jueves, octubre 21, 2010

El "ser para la muerte" y la negación del judeocristianismo


"Si los muertos no resucitan comamos y bebamos que mañana moriremos."
(Saulo de Tarso, 1ª Carta a los Corintios, 15-32)

Die Sein-zum-Tode Erfahrung (la experiencia del ser-para-la-muerte)

Nos encontramos en el centro mismo de Sein und Zeit, "Ser y tiempo", la obra cumbre de la filosofía del siglo XX que, de forma paradójica, recupera para el pensamiento la esencia moral de la primitiva religión germánica (precristiana). Véase en este mismo blog:

http://nacional-revolucionario.blogspot.com/2009/01/la-religin-germnica.html

La experiencia del ser para la muerte en cuanto vivencia originaria de la verdad, va acompañada de la superación del temor a la muerte, pero no porque uno no vaya a morir o haya sido salvado, sino porque el existente, lejos de contemplar ya la finitud como algo ajeno que afecta externamente a su felicidad o pervivencia futura, se identifica con la muerte, se deja poseer por ella  y deviene aquél ente abierto al ser que, en cuanto tal, ha superado el miedo y no puede ser sometido al despotismo de Yahvé:

"cuando el "ser ahí" (=el existente), anticipando la muerte, permite que ésta se "apodere" de él, se comprende, libre para ella, en la peculiar superpotencia de su libertad finita, para poder tomar sobre sí en ésta, que sólo "es" en el haber hecho la elección del caso, la impotencia del "estado de abandonado" a sí mismo, y para volverse, en esa misma libertad, clarividente para los accidentes de la situación abierta"
(Martin Heidegger, "El ser y el tiempo", FCE, p. 415).  

El fragmento se encontrará en la página 384 de la edición alemana y ha sido reproducido en su lengua original en la columna derecha de nuestro blog. La importancia de este pasaje de la filosofía de Heidegger en la historia de la cultura es tal, que no se puede entender el nuevo año cero de nuestra era, 1945, y todo aquello que vino después, sino a partir de la radical negación del judeocristianismo que dicho pensamiento supone por toda la eternidad.  Para hacernos una idea de las dimensiones de la ruptura y de la auténtica verdad oculta del "fascismo", basta leer el siguiente pasaje de Santo Tomás de Aquino:

"No hay en verdad cosa más difícil que la muerte (...) Siendo la muerte el mayor de los males, es el mayor ejemplo de paciencia el sufrirla sin turbación de espíritu (...) En consecuencia a esto, dice el Apóstol, hablando de la pasión de Cristo, en su Epístola a los hebreos: "Para destruir por su muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo"."
(Tomás de Aquino, "Compendio de Teología", Cap. CCXXVII).

En efecto, para el "fascismo" la muerte no es el mal absoluto, sino, antes bien, la condición de posibilidad de lo más alto, es decir, del acto ético. Por este motivo, a los ojos del judeocristianismo y mucho antes de que pueda hablarse de genocidio alguno a propósito del fascismo, éste ya se había convertido en Satán en el contexto discursivo y político de las versiones religiosa (derecha) y secularizada (izquierda) del sistema de valores judeo-cristiano.

Jaume Farrerons
21 de octubre de 2010

 

lunes, octubre 11, 2010

El comunismo que todavía existe

El "socialista" catalán Lluís Maria de Puig, cuyas actuaciones en el Consejo de Europa fueron decisivas para prolongar el encubrimiento político de los crímenes del comunismo.

