sábado, noviembre 20, 2021

LA PUREZA DEL NIHIL. EN MEMORIA DE LOS MILLONES DE PERSONAS EXTERMINADAS BAJO LA ACUSACIÓN DE FASCISTAS


"La religión de los germanos, cuya base documental nos ha sido transmitida por fuentes escandinavas ---fundamentalmente islandesas--- redactadas en torno al año 1000 n. e., representa un legado mitológico de gran interés. Domina en ella una visión trágica del mundo, que se manifiesta en la omnipresencia del conflicto y en la sobredeterminación del destino. Este último orienta la mitología de los hombres del norte y cobra una importancia tal vez mayor que en ninguna otra cosmovisión religiosa. Educado para la guerra, consagrado a ella, el germano se sabe convocado a una batalla final cuyo signo es conocido de antemano. El motivo del Ragnarök ---el destino de los dioses--- dota a la religiosidad germánica de un tinte destinal y de una coherencia trágica que se sopreponen a la voluntad y al mérito. Apenas hay lugar en ella para una soteriología éticamente orientada. La escatología, ya se exprese en forma épica ya en forma apocalíptica, hunde sus raíces en una metafísica destinal ajena a cualquier doctrina de salvación." 

Patxi Lanceros, El destino de los dioses. Interpretación de la mitología nórdica, Madrid, Trotta, 2001, p. 17.


 "La existencia propia del hombre histórico significa: ser puesto como brecha en la que irrumpe y aparece la superioridad del poder del ser, para que esta brecha misma se quiebre bajo el ser." 

(1935)

Martin Heidegger, Introducción a la metafísica, Barcelona, Gedisa, 1993, p. 149

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¿20-N? Quizá. Pero coincidió con el Día Mundial de la Filosofía. Un 20 de noviembre de 2007 se fundó FILOSOFÍA CRÍTICA en memoria de los millones de personas exterminadas bajo la acusación de "fascistas". Los olvidados de los olvidados. Pero nosotros no olvidamos.

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Nos han preguntado si mantenerse fiel al "fascismo" tiene a estas alturas algún sentido práctico (¿conseguiremos el éxito?); búrlanse: ¿no es algo así como celebrar una derrota o regodearse de manera gótica en la Caída de Berlín, en las imágenes de los niños y abuelos alemanes marchando al frente ---perdida ya la guerra--- con sus Panzerfaust, en el loco concepto de guerra total atribuido a Goebbels...? Etcétera. El nihilismo, en definitiva. 

Pero mi tarea no consiste aquí en resolver los problemas estratégicos y tácticos del fascismo, sino en salvaguardar la existencia misma de la idea. Primero hay que rescatar la idea, después ya examinaremos las técnicas de organización. Sólo si la idea no perece, cabrá la posibilidad de luchar por ella. Sin embargo, los sedicentes fascistas, aquellos que todavía osan declararse fascistas, ignoran qué es el fascismo. ¡Tenemos los escritos de los líderes fundadores!  O sea, se pretende restaurar el fascismo tomando como base los textos organizativos, estratégicos y tácticos de los años 20 y 30 del siglo pasado. Ridículo. Pero yo voy todavía más allá: ¿podría el fascismo y, singularmente, el nacionalsocialismo, enmendarle la plana al sentido fundamental de la mitología nórdica? No hablo de la creencia en los dioses nórdicos, sino en los valores que se desprenden de dicha mitología. Como nacionalsocialista, NIEGO que la autoridad de cualquier lider político, incluido Adolf Hitler, se anteponga a la verdad. No hay nacionalsocialismo que valga contra el mensaje central de la mitología germánica. En consecuencia, si la mitología germánica resulta incompatible con toda soteriología, también será incompatible con la soteriología cristiana y, por ende, el nacionalsocialismo y el cristianismo se erigirán como doctrinas opuestas, antagónicas, irreconciliables... De hecho, el fascismo surgió con la expresa finalidad de erradicar el judeo-cristianismo del solar histórico europeo. Quien afirme lo contrario ignora el fondo más recóndito y esencial del fascismo. 

