sábado, agosto 03, 2013

La fundamentación del "fascismo" (3). Víctimas del antifascismo o personas exterminadas bajo la acusación de "fascistas"

Stéphane Courtois: "esta participación de los comunistas en la guerra y en la victoria sobre el nazismo hizo triunfar de manera definitiva la noción de antifascismo como criterio de verdad para la izquierda" (El libro negro del comunismo, p. 36). 





















Nos hemos planteado la pregunta por la "validez filosófica" del fascismo, cualquiera que pueda ser el significado de esta "escandalosa" afirmación. Conviene ahora dar un nuevo y breve rodeo a fin de retomar con más seguridad las cuestiones sólo insinuadas por Jacques Derrida. Tal circunloquio o digresión conduce a la consideración del anticomunismo como rasgo esencial del fascismo y, por ende, a la duda sobre la verdadera naturaleza del antifascismo. Éste consiste en una práctica asesina de masas inherente al régimen marxista-leninista. Desde el momento, coincidente con la Guerra Civil Española (1936-1939), en que el fascismo aparece como proyecto histórico anticomunista, "justifícanse", mediante la retórica antifascista, exterminios sistemáticos de segmentos enteros de la sociedad emprendidos antes de que el fascismo existiera y continuados después de su desaparición. El "antifascismo" occidental, tras el descrédito y hasta la extinción del propio comunismo, muestra a su vez en tiempo real una inquietante perspectiva que nos afecta a todos en la medida en que la "máquina de matar" oriunda de Moscú sigue viva y en pleno ejercicio de sus facultades, pero invisible a los ojos de los "intelectuales críticos" del sistema oligárquico, quienes, por el contrario, la alimentan con todas las energías de su discurso.

No se trata de mezclarlo todo. Sí de analizar los trazos que prohíben el corte simple entre el discurso heideggeriano y otros discursos europeos, ya sean antiguos o contemporáneos. Entre 1919 y 1940 (¿pero no sucede también hoy?) todo el mundo se preguntaba: “¿en qué se va transformar Europa?” y esto se tradujo siempre del siguiente modo: “¿cómo salvar al espíritu?”. Se proponen frecuentemente diagnósticos análogos sobre la crisis, sobre la decadencia o la “destitución” del espíritu. No nos limitemos a esos discursos y a su horizonte común.
 
(Jacques Derrida)

Naturaleza y actualidad del antifascismo

Una jerga criminógena, el antifascismo, sigue utilizándose desde 1945, pero de forma creciente y con mayor irracionalidad, si cabe, que a la sazón, en todos los ámbitos de las "sociedades de mercado". El absoluto desprecio hacia las víctimas, que fueron asesinadas en nombre de imputaciones literalmente delirantes, aumenta también de manera exponencial a medida que nos alejamos en el tiempo del final de las Guerras Alemanas. Es así una "posguerra" eterna que prolonga la "propaganda bélica" en el corazón mismo de "la paz" y convierte el panfletismo mental de los militares en "cultura" civilLas cifras de personas exterminadas (ancianos, mujeres y niños incluidos) bajo la acusación de "fascistas" o de etiquetas y estigmas ("negros", en la China de Mao, reaccionarios, nazis, derechistas, etcétera) semántica y funcionalmente equivalentes, es decir, de sinónimos a efectos de liquidación física pura y simple, rondan los 100 millones en total y son el resultado de prácticas políticas como las siguientes:

En términos de número de víctimas, la lista de los crímenes comunistas más graves se establece como sigue: 1/ ejecuciones individuales y colectivas de personas consideradas como opositores políticos, sin juicio o después de un juicio sumario, represiones sangrientas de manifestaciones y de huelgas, ejecución de rehenes y prisioneros de guerra en Rusia del 1918 al 1922. Por falta de acceso a los archivos (y también a causa de la ausencia de rastros documentales de numerosas ejecuciones) es imposible dar cifras precisas, pero las víctimas se cuentan en decenas de millares; 2/ muerte por hambre de cerca de 5 millones de personas a causa de los requisas, principalmente en Ucrania en 1921-1923. El hambre ha sido utilizada como arma política por varios regímenes comunistas y no únicamente por la Unión Soviética; 3/ exterminio de 300 000 o 500 000 cosacos entre 1919 y 1920; 4/ defunción de centenares de millares de personas en los campos de concentración. En esto, la imposibilidad de acceder a los archivos también bloquea la búsqueda; 5/ unas 690 000 personas arbitrariamente han sido condenadas a muerte y ejecutadas en el momento de la ola de "purgas" del partido comunista de 1937-38. Millares de otros han sido deportados o enviados a campos. En resumen entre el 1 de octubre de 1936 y 1 de noviembre de 1938 cerca de 1.565.000 personas fueron detenidas y 668.305 de ellas han sido ejecutadas. Según numerosos investigadores estas cifras son infravaloradas y deberán ser verificadas cuando todos los archivos hayan sido hechos accesibles; 6/ asesinatos masivos de aproximadamente 30.000 kulaks (campesinos 'ricos') en el momento de la colectivización forzada de 1929-33. Por otro lado, dos millones fueron deportados entre 1930 y 1932; 7/ millares de ciudadanos ordinarios, acusados de mantener relaciones con el "enemigo" han sido ejecutados en el período que precede a la segunda guerra mundial. En 1937, por ejemplo, unas 144 000 personas, acusadas de tener contactos con polacos que vivían en la Unión Soviética, fueron ejecutadas. En 1937 también, 42 000 personas fueron ejecutadas con motivo de mantener relaciones con trabajadores alemanes en la URSS; 7/ unos 6 millones de ucranianos murieron de hambre bajo el efecto de una política deliberada en los años 1932-33; 8/ asesinatos y deportaciones de centenares de millares de polacos, ucranianos, lituanos, letones, estonios, moldavos y habitantes de la Besarabia en 1939-41 y en 1944-45; 9/ deportaciones de los alemanes del Volga en 1941, tártaros de Crimea en 1944, los chechenos e ingushes en 1944; 10/ deportaciones y exterminios de un cuarto de la población de Camboya entre 1975 y 1978; 11/ millones de víctimas de las políticas criminales de Mao Zedong en China y Kim Il Sung en Corea del Norte. En este caso también la ausencia de documentos no permite dar cifras precisas; 12/ numerosas víctimas en otros continentes, África, Asia y América latina, en países que se dicen comunistas y explícitamente se refieren a la ideología comunista. Esta lista no es absolutamente exhaustiva. Literalmente no hay un país (o una región) bajo régimen comunista que no pueda elaborar su propia lista de sufrimientos. Los campos de concentración establecidos por el primer régimen comunista desde septiembre de 1918 se transformaron en uno de los símbolos más vergonzosos de los regímenes comunistas. En 1921 eran ya 107 y más de 50 000 personas fueron detenidas allí. El índice de mortalidad extremadamente elevado que los caracterizaba puede ser ilustrado por el ejemplo del campo de Kronstadt: sobre 6 500 detenidos internados en marzo de 1921, sólo 1 500 vivía un año más tarde. En 1940, el número de presos alcanzaba 2 350 000 repartidos en 53 campos de concentración, 425 colonias especiales, 50 colonias para menores y 90 casas para niños. Durante los años 40, la media de los detenidos era permanentemente de 2,5 millones. Fijándonos en la fuerte mortalidad, esta cifra significa que el número de las personas que han sido internadas fue mucho más elevado. En resumen, de 15 a 20 millones de personas pasaron por los campos entre 1930 y 1953. El sistema de los campos también ha sido adoptado por otros regímenes comunistas, en particular por China, Corea del Norte, Camboya y Vietnam. La invasión de varios países por el ejército soviético durante la segunda guerra mundial fue seguida sistemáticamente por un terrorismo masivo: detenciones, deportaciones, asesinatos a gran escala. Entre los países más afectados hay que citar Polonia (según las estimaciones 440 000 víctimas en 1939, entre las que están los oficiales polacos prisioneros de guerra, en Katyn en 1940), Estonia (175 000 víctimas, entre las que están 800 oficiales, lo que representa un 17,5 de la población total), Lituania, Letonia (119 000 víctimas), Besarabia y Bucovina del norte. La deportación de poblaciones enteras era una medida política corriente, en particular durante la segunda guerra mundial. En 1940-41, cerca de 330 000 naturales polacos que habitan las zonas ocupadas por el ejército soviético fueron trasladados por fuerza al este de la Unión Soviética, principalmente en Kazajstán. 900 000 alemanes de la región del Volga fueron deportados en otoño de 1941; 93 000 calmucos en diciembre de 1943; 521 000 chechenos e ingushes en febrero de 1944; 180 000 Tártaros de Crimea en 1944. Para que la lista sea completa, también hay que mencionar a los letones, los lituanos, los estonios, griegos, los búlgaros, los armenios de Crimea, los turcos mesjetas, y los kurdos del Cáucaso. La deportación también afectó a los opositores políticos. A partir de 1920, los opositores políticos de Rusia fueron enviados a las islas Solovki. En 1927, el campo construido en estas islas albergaba a 13.000 detenidos, de 48 nacionalidades diferentes. Los crímenes más violentos de los regímenes comunistas, tales como el homicidio de masa y el genocidio, la tortura, el trabajo forzoso y otras formas de terrorismo físico colectivo, continuaron en Unión Soviética y, a un grado menor, en otros países europeos, hasta la muerte de Stalin. A partir de mediados de los años 50, el terrorismo disminuyó considerablemente en los países comunistas pero la persecución selectiva de diversos grupos e individuos prosiguió. Consistía en vigilancia policíaca, en detenciones, encarcelamientos, multas, tratamientos psiquiátricos forzados, diversas restricciones de la libertad de movimiento, discriminaciones en el empleo que a menudo llevaban a la pobreza y a la exclusión profesional, a la humillación y a la difamación públicas. Los regímenes comunistas europeos post estalinistas explotaron el temor de las persecuciones potenciales, muy extendidas y muy presentes en la memoria colectiva. A largo plazo, no obstante, la memoria de los horrores pasados gradualmente se atenuó, perdiendo de su influencia sobre las jóvenes generaciones. Sin embargo, hasta durante estos períodos relativamente tranquilos, los regímenes comunistas se mostraron capaces de recurrir a una violencia masiva si lo consideraban necesario, como lo mostraron los acontecimientos de Hungría en 1956, de Checoslovaquia en 1968 o de Polonia en 1956, 1968, 1970 y 1981. La caída de los gobiernos comunistas en la Unión Soviética y en otros países europeos facilitó el acceso a ciertos archivos que atestiguaban los crímenes comunistas. Antes de 1990, estos archivos eran totalmente inaccesibles. Los documentos que se encuentran constituyen allí una fuente de información importante sobre los mecanismos de gobierno y de toma de decisiones, y completan los conocimientos históricos relativos al funcionamiento de los sistemas comunistas.
Y aquí tenemos a Derrida:

La condenación del nazismo, cualquiera fuese el consenso sobre este tema, no es aún un pensamiento del nazismo. No sabemos aún lo que es o lo que ha hecho posible esta cosa inmunda pero sobredeterminada, trabajada por conflictos internos (de ahí las fracciones y las facciones entre las cuales Heidegger se sitúa - y su estrategia retorcida en el uso de la palabra “espíritu” toma un cierto sentido cuando se piensa en la estrategia general del idioma nazi y en las tendencias biologizantes, estilo Rosenberg, que terminaron por triunfar). En fin el nazismo no ha crecido en Alemania o en Europa como un champiñón...

