sábado, mayo 28, 2011

Creemos, cristianos, en nuestro pueblo, no en vuestro judío Jesús


 Lo que hay de criminal en el ser cristiano crece en la medida en que uno se aproxima a la ciencia. El criminal de los criminales es, por consiguiente, el filósofo (Friedrich Nietzsche, El Anticristo).




¿A alguien se le ha ocurrido reflexionar por un momento sobre la extrema cretinez de la doctrina cristiana? ¿Se puede ser filósofo y cristiano al mismo tiempo? ¿Cómo serlo, pregunta Nietzsche, sin traicionar los más básicos principios de la honestidad intelectual? ¿Es lícito creer en un judío de Palestina que afirmó modestamente ser el hijo de dios, que supuestamente "resucitó" (según sus mendaces discípulos) y se elevó a los cielos al tercer día de su crucifixión a manos del Imperium Romanum (loado sea)? ¿Creer en un mentiroso que nos prometiera, como vulgar charlatán de feria, la vida eterna si "aceptábamos" su divinidad y nos sometíamos con humildad a la mitología utópico-profética del judaísmo...; si, literalmente, nos convertíamos en niños, humillando nuestra inteligencia ante el delirio megalomaníaco de un presunto mesías, uno de los muchos sectarios que pululaban a la sazón por la tierra de Canaán? ¿Seremos "salvados" si renunciamos -credo quia absurdum est- nuestra racionalidad y libertad griegas? ¿No farfulla así un estafador, un vendedor de "pócimas milagrosas" para ruines egoístas idiotas o analfabetos que sufren?

El Catecismo de la Iglesia Católica, documento que refleja la doctrina oficial de esta ignominiosa institución, se expresa con claridad respecto del dogma:

Nosotros creemos y confesamos que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén en el tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador César Augusto; de oficio carpintero, muerto crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato, durante el reinado del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios hecho hombre, que "ha salido de Dios" (Jn 13, 3), "bajó del cielo" (Jn 3, 13; 6, 33), "ha venido en carne" (1 Jn 4, 2), porque "la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como hijo único, lleno de gracia y verdad... Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia" (Jn 1, 14.16) (Catecismo de la Iglesia Católica, Madrid, 1992, 2ª Edición, p. 99, parágrafo 423).

Bandera de guerra de Prusia

Las "pruebas" de esta afirmación son los milagros de Jesús, consignados en las Sagradas Escrituras:

El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos "a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y no puede engañarse ni engañarnos". "Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación" (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf Mc 16, 20; Hch 2, 4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y estabilidad "son signos ciertos de la revelación, adaptados a la inteligencia de todos", "motivos de credibilidad que muestran que el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu" (CC. Vaticano I: DS 3008-3010) (Catecismo, op, cit., p. 44, par. 156).

¿Cómo sabemos que esos "milagros" no son puras invenciones? Pues porque las Sagradas Escrituras han sido inspiradas por Dios. ¿Y quién dice eso? La Iglesia. ¿Y cómo sabemos que la Iglesia no miente? Porque ha sido instituida por Jesús, que es el hijo de Dios. Pero ¿quién dice que lo sea? Pues las Sagradas Escrituras... A es cierto porque lo dice B, B es cierto porque lo dice C y C es cierto... porque lo dice A. En suma, un circulus in probando, una petitio principii de todo punto descarada que sólo puede convencer a un iletrado, a un cretino o a un cobarde que quiere "salvarse" y sacrifica su intelecto a cambio de un ansiolítico. Los drogadictos son espiritualmente más decentes que los creyentes cristianos, al menos no prostituyen la ciencia, la cultura, la filosofía y la razón a sus inmundas necesidades psicológicas de reaseguramiento. Veamos, en efecto, hasta qué punto de abyección intelectual es capaz de llegar el discurso catequético:

La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humanas, pero "la certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural" (S. Tomás de A., s. th. 2-2, 171, 5, obj. 3), "Diez mil dificultades no hacen una sola duda" (J. H. Newman, apol.) (Catecismo, op. cit., p. 44, par. 157).

¿Pero qué certeza tenemos de que la fe se funda en la "Palabra misma de Dios"? Pues la que se deriva del hecho de que lo dice la Iglesia. O sea, brevemente, que una simple afirmación de parte, y además indemostrable, es "más cierta que todo conocimiento humano"... !Menuda indecencia! !Qué forma de razonar ésta, propia de un perturbado o de un canalla! !Y circulan por ahí los llamados filósofos católicos, quienes, o bien son dementes reconocidos ellos mismos ("elogio de la locura", Erasmo dixit), o bien sinvergüenzas tout court! Y hay que someterse a ellos, siendo así que el razonamiento autónomo, libre, queda descartado desde el principio; porque si no "tragas", sólo se te ofrece, como alternativa, la hoguera, física o moral.