La palabra nihilismo suena despectiva y se caracteriza por su mala prensa intelectual. Es el vocablo peyorativo utilizado en filosofía para referirse al fascismo sin mencionarlo a efectos de no mancillar un discurso "teórico puro" con la vulgaridad de la política. En sus textos, la mayoría de los académicos designan la caída en el nihilismo como la peor bajeza en que el pensamiento pueda incurrir. ¡Por algo será! No se les ocurre explicar, más allá del tópico y a pesar de su condición de filósofos, en qué consiste eso del nihilismo y por qué resultaría a la postre tan negativo. Una versión light de lo que ocurre, en política, con "fascismo". Cualquier iletrado se puede llenar la boca de "fascismo" o "fascista" para desacreditar al adversario. Nadie quiere, por supuesto, ser identificado como fascista. Y quienes aseguran sentirse fascistas, muy pocos, son en realidad presuntos creyentes cristianos, la antípoda del fascismo. No habría, pues, fascistas. Incluidos los ultraderechistas. Por ello no tengo ni he tenido nada que ver con ese gueto político. La extrema derecha no es fascismoYo conozco a muy pocos fascistas. Podría contarlos con los dedos de una mano y todavía me sobrarían dedos. En todo caso, nadie sabe explicarme en qué consiste el fascismo y por qué es tan odiado.Cuando te espetan, bajo una lluvia de esputos, que el fascismo es el mal absoluto por esto X o por aquéllo Y, basta hacerle al antifa de turno unas pocas preguntas elementales respecto a si esto X o aquéllo Y también se detecta en el comunismo y el liberalismo en proporciones mucho mayores y ahí se le terminan sus argumentos: mera ignorancia histórica y mucha propaganda aliada incrustadas en el cerebro. Después de tan breve diálogo viene ya acto seguido raudo el insulto e incluso la agresión. Pero me interesa abundar ahora, por enésima vez y retomando la temática de la entrada sobre El destino de los mortales, en este tema de la victoria y la derrota. ¿Nos gusta acaso la derrota? Más todavía: ¿fue la Caída de Berlín una mera derrota o hay ahí algo más

¿VICTORIA O DERROTA?

No querríamos la victoria, sino la verdad, aunque la verdad saliera siempre derrotada de la lid. Y tiene que ser así para que la verdad viva. Su encarnación es la figura del héroe. Ahora bien, cuando perecemos en la lucha por la verdad, ese sacrificio consituye "lo más alto". No hay nada sobre la tierra que se pueda equiparar a la verdad encarnada. Un sacrificio, aclaro, sin contrapartida compensatoria; para que nos entendemos: sin premio. Ni siquiera la fama o la memoria nacional, tan preciada por los guerreros griegos y romanos de la Antigüedad. El fascismo ha purificado la idea del heroísmo hasta las últimas consecuencias. Mejor el anonimato, como las limosnas entre los cristianos, que el pago. El terrorista islámico espera el cielo y no se distingue, en este punto, de sus víctimas despanzurradas en la discoteca: el paraíso coránico se parece demasiado a un vulgar hotel bien provisto de señoritas y vino. Y es la muerte propia aquéllo que se reivindica, no el asesinato. Mucho menos, el canallesco asesinato de inocentes indefensos típico del terrorismo... El soldado desconocido, que no representa a un individuo concreto sino la comunidad por la que cayó, es nuestro modelo anónimo en las antípodas del terrorista (cuyo acto aparece asignado a una recompensa personalísima). Hete aquí nuestra victoria. Tenemos que morir ---devenir mortales--- para que "lo más alto" brille rutilante un instante sobre la tierra entre la masa de humanes que nos rodean. La muerte representa, lo repetiré mil veces, la condición trascendental de posibilidad del acto heroico. Éste es esencialmente trágico. Agradezco a la muerte la oportunidad que nos brinda para romper lazos con los humanes (incluida su presunta inmortalidad) y elevarnos al rango de mortales. Si nos ofrecieran verazmente la resurrección de la carne, entre otras chucherías religiosas, la rechazaríamos. Se trata de una decisión, no de la constatación de un "hecho". El fascista escupe en el rostro de Yahvé cuando éste le ofrece su bíblico premio. El fascista convalida la muerte/finitud como ser de todo ente y refunda la pagana consagración de la vida. 

No aceptamos resignados la muerte: la afirmamos con orgullo en negando la fe soteriológica de la masa. ¿Decadencia? ¿Nihilismo? La ausencia de recompensa, el nihil ---la nada--- constituye el summum de la espiritualidad. ¿O es que esperamos alguna remuneración por el cuidado dedicado a nuestros padres ancianos? Algunos, sí, pero en su interior saben de su incurable mezquindad. La verdad no es un medio para el paraíso de la huríes, el cielo, la vida eterna, el más allá gnóstico o la resurrección de la carne... La verdad significa el valor supremo y, en consecuencia, para decirlo kantianamente, un fin en sí mismo. La decadencia es, precisamente, cómica y se caracteriza porque no hay tragedia. Su máxima honestidad acontece en el humor. Jesucristo, el dios que muere por nuestros pecados pero resucita ---y sabe desde el principio que resucitará--- es humor judío para la ridiculización del héroe ario. 