Pero, ¿quiso enterarse alguna vez Derrida de dónde sentó realmente sus posaderas "la cosa inmunda" años antes de que el fascismo, a trompicones, hiciera acto de presencia en la escena europea? Preguntémonos en serio hasta cuándo los presuntos "intelectuales críticos", sufridos huérfanos de Stalin, van a seguir actuando como simples turiferarios del poder oligárquico.

¿Puede, en efecto, considerarse el "mal absoluto" (=la cosa inmunda) un proyecto político, a saber, el fascismo, fundado expresamente para detener el exterminio de casi todos los grupos sociales (burguesía, aristocracia, campesinado)con que tropezábase Lenin e impedir que los matarifes de Moscú extiendieran sus fechorías por el resto de Europa? Actualmente el grado de distorsión de la realidad histórica es tan enorme que nos vemos en la obligación de recordar cuestiones elementales de sentido común. El fascismo combate en defensa de la civilización europea amenazada por la barbarie bolchevique, pero no puede enfrentarse a los "rojos" arrojándoles a la cara caramelitos de fresa. Voilà el espíritu (Geist), Mr. Derrida. Sin embargo, cuando el fascismo llega al poder en Italia su represión no puede compararse, ni de lejos, a la matanza de los primeros años del leninismo en Rusia. Lenin aniquila en tres meses un número de personas superior a las que el imperio zarista había castigado a lo largo de todo un siglo. La dictadura fascista en Italia no traerá consigo más que 25 ajusticiados en 21 años: compárese sólo este dato con el historial delictivo de la banda terrorista ETA. Al inicio de la Operación Barbarroja (invasión nazi de la URSS), en 1941, el régimen comunista ya ha exterminado a 13 millones de ciudadanos rusos.

Se dirá que la verdad del fascismo es el nazismo. Ahora bien, ni siquiera el nazismo, y ello en el contexto de una guerra mundial, alcanza las cotas de victimización del comunismo. Por cada víctima judía del nazismo, detéctanse como pocas 10 del antifascismo. Y esto únicamente en la versión comunista u oriental del antifascismo, pues existiría, como ya he subrayado, un  antifascismo occidental de naturaleza  liberal-capitalista y sionista al que le corresponden "sus propios genocidios". Dichos crímenes de masas no han sido juzgados, es decir, permanecen impunes. Son los genocidios olvidados. El "antifascismo global" hace posible esta situación totalmente incompatible -en buena lógica- con la machacona cháchara propagandística sobre "la democracia y los derechos humanos".  La jerigonza que legitimó tales atrocidades se ha extendido a los políticos de la derecha liberal, obedientes, con la complicidad de los Estados Unidos de América, al sionismo racista, supremacista y genocida del Estado de Israel.
 
En la política, la prensa, la cultura, la educación y hasta la propia red, el antifascismo funciona  a pleno rendimiento como código simbólico estigmatizador de los ciudadanos disidentes; tal vez a la espera del día, ya próximo al parecer, en que tenga que recurrirse a la coartada antifascista del "mal absoluto" con los fines asesinos que la caracterizan y la han caracterizado desde su aparición en la historia. Recordemos una frase del informe Lindblad citado arriba:
Literalmente no hay un país (o una región) bajo régimen comunista que no pueda elaborar su propia lista de sufrimientos.
El  comunismo fue esencialmente criminal, cuando no genocida. Pero lo fue en tanto que antifascista. Y el antifascismo ha sobrevivido al comunismo porque constituye un fenómeno consustancial al "progresismo" moderno. No es, en efecto, únicamente comunista, ahora podemos verlo con claridad, sino también "capitalista". Es un monstruo parido por Yahvé, léase: por el monoteísmo judeocristiano (aquello que Heidegger denominara la "ontoteología")... El fascismo se propuso la extirpación de "la máquina de matar" como una de sus metas fundamentales. Sólo el fascismo se enfrentó, así, a la asesina "utopía profética" en cuanto tal. Las democracias occidentales aliáronse en cambio con el comunismo y posibilitaron la comisión de sus atrocidades. Impensable la victoria soviética contra el Tercer Reich sin el generoso concurso del capital americano. Que el liberalismo sionista haya "heredado" el antifascismo no resulta pues casual. Saquemos, de una vez, las consecuencias de este hecho. Pero el "intelectual de izquierdas" (Oriol Malló, por ejemplo) es un engendro deforme descendiente del sacerdote judeocristiano e incongruente con toda forma de veracidad.  

El artículo 58: formalización penal del estigma
 
De las víctimas del antifascismo, una buena parte fueron formalmente acusadas de tales. Fascista era, bajo el estalinismo, cualquiera que el régimen soviético señalara al azar para cubrir las estadísticas de "detenciones", es decir, las cifras obligatorias preestablecidas de "enemigos del pueblo" que justificaban la simple existencia de los aparatos de represión y el reclutamiento de la necesaria mano de obra esclava para la construcción del "paraíso":
Ya sabíamos que "fascistas" era el apodo de los del Artículo 58, puesto en circulación por los perspicaces cófrades y aprobado con gusto por las autoridades: en otro tiempo los llamaban "KR" pero después el nombre perdió fuerza y se necesitaba una etiqueta más precisa (Alexandr Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, t. II, Barcelona, Tusquets, 2005, p. 180). 
La acusación de fascista y el lenguaje antifascista devino poco a poco, a través del régimen comunista soviético aliado de occidente durante la Segunda Guerra Mundial, legitimación de todas las atrocidades de la Modernidad progresista (de derechas o de izquierdas). Hasta el punto que, por supuesto sin consultar a las víctimas, los ideólogos neoliberales decidieron aplicar el calificativo de "fascistas" a los propios asesinos del gulag, es decir, convalidaron su lenguaje convirtiendo a aquéllos en objetos del mismo para mayor escarnio de cualquier noción o posibilidad de crítica racional a las raíces judeocristianas del fenómeno. Consagraron así unas prácticas criminales que occidente no renuncia a continuar empleando contra los presuntos enemigos del "bien absoluto", léase: del Yahvé capitalista, sionista y neoliberal en fase de consolidación a escala mundial. El ídolo del "progreso" ha cambiado otra vez de residencia, algo ya habitual en él, pero no de carnicera idiosincrasia asesina.

