Nuestros valores religiosos se secularizaron y han sido, históricamente, los más exitosos: ciencia, filosofia, arte, Estado, derecho, industria, democracia... Instituciones que perdieron, a su vez, la memoria y la conciencia de su origen ario. Y que, en manos de otros valores, extraños, cobardes, falaces, de procedencia judeo-cristiana, han sido pervertidas por la infame oligarquía. Ya no podemos volver al formato religioso, que era como el capullo del que nace la flor, pero sí podemos rememorarlo en el terreno del arte. Nuestra religión es la experiencia de lo sublime que conmemora a los caídos por la nación (Wagner). Sobre todo, tenemos el deber de recuperar la tragedia y la figura del héroe trágico. Sólo así pasaremos de la modernidad masónica decadente, podrida desde dentro por la religión semítica y su capitalismo, a una nueva modernidad, radiante, heroica y digna de nuestros valerosos antepasados.
Jaume Farrerons
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