistas, es decir con la clase dirigente ratera y corrupta pero, sobre todo, he creído siempre que nuestra adhesión a la R.S.I. significaba la afirmación del principio histórico de Italia de combatir contra las plutocracias occidentales.
En nombre de tal principio histórico, hemos continuado la guerra en la cual han caído, en combate o en emboscadas, centenares de miles de italianos de bandos enemigos. Cuando he leído – proseguía el oficial – las declaraciones atlánticas de Borghese, desde el fondo de mi conciencia de soldado ha surgido esta pregunta: ¿pero cómo? ¿Y nuestra guerra de la «sangre contra el oro», de los pobres contra los ricos? ¿Era necesario, para conseguir vestirse como ingleses y americanos, prolongar durante veinte meses más la guerra sacrificando centenares de miles de italianos?>>.
¿Qué ha quedado de las palabras de Ferrini y de su oposición a las que fueron vuestras opciones y vuestra traición?
Las habéis olvidado, camaradas, y habéis olvidado también que ha existido un fascismo diferente del vuestro, enemigo del vuestro. Un fascismo que, con Berto Ricci, proclamaba que, <<nosotros italianos, que somos también una revolución – y la mayor – no podemos sentirnos más próximos al Londres parlamentario y conservador, al París democrático y conservador que al Moscú comunista … La antiRoma existe, pero no es Moscú. Contra Roma, ciudad del arte, está Chicago, capital del cerdo>>.
¿Lo habéis olvidado, camaradas?
Debíamos combatir contra las pútridas democracias occidentales y, al contrario, habéis elegido someteros a ellas, y habéis comprometido en vuestro cambio de chaqueta histórico y político a millares de jóvenes a los que habéis engañado de la forma más miserable.
¿Cuántos años han pasado, camaradas, desde que ante quinceañeros y veinteañeros, dabais a entender, con aire astuto, que no era «inteligente» oponerse frontalmente al sistema, por ser demasiado poderoso? ¿Lo era, por el contrario, conquistarlo desde dentro? Muchos años, casi cincuenta.
Y el eco de esta mentira no tiene visos de desaparecer. se vuelve a hallar en el juicio que expresa Sandro Provvisionato sobre «Avanguardia Nazionale», de la que destaca <<la ambigüedad entrista de Stefano Delle Chiaie que se hace ilusiones de poder utilizar los aparatos del Estado y acabará por ser utilizado antes y triturado después…>>
En las tesis del «espontaneísta» (del Sismi), Valerio Fioravanti: << Hemos crecido – explica – en medio de este dilema. Quien ejecuta las masacres son los hombres de los servicios secretos infiltrados en la derecha o los miembros de la derecha infiltrados en los servicios…>>
En la banal cháchara de Maurizio Bocací, que declara sentirse «traicionado» por Gianfranco Fini, porque <<un proyecto que preveía la entrada en el sistema para subvertirlo >> pierde credibilidad al aliarse el secretario missino con Berlusconi.
Pero no era verdad. Para vosotros, camaradas, la integración en el sistema no era el medio sino el fin de todo vuestra existencia.
El régimen fascista había transformado la «revolución en administración». Y vosotros, sus dignos herederos, aspirabais a ser funcionarios de Correos. Y os habría bastado con menos.
Os defendéis malamente, camaradas, acusando a aquellos que no reconocen en vosotros a unos «nacionalrevolucionarios», de ser todos ellos colaboradores de los servicios secretos y de la policía, porque las pruebas están en vuestra contra, y la vuestra no es la historia de los vencedores. Es la de los siervos que un día son abandonados a su destino, cuando ya no resultan útiles. Y ahora, camaradas, muchos de vosotros servís para poco o para nada.
Pero durante casi cincuenta años habéis servido para mucho y a muchos.
<< Es constatable – declaraba el ministro Restivo en la sesión parlamentaria del 9 de diciembre de 1969 – primeramente que son a menudo activistas de ciertos sectores del extremismo anarcoide, los protagonistas de los graves incidentes producidos en este último período en el transcurso de manifestaciones públicas y que se caracterizan por una contestación global de la sociedad actual, de la que no excluyen ni partidos, ni sindicatos, definidos por ellos como «correas de transmisión» de la sociedad burguesa>>.
