El artículo "El misterio del fascismo" invita a una reflexión para retomar, en el futuro, temas pendientes que la nueva ley del código penal deja, por el momento, fuera de todo debate público. "El misterio del fascismo" es un extraordinario trabajo teórico que, por su relativa objetividad, poco frecuente en el tema, nos permite adoptar un punto de vista académico y científico en la reflexión politológica sobre fascismo.
En primer lugar, sostiene Ramsay Steel, el fascismo sería "una herejía marxista". Auténtica bomba que afecta por igual tanto a los dogmas de la antropología norteamericana (teoría de acompañamiento del mundialismo liberal y del multiculturalismo correspondiente) cuanto a la izquierda más sectaria y cavernícola del antifascismo okupa; pero también al antifascismo progresista sistémico que la crisis vuelve a alentar amparándose en una obscena amnesia de los crímenes del comunismo.
Según Ramsay Steel, el fascismo aplica en su primera etapa (1922-1929) del Ventennio una agenda económica liberal y esto ha sido interpretado como un desenmascaramiento de las aviesas y ocultas intenciones derechistas de Mussolini, cuyo programa de 13 de mayo de 1919 había podido ser calificado, empero, como de izquierda nacional. Sin embargo, el análisis de "El misterio del fascismo" permite concluir que dicha fase liberal sería un residuo de ideas marxistas presentes en el fascismo, pues el socialismo, para los revolucionarios ortodoxos al uso, sólo podía ser el resultado de la consumación, hasta las heces, de las consecuencias y la dinámica criminal del sistema capitalista, que un dispositivo ético de protección social se limitaría a aplazar, obstruir y maquillar en beneficio de la burguesía.
Basta leer el Manifiesto Comunista, entre otros textos (la "Crítica al programa de Gotha" es el más escandaloso), para entender que los propios comunistas se oponían a cualquier tipo de concertación de tipo sindical o reformista con la llamada "democracia parlamentaria". La praxis del leninismo fue más despiadada con las masas que el mundo descrito por Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. La actual deriva de la China comunista hacia el neoliberalismo es la evidencia monstruosa -que los analistas de izquierdas son incapaces de explicar mientras proceden ritualmente a reivindicar, ante la imparable ofensiva neoliberal, la figura de Marx- de que el marxismo clásico bien entendido exige desencadenar las fuerzas devastadoras del sistema capitalista y abandonarlas a su propia lógica para que la revolución proletaria sea algún día simplemente posible.
!El marxismo entraña el mejor argumentario para legitimar todas las falacias económicas del neoliberalismo de Milton Friedman!
El estado corporativo, la protección social, la economía mixta, etcétera, aparece en la Italia fascista después de la crisis de 1929, cuando los fascistas abandonan estos aspectos del marxismo e intentan definir los términos de una revolución nacional que ya no espera a la debacle capitalista para dignificar la vida cotidiana de los trabajadores-compatriotas.
Empero, en lugar de explicar esta insultante patencia, los teóricos neomarxistas actuales intentan vincular el neoliberalismo al fascismo, enterrando bien hondo el mensaje de Marx contrario a toda forma de reformismo y de estado social que preserve cualesquiera elementos de la economía de mercado. Se pretende, con una sinvergonzonería alucinante, reivindicar el estado social en nombre del marxismo y avalado por conceptos marxistas, mientras se identifica el desmantelamiento de las instituciones de protección laboral y familiar con el avance de un fascismo/liberalismo cuya única realidad ha sido, precisamente, la de la herencia marxista "en el fascismo".
Con esto debería empezar a quedar claro que el fascismo es precisamente el primer ensayo de estado social, economía mixta y nacionalismo popular -aunque no democrático durante el Ventennio- concebido en términos de independencia o soberanía política frente a la mundialización liberal y la hegemonía transnacional de los mercados financieros, una "tendencia" derechista y "reaccionaria" actual, ésta última, que, no obstante, desde posiciones marxistas ortodoxas, debería ser apoyada. De ahí la ambigua impostura de los movimientos antiglobalización, que niegan por una parte la lógica del neoliberalismo pero, al mismo tiempo, pretenden sustentarse en un mundialismo apátrida de masas o multitudes mestizas sin otro punto de anclaje que el imperativo de la sociedad de consumo hedonista, es decir, hablando propiamente de una santa vez, sin ningún punto de anclaje "en absoluto", siendo así que el mundialismo no es más que una cara de neoliberalismo (el marxismo sería la otra cara), y el estado de protección social no podría basarse más que de forma falaz y transitoria en una ética hedonista e individualista que corroe la comunidad nacional.
La trinchera de la lucha contra la oligarquía es, ex hipothesi, y en una palabra, el nacionalismo revolucionario. Para quienes han sostenido durante años que no saben en qué consiste ser NR, ha llegado la hora del bochorno, pues NR es nada menos que el único campo antioligárquico real. Un espacio político "virtual" -y ha seguido siéndolo por culpa de los evolianos y tradicionalistas- que representó siempre, a lo largo de 30 años de grito en el desierto, nuestra causa, en una soledad que da mucho que pensar, contra aquellos que apostaban por la renuncia a la modernidad en aras de un retorno a las cavernas chamánicas, a la magia y otras indecencias teóricas y políticas. El nacionalismo revolucionario es una "herejía marxista", una alternativa moderna a la modernidad cristiano-secularizada, un rechazo determinado del marxismo, pero no de la filosofía de Marx en bloque. No hay fascismo sin filosofía marxiana. No hay fascismo sin crítica del marxismo, es decir, sin antimarxismo y antiliberalismo a la par. El antimarxismo y el antiliberalismo fascistas no pueden interpretarse como la oposición a dos doctrinas distintas, según se ha venido dando por entendido hasta ahora, pues entonces no se entiende qué pretende sostener realmente el fascismo. Aquello que el fascismo rechaza del marxismo es su liberalismo. Se es "antimarxista antiliberalista", no antimarxista y, además, antiliberalista. En este "insignificante" matiz resúmese todo el fascismo.
Dicho esto, quedan, sin duda, muchas cuestiones por aclarar. Pues el fascismo fracasa históricamente y el artículo citado explica o pretende explicar las causas de tal fracaso. ¿Significa eso que fracase el nacionalismo revolucionario como tal? No, porque el fascismo no es más que una figura histórica concreta y germinal del imaginario NR, pero no se puede reducir lo NR al fascismo. El nacionalismo revolucionario -no el fascismo- sigue señalando la única dirección para la libertad de los pueblos. El neomarxismo sistémico, que representan publicaciones como "Le Monde Diplomatique" o grupos al estilo Attack o filósofos de pedigrí progresista (Negri, Chomsky, Petras...) nos mantiene dentro de la lógica capitalista a pesar de todas sus protestas contra la actual faz neoliberal del régimen oligárquico transnacional. El "misterio del fascismo" es que sólo ese "fascismo", estigmatizado en términos de "mal absoluto", nos permite seguir pensando.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
19 de diciembre de 2013
DOCUMENTACIÓN ANEXA
http://alea-blog.blogspot.com.es/2013/12/sobre-la-proxima-publicacion-de-los.html
http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2009/05/nacional-revolucionarios-una-opcion-de.html
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