Cada día, los ultraderechistas cristianos insultan a los soldados alemanes caídos por el Reich y por la Verdad con esa cómica historia del dios judío que "murió" en la cruz pero luego resucitó para recoger su premio. 

Ni una gota de decadencia hallarán ustedes en el ideario de los mortales, porque la experiencia de la muerte no se confunde con el fallecimiento ---poco de funerario hay en ella---, sino que nombra el momentum de la máxima potenciación vital. Decadencia es el ideal de la felicidad y, peor aún, de la esperanza. Luchar sólo por la victoria es ya decadencia. Por ejemplo: imbuir en los soldados la creencia en la inmortalidad o drogarlos para que luchen con más ardor ---una práctica habitual en los ejércitos--- es el pecado por excelencia para el fascismo, porque se ha mancillado y extirpado de cuajo la raíz del heroísmo. Y la victoria, si llega, ya no será la victoria de la verdad, sino la victoria del fraude y la cobardía. La muerte es el final. Nuestra felicidad se llama lucha; nuestra esperanza, cumplir la promesa del destino, la gran batalla del final de los tiempos en las inmediaciones del abismo. 

Sin experiencia de la muerte no es posible el surgimiento de "lo más alto". El culto fascista del héroe ---que ha muerto por todos nosotros--- nada tiene que ver con la religión de las ovejas y sus pastores o con cualquier otra creencia en la "salvación", sino con aquélo que el arte trágico-heroico que Richard Wagner intentó plasmar en su obra. La imagen del héroe trágico caído en combate encarna aquí la suprema expresión de lo bello. En el Estado artístico la nación toda es la expresión imponente y sublime del significado último de todas las cosas. Sólo esta fe ---el fascismo--- nos concede graciosamente la genuina invencibilidad que en vano ofertan los judeo-cristianos con sus regalos envenenados (resurrección, amor, esperanza, felicidad, vida eterna...).  El cristianismo es la inversión judía, punto por punto, del fascismo/paganismo. Pero podemos refundarlo también reinterpretando la figura del Cristo desde los valores fascistas y devolverles así el golpe a nuestros enemigos. Nosotros podemos reconducir el fascismo a sus fuentes madres y restaur su esencia perdida.  

¿POR QUÉ SE LLAMA GÖTTERDÄMMERUNG?

El ocaso de los dioses no nombra, por tanto, una situación accidental que quepa revertir con "la victoria", sino la esencia misma del fascismo. Y el verdadero motivo por el que el fascismo inspira tanto odio viene de ahí. No sus crímenes o supuestos crímenes. No su presunto racismo. No su proverbial autoritarismo. No su detestable antisemitismo. Si el motivo fueran los genocidios nazis, los humanes deberían odiar más todavía al comunismo o al liberalismo que al fascismo y vemos que no es así. El auténtico motivo es la verdad. El fascismo mienta la verdad que el humán se niega a convalidar. Nosotros los fascistas, en consecuencia, no pertenecemos a la humanidad. Hemos dado un sí a la muerte ---la verdad--- que nos condena a las tinieblas exteriores satánicas imaginadas por todos los enanos, santurrones e idiotas de este mundo. El cristianismo, no lo olvidemos, convirtió en demonios todos los dioses paganos, incluidos los dioses blancos. Nos hallamos en el acto fundacional de nuestra tradición. Los dioses germánicos son dioses mortales, es decir, finitos. El ocaso de los dioses significa la muerte de los dioses. En este extremo, la religión germánica, a diferencia de la griega o la romana ya parcialmente contaminadas por el sirocco egipcio y otros vientos del sur, guarda en su sencilla humildad la perla, el secreto de hielo, de la religión aria originaria. El famoso Walhalla es ya influencia cristiana, semítica: la anti-Europa. Pero incluso el nefasto Walhalla ---una lucha prolongada por toda la eternidad--- poco tiene que ver con el paraíso celestial de oriudez africana u oriental. ¿Eran nihilistas los germanos? Pues entonces los fascistas también somos nihilistas y el círculo se ha cerradoEn eso consiste la filosofía.

Para los germanos, en efecto, por encima de los dioses erígese el tiempo, representado por la figura de las nornasLas nornas rigen el destino. Y los dioses están sometidos al destino que las nornas personifican. Un destino ---la Moira para los griegos--- que ni siquiera pueden doblegar los inmortales dioses olímpicos. En la fe germánica, el destino se llama Ragnarök, batalla del final de los tiempos donde los germanos avanzan hacia la destrucción a sabiendas de que la derrota es inevitable. Cumplen con su deber en el anonimato más absoluto. El Ragnarök articula en un código mítico el filosofema central ---Sein zum Tode--- del pensamiento de Heidegger, a saber, el "estado de resuelto" (Entschlossenheit) o verlaufen zum Tode ("correr al encuentro de la muerte") del existente (Dasein). El filósofo alemán, culminación y final de la filosofía, no hizo otra cosa que elevar a concepto y secularizar en la razón la experiencia fundamental de la religión germánica, referente tradicional último e irrebasable de la ideología fascista. 


