El fascismo es trágico-heroico y nihilista. |
Proseguimos aquí con nuestro lúdico ejercicio de ridiculización doctrinal de los neonazis ultraderechistas, ya sean los de procedencia cristiana, ya los de procedencia evoliana (la destra). A la postre, unos y otros confluyen en absurdos y abyecciones reaccionarias como el discurso de Alerta Judiada, donde se termina por justificar el apoyo a un partido sionista (Vox) con la excusa de combatir el "marxismo cultural". No son fascistas ni nacionalsocialistas, sino escoria skin-head, tatuados, hooligans o simples fachas ultracatólicos franquistas de extrema derecha.
Pero el fascismo ---utilizo la palabra en el sentido genérico de Stanley Payne--- es izquierda nacional de oriundez marxista, revolucionaria y anti-cristiana.
Aquéllo que caracteriza al fascismo frente a las izquierdas mundialistas son sus valores antropológicos, vale decir, una concepción del hombre en forma de axiología nacionalista, comunitaria, holista y trágico-heroica. El fascismo no será evoliano porque en cuanto revolucionario es anti-reaccionario por definición y esencia. Y tampoco cristiano porque su componente nietzscheano, nihilista, sobrehumanista, trágico..., se lo impide.
Las componendas tácticas que el fascismo se vea oblidado a realizar por motivos electorales o políticos con una realidad sociológica europea cristianizada de facto dejan intacto este principio ideológico normativo. El principio en cuestión no se puede abstraer inductivamente de la política fascista, sino que nos permite distinguir lo que es verdadera política fascista tanto de los compromisos accidentales con la derecha cuanto de la mera política ultraderechista o reaccionaria. ¿En qué se fundamenta, en consecuencia, la vinculación de dichos valores con el fascismo? En el análisis de los ideólogos fascistas: Sorel, Mussolini y la Konservative Revolution alemana, por no hablar del propio Hitler cuando habla en calidad de ideólogo (léase: en las Tischgespräche) y no como político . El fascismo no propone restaurar cierto pasado mítico, sino consumar la modernidad occidental que está siendo lastrada por los principios judeo-cristianos, teológicos o secularizados, en tanto que fundados en valores ajenos e incompatibles con la cultura europea. Aquéllo que el fascismo conserva son precisamente los valores e instituciones que, desde la Grecia clásica, posibilitan la secularización de los valores paganos europeos. Su adversario radical, el principio antagónico con el que no puede pactar nunca sin dejar de ser fascismo, es un cuerpo cultural extraño que, sin embargo, la masonería pugna por preservar a toda costa, a saber, la axiología judaica vehiculada por el cristianismo. La masonería es anti-católica, pero no anti-cristiana y, por ende, es judaica. Cuando el fascismo cuestiona la masonería, niega su falsa modernidad, su modernidad deudora de la cultura oriental.
Las componendas tácticas que el fascismo se vea oblidado a realizar por motivos electorales o políticos con una realidad sociológica europea cristianizada de facto dejan intacto este principio ideológico normativo. El principio en cuestión no se puede abstraer inductivamente de la política fascista, sino que nos permite distinguir lo que es verdadera política fascista tanto de los compromisos accidentales con la derecha cuanto de la mera política ultraderechista o reaccionaria. ¿En qué se fundamenta, en consecuencia, la vinculación de dichos valores con el fascismo? En el análisis de los ideólogos fascistas: Sorel, Mussolini y la Konservative Revolution alemana, por no hablar del propio Hitler cuando habla en calidad de ideólogo (léase: en las Tischgespräche) y no como político . El fascismo no propone restaurar cierto pasado mítico, sino consumar la modernidad occidental que está siendo lastrada por los principios judeo-cristianos, teológicos o secularizados, en tanto que fundados en valores ajenos e incompatibles con la cultura europea. Aquéllo que el fascismo conserva son precisamente los valores e instituciones que, desde la Grecia clásica, posibilitan la secularización de los valores paganos europeos. Su adversario radical, el principio antagónico con el que no puede pactar nunca sin dejar de ser fascismo, es un cuerpo cultural extraño que, sin embargo, la masonería pugna por preservar a toda costa, a saber, la axiología judaica vehiculada por el cristianismo. La masonería es anti-católica, pero no anti-cristiana y, por ende, es judaica. Cuando el fascismo cuestiona la masonería, niega su falsa modernidad, su modernidad deudora de la cultura oriental.