Pero erais vosotros, camaradas, con Giannettini y Guérin-Sérac, Ventura y Valpedra, los que creasteis el «extremismo anarcoide» que tan útil fue, en aquel momento de nuestra historia, al ministerio del Interior.
<<Sí, el `68 ha propiciado la ocasión de nuestro acercamiento. Entonces era normal. Valpedra, Merlino, Delle Chiaie. El giro era así…>>. Declarará Giovanni Ventura en 1986 mezclando, como es habitual, lo verdadero y lo falso.
E indudablemente Mario Foligni no se habría dirigido a Adriano Tilgher para invitarle a participar en la creación del «Nuevo Partido Popular», que debía «dividir desde la derecha la Democracia cristiana», si no hubiese sabido que vosotros erais utilizables para cualquier juego sucio dentro del sistema.
¿Recordáis, camaradas, el Fascismo republicano que se alineaba con los obreros, que trataba de frenar a los grandes industriales, lucrados por la guerra y explotadores del trabajo ajeno? ¿Recordáis al último Federal de Turín1 ahorcado por los comunistas (que, al mismo tiempo, protegían la vida de Vittorio Valletta y los bienes de los Agnelli), llorado por cuantos habían visto en él al defensor de los intereses de los trabajadores frente a la todopoderosa Fiat?
¿Qué habéis hecho vosotros, camaradas, de los Solaro, los Vezzalini y los Pavolini, de quienes habéis osado en declararos herederos?
<<Hemos organizado hasta el momento cuatro escuadras, compuestas cada una de tres hombres más chofer – escribía en 1970 Luigi Cavallo a un «gentilísimo abogado» –. La primera, constituida por mediación de Abelli, está compuesta por cuatro milaneses, otras dos escuadras más, constutidas por mediación del príncipe Borghese, están compuestas por piamonteses…>> ¡De «mamporreros» al servicio de Gianni Agnelli es de lo que habéis hecho, camaradas!
<<Se ha oído a Almirante que, para neutralizar a Pannella2 – cuentan las crónicas de 1982 – reivindicaba con voz en grito: «El fascismo está aquí», provocando frenéticos gritos de «Duce, Duce» y saludos a la romana>>.
<<…Tatarella3…ha condenado el fascismo – se lee doce años más tarde – considerado como «negación de la democracia, la libertad y la tolerancia»…>>
El vicesecretario nacional del M.S.I., representante, muy estimado por Giorgio Almirante y compadres, de ese fascismo reinterpretado por los «rufianes del Sur», no ha perdido tiempo en informar a los camaradas de cómo pensaba, de cómo había pensado siempre. Porque no es cosa instrumental lo que dicen hoy, lo era lo que decían ayer.
Habéis creído, camaradas, todo lo que el enemigo os contaba.
<<Nosotros, americanos, solo recientemente nos hemos dado cuenta de que nuestro enemigo mortal era la Rusia soviética. Hemos despertado a esta dura realidad con mucho retraso y hemos tratado, y tratamos, de poner remedio a todo cuanto o no ha sido hecho o ha sido tolerado por las administraciones anteriores.
Nuestro enemigo no ha sido Hitler, no ha sido Mussolini, ni siquiera ha sido Hiro Hito. Solo hoy vemos – continua Jackson – que nuestro verdadero enemigo es Moscú.
En tales circunstancias tenemos la necesidad de oponernos de cualquier forma al comunismo internacional que es la vanguardia del imperialismo soviético>>.
Y, vosotros, camaradas, os lo habéis creído.
Pero quien hablaba así no era un «buen americano» ingenuo, sino Jackson Charles Douglas, consejero de Eisenhower para la guerra psicológica.
De modo más realista, se debe admitir que habéis querido creerlo. Y hoy que la verdad se ha hecho evidente en toda su plenitud, no sabéis hacer nada mejor que callar.
Hoy que el comunismo ha caído en su mismo fango y en sus mentiras, los «ingenuos» americanos y sus aliados han reemprendido la persecución antinazi.