Ser cristiano significa así mentir conscientemente por miedo a la verdad. No busquemos razones más recónditas donde no las hay. Esta impostura es la "fe". Nada más.

Bandera nacional prusiana

El Pueblo de Dios contra las naciones ontológicas

El cristianismo no representa sólo una "creencia personal", sino que con su concepto de "pueblo de Dios" prepara el terreno a la contemporánea destrucción económica de las naciones.  La fe cristiana, la idea de inmortalidad del yo y de "igualdad de todas las almas", funda el concepto de un individuo abstracto cuyo sustrato jurídico posibilitará  la planetarización de las relaciones financieras capitalistas. Éstas sustituyen el vínculo comunitario por otro que, en realidad, ha usurpado con el interés del "negocio" el espacio de lo sagrado. A las relaciones de vinculación nacional, que son fácticas, no establecidas voluntariamente, radicales e irreductibles, superpone, en efecto, el cristianismo, otro vínculo presuntamente superior, el de dios, que planea sobre los pueblos y funda una presunta "comunidad divina" que subyuga la comunidad nacional originaria. Pero dicha comunidad divina o comunión no es tal: el creyente se integra en dicha organización mediante un "contrato" típicamente capitalista que, a cambio de la salvación, entrega la libertad, léase: el sometimiento a la institución. El corazón mismo de lo sagrado, que en las religiones nacionales entraña una incondicionalidad análoga a la del vínculo comunitario mismo (que no puede ser negociado, pues no cabe elegir ser españoles o alemanes, por ejemplo, de la misma manera que no podemos elegir a nuestros padres) queda así colonizado por aquéllo que en las sociedades capitalistas caracteriza la relación interhumana hegemónica: el socio, el contrato, la asociación: "si los muertos no resucitan, comamos y bebamos que mañana moriremos" (1ª Cor, 15,32). En una palabra: "me someto si me salvas". Camuflada bajo una relación paternal y por lo tanto comunitaria (Dios-padre), el nacionalismo judío nos incita a abandonar nuestra matriz comunitaria e integrarnos en esta otra postiza, arrancada de todo enraizamiento, mientras, por su parte, se guarda bien de conservar el propio. La Iglesia se apresura a intoxicar desde la más tierna infancia a sus futuros conversos para que el vínculo eclesiástico, que debería ser opcional, adquiera la apariencia orgánica, primaria, ontológica, que no tiene ni por definición puede tener jamás:

El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia: -es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa" (1 P 2, 9). -Se llega a ser miembro de ese cuerpo no por nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo. -Este pueblo tiene por jefe (cabeza) a Jesús Cristo (Ungido, Mesías): porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico". -"La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo". -Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó (cf Jn 13, 34)". Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8, 2; Ga 5, 25). -Su misíón es la de ser  la sal de la tierra y la luz del mundo (cf Mt 5, 13-16). "Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano". -Su destino es el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve también a su perfección (LG 9) (Catecismo, op. cit., pp. 186-187, par. 782).

¿Nacimiento "de arriba"? El conflicto entre la nación ontológica (aquello que somos) y la nación mesiánica de adopción (aquello a lo que nos hemos unido en interés de nuestra "salvación"), sólo puede resolverse de una manera en el alma del creyente, cuyo "ego" se ha transmutado en algo mucho más importante que la comunidad de donde surgió inicialmente su vida. Arrancados los gentiles de sus naciones naturales, puede así la extrema derecha judía convertir estas relaciones de auto-interpretación, puramente subjetivas primero, y después devenidas relaciones jurídicas objetivadas gracias al imperio de la iglesia, en terreno abonado para la expansión del capitalismo: éste crece entre "almas" que calculan "intereses". El propio Marx identificará el fenómeno:

El judaísmo alcanza su plenitud con la sociedad burguesa, pero la sociedad burguesa sólo llega a su plenitud en el mundo cristiano. Sólo bajo el dominio del cristianismo, que convierte en relaciones puramente externas al hombre todas las relaciones nacionales, naturales, morales y teóricas, podía la sociedad burguesa separarse totalmente de la vida del Estado, desgarrar todos los vínculos genéricos del hombre, suplantar esos vínculos genéricos por el egoísmo, por la necesidad egoísta, disolver el mundo de los hombres en el mundo de los individuos atomizados que se enfrentan los unos contra los otros hostilmente. El cristianismo ha surgido del judaísmo. Y ha vuelto a disolverse en él. El cristiano era desde el principio el judío teorizante; el judío es por ello el cristiano práctico y el cristiano práctico se ha vuelto de nuevo judío (Marx, K., La cuestión judía).