Debe quedar claro que el fascismo tampoco pretende restaurar el paganismo en general, sino extremar hasta sus últimas consecuencias el proceso de secularización del paganismo ario occidental, iniciado ya en la antigüedad con la institucionalización griega de la filosofía, la democracia, la ciencia y el arte trágico. Dicho proceso viene a ser interrumpido por el judeo-cristianismo, catástrofe que provoca una regresión cultural denominada Edad Media. El Renacimiento europeo quiere reemprender la secularización pero no comprende ---hete aquí el mal del alma moderna--- que es incompatible con la herencia religiosa bíblica, verdadero obstáculo para la realización socialista de Europa.
Georges Sorel. |
De lo expuesto se desprende que el fascismo es un fenómeno de izquierdas. Y que ha sido rechazado y diabolizado por la propia izquierda en la medida en que ésta sigue dependiendo de la axiología cristiana secularizada. Las "ideas modernas" como "cristianismo secularizado" es quizá la principal aportación de Nietzsche a la filosofía. Pero el sentido de esta crítica no es un rechazo de la modernidad, sino una denuncia de la pseudo modernidad judeo-cristiana y capitalista. De ahí que Nietzsche reivindique la muerte de Dios. Ésta significa la definitiva liquidación ideológica del judeo-cristianismo, del judaísmo talmúdico y del islam, las tres religiones de matriz abrahamánica. La crítica de Nietzsche al cristianismo es la condición o requisito histórico del fascismo. Sin Nietzsche no hay fascismo. Pero Nietzsche no es todo el fascismo. Nietzsche es condición necesaria, pero no suficiente, del fascismo.
El fascismo no surge directamente de Nietzsche. No es una "aplicación práctica" de la filosofía de Nietzsche, sino que dimana del interior de la izquierda marxista cuando ésta realiza una relectura de Marx desde la crítica de Nietzsche a las "ideas modernas" en cuanto ideas no tan modernas, es decir, en cuanto meras secularizaciones del cristianismo. El fascismo depura la herencia cristiana enquistada en el marxismo y, por ende, en el socialismo. El fascismo es un nuevo socialismo basado en los valores paganos ario-occidentales secularizados. En este sentido, constituye una recuperación de la auténtica herencia europea interrumpida y pervertida por el judeo-cristianismo.
Este proceso de crítica interna del marxismo es ejecutado por Georges Sorel. Toda la obra de Sorel es ya ideología fascista, aunque no toda la ideología fascista. De tal suerte que cabe ya afirmar lo siguiente respecto a las fuentes ideológicas del fascismo, a saber, que incluyen, de forma necesaria:
1/ las obras completas de Marx;
2/ las obras completas de Nietzsche;
3/ las obras completas de Sorel.
Los tres estratos a la vez, es decir, ninguno de ellos por separado, constituyen el suelo textual último de la ideología fascista.
Pero el catálogo sobre las fuentes del fascismo no concluye aquí, porque el fascismo no llega a Alemania a través de Sorel, sino de los autores de la Konservative Revolution que beben directamente de Nietzsche. Alemania no necesita a Sorel porque Nietzsche es alemán. La influencia de Sorel en el nacionalsocialismo operará por mediación directa del ejemplo teórico y activista de Mussolini, quien precede como político e ideólogo al propio Adolf Hitler. El Führer reconoce expresamente a Mussolini como modelo.
En el próximo post completaremos la lista, iniciada aquí, de fuentes textuales vinculantes para la determinación de la ideología fascista.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica, 10 de noviembre de 2019
(continuará)
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