lunes, agosto 13, 2018

EL JUDAÍSMO, LA RELIGIÓN DEL HOLOCAUSTO (por Kamel Gómez El Cheij)



Editorial Canaán se trajo este año a Gilad Atzmon. Su visita a nuestro país, Argentina, tuvo como finalidad presentar una nueva edición del libro «La identidad Errante». Leyendo el mismo, me encuentro con interesantísimos aportes, que ahora paso a compartir en estas breves líneas. Por supuesto, no intento abordar todo el contenido, aunque sí me […]
Editorial Canaán se trajo este año a Gilad Atzmon. Su visita a nuestro país, Argentina, tuvo como finalidad presentar una nueva edición del libro «La identidad Errante». Leyendo el mismo, me encuentro con interesantísimos aportes, que ahora paso a compartir en estas breves líneas. Por supuesto, no intento abordar todo el contenido, aunque sí me parece que este artículo puede ser una invitación para todos aquellos que no han leído el pensamiento de Gilad, silenciado por los grandes medios de comunicación en su breve paso por nuestro país. Entre paréntesis dejo la página donde se encuentra la cita. Lo que está en negrita es mío.
El autor se reconoce como alguien que ha padecido el «adoctrinamiento judeocéntrico» (p. 12), y hoy se define a sí mismo como un «palestino que habla hebreo» (p. 92). Analiza con objetividad y polémica la identidad judía, al sionismo, al israelí, al judío de la diáspora, etc. Desde la Biblia hasta la psicología, pasando por Marx en La cuestión judía hasta por Shlomo Sand con La invención del pueblo judío, el autor analiza y critica severamente todo lo relacionado a Israel, al Sionismo y al judío.
Pero vayamos por partes.
Gilad cita a Chaim Weizmann:
«No hay judíos ingleses, franceses, alemanes o estadounidenses, sino solo judíos que viven en Inglaterra, Francia, Alemania o Estados Unidos». (p. 23)
El judío, siempre siguiendo al autor del libro, no podrá formar parte de ninguna nacionalidad, no podrá ser asimilado, será, donde se encuentre, supra-nacional, sólo responderá a los intereses de Israel, su única nación.
La diáspora judía trabajará constantemente, con todos sus recursos, para la Entidad Sionista. Desde los medios de comunicación, o haciendo lobby político, o utilizando sus recursos económicos, hasta colaborando activamente con el Mossad. «Además, considerando la racista y expansionista naturaleza judeocéntrica del Estado judío, la judía o el judío de la diáspora se encuentra a sí mismo asociado intrínsecamente a una ideología fanática y etnocéntrica, y a una interminable lista de crímenes contra la humanidad.» (p. 64)
Agrega Atzmon:
«No hay más que leer al prominente primer profeta sionista Theodor Herzl para saber que eso es de lo que se trata el sionismo político: conseguir que las superpotencias sirvan a la causa sionista«. (p. 41)
Si revisamos el rol de EE.UU. y Gran Bretaña, o hasta la reciente inclusión por parte de la Unión Europea a la rama militar del Hezbollah libanés como una «organización terrorista», podemos ver el éxito de la empresa sionista.
No obstante, queremos dejar en claro que si bien es conocido el lobby israelí y su influencia en la política exterior de varios países, principalmente de EE.UU., eso no implica que necesariamente la política de las superpotencias este totalmente anclada a las necesidades de Israel. Las potencias no ceden a todas las presiones sionistas, y la ansiada guerra contra Irán es un ejemplo concreto. Pero que el lobby judío condiciona, sí, sin duda. Y es penoso ver como muchos sectores políticos y analistas internacionales obvian ese dato.
Concretamente, en la Argentina, con la votación del memorándum de entendimiento con Irán, muchos argentinos vimos con tristeza como políticos, ya sean oficialistas u opositores, lanzaban críticas (sin ningún tipo de fundamentos) a la República Islámica, propias del libreto israelí. Nuestro congreso, en la sesión parlamentaria, parecía una embajada judía.