<<Jozsif Szendi tiene 77 años, y hasta ayer por la tarde no era más que un refugiado húngaro escondido en lo profundo de la campiña de Tennesee al final de una fuga rocambolesca emprendida tras la guerra: un padre de familia, un trabajador. Hoy, para la Fiscalía Federal de los Estados Unidos y para una parte de la opinión pública americana, es solo un nazi>>.
<<Se ha abierto en Australia el tercer proceso de instrucción por crímenes de guerra. En el banquillo está Heinrich Wagner, 68 años, antiguo miembro de las fuerzas nazis de ocupación en Ucrania, con las que participó – según la acusación – en la matanza de 124 judíos durante la Segunda Guerra mundial>>.
<<Entre fuertes polémicas y a pesar de la ardorosa oposición de la Cámara de los Lores, el Parlamento ha aprobado el año pasado el «War Criminal act», una ley que permite perseguir a los responsables de crímenes de guerra cometidos fuera de territorio británico por quién, no siendo súbdito inglés, en aquella época, lo haya llegado a ser después…>>.
Stefano Delle Chiaie ha elogiado la elección de Klaus Barbie, oficial de la Gestapo, que, al final del conflicto había – también él – descubierto repentinamente que debía combatir el comunismo, poniéndose del lado de los americanos.
Y así, <<a finales de la guerra, Klaus Barbie, número 239 de la lista de criminales de guerra, no acabó en el banquillo de los acusados. Goza de extraordinarias complicidades, incluida la de los americanos que se valieron de él para misiones de espionaje en Baviera, actividad que dura hasta 1948>>.
Útil hasta final para los proyectos y las estrategias del imperio americano: primero como anticomunista, después como «criminal de guerra» arrojado como carnaza a la opinión pública y a los enemigos del Nacionalsocialismo.
¿Habíais creído, camaradas, que quien había desencadenado una guerra mundial, que ha costado cincuenta millones de muertos, para imponer su dominio al mundo, suprimiendo a Europa, sus ideologías, su cultura y su historia, podría confiaros verdaderamente el gobierno de este país?
Si hubierais pecado tan solo de ingenuidad, si hubierais caído en la trampa de un enemigo más astuto que vosotros, incluso por culpa de vuestra presunción, de la sobrevaloración de vosotros mismos, de la vanidad típica de los imbéciles, seriáis hoy merecedores de compasión.
Pero, al contrario, habéis elegido vuestro camino conscientemente poniéndoos de parte del vencedor, del más fuerte, al extremo de actuar en nombre y por cuenta del poder, con tanta chulería y con tan cínica arrogancia al punto de no poder hoy –admitiendo que tuvierais el coraje físico y moral, civil y político, de hacerlo – reconocer vuestros errores y denunciar las atrocidades del anticomunismo atlántico.
Porque, vosotros, camaradas, sólo podéis chantajear, dentro de ciertos límites, para resolver alguna cuestión personal de aquellos que, entre vosotros, están más comprometidos que el resto. Pero, en el aspecto práctico, habéis sido arrojados fuera como y cuando les ha parecido oportuno a los que os han utilizado.
Amenazabais con revelaciones impactantes, en 1975, cuando se decidió «desde arriba» que Avanguardia Nazionale debía desaparecer, porque había agotado su función.
¿Recordáis lo que escribisteis?
<< Cuando se llegue al proceso, Avanguardia Nazionale, llamará en calidad de testigos a ministros, hombres políticos, secretarios de partido, cuerpos de seguridad y a cuantos, de un modo o de otro, han buscado la amistad de AN primero y, luego, viendo frustradas sus expectativas, han decidido el fin de una organización no encasillable en los juegos del sistema…>>
Y, al contrario, os han arrestado, procesado, condenados y puesto, como organización, fuera de la ley. Y habéis callado. No habéis llamado al estrado de los testigos a nadie, habéis llamado, por el contrario, para que os defienda a Alfredo de Marsico, uno de los «traidores» del 25 de julio de 1943, condenado a muerte en rebeldía por la justicia republicana [de la R.S.I.].
Vosotros, camaradas, los «herederos de la República Social Italiana».