Marx no se engaña sobre la naturaleza del judaísmo:

No busquemos el misterio del judío en su religión, sino busquemos el misterio de la religión en el judío real. ¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál su dios secular? El dinero. Pues bien, la emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, real, sería la autoemancipación de nuestra época. Una organización de la sociedad que acabase con las premisas de la usura y, por tanto, con la posibilidad de ésta, haría imposible el judío. Su conciencia religiosa se despejaría como un vapor turbio que flotara en la atmósfera real de la sociedad. Y, de otra parte, cuando el judío reconoce como nula esta su esencia práctica y labora por su anulación, labora, al amparo de su desarrollo anterior, por la emancipación humana pura y simple y se manifiesta en contra de la expresión práctica suprema de la autoenajenación humana. Nosotros reconocemos, pues, en el judaísmo un elemento antisocial presente de carácter general, que el desarrollo histórico en el que los judíos colaboran celosamente en este aspecto malo se ha encargado de exaltar hasta su apogeo actual, llegado el cual tiene que llegar a disolverse necesariamente. La emancipación de los judíos es, en última instancia, la emancipación de la humanidad del judaísmo.

Nietzsche y Marx difieren poco aquí:

Con ese mismo fenómeno volvemos a encontrarnos una vez más, en proporciones indeciblemente agrandadas, pero sólo como copia: -en comparación con el ‘pueblo de los santos’, la Iglesia cristiana carece de toda pretensión de originalidad. Los judíos son, justo por eso, el pueblo más fatídico de la historia universal: en su efecto posterior han falseado de tal modo la humanidad, que hoy incluso el cristiano puede tener sentimientos antijudíos, sin concebirse a sí mismo como la última consecuencia judía  (Nietzsche, El Anticristo, & 24).


Jesucristo representa al "padre de la mentira", YHWH: la promesa mendaz de un más allá, de una vida inmortal, de una felicidad sin sombras (Jesucristo, el "vencedor de la muerte"), es decir, del mayor instrumento de manipulación y opresión de masas (borregos, ovejas: "el señor es mi pastor") que jamás haya existido; algo sólo comparable a las versiones laicas, secularizadas, del vicio original: al genocida "paraíso terrestre" que en el siglo pasado legitimaran las tiranías comunistas -la moscovita y su larga lista de descendientes (China, Corea, Camboya...). Toda esta tropa repleta de odio impotente ante el IMPERIUM ROMANUM, ante el concepto mismo de autoridad y verdad, viene de él, de Jesús. Los típicos elementos nacionalistas judíos resentidos no sólo se detectan en el bolchevismo (como denuncia, ciega e hipócrita, la "patriótica" derecha cristiana burguesa), sino en el corazón mismo de la doctrina católica. Para refutar el comunismo como "judío" nos muestran así los ultras la larga lista de hebreos que formaban parte de la jerarquía del gulag, pero olvidan la larga lista de judíos que nutrieron, sin excepción, las fuentes mismas del cristianismo: Jesús de Nazaret, Pablo de Tarso, Pedro, el primer papa... Los apóstoles, doce, uno por cada tribu israelita. Si la abultada presencia de hebreos refuta el bolchevismo, ¿por qué no el cristianismo? Mas la Iglesia Católica confiesa sin rubor lo que sólo la derecha "nacional" niega de pura vergüenza:

Persona de una determinada etnia

Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf Ex 19, 6), el que "lleva el nombre del señor" (Dt 28, 10). Es el pueblo de aquéllos "a quienes Dios habló primero" (MR, Viernes Santo 13: oración universal VI), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham (Catecismo, op. cit, p. 27, par. 63).

El dios cristiano y el dios hebreo son el mismo dios. Las polémicas entre cristianos y judíos responden a una cuestión de posesión de ese dios en tanto que fuente de legitimación del poder, cuyo origen incontestablemente hebreo sólo los ultras cuestionan pretendiendo (sumando, en fin, a una impostura, otra) que Jesús era "galileo", o sea, "gálata", o sea "galo", o sea, "celta", o sea, "ario"... Judío es empero su dios, cuya raza no nos preocupa, siendo así que nos inquietan los "valores" de esa "fe" suya abominable, negación radical de la naturaleza, de la verdad y de la vida; una vida que es sagrada, aunque finita, hecho que sacraliza la finitud misma. Pero la Iglesia opina otra cosa:

Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que soy" o también "Yo soy el que yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez Nombre revelado y como la resistencia a tomar nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que El es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45, 15), su nombre es inefable (cf Jc 13, 18), y es el Dios que se acerca a los hombres (op. cit., p. 55, par. 206).