Balance total de víctimas

El monto total de víctimas del comunismo oscila entre un mínimo de 100 millones y los 150 millones de personas. El primer balance provisional fue establecido por Stéphane Courtois en su obra El libro negro del comunismo, publicada en francés en 1997:

No obstante, podemos establecer un primer balance numérico que aún sigue siendo una aproximación mínima y que necesitaría largas precisiones pero que, según estimaciones personales, proporciona un aspecto de considerable magnitud y permite señalar de manera directa la gravedad del tema: URSS, 20 millones de muertos. China, 65 millones de muertos. Vietnam, 1 millón de muertos. Corea del Norte, 2 millones de muertos. Camboya, 2 millones de muertos. Europa oriental, 1 millón de muertos. América Latina, 150.000 muertos. África, 1,7 millones de muertos. Afganistán, 1,5 millones de muertos. Movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder, una decena de millares de muertos. El total se acerca a la cifra de cien millones de muertos (Courtois, S., El libro negro del comunismo, Barcelona, Planeta, 1998, p. 18). 

Como ya hemos apuntado, a pesar de las evidencias sobre el carácter universalmente genocida del comunismo y de la relación entre la jerigonza antifascista y el dispositivo de terror inventado por los bolcheviques, la "democracia liberal", es decir, la oligarquía, ha adoptado el "antifascismo" rizando el rizo del cinismo y acusando a Stalin de ser el peor de los "fascistas" (André Glucksmann). Este triunfo final de la "revolución" y del imaginario "progresista" en lo simbólico, que le permite además ostentar a Stalin,  al mismo tiempo, el título de "vencedor de Hitler" sin que la simple lógica tenga que abochornarse, define la miserable cotidianeidad de la nueva dictadura neoliberal sionista de Wall Street, cuyas atrocidades no han hecho más que empezar. Nosotros somos las próximas víctimas.  

El caso de la "derecha antifascista" en España
 
Si usted tenía aspecto de no ser "feliz" en el paraíso de Yosef Stalin,  convertíase inmediatamente en sospechoso ante la policía política soviética. El antifascismo nace a propósito de España como estrategia estalinista de los frentes populares. George Orwell escribió entonces y no en vano su Homenaje a Cataluña: un testimonio de la praxis antifascista documentado en el lugar en que ésta mostró su verdadero rostro a los intelectuales de izquierda que no habían renunciado todavía, como ha renunciado hogaño Oriol Malló, a pensar por sí mismos.

En la actualidad, y a pesar de aquello que establece la Constitución Española -la isonomía o igualdad ante la ley- en lo tocante a la libertad ideológica, cualquier ciudadano puede ser objeto de investigación policial porque un simple funcionario, verbi gratia un fiscal, considere que las "ideas" de ese ciudadano son "fascistas". ¿Herencia de la cheká y el gulag? No, en el caso que nos ocupa, herencia de la Palestina ocupada por Israel, vehículo a través del cual el antifascismo institucionalízase en occidente sobre un terreno ya abonado por la izquierda marxista. 
 
El antifascismo estigmatizador opera como lenguaje de la cultura, la política y las prácticas de represión capitalista-sionista. Los desahuciados españoles fueron acusados de "neonazis" por la corrupta dirigente del Partido Popular María Dolores de Cospedal. La propia derecha católica que, en España, durante la Guerra Civil (1936-1939), salvó vidas y haciendas de las garras estalinistas gracias al heroísmo de los camisas azules falangistas (="fascistas"), tiene hoy la sinvergonzonería de llenarse la boca con la jerga de Stalin.


!Habría que ser ya un grandísimo hijo de Bárcenas para burlarse así de los torturados, pero la cosa roza lo inconcebible en la abyección cuando observamos que esas víctimas pisoteadas por partida doble resultan ser ascendientes familiares de los propios dirigentes del Partido Popular (=Alianza Popular=partido neofranquista español)! Mentirosos y corruptos, tales "líderes" son, además, en justa consecuencia, seres carentes de dignidad política, pillos encorbatados que emplean, contra sus críticos, contra ciudadanos indignados por las políticas antisociales del neoliberalismo, los mismos discursos criminógenos que los verdugos de Paracuellos esgrimieron contra sus abuelos; discursos de los cuales les rescataron, precisamente, los militantes "fascistas" de Falange Española de las JONS.

Fenómeno análogo se observa entre los referentes ideológicos y morales de colectivos de víctimas de ETA, según  acreditamos en una entrada anterior.
 
¿Carecía, en fin, la causa anticomunista de los fascistas de todo argumento válido? No puede sostenerse tal impostura ante la evidencia de aquéllo que el comunismo fue. ¿Cómo formular entonces el significado de una virtual "fundamentación del fascismo"? Hete aquí la gran pregunta planteada por Ernst Nolte y cuya pertinencia Jacques Derrida, a regañadientes, reconociera a la postre a propósito de Heidegger y Nietzsche, aunque nunca osara responderla. Les he formulado la cuestión intelectual y política, por antonomasia, del siglo XXI. La actualidad del fascismo sigue ahí a través de la obsesiva y persistente "negación" antifascista.


Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
 
3 de agosto de 2013
DOCUMENTACIÓN ANEXA

“El Holocausto marca un corte en la cultura”


Contra la visión dominante sobre el Holocausto judío, que tiende más a verlo como expresión de un mal absoluto que a encontrar sus raíces históricas, el historiador Enzo Traverso intenta insertarlo en la evolución de las sociedades europeas que dieron a luz al racismo y al colonialismo.


–Enzo, podríamos comenzar por preguntarnos ¿por qué razón la memoria del Holocausto se transforma en lo que has llamado “una religión civil” y adquiere una dimensión tan importante recién en las últimas décadas del siglo XX, siendo que se trata de un proceso ocurrido en los años ’40?