Volviendo a «La Identidad Errante», también Atzmon nos deja una nueva definición del «Antisemitismo»:
«Mientras que en el pasado un «antisemita» era alguien que odia a los judíos, hoy en día es justo decir lo contrario, un antisemita es alguien a quien los judíos odian». (p. 71)
Innegable persecución se da, en nombre del «antisemitismo», a los que acostumbramos a denunciar las masacres de la Entidad Sionista, quienes no tenemos ningún problema con los hombres que practican el judaísmo, o la religión que quieran. Y sí, desgraciadamente para los palestinos, ya se ha vuelto una costumbre denunciar y que la «comunidad internacional» (léase potencias) mire para otro lado.
El «antisemitismo» es tan sólo el nombre de la censura cuando queremos denunciar las atrocidades cometidas por Israel. Aquí no hay «libertad de prensa», sino al revés, es la prensa quien se toma la libertad de censurar, de ocultar, de silenciar, o en el «mejor» de los casos, igualar la barbarie sionista con la resistencia árabe y/o palestina.
También, el autor deja en claro las diferencias entre el Sionismo y la religión judía, incorporando el concepto de «Judeidad»:
«Mientras que el judaísmo es un núcleo religioso que no cambia, la judeidad es una categoría dinámica en un flujo continuo. Este es el caso del sionismo. El sionismo es una continuación dinámica de la judeidad: es racista, exclusivo, supremacista, y egocéntrico, pero no es judaico. Tiene muy poco que ver con el judaísmo. Puede ser mesiánico en un sentido territorial, pero carece de la divinidad judaica. De hecho, en este sentido el sionismo se opone al judaísmo«. (p. 94, nota 7).
Define al sionismo como «un movimiento global que está alimentado por una solidaridad tribal única» (p. 26), que nace como «una reacción a la emancipación de los judíos europeos» (p. 53) y agrega:
«Sugiero que tiene mucho más sentido considerar el sionismo un proyecto de preservación tribal judío. En otras palabras, se puede interpretar el sionismo como un movimiento global judío que tiene como objetivo impedir la asimilación… Por consiguiente, se debería considerar el sionismo una amalgama de diferentes filosofías especializadas en diferentes formas de separatismo, desvinculación y segregación tribales.» (pp. 88 y 89).
Para dejar en claro aún más las diferencias, señala que «El sionismo estaba ahí para transformar la Biblia de un texto espiritual en un «registro de tierras»». (p. 170)
Aclarando el concepto de «judeidad», insiste que para los sionistas es una «operación de una red internacional» (p. 29) que utiliza una interpretación mesiánica nacionalista judía. (p. 23)
Severas críticas a interpretaciones del judaísmo se encuentran en su libro. Gilad nos recuerda la definición de Karl Marx en La cuestión judía, que siempre viene bien mencionar para cierta izquierda con amnesia:
«¿Cuál es el fundamento laico del judaísmo? La necesidad práctica, el interés personal. ¿Cuál es la religión mundana del judío? La usura. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero.»(p. 144, nota 5)
Brinda una definición del Estado de Israel, luego de recorrer la psiquis y la historia judía, que merece ser tenida en cuenta:
«Israel es el Estado judío y, a pesar de la promesa sionista de construir una nación civilizada, funciona como un gueto judío» (p. 105); entonces «el sionismo se puede considerar una relectura de la narrativa del gueto en términos positivos y glamurosos.» (p. 98)
Basta mencionar la construcción del aberrante Muro de Apartheid dentro de Palestina, como un símbolo del gueto. El judío, que no se permite la asimilación allí donde se encuentre, y que es, de la mano del sionismo, envenado con una ideología racista, etnocéntrica, se encuentra «cercado» por elección propia.
Inspirado en conformar el pueblo elegido, según las enseñanzas de fundamentalistas religiosos judíos; o adoctrinado por los laicos en una supuesta supremacía racial; o todo junto a la vez, el judío practica la segregación naturalmente. Y mata sin culpa, asesina sin conciencia, todo vale, sea por la Biblia o por el «deber patriótico».
O también, la excusa del miedo que sirve para justificar cualquier acción criminal, ese miedo de los que «prefieren someterse a la fantasía del judeicidio nuclear» (p. 164), de sufrir un nuevo holocausto (o en la Argentina, un nuevo atentado)…lo que nos lleva al título de este artículo.
La Religión del Holocausto (pp. 184 a 194)
«Seguiremos matando en nombre del sufrimiento judío». (p. 217)
Cuando hablamos de Holocausto, siempre se piensa en el judío. Parece que es el único que existió. Sabemos que la explotación del sufrimiento judío tiene su industria, parafraseando el título del libro de Norman Finkelstein. También en la Argentina existe «la industria de la Amia».
Hay afirmaciones durísimas en el libro. Por ejemplo:
«El Holocausto fue una «victoria sionista»… Si no hubiera sinagogas quemadas, el Mossad llegaría incluso a quemar algunas él mismo«. (p. 58)
Incluso, para dejar en claro lo que puede hacer el sionismo, cita este dato:
«[En la década del ’50] En un intento de describir a los iraquíes como anti estadounidenses y de aterrorizar a los judíos, los sionistas colocaron bombas en la biblioteca del Servicio de Información estadounidense y en sinagogas. Enseguida empezaron a aparecer panfletos urgiendo a los judíos huir a Israel» «. (p. 58, nota 12)
Se sabe también, gracias al trabajo del historiador judío Brenne, entre otros, que existió colaboración reciproca entre los dirigentes sionistas y los nazis.
En fin, siguiendo a Leibowitz y a Adi Ophir, Gilad Atzmon considera que el Holocausto se ha convertido en la nueva religión judía.
Justifica esta nueva religión con la utilización del miedo:
«El miedo es lo que mantiene la identidad colectiva judía. Como en el caso de la religión del Holocausto, la judeidad establece el miedo al judeicidio en el centro de la psique judía, pero también ofrece medidas espirituales, ideológicas y pragmáticas con las que afrontar este miedo.» (p.194)
La nueva religión tiene estas características.
El Holocausto y sus elementos religiosos esenciales:
-Tiene sacerdotes (¿Quién no escuchó hablar de Simón Wiesenthal?)
-Tiene profetas que amenazan del futuro judeicidio iraní (Shimon Peres, Netanyahu, etc.).
-Tiene mandamientos y normas (por ejemplo, «nunca más», claro, para ellos, porque se puede repetir con los palestinos y los árabes)
-Tiene rituales (días de la memoria en todo el mundo, peregrinación a Auschwitz, lectura del diario de Ana Frank, etc.)
-Tiene un orden simbólico (kapos, cámaras de gas, chimeneas, polvo, zapatos, etc.)
-Tiene un templo central (Yad Vashem) y santuarios (los famosos museos) en todo el mundo (en Buenos Aires tenemos uno).
-Tiene inquisición, para aquellos que discutan el dogma, con Jomeini, Arafat, Nasrallah y Chavéz como alguno de sus «Anticristos».
Gilad advierte:
«…Considera al goy un potencial asesino irracional. Esta nueva religión judía predica la venganza. Muy bien podría ser la religión más siniestra que conozca el ser humano ya que en nombre del sufrimiento de los judíos concede licencias para matar, arrasar, arrojar bombas nucleares, aniquilar, saquear, hacer limpieza étnica. Ha convertido la venganza en un valor occidental aceptable» (p. 185)
La discusión sobre el Holocausto, entonces, debe empezar por la utilización política que hacen los sionistas del mismo. No puede ser utilizado para esconder las atrocidades que cometen a diario al pueblo palestino.
Aquí, la principal responsabilidad se encuentra con los judíos. Son ellos los que no pueden permitir que en nombre de su sufrimiento se mate al mejor estilo nazi.
Para terminar, reiteramos esta frase con la que empieza el libro de Gilad, escrita por Israel Shahak:
«Los nazis me hicieron tener miedo de ser judío, y los israelíes me hacen tener vergüenza de ser judío».