¿EXISTEN FASCISTAS? 

Así pues, nadie puede pretender que alguien se haya sacado todo esto de la manga porque "está loco". Y puedo afirmar que quienes, entre los presuntos patriotas, estigmatizan a los "ateos" o "nihilistas" por haber proclamado la verdad, no les niegan a ellos, niegan, en realidad, el fascismo. Valoran más (humano, demasiado humano) su vida eterna individual ("yo, yo, yo") que la comunidad nacional, pues eso significa en su boca que "Dios", el dios judío Yahvé, está por encima de la nación, a saber: que ellos mismos ---su "espíritu", su "inmortalidad", su "felicidad"--- son obviamente más importantes que la nación. Sin quererlo, confiesan así su sistema de valores. No otra es, empero, la fórmula de la decadencia, que los ultraderechistas encarnan a la perfección como los cristianos que son, en el mismo momento en que creen mantenerse en pie en un mundo en ruinas. Y así, con su abyección y mezquindad, estos tristes personajillos judíos de picaresca española se retratan en un grotesco strip tease psicológico (para decirlo con las palabras de Laureno Luna). Opción que me parece muy adecuada a su idiosincrasia bíblica, pero que, insisto, no es fascismo, sino antifascismo. 

Nosotros no les hemos olvidado. 

La extrema derecha utiliza, aunque de momento a pequeña escala dada su impotencia política, mecanismos de difamación, ensordecimiento y represión análogos a los que el sistema oligárquico ha empleado con los ultras ---y con los verdaderos fascistas. (Por ejemplo, Hitler "estaba loco", fue conocido en su tiempo, como Musspolini, como "el loco" ). No se les ocurre nada mejor: la carta de la normalidad cristiano-burguesa del sentido común frente al disidente. ¡Ellos! Patético. Por cuanto si ya resulta estupefaciente que la esencia del fascismo sea ignorada por quienes se pretenden fascistas, más asombroso parece todavía que, una vez corregido el error, sea también dicha esencia escarnecida. Y ello en defensa de otra doctrina que constituye la antípoda ideológica y axiológica del fascismo. ¿Querían que les explicara lo que es la decadencia? Pues aquí tienen su definición. Decadencia no es el nihilismo y la muerte, decadencia es esa hipóstasis moral egomórfica del individuo, la sacralización del propio yo ("alma" a imagen de dios) en el "más allá" (¡imagínense a ese mismo yo en el "más acá"!), es decir, la irrisión pura y simple de los valores que deberían poder rescatarnos de la podrida society actual. Pretendiendo además, por si fuera poco, que el antídoto contra dicha decadencia es precisamente la pócima emponzoñada de la religión, los valores judaicos, inviscerados en el cristianismo, que han provocado la ruina de Europa

Quien quiera oír, oiga. 

Jaume Farrerons, la Marca Hispànica, 20 de noviembre de 2021. 


3 comentarios:

Nacho dijo...

El problema a la hora de analizar el fascismo, o el NS, es que, ideológicamente, están muertos, derrotados, desde 1945. Así como el comunismo o el liberalismo han sido convenientemente adaptados (¿no resulta curioso que los actuales comunistas acepten y promuevan la homosexualidad cuando en los años del fascismo también la condenaban?). Efectivamente, a todo lo que se le llama "fascismo", es un fascismo ya muerto, obsoleto. Porque no ha habido opción de adaptación. En ese aspecto podemos afirmar que quienes lo combatieron, lo derrotaron bien. Lo que nos ha quedado del fascismo y del NS es literatura, películas y series de televisión. Pero condenar cualquier aspecto del pasado contiene una trampa contemporánea.

ENSPO dijo...

La opción de adaptación es la que estoy intentando desde hace treinta años. En cuanto a "todo lo que hoy se llama fascismo", en su inmensa mayoría es extrema derecha y, en algunos casos, extrema derecha expresamente antifascista y sionista. El verdadero fascismo sigue vivo, por otra parte, en la obra del mayor filósofo del siglo XX, Martin Heidegger. El fascismo NO ha desaparecido como virtualidad ---en cierto sentido es algo "eterno"--- y esto es así hasta el punto de que el sistema todavía teme su fantasma.

ENSPO dijo...

¿Cómo puede haber desaparecido un fenómeno histórico que encarna la verdad ---a secas--- en boca del filósofo más importante del siglo?