Todavía en la primavera de 1987 habéis repetido la amenaza:
<<Hablará, hablará, asegura Stefano Menicacci, el abogado de Stefano Delle Chiaie>>.
Mas no era verdad. Habéis seguido callando. Delle Chiaie ha sido trasladado desde Caracas, por una razón diametralmente opuesta a la de «hacerlo hablar»: desmentir todo lo que yo sostengo, contraponerlo a mí y a la verdad que estaba perfilando sobre «Ordine Nuovo». No por casualidad lo han detenido en coincidencia exacta con el inicio del proceso por Peteano de Sagrado. Y es – desmentir – lo que Delle Chiaie ha hecho.
Debíais callar, camaradas, porque la única diferencia entre todos vosotros – missinos, ordinovistas, avanguardistas, «espontaneístas» – residía, ocasionalmente, en el aparato del Estado que os utilizaba y os manipulaba, que os usa y os usará hasta que termine arrojándoos fuera, entre los detritus del régimen.
Algunos de vosotros son ahora reciclados bajo el signo del MSI y de Alleanza Nazionale: Gino Agnese, periodista de «Il Tempo», amigo de Guido Giannettini, en contacto con Yves Guerin Serac, es presentado en Nápoles para las elecciones europeas; Fausto Gianfranceschi, ex dinamitero de los FAR, introducido en «Il Tempo» de Roma junto a Pino Rauti, ponente del congreso del Instituto «A.Pollio» de mayo de 1965, es ahora <<escogido por Fini como asesor de Cultura de la Capital>>; el ya citado Piero Buscaroli, por no hablar de los que han hecho carrera como Giulio Macerantini.
Pocos, ciertamente, respecto a todos los que entre vosotros han prestado servicio en los «cuerpos separados», en los servicios de seguridad militares y civiles, en la «organización», los más presentables, aquellos que por haber «estado detrás», son menos conocidos que vosotros.
¿Y los demás? Clemente Graziani ha permanecido «prófugo» de por vida en América Latina sin que nadie lo haya reclamado; Salvatore Francia, el «confidente», va tirando como puede; alguno trabaja en seguros, algún otro está jubilado, todos van dando tumbos por las aceras de un bar a otro rememorando los «buenos tiempos» cuando hacían «política» por cuenta de terceros.
Alguno de vosotros, lo admito, continua haciendo política. Por ejemplo, en Cosenza, ha respaldado la elección como alcalde de Giacomo Mancini, un <<ex militante de Ordine Nuovo porque – ha declarado el ex líder socialista – «los muros ideológicos han caído y la derecha es apreciada por sus capacidades aplicadas a la transparencia administrativa»>>.
Y él, Mancini, el mismo al que vuestro camarada Giorgio Pisanò definía como «ladrón», ha sido recientemente imputado por el delito de «asociación mafiosa». ¿Sorprendidos, camaradas? Quizás no.
Otros están todavía en presidio. Pierluigi Concutelli, alias «Lillo», hace ahora de radical.4 Le acompaña Valerio Viccei, arrepentido y secuestrador que aguarda hoy un tratamiento respetuoso <<por – dice – mi nueva carrera de escritor y por mi inscripción en el partido radical>>.5 Mario Tuti hace saber a los jóvenes que con el pasado <<…ha terminado. Pero entre él y la sociedad hay siempre un abismo. «No me permiten – se lamenta – ni siquiera estudiar guitarra»>>. Otros sufren con resignación su condena, observantes con la «buena conducta», en buenas relaciones con los carceleros y con los encarcelados, listos a explotar todo mínimo resquicio de la «ley Gozzini» y del código penal para arañar un día, un mes, un año de cárcel en espera que el tan ansiado indulto para los «políticos» les ponga en libertad o les conceda, por lo menos, la posibilidad de salir en un plazo de tiempo relativamente breve.
Una humanidad sufriente, la vuestra, camaradas presos, doblegados por los años, abandonados en el universo carcelario del cual habéis asimilado todo: «cultura», conducta, lenguaje, mentalidad.
Después están los «arrepentidos», los que entre vosotros han buscado los atajos para volver afuera: los Calore, los Digilio, gente habituada a desahogarse desenvueltamente colocando en el centro la propia vida, y después, todo lo demás ---si no existe demasiado riesgo, entiéndase bien.