Quisiera recordar brevemente en este post que la versión más criminal del comunismo, a saber, el maoísmo, pervive actualmente en China y sigue cometiendo atrocidades de todo tipo. Mas a pesar de que el Consejo de Europa condenó esta ideología y acusó al régimen chino de haber exterminado a 65 millones de personas, la comunidad internacional, de forma "inexplicable", ha considerado oportuno concederle a Pekín la organización de nada menos que unas olimpiadas. Conviene enlazar aquí la propuesta del parlamentario sueco Göran Lindblad, que ya sólo se puede encontrar en la red gracias a la web de ADECAF:


Parece que el partido comunista chino sólo sea responsable de la masacre de Tiananmén, el tráfico de órganos de condenados a muerte, la red de prisiones secretas para discrepantes o el genocidio tibetano. En realidad, estas prácticas son sólo lo que queda de la gran época de Mao, a su vez culminación de unos tiempos en los que el comunismo gobernaba a 800 millones de personas y tenía apostados a los ejércitos bolcheviques a pocos kilómetros de la frontera francesa. Lindblad nos recuerda aquellos tiempos:


 
Es absolutamente falso que la condena del comunismo favorezca sólo a la derecha, antes bien, constituye el requisito insoslayable de toda nueva izquierda rupturista. En efecto, hasta que no nos libremos de esta plaga repugnante y asesina, los trabajadores del mundo seguirán a merced del neoliberalismo y de las izquierdas burguesas. Prueba de ello es que esos mismos tinglados electorales pseudo  socialistas vendidos al capital se opusieron a la condena de la ideología comunista:


Singular fue el nauseabundo papel del catalán Lluís Maria de Puig (en la foto de arriba), un gerundense de PSC según el cual los 100 millones de víctimas del comunismo no eran suficientes para justificar la condena de esta doctrina. La ideología comunista en su versión marxista-leninista, es decir, la disposición a matar inmediata e impunemente a quien un criminal con las manos manchadas de sangre califique de "fascista", sigue viva. Sólo hay que entrar en los foros, leer lo que se escribe en ciertas páginas o blogs y, sobretodo, observar la actitud de partidos como los que, oponiendo 42 votos a la iniciativa de Lindblad, impidieron que, pese a la resolución condenatoria, se diera la suficiente unanimidad como para enseñarles a los niños quién era Stalin y prohibir ciertos símbolos:


Además, se aclara incluso que la idea comunista es "buena", pero habría sido "desnaturalizada". Bastaría con leer a Lenin. Sólo les falta añadir, para legitimar la jerga antifascista, de procedencia estaliniana pero institucionalizada sin empacho alguno por las democracias liberales, que Stalin traicionó a Lenin porque era, en el fondo, fascista y no comunista, con lo que el propio Stalin se revolcaría de placer en su tumba. Pero las masacres comunistas comienzan con Lenin y éste es, por tanto, el primer asesino de masas rojo. Mucho antes de que el fascismo viniera al mundo, por cierto.

El presidente catalán Montilla, correligionario de Lluís Maria de Puig, militó en su juventud en un partido maoísta, es decir, en una organización que profesaba la ideología más genocida que la historia registra. Dato importante aquí es que Montilla, alguien a quien los bancos le condonan los créditos (¿a cambio de qué, molt honorable?), no esconde su maoísmo: al contrario, lo admite orgullosamente en su propio blog, según le reprocha un periodista conservador del diario "Avui":


¿Creen que ha sentido Montilla alguna vez la necesidad de disculparse? No. Jamás. Y es que tiene trabajando a gente como Lluís Maria de Puig en la noble tarea de falsificar la historia, remachar el lenguaje de Stalin (antifascistas=buenos), reírse de las víctimas y anotar como mérito de su currículo un dato que avergonzaría a cualquier persona decente. Pero, claro, no se trata de una persona decente, sino de un político progre.

Gracias a "idiotas morales" (Norbert Bilbeny dixit) como éstos, la legislación de los derechos humanos se ha convertido en un simple instrumento propagandístico al servicio del sionismo, con cómplices como los mencionados "progresistas", en los que se armonizan cosas tan curiosas como el colectivismo, la legitimación de los crímenes contra la humanidad, la lealtad a los banqueros y el racismo supremacista judío. Éste es el mundo en el que vivimos los presuntos "fascistas"; y no hay que ir muy lejos para conocer en persona a algunos de los protagonistas de la sangrienta comedia del sistema. En este caso podemos  darnos un paseo por el Palau de la Generalitat, donde se aloja uno de esos lustrosos ejemplares de la oligarquía transnacional que gobierna el planeta.

Jaume Farrerons
11 de octubre de 2010