Ese dios no es a la postre más que un gran vacío matemático, la cadena numérica del capital, esperanza del inversor-usurero en el incremento del tiempo (la vida), pero de un tiempo-vida que ha sido arrancado de cuajo de su fuente ontológica, condensado, objetivado, devenido abstracto, desarraigado de su inmediatez fenoménica. El dinero, secreto de la teología monoteísta, no es así más que vida robada, usurpada y transformada en otra cosa en el proceso de despojo y acumulación, es decir, de constitución del fetiche. El dios cristiano no es, en suma, más que la suma de la sangre de los propios creyentes, alienados en el acto de constituirse, como vampiros, en depositarios de una "vida eterna" puramente espectral.

Creemos, más bien, nosotros, en cambio, en nuestro pueblo, en nuestra identidad histórica destinal, radicalmente (ontológicamente) opuesta al fraude mundialista. ¿Estaremos "locos" por ello? No. Dementes son quienes pretenden imponernos el extravío cristiano, la trampa hebrea que esconde el nacionalismo jerosolitano tras la máscara de lo "universal". Cebo para tontos, para ignorantes, para cobardes, quienes, a cambio de aire (="el reino de Dios"), se han traicionado a sí mismos y a los suyos en provecho del enemigo planetario (=extrema derecha judía). Ésta se arma y aniquila a sus adversarios mientras a los gentiles pídeles que pongan la otra mejilla; que renuncien a su patria en nombre del "amor" (al fondo óyense afilar los cuchillos para el anatema), es decir, de su propio interés soteriológico egoísta contrapuesto a la comunidad. ¿Existe algo tan obvio como la utilidad del cristianismo para un nacionalismo radical, racista, supremacista e imperialista que aspira a dominar el mundo? ¿Existe un camino más rápido para poner de rodillas a todas las naciones que hacerles sentir vergüenza de su orgullo, de su tradición, de su derecho a defenderse, a perpetuarse, a crecer, a desarrollarse, a ser..., reservando, por contra, ese derecho sólo para el "pueblo sacerdotal" y la "nación mesiánica"?

No hay derecha patriótica cristiana. Se ama a la patria o al dios judío. Hay que elegir. No nos engañemos ya más: toda derecha es hoy burguesa, cristiana y capitalista; por ende, siempre, necesariamente, antipatriótica por esencia. El dios judío es sólo la expresión simbólica suprema del capital, del valor de cambio... Y allí donde el cristianismo "incube sus huevos de basilisco", las larvas del "Pueblo de Dios", llámese izquierda o derecha, allí crecerá tarde o temprano el enemigo, quien nos apuñalará por la espalda, aunque nos prometa el paraíso a título individual (esa su gran arma: la oferta fraudulenta cuyo fin es separarnos de la comunidad: divide et impera).

"Todas las naciones de la tierra adorarán al Mesías en la ciudad de Jerusalén" (Zacarías, 8:2-3; 14:6).

El drama de nuestra desaparición
como pueblo empezó hace veinte siglos
En honor de la auténtica universalidad -de la que Heidegger diera la señal sagrada: la cuestión del Ser-; en defensa de los pueblos como tales, sin excepción; por mor de las naciones enfrentadas al mundialismo; en nombre de una verdadera fidelidad a lo sagrado, la que merecen aquellos que han sido condenados a la extinción por el déspota de las dunas Yahvé; y contra esa plaga que se extiende como la peste bajo el estandarte de la Coca-Cola ("el desierto crece", Nietzsche dixit): maldigo aquí al cristianismo.

A todos los pueblos del mundo recordémosles así la advertencia de Nietzsche. Alcémonos frente a la opresión del adversario hereditario de las naciones, a saber, el "pueblo de Dios".  Por la libertad, la justicia y la verdad:  cristianismo, Caballo de Troya del ultranacionalismo hebreo contra los pueblos europeos.


28 de mayo de 2011

Addenda.  Hay cristianos que lo tienen claro; es de agradecer, ante todo, su sinceridad. Veámoslo: “¿Qué es lo que realmente dice la Biblia sobre los judíos? Que el pueblo judío es "la niña del ojo de Jehová, porque el que os toca, toca a la niña de su ojo" (Zac 2:8).  Que el pueblo judío es aún amado por Dios: "Digo, pues: ¿ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera, porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamin" (Rom 11:1-23, 26, 30, 31). De todos los pueblos de la tierra, Dios escogió a los judíos como su "herencia personal": "Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que Él escogió” (Sal 33-.12; 78:71). El pueblo judío es el "pueblo escogido" por Dios: "Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra" (Dt 7:6). Todos los que ataquen y persigan a los judíos, quedarán bajo el juicio de Dios: "Bendeciré a los que te bendijeron y a los que te maldijeron maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gen 12:3). El Pacto de Dios con el pueblo judío es eterno e incondicional (Sal 89:30,37).  Los cristianos deben orar por "la paz de Jerusalén": "Pedid por la paz de Jerusalén, sean prosperados los que te aman" (Sal 122:6). Todo Israel será salvo: y luego (cuando acabe la plenitud de los gentiles) “todo Israel será salvo" (Rom 11:25-26). Todas las naciones de la tierra adorarán al Mesías en la ciudad de Jerusalén (Zac 8:2-3; 14:6)”.

!Grandiosa liberación nos prometen estas palabras cristianas que ponen fin al engaño! No hay frente patriótico de izquierda nacional sin ruptura radical con el cristianismo. Nosotros no somos ni queremos ser, en nada, judaicos. Por lo tanto, no podemos aceptar que un judío, en tanto que encarnación de un determinado sistema de valores (no en tanto que persona de una determinada etnia), sea el hijo de Dios. Nuestro dios, la Verdad, radica en nuestro pueblo, no en el suyo, que desde el principio se ha erigido en bastión de la mentira. En próximas entradas aclararemos la cuestión de la universalidad de la verdad, aparentemente incompatible con la pluralidad de las culturas y las naciones ("relativismo"). Anticipamos que la respuesta a esta pregunta no se encuentra en Nietzsche, sino en Heidegger, y constituye el meollo del problema de la racionalidad en tanto que opuesta a la mera mundialización basada en el interés genérico abstracto del capital (Yahvé).  

viernes, mayo 13, 2011

Ley contra el cristianismo (Friedrich Nietzsche)

Dada el día de la salvación, en el día primero del año uno (-el 30 de septiembre de 1888 de la falsa cronología)

Guerra a muerte contra el vicio: el vicio es el cristianismo

Artículo primero.-Viciosa es toda especie de contranaturaleza. La especie más viciosa de hombre es el sacerdote: él enseña la contranaturaleza. Contra el sacerdote no se tienen razones, se tiene el presidio.

Artículo segundo.-Toda participación en un servicio divino es un atentado a la moralidad pública. Se será más duro contra los protestantes que contra los católicos, más duro contra los protestantes liberales que contra los protestantes ortodoxos.  Lo que hay de criminal en el ser cristiano crece en la medida en que uno se aproxima a la ciencia. El criminal de los criminales es, por consiguiente, el filósofo.

Artículo tercero.-El lugar maldito en que el cristianismo ha encovado sus huevos de basilisco será arrasado, y, como lugar infame de la tierra, constituirá el terror de toda la posteridad. En él se criarán serpientes venenosas.

Artículo cuarto.-La predicación de la castidad es una incitación pública a la contranaturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, toda impurificación de la misma con el concepto de "impuro" es el auténtico pecado contra el espíritu santo de la vida. 

Artículo quinto.-Comer en la misma mesa con un sacerdote le hace quedar a uno expulsado: con ello uno se expulsa a sí mismo de la sociedad honesta. El sacerdote es nuestro chandala, -se lo proscribirá, se lo hará morir de hambre, se lo echará a toda especie de desierto.

Artículo sexto.-A la historia "sagrada" se la llamará con el nombre que merece, historia maldita; las palabras "Dios", "salvador", "redentor", "santo", se las empleará como insultos, como divisas para los criminales.

Artículo séptimo.-El resto se sigue de aquí. 
El Anticristo.

Amén.
Con esta ley concluye El Anticristo, culminación a su vez de la filosofía occidental según Heidegger, el más señalado filósofo del siglo XX. Que cada cual saque sus consecuencias, yo ya saqué las mías hace mucho, mucho tiempo.