Quedan lejos los tiempos en los que, ataviados a lo Pancho Villa, ostentabais armas y rostro feroz. La cárcel es dura, mejor la «libertad», esa en la que han permanecido vuestros «condotieros» y vuestros «maestros» que tenían otras salidas para haceros pagar sólo a vosotros lo que juntos habíais hecho.
Luego, están los camaradas delincuentes: Carmine Dominici, «avanguardista», secuestrador de personas, «arrepentido»; Gubbini Graziano, «ordinovista», camorrista, medio «arrepentido»; Edgardo Bonazzi, missino, traficante de drogas; Luigi Radici, missino, secuestrador de personas, «arrepentido»; Flavio Campo, avanguardista, falsificador; y tantos otros aún, más o menos conocidos.
Están los «convertidos» al catolicismo, como Gilberto Cavallini, los plañideros que confían a la esposa (por cuestión de imagen) el encargo de demostrar que no son masacradores, como Valerio Fioravanti; los que han reingresado en las filas de la mala vida, como Mauro Addis, hoy en «trabajo externo» en San Vittore, tras haber lamentado en televisión que se restrinjan los beneficios de la «Gozzini» a él, y a los «buenos muchachos» como él, que no podrán ya «reeducarse» como el corazón desearía.
Vuestra historia ha terminado, camaradas. Volved al trabajo cotidiano, en la calle o holgazaneando de bar en bar, viviendo en prisión, pasando el tiempo en una celda en blanco y en negro, en la hora de patio y en compañía, contando los días y calculando las horas, «arrepentidos» o «irreductibles», disociados o convertidos, masticando recuerdos y rencores, habéis terminado para la historia y para la crónica.
Todavía alguno alimenta sus injustificadas ilusiones de ser reclamado, un día, «para más altos destinos», mintiéndose a sí mismo con un poco de morralla alrededor para creerse al menos «educador de almas». Él, Giorgio Freda, que ha elegido para vivir el clima templado del sur, tan distinto de aquel gélido diciembre milanés. Él, el «maestro» que ha presentado, como cualquier malandrín de poca monta, su petición para que se le conceda la «liberación anticipada», por ser preso de «buena conducta», y su instancia de «semilibertad», concedida por ser «parcialmente arrepentido».
Pequeño editor y, más aún, pequeño hombre.
Están también los desadaptados sociales que pasan del manicomio a la cárcel, de la cárcel a la calle, para cometer robos, siempre robos y sólo robos, convencidos de ser los últimos «irreductibles».
También son ellos camaradas ladrones que, sin embargo, no quieren reconocer que lo son, sugestionados por quien, por interés o estulticia, los define aún como «camaradas», incluso cuando van a buscar fondos junto a algún fracasado de izquierda, incapaz también él de volver a una existencia normal.
Son los émulos de los brigadistas rojos, con los cuales viven en presidio y con los cuales comparten eslóganes y fracasos, así que para recordar a uno de ellos no encuentran nada mejor ni más original que readaptar el homenaje, dedicado en su momento por Curcio a Mara Cagol [«Muere un camarada, nacen otros cien. Honor a Kapplerino»].
Se creen «duros» y «puros», pero están próximos a Massimo Carminati que, desde 1981, cuando cayó herido por la policía mientras intentaba cruzar la frontera, no ha encontrado otro camino que el de adentrarse en esa mala vida romana que se sitúa a medio camino entre Forte Braschi y el Viminale6, un cuartel de carabineros y una comisaría de policía, que entre un alijo de droga y una extorsión, un atraco y un robo, no hace ascos en participar en el homicidio de Mino Pecorelli7, pasando luego la pistola a los camaradas de Avanguardia Nazionale en previsión de posibles chantajes a título particular.
Pero no están solamente las críticas. En el momento de la despedida definitiva, también yo debo hacer autocrítica, debo reconocer la verdad sobre mí mismo: he creído en vosotros, camaradas, de forma total y totalitaria, como es propio del carácter y de la naturaleza de quién, habiendo abrazado una idea, hace fe de ella y con ella, por ella, se bate sin dudas y sin límites, sin «peros», «quizás», «matices» de variado género. De forma irracional, ciega, fanática, como sabe hacer quien cree. De forma no «inteligente» diríais vosotros, camaradas, que «inteligentemente» estabais de parte del Poder. Mientras que yo estaba contra él en serio, vosotros lo fingíais.
Pero no me habéis engañado a mí, camaradas, os habéis engañado vosotros mismos. Porque, al final, la línea del frente se ha perfilado, la niebla se ha levantado y nos hemos encontrado de frente: enemigos como habríamos debido serlo siempre y como la historia ha querido que fuéramos.
Nuestra marcha no ha conocido freno. Prosigue sobre esa línea de coherencia, de dignidad y de fidelidad a las ideas y a la historia junto a cuantos se han liberado de vuestro veneno o a él han permanecido inmunes o se asoman hoy al teatro de la vida y de la lucha.
Recordaros a vosotros las palabras con las que el ministerio fiscal del proceso de Verona concluyó su acusación, pidiendo la condena a muerte para Ciano y sus cómplices, es un honor que no merecéis.
Para traidores como vosotros se debe dictar no la muerte, que restituye la dignidad al que sabe afrontarla, sino el odio y el desprecio.
Opera, 11 de agosto de 1994
NOTAS
1 NdelT.- Giuseppe Solaro, uno de los más jóvenes y entusiastas dirigentes de la RSI. Ahorcado por los partisanos delante de sus familiares tras la «liberación» de la capital piamontesa en mayo de 1945, su cuerpo fue arrastrado por las calles de la ciudad y arrojado al río junto con los cadáveres de otros tantos represaliados durantes las «radiantes jornadas» de la llamada «primavera de sangre»…
2 NdelT.- Líder del Partido radical italiano.
3 NdelT.- Dirigente de Alianza nacional, diputado neofascista y ministro del gobierno Berlusconi.
4 NdelT.- Concutelli fue el responsable material del asesinato del juez Occorsio (10/VII/76). El arma utilizada en el atentado fue un sub-fusil Ingrham suministrado por la policía española a los neofascistas italianos para acciones armadas en el País Vasco. «Lillo», comandante militar del Movimiento político Ordine Nuovo, ya condenado y encarcelado, ha continuado matando dentro de las prisiones italianas con el visto bueno de las autoridades penitenciarias. Concretamente a dos camaradas suyos- Ermanno Buzzi y Carmine Palladino- «culpables» de estar a punto de confesar las implicaciones entre aparatos de seguridad, «terroristas negros» y masacres de Estado. Todo un «angelito».
5 NdelT.- Resulta por lo menos curiosa la implicación del partido de Marco Panella y Emma Bonino en iniciativas a favor de la revisión de las condenas de conocidos elementos neofascistas. La más sonada, surgida pocos años después de haberse escrito «Camaradas, adiós», ha sido impulsada también por los radicales italianos como Comité «¿Y si no fueran culpables?» , y pretende la revisión de la condena a cadena perpetua de Valerio Fioravanti y Francesca Mambro, condenados en firme por la matanza de la estación de Bolonia (2/VIII/1982, 82 muertos y cientos de heridos). A esta iniciativa se han unido – como no podía ser de otra manera- varios parlamentarios de Alianza Nacional (ex Msi). No han faltado, en este sentido, «conmovedoras» misivas ante el Vaticano. «Giusva» Fioravanti y su esposa Francesca Mambro están inscritos desde entonces en el Partido Radical.
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Texto completo (traducido al español por RESISTENCIA) de Camerati addio:
https://resistenciatextos.wordpress.com/2016/08/08/libro-camaradas-adios-de-v-vinciguerra/
«Camerati, addio. Storia di un inganno, in cinquant´anni di egemonia statunitense in Italia». Edizioni di Avanguardia, 2000, Trapani, C.P. 170-91100)
Leer tambien:
1/ https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2024/04/fascismo-y-antifascismo-vincenzo.html
2/ https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2022/12/no-son-fascistas-sino-mercenarios-de-la.html
AVISO LEGAL
https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2013/11/aviso-legal-20-xi-2013.html