–Esa transformación de la memoria del Holocausto en religión civil del mundo occidental está vinculada al fin del siglo XX que se puede datar con la caída del Muro de Berlín en 1989, el derrumbe de la URSS, el fin de la Guerra Fría. El siglo XX toma entonces un perfil de época de violencia, guerras, totalitarismos y genocidios. El concepto mismo de genocidio es forjado en el siglo XX, y entonces la memoria del Holocausto deviene un paradigma de la violencia, casi una metáfora del siglo en su conjunto.

–Eso representa una ruptura muy fuerte respecto de las lecturas dominantes en las décadas anteriores sobre la historia del siglo XX. Era común hablar entonces del siglo de las revoluciones, el siglo de la izquierda, de las grandes confrontaciones ideológicas y, de pronto, este nuevo proceso memorialístico lo considera un siglo de totalitarismos y de violencias que resultan difíciles de explicar.

–El humanitarismo se convierte en una categoría analítica que interpreta toda la historia del siglo y el pasado aparece como una confrontación binaria entre verdugos y víctimas. La violencia casi no se explica, se estigmatiza para, con una mirada bastante apologética, legitimar el orden político y económico: la sociedad de mercado y la democracia liberal como antítesis del totalitarismo. El siglo XXI empieza con la caída del comunismo y la toma de conciencia de que las revoluciones del siglo XX fracasaron. El siglo XXI comienza sin utopías y fue caracterizado como post ideológico. Todo el contexto favorece una focalización obsesiva sobre la violencia y las víctimas, olvidando las revoluciones fracasadas que son asimiladas a los totalitarismos.

–1989, año de la caída del Muro de Berlín, es también el del bicentenario de la Revolución Francesa, oportunidad para que buena parte de la intelectualidad y el mundo oficial europeo declarara, en palabras de François Furet, el fin de la Revolución Francesa y de la misma idea de revolución. Ese año, en Argentina, en ese contexto internacional de negación de la historia y las confrontaciones ideológicas, el presidente Carlos Menem trajo al país los restos de Juan Manuel de Rosas, personaje cuestionado por toda la oposición liberal, cuyos restos seguían en Inglaterra desde su muerte, en las últimas décadas del siglo XIX. Esa reparación histórica fue presentada como constatación de que habían desaparecido las contradicciones profundas entre los argentinos. Menem, que visitó ese año a Felipe González, Gorbachov y otros líderes, volvió diciendo: “En todas partes ya no se habla más del socialismo ni de la revolución, el capitalismo ha triunfado”. En ese momento se dictan los indultos a los comandantes condenados en el Juicio a las Juntas en 1985. El retroceso de las políticas de memoria en la Argentina se inscribe también en la visión de un mundo reconciliado, donde ya las ideologías han desaparecido y entonces tampoco tendría sentido que la historia argentina siguiera siendo un terreno de disputa. Para afirmar esto, con un gesto muy fuerte, Menem visita a uno de los jefes del golpe militar que derrocó a Perón en 1955, el almirante Rojas, e incorpora a su gobierno a otro de los dirigentes de ese golpe, el ingeniero Alsogaray, un economista ultrarreaccionario. Esto generó gran confusión política e ideológica, no sólo en el peronismo; a los argentinos nos costó reencontrar el rumbo y tener propuestas de futuro, y me parece que esto algo tiene que ver con el proceso que sufrió la tradición antifascista en Europa.

–Después de 1989 se tiene la ilusión del fin de la historia y se puede proceder a una reconciliación con el pasado. El menemismo participa, creo, de esa ilusión del siglo XXI, como siglo post totalitario que marcha hacia la prosperidad neoliberal y la democracia liberal como sistema. En España, viejos republicanos y miembros de la División Azul que Franco envió a Rusia con el ejército alemán desfilaron juntos, fraternizando los conflictos del pasado. En Italia, también se quiso acabar con el conflicto entre fascismo y antifascismo, diciendo que todos eran patriotas. Pero fue un momento, una etapa, porque el pasado aparece otra vez como matriz de memorias conflictivas. No ocurre lo mismo con el Holocausto, porque es la memoria de un genocidio universalmente reconocido y el nazismo está condenado por la historia, no es un pasado de guerras civiles que todavía producen conflictos en el presente. El éxito de la memoria del Holocausto está vinculado con su dimensión relativamente a-problemática, no conflictiva, consensual.