Jaume Farrerons
13 de mayo de 2011

sábado, mayo 07, 2011

Impostores (4). Roger Griffin


Mil veces he preguntado: si por cada víctima del nazismo acredítanse diez del comunismo, ¿por qué el "fascismo", y precisamente el fascismo, habría de ser el "mal absoluto"?  Que yo sepa, el fascismo italiano no fue un régimen genocida (aunque cometiera crímenes, sin duda) y nadie (con la excepción de Bosworth) ha pretendido que lo sea. !Rara avis en la política del siglo XX! He puesto este tipo de cuestiones sobre el tapete en muchos lugares y nadie ha sido, en el campo antifascista mayoritario, capaz de responderme jamás, abstracción hecha de los habituales gruñidos (insultos, amenazas) o las más burdas excusas retóricas, como que una sola víctima inocente ya es suficiente para condenar una política o una ideología (principio que aplican sólo al fascismo, claro). Después de leer a Griffin, veo que también sería interesante plantear la cuestión de si Lenin, Stalin o Churchill, por citar tres notorios dirigentes políticos, contemporáneos del fascismo, no experimentaron la "embriaguez" de hacer historia. Finalmente, me pregunto y os pregunto si el liberalismo y las sociedades de consumo quieren tal vez "nuestra alma" que, en todo caso, adoctrinan mediante la publicidad comercial y la propaganda más descarada, como la que encarna aquí el libro de Griffin. En el supuesto de que los rasgos con que este autor ha caracterizado el fascismo constituyeran su definición (cosa que dudo), no parecería muy lógico que los encontrásemos, todavía más acentuados, en regímenes o ideologías como la comunista o la liberal. El ensayo de Griffin es un fraude hermenéutico. Según reconociera Derrida "no podemos pensar todavía lo que fue el nazismo", una frase que cabe hacer extensiva al denominado "fascismo genérico". El motivo es que el sistema quiere, precisamente, nuestras almas y la verdad del "fascismo" -de aquello que el sistema entiende por tal- pone en peligro dicha posesión.

La plebe suficientemente cristianizada y humanitaria nunca comprenderá que pueda ser necesario un grado superior del mal para que florezca el superhombre.

(Benito Mussolini, dirigente socialista italiano, Filosofia della forza, 1908)

Aceptado esto, o sea, el precio que hay que pagar para escribir y publicar sobre el fascismo sin ser excomulgado por el nuevo sacerdocio filosionista de la cultura, sí me parecen interesantes dos cuestiones planteadas por Griffin: 1/ la incompatibilidad de fondo entre fascismo y cristianismo; 2/ el carácter modernista del fascismo, que lo diferencia de la extrema derecha (reaccionaria, medievalista). El fascismo no puede, en último término, considerarse "neutral" en materia religiosa, porque la religión es portadora de un sistema de valores completo (o sea, excluyente) y el fascismo se define precisamente como alternativa axiológica, no como mero programa económico, modelo de estado... O cristiano o fascista. Se trata de dos cánones antropológicos irreductibles de iure, aunque de facto puedan convivir en una misma persona, en la medida en que los seres humanos no somos del todo lógicos (especialmente, los cristianos).Y además, el fascismo aspira a la modernización, aunque acuñada en el molde de unos principios éticos opuestos tanto al sistema de valores de las sociedades de consumo actuales cuanto a los de las sociedades tradicionales pre-ilustradas europeas (católicas o, a lo sumo, evangélicas).

Ficha policial del Mussolini socialista.
Pero más importante todavía en el fascismo es todo aquello que precede en él a la política. O sea, no su realidad histórica, sino el uso que los progresistas "humanitarios", padres de los "antifascistas", hicieron y hacen del contenido semántico del término "fascismo". El "significado" del fascismo es anterior al propio factum histórico-político de los movimientos, partidos y estados fascistas. Nunca subrayaré este extremo lo suficiente. Cuando hablo de "fascismo", me refiero menos a Mussolini y a Hitler que a los procesos mentales y culturales que llevaron a convertir ciertos signos lingüísticos en representaciones seculares del diablo. Dicho sentido originario nos ofrece la clave para interpretar la verdad de las sociedades modernas basadas en la secularización del cristianismo. Y, curiosamente, el "fascismo", este "fascismo" metapolítico, designa la máscara deformada del miedo a la razón, a la ciencia, a la verdad, nociones que, no obstante, están inscritas en los códigos mismos de la contemporaneidad burguesa ("Auschwitz"). Pero el fascismo se concibe como irracionalista. ¿Casualidad? ¿Contradicción? Este hombre cristiano que ha dejado de creer en dios porque la ilustración se lo robó, quiere al menos poder seguir creyendo en el amor o en la felicidad como conceptos éticos. La "razón", tout court, se identificará presuntamente con ellos. Más que lo racional, será a la postre lo "razonable" del buen burgués deseoso de bienestar. La siesta filosófica. A este "apaño existencial" llamó Nietzsche precisamente las "ideas modernas" y propuso, sin titubear, su superación en coherencia con un imperativo de veracidad trágica. Mussolini hace suyo el mandato nietzscheano contra el cristiano secularizado cuando todavía es un dirigente socialista. ÉSE SERÍA EL VERDADERO "FASCISMO" QUE TEMEN LOS ANTIFASCISTAS:

(...) no nos olvidemos los modernos de ese monstruo inflado por su propia mediocridad incurable, con un alma incapaz de querer a lo grande; no es suficientemente reaccionaria para defender el pasado feudal, no es lo suficientemente rebelde para llevar la revolución a sus más extremas consecuencias (...) El superhombre no conoce sino la rebelión. Hay que eliminar todo lo que existe" (Mussolini, Benito, La filosofia della forza, 1908, subrayado mío, J.F.).

Ahora bien, en el momento en que Nietzsche distinguiera entre la teología y la moral cristianas, en el instante en que acusó a los modernos de haber renunciado a la Biblia sin empero tener el valor de renunciar a los contenidos axiológicos míticos del Sermón de la Montaña, nació el "fascismo" como posibilidad, como inquietante perfil virtual de un socialismo "sin azúcar" que disparó las alarmas espirituales de "la  Casa de la Pradera" biempensante. El punto de contacto entre las dos series de procesos simbólicos, el filosófico y el político, se produce por primera vez en la mente de Mussolini como leader del PSI, una voluntad férrea acuñada en el molde de Marx, es decir, un izquierdista de tomo y lomo que por si fuera poco puede ostentar pedigrí familiar ácrata (Benito era hijo de un herrador anarquista), pero que no pertenece a la familia cristiano-burguesa. !Milagro! En su alma, la de Mussolini, y en la de Georges Sorel (otro militante de izquierdas) acontece la transición marxiana de Marx a Nietzsche, fenómeno interno, íntimo incluso, de la izquierda. Ambos espíritus, el de Sorel y el de Mussolini, serán como las retortas químico-ideológicas de las que surgirá el fascismo histórico (muy alejado del "fascismo" en tanto que virtualidad doctrinal pura, pero con las ventajas que le confiere el hecho de haber existido realmente), sobre la base de un "fascismo" espiritual anticristiano que, en principio, pertenece sólo a Nietzsche (después, a Heidegger)
La venganza de las
"bellas almas" progresistas.
El fascismo mienta solapadamente la verdad oculta de la vieja izquierda, que odia a la Iglesia pero pretende apropiarse de sus valores, aquéllos que le permitieron controlar cómodamente a las masas mediante la pérfida y alevosa distribución de golosinas espirituales. Los tontos -muchos hay, mercado asegurado- quieren ser felices: toda una demanda que la oferta de los charlatanes de feria del concepto y de la política habrían de cubrir. Esa izquierda judeocristiana se define por su incapacidad para llegar hasta el celiniano "final de la noche" consumando el destino del quehacer ilustrado: la muerte de dios, el rechazo total y definitivo de los cuentos para niños adultos incapaces de madurar (definición del hombre de "fe" cristiano como cobarde existencial). Pretenden hacernos creer que semejante anhelo "fascista" de verdad despiadada conduce a la barbarie, al horror, a la tortura, al infierno... !Auschwitz! En realidad, es el único paso alpino, estrecho y recóndito, que nos conduce al valle metálico, cósmico, imperial, de una nueva civilización ética y tecnológica. El destino de Europa.

¿Tiene esto algo que ver con los fascismos históricos? Por supuesto que sí, pero mucho menos de lo que los antifascistas quisieran. Nuestra tarea es utilizar la palabra "fascismo" como señal indicadora que permite seleccionar a los genuinos críticos y cribar a los oportunistas ansiosos de éxito y "bienestar". Quien no supere la trampa del antifascismo es un oportunista o un idiota. Quien sólo ame del fascismo su realidad histórica, nada ha comprendido y se convertirá tarde o temprano (si no lo es ya) en un vulgar ultra a imagen de Torrente. Quien se plantee la cuestión del "fascismo" como una gran pregunta, como un signo de interrogación sobre el sentido de la edad contemporánea y permanezca impávido ante las consignas intimidatorias del sistema oligárquico, ese estará destinado a erigirse en héroe espiritual y el humus del futuro revolucionario, la izquierda nacional que perfílase ya en el horizonte.

En el nombre del paraíso
Y ahora respondo yo mismo a mi pregunta: aquello que los cristianos y progres (cristiano-secularizados) no perdonan al fascismo no son sus crímenes, su "mal", pues ellos mismos estarían dispuestos a cometer actos mil veces más perversos (como la historia documenta hasta la náusea) al servicio del dios "políticamente correcto", léase: de la salvación, del bienestar, de la felicidad, de la alegría, de la humanidad... (vayan añadiendo azúcar). Pero no perdonan ni consienten las acciones, criminales o no, que honren a un dios opuesto, la verdad escueta, seca, "inhumana" dicen (mientras matan por "amor"), y ni siquiera a un valor que no sea el suyo, en suma: a todo aquéllo que no forme parte del common sense y del equilibrio psíquico del canalla existencial, ese "último hombre" que, según alertara Nietzsche, determinará el sentido del final de la historia si no hacemos algo por impedir semejante afrenta al género humano y a la naturaleza. ¿Habremos sido, los hombres, sólo una plaga?

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica

domingo, mayo 01, 2011

La política terrorista de los aliados contra Alemania

Personal Telegram



Serial Nr. D83/5


General Ismay for C.O.S. COMMITTEE.


C.A.S.


It seems to me that the moment has come when the question of bombing of German cities simply for the make of increasing the terror, though under other pretext, should be reviewed. Otherwise we shall come into control of an utterly ruined land. We shall not, for instance, be able to get housing materials out of Germany for our own needs because some temporary provisions would have to be made for the Germans themselves. The destruction of Dresden reunins a serious query against the conduct of Allied bombing. I am of the opinion that military objectives must henceforward be more strictly studied in our own interests rather than that of the enemy.


The Foreign Secretary has spoken to me on this subject, and i feel the need for more precise concentration upon military objectives, such as oil and communications behind the immediate battle-zone, rather than on mere acts of terror and wanton Destruction, however impressive.

Me parece que ha llegado el momento en el cual se debe revisar la política de bombardeos sobre las ciudades alemanas simplemente para acrecentar el terror, aunque sea con otro pretexto. Si no es así, nos veremos obligados a tomar el control de un territorio absolutamente devastado. No deberíamos, por ejemplo, conseguir materiales de construcción fuera de Alemania para nuestras propias necesidades porque algunos suministros temporales deberían ser fabricados por los propios alemanes. La destrucción de Dresde genera una seria duda hacia la conducta de los bombardeos aliados. Soy de la opinión de que los objetivos militares en lo sucesivo deben ser estudiados más rigurosamente en nuestros propios intereses antes que en los de los enemigos.


El secretario de asuntos exteriores me ha hablado sobre esta cuestión, y siento la necesidad de concentrarse de forma más rigurosa sobre objetivos militares, como el combustible y las comunicaciones situadas inmediatamente detrás de las líneas enemigas, antes que centrarnos en meros actos de terror y de destrucción sin sentido, aunque impresionantes.

DOCUMENTOS CLASIFICADOS SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL SIGUEN SIENDO INACCESIBLES A LOS INVESTIGADORES

Este cablegrama diplomático pone en evidencia que los aliados eran plenamente conscientes de la política terrorista que estaban desplegando en la Segunda Guerra Mundial, y de que esa política podía volvérseles en contra. Para minimizar esos crímenes hubo que hinchar el holocausto hasta convertirlo en el horror absoluto, indecible, impensable (teoría de la singularidad de Auschwitz). Otro cablegrama británico, revelado por Wikileaks, deja muy claro que la guerra no era contra Hitler, sino contra Alemania y el pueblo alemán:

"la guerra no es contra Hitler, sino contra Alemania en su totalidad antes y después de la guerra"

¿Guerra después de la guerra? Parece evidente que estos documentos abonan la existencia de un plan de exterminio del que el libro de Theodore N. Kaufmann Germany must perish habría sido sólo la punta del iceberg. También son ya incuestionables las repetidas ofertas de paz de Alemania (de las que el famoso vuelo de Hess fue sólo un ejemplo) en un momento en que el Tercer Reich estaba ganando la guerra, propuestas hechas con el fin de que ésta no se convirtiera en un conflicto mundial, que sólo beneficiaría al comunismo, entre Alemania y occidente. Hitler planteó incluso, a través del Vaticano, la posibilidad de retirarse de los territorios a la sazón ocupados por los alemanes en Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca y Noruega. Una oferta que no podía se rechazada por los aliados sin tener que dar incómodas explicaciones a las respectivas sociedades, deseosas de paz. El nazismo quería las manos libres para liquidar el criminal régimen bolchevique ruso y expandir Alemania hacia el Este de acuerdo con un modelo colonial anticipado por EEUU, Rusia, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Holanda... Pero el sionismo era de otra opinión, puesto que los sionistas contemplaban el comunismo como cosa propia. El holocausto, un pogrom enormemente exagerado, fue la consecuencia reactiva del plan de exterminio oligárquico del pueblo alemán. Conviene recordar que centenares de documentos aliados sobre la Segunda Guerra Mundial siguen sin desclasificar, quizá porque la patencia pública de lo realmente sucedido en el período 1939-1945 afectaría a la estabilidad de los gobiernos occidentales actuales.

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
1º de mayo de 2011

http://www.adecaf.com/altres/mesdoc/mesdoc/Wikileaks%20y%20la%20Segunda%20Guerra%20Mundial.pdf

http://bitelia.com/2010/11/wikileaks-la-historia-del-mundo-se-va-a-redefinir

https://twitter.com/wikileaks/status/6581472060252160

AVISO LEGAL

http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2013/11/aviso-legal-20-xi-2013.html