–En el caso argentino, el Holocausto fue una referencia importante, conocimos esta nueva orientación memorialística, pero otras influencias actuaron en sentido contrario, incluso dentro de la cultura judía. Por ejemplo, los trabajos de Yerushalmi sobre la tradición judía contribuyeron a conformar un deber de memoria. El pueblo judío, cuando era el pueblo del libro, que no tenía un territorio, un Estado, reafirmaba su identidad a través de esta memoria de los libros sagrados. Esto en un país donde la influencia de la cultura judía es importante y donde tuvimos en ese década de 1990 dos atentados muy serios contra la embajada y contra la mutual judía. Entonces si la influencia de la memoria del Holocausto en Europa podía tener a veces un sentido deshistorizador o despolitizador, la cultura judía jugaba a favor de la afirmación, de la necesidad, de la memoria. Y también fue muy importante la influencia de Walter Benjamin, con esa curiosa mezcla de marxismo herético y mesianismo judío, para que pudiéramos pensar que, lejos de considerar cerrado el pasado, es posible recuperar la historia de los vencidos.
–El éxito del libro muy conocido de Yerushalmi está vinculado sobre todo con su título: Zachor (recuerda, no olvides). Aparece como una especie de amonestación a la memoria, el deber de memoria. Y, como decías, es también la época en que Benjamin aparece como referencia para pensar una articulación nueva entre historia y memoria. En este cambio de siglo, cuando el XX aparece como un siglo que se acabó y al mismo tiempo sigue tan presente en la memoria de los individuos y de las sociedades, separar historia y memoria se hace problemático, artificial. Por décadas el Holocausto apareció como una dimensión marginal de la historia de la Segunda Guerra Mundial. Y pasó tiempo para que esa experiencia, ese acontecimiento, se grabe en la conciencia histórica europea. Y entonces esa focalización obsesiva sobre el Holocausto es también un intento de recuperar el retraso, una Europa que quiere expiar su pasado. La conciencia de ese pasado y la voluntad de expiarlo produce esa transformación del Holocausto en objeto de culto, con una memoria que toma rasgos de religión civil sacralizada, ritualizada con sus propios símbolos y liturgias.
–La afirmación del Holocausto como religión civil pone como figura central a las víctimas. Y esto permite hacer un paralelo con el caso argentino en los primeros años del restablecimiento de la democracia. Entonces se afirmó la llamada Teoría de los Dos Demonios, que sostenía que frente a los militares golpistas otro sector desarrollaba también la violencia y, aunque se señalaba que la criminalidad de los dictadores era mayor, ambas violencias eran condenadas y, frente a esa condena de los extremos, aparecía una sociedad inocente, sin ninguna culpa, que tampoco parecía haberse enterado o haber entendido demasiado lo ocurrido. Esto hizo que se estudiara poco el período anterior a la dictadura, que era lo que hubiera permitido explicar la irrupción militar y llevó a homenajear a las víctimas como tales, ignorando que la gran mayoría de ellas eran militantes de un proyecto que la dictadura había venido a enfrentar. Esto es muy parecido a lo que pasa en España, cuando Rodríguez Zapatero dice: “Me interesan las víctimas no importa de qué sector sean”, como si hubiera sido lo mismo pelear por Franco que por la República. Pero esa explicación de la dictadura con la Teoría de los Dos Demonios resultó insuficiente frente a la demanda de una sociedad que quería justicia, la que se estaba negando a través de los indultos y las leyes de impunidad, y reclamaba una explicación más seria. Era necesario saber por qué había venido el golpe, qué habían tenido que ver otros sectores civiles, empresariales, eclesiásticos, incluso se interrogaba –y nos seguimos interrogando– también sobre el comportamiento político de los sectores que fueron víctimas de la represión. Me interesó mucho un trabajo tuyo sobre la dificultad que existe en Europa para asociar las víctimas y los luchadores, que es lo que se supone que fueron la mayoría de aquéllas. Creo que en esto hemos avanzado mucho en Argentina desde el 2003 con las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. El fin de la impunidad significó también un avance en el conocimiento y la comprensión de la historia reciente.
–Yo no tengo mucha familiaridad con esos debates argentinos alrededor de la Teoría de los Dos Demonios, pero siempre me pareció una especie de transferencia, en el contexto argentino, de la teoría del totalitarismo que identifica comunismo y fascismo como dos caras de la misma moneda. La violencia del estalinismo y la violencia del nazismo son cualitativamente distintas, reunirlas en una misma categoría me parece desde un punto de vista historiográfico muy discutible. Pero en el caso de la Argentina, aun más, porque la teoría de los dos demonios establece una identidad entre la violencia de las organizaciones que practicaban la lucha armada y la violencia del terrorismo de Estado, dos fenómenos cuya unión en una categoría me parece epistemológicamente absurda. No soy un apologista de la lucha armada o un nostálgico, pero hay que historizar, comprender un contexto argentino y latinoamericano. Organizaciones políticas que trabajaban en una revolución popular, para movilizar la sociedad. El terror del Estado tenía una amplitud y un objetivo totalmente diferentes: aterrorizar a la sociedad para establecer un régimen autoritario y una dictadura. Entonces es una teoría que me parece que oculta más que esclarece el pasado. La violencia del Estado en el caso de la dictadura argentina quería disciplinar a la sociedad en su conjunto, imponer un régimen autoritario, pero golpeaba prioritariamente a luchadores. Recordarlos exclusivamente como víctimas de un régimen que aplastaba los derechos humanos me parece una operación cuestionable. Un niño que murió en una cámara de gas es una víctima y no se puede definir de ninguna otra manera, pero no es el caso de un militante de una organización judía de izquierda que participó en la insurrección del gueto de Varsovia. Recordarlos exclusivamente como víctimas constituye una pobre interpretación del pasado, reducido a una confrontación entre los verdugos y las víctimas, y éstas no siempre son pasivas, pueden ser sujetos políticos. Se dibuja otra tipología más compleja introduciendo la categoría de los vencidos: perseguidos por lo que hacían y no solamente por lo que eran. La memoria del Holocausto se impuso como una memoria que ignora los diferentes sujetos de la historia y habría que reintroducirlos. Mi impresión es que en la Argentina se hace un trabajo muy interesante de historización de la década de los ’60 y ’70, de superación de la etapa de la mera o exclusiva conmemoración, hay una necesidad ético-política de una piedad para los muertos, pero se va más allá. Hay una necesidad de comprender lo ocurrido. Me parece que en la Argentina se hace ese trabajo mucho más que en Europa con respecto al Holocausto, a la Segunda Guerra Mundial, a la resistencia.
–Sí, en el caso argentino, la Teoría de los Dos Demonios y la figura de la víctima sin más connotaciones históricas ni políticas empieza a perder vigencia a mediados de los años ’90. En ese momento surgen estudios y, también obras de teatro, ficciones, películas que empiezan a problematizar la memoria de la dictadura y de las luchas populares anteriores y algunos trabajos muestran que el objetivo de la dictadura no era solamente enfrentar a la guerrilla sino desarrollar lo que podríamos llamar un proyecto de reestructuración regresiva y disciplinamiento de la sociedad. Aparecen trabajos de investigación periodística pero después también de los historiadores sobre el período de los años ’70 y la dictadura y ahí nos introducimos en la discusión acerca de la relación entre historia y memoria y se plantea la pregunta acerca de si es posible hacer historia reciente. Y en el caso argentino era historia muy reciente. La obra de Pierre Nora, muy influyente entonces, planteaba una separación muy drástica entre historia y memoria: sólo se podría hacer historia de un objeto que ya se ve como absolutamente distante, congelado. Y en la Argentina estaba absolutamente presente y caliente. Sin embargo se empezó a hacer historia sobre ese periodo y los historiadores que empezaron a trabajar sobre los años ’70 tuvieron que imponerse una tarea de reflexión crítica muy fuerte en torno de un material que era, fundamentalmente, testimonial. Y también algunos plantearon que el testimonio era subjetivo, que el testimonio no podía servir como base para el trabajo de la historia, lo cual hubiera sido muy complicado en la Argentina, porque dado que la dictadura había ocultado las constancias de archivos –en la mayoría de los casos, hasta el día de hoy, no se han podido recuperar– la materia prima con la que se trabajaba, el insumo, eran los testimonios.
–En el caso de América latina, en la época más reciente, el estudio de las décadas de los ’70 y los ’80 estableció una reflexión nueva y muy fructífera sobre la relación de historia y memoria, problematizando esa dicotomía. Los investigadores empezaron a advertir que para comprender esa violencia había que utilizar a los testigos como fuentes. Raúl Hilberg, gran historiador del Holocausto, tomó la decisión de ignorar los testigos, trabajando exclusivamente archivos. Hizo un trabajo extraordinario, pero al mismo tiempo muy frío: reconstruye el Holocausto en su anatomía, en sus estructuras, pero no como proceso en el cual los protagonistas tienen su voz, su subjetividad, una manera de actuar de reaccionar, de participar. Y para hacer eso hay que introducir la memoria. E introducir la memoria no es fácil porque el testigo habla como representante de las víctimas que no tienen voz para hablar. Entonces hay como una sacralización del testigo, y entonces es difícil discutir esa versión. Pero un investigador tiene que trabajar sobre los testimonios como fuentes. Y debe verificarlas, contextualizarlas, porque tienen contradicciones: las fuentes y la memoria oral son, por su propia naturaleza, subjetivas. Como dice Primo Levy, el testigo percibe una parte muy pequeña de un proceso mucho más amplio. Pero al mismo tiempo creo que es imposible trabajar sobre esos acontecimientos sin tomar en cuenta los testigos.
–Quizás, Enzo, sería importante para contextualizar lo que venimos charlando recordar algunos aspectos de tu formación y tus primeras inquietudes. Empezaste trabajando sobre los marxistas y la cuestión judía y los dos temas resultan hoy importantes para discutir: cómo se ve la doctrina de Marx después de la llamada crisis del marxismo y la relación intelectual muy fecunda y muy particular que has establecido con el pensamiento judío de Europa central. Autores como Walter Benjamin, Adorno, Hannah Arendt, con quienes hay un diálogo importante en tus trabajos. Fuiste conocido en la Argentina por un reportaje que te hizo la revista Políticas de la Memoria, en 2005, donde afirmabas que después de lo ocurrido sólo puede pensarse en un marxismo melancólico y utópico. Esto da cuenta de que ha habido una derrota y que hay muchas cosas que cuestionar y repensar. Y por otro lado, en el descubrimiento de Benjamin en la Argentina tus libros han sido una ayuda significativa. Tu rescate del pensamiento judeoalemán no excluye una visión crítica de estos autores. Estoy pensando en Hannah Arendt, de quien destacás aportes importantes y, al mismo tiempo, criticás también su concepción sobre el totalitarismo.
–Marxismo melancólico es una definición que tomo prestada de un amigo que falleció hace poco tiempo, Daniel Bensaid. Esa definición es muy benjaminiana porque hay en la obra de Benjamin una reflexión sobre la melancolía que es también una postura epistemológica. Es la toma de conciencia del fracaso de las revoluciones. En Europa, Asia y Latinoamérica hubo revoluciones con sus particularidades políticas y culturales, estrategias muy diferentes, pero todas tenían una filosofía de la historia como presupuesto. Una visión de la historia como marcha hacia la emancipación de la humanidad en su conjunto. Una visión teleológica, la historia con su orientación, su dirección. Y también había un modelo de revolución, un paradigma militar, la revolución es el pueblo que toma las armas para luchar y liberarse. Y esa visión global de las revoluciones y ese modelo también fracasaron. Y entonces pensar un cambio, una trasformación del mundo es una necesidad. Pensar la posibilidad de una nueva utopía de cambio requiere un balance crítico de las experiencias revolucionarias del siglo XX. Ese balance se carga de una melancolía muy grande, es la memoria de los vencidos, de esos combates tan grandes, tan generosos, que movilizaron millones de seres humanos. Y hay que tratar de que esa melancolía por la derrota no se transforme en una contemplación pasiva de las catástrofes del pasado. Hay que mantener una perspectiva de transformación, de innovación, de invención, de imaginación utópica. Una tradición de pensamiento crítico, marginal al siglo XX, ahora toma una importancia muy grande. La Escuela de Frankfurt participa de esa aventura del marxismo en el siglo XX, pero en una perspectiva marginal, herética, dialéctica, que no acepta esa visión teleológica de la historia. Benjamin tiene una sensibilidad muy grande con respecto a los vencidos de la historia, mucho más preocupado por guardar las memorias de los vencidos que por celebrar los éxitos de los vencedores.
–La concepción hoy dominante sobre el Holocausto no ofrece explicaciones históricas muy claras de cómo pudo producirse. Esas explicaciones seguramente deben buscarse en las crisis del Viejo Mundo pero también en los ejercicios de poder y de violencia que las naciones europeas hicieron en sus colonias. Los campos de extermino aparecen antes en el mundo colonial que en Europa. Es interesante que hayas integrado el colonialismo entre los antecedentes de la violencia nazi. Algo que no ha sido común entre los pensadores europeos.
–Latinoamérica puede jugar un papel de transmisión muy importante, porque creo que el peso de la derrota es mucho más fuerte en Europa que aquí. En ningún lado se resiste al neoliberalismo como en América latina. Hay que reconocer el fin del eurocentrismo, Europa hace mucho comprendió que no es más el centro del mundo y, desde un punto de vista geopolítico y económico, la provincialización de Europa ocurrió hace décadas. Pero todavía siguió pensándose culturalmente, intelectualmente, como el centro del mundo. En cuanto a la inteligencia judía de Europa central, fue una cuña del pensamiento crítico, de vanguardia, porque esa inteligencia estaba profundamente integrada en las sociedades, en las culturas europeas y al mismo tiempo tenía una posición marginal, por causa del antisemitismo, de la estigmatización. El encuentro entre los judíos y el marxismo se hizo en ese contexto. Después de la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo declinó y ésa es una muy buena cosa. Europa se liberó de ese demonio que la había impregnado por siglos. Pero la inteligencia judía, todavía poderosa, no es más empujada hacia la revolución, la crítica, el anticonformismo. El siglo que fue en su primera mitad de Trotsky, la figura simbólica de la revolución, se vuelve en la segunda mitad el siglo de Kissinger, el estratega de la contrarrevolución. Existe, por supuesto, una tradición de pensamiento crítico judío, en la Argentina, es una tradición que se perpetúa, a pesar de que las condiciones históricas que la generaron no existen más.
–Enzo, estamos en el Centro Cultural de la Memoria, y aquí se hacen trabajos de reflexión, de investigación, de estudio, pero también abordajes creativos, artísticos, literarios, en relación con los temas de la memoria, del horror. Y esto, necesariamente, nos ubica en un gran debate que se dio en Europa. Esta idea del Holocausto como algo inefable, de lo que no se puede o no se debe hablar, que no se puede representar, que no justifica o legitima abordajes artísticos, o literarios. Y que entonces tampoco se puede explicar. Aquí en la Argentina también hubo algunas resistencia a la idea de que se podía hacer por ejemplo ficciones sobre la dictadura y también se discutió en torno de la creación de nuestro Centro Cultural. De alguna manera, estas discusiones son tributarias de la discusión europea que llegó a afirmaciones tremendas, como aquella frase de Adorno “no se puede hacer poesía después de Auschwitz” –que él mismo relativizó después– o la de Claude Lanzmann, que hace una película monumental sobre la Shoá y después dice que no hay nada que explicar, no hay ningún para qué que tenga sentido plantearse. Esta es una discusión que no está del todo agotada en la medida en que subsiste esta idea del Holocausto como fenómeno único que no podría compararse, y si no puede comparase no se puede estudiar, no se puede pensar.
–Esos son planteamientos que yo critico porque me parece una forma de oscurantismo. Y desde un punto de vista pedagógico son aberraciones, ¿cómo explicar a los niños que hay que recordar un acontecimiento que no se puede explicar? El Holocausto como acontecimiento impensable, irrepresentable, inexplicable, normativamente incomprensible. Curiosamente, muy pocos acontecimientos han sido objeto de tantas representaciones de todo tipo, literario, fotográfico, cinematográfico, plástico. Hay también que contextualizar el aforismo de Adorno, lo que quería decir no era que no se puede escribir una poesía después de Auschwitz, sino que no se puede más escribir poemas como se hacía antes. El Holocausto marca un corte en la cultura. Y la cultura no puede seguir, no puede producir obras de arte sin expresar esa herida que el Holocausto produjo en el cuerpo, en este caso de Europa. La mirada de Adorno era más universal, el Holocausto como metáfora de las violencias del siglo en su conjunto.
–Un episodio por grave o importante que fuera y por tremenda que haya sido su influencia en la historia y la cultura universal, como es el caso del Holocausto, no puede dejar de ser comparable con otros.
–La memoria del Holocausto no puede simplemente ser el paradigma con respecto al cual las otras memorias de violencias o de traumas puedan definirse. Hay que dialogar con otras experiencias que pueden tener el mismo papel en otros contextos. Ese discurso sobre el carácter irrepresentable coexiste hoy con la apropiación del Holocausto por Hollywood, es una paradoja. Entonces hay que salir de ese discurso, que es estéril. Para comprender el Holocausto hay que compararlo y abandonar una visión teológica, religiosa, de la memoria. Por supuesto es necesario comparar las violencias del nazismo y del stalinismo. Esas violencias no se pueden explicar separadas una de otra, pero al mismo tiempo las diferencias son muy grandes, desde las ideologías que las inspiran, las víctimas y los enemigos que eligen, las estructuras, los sistemas de poder. La comparación para ser fructífera tiene que destacar las afinidades y las diferencias. Y la categoría del totalitarismo aplasta todas las diferencias. Por supuesto se puede comparar la violencia de la dictadura militar en Argentina con la violencia del nazismo, y eso explicaría también las diferencias profundas que existen entre esos dos tipo de violencias.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Las posiciones de este historiador italiano pueden resultaros interesantes para discutir... Saca el holocausto del lugar sagrado e intocable y admite las discusiones, comparaciones, etc. Por ese lado empieza a caer el mito.

http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-226055-2013-08-05.html

Saludos.

Frel dijo...

Como ya se ha comentado en otras ocasiones la hegemonía del llamado antifascismo radica en la falsificación y en la ocultación histórica, es la base de su funcionamiento. Obviamente si la historia se contase de forma objetiva, tal como se expone en el texto de la entrada(aunque sea una síntesis sobre el tema) el poder de la oligarquía en gran parte se desmoronaría como un castillo de naipes.
Por eso tienen un gigantesco aparato burocrático a su servicio y bien subvencionado, para evitar que la realidad salga a la luz.

Un saludo al blog.

ENSPO dijo...

Gracias por las aportaciones realizadas con buena fe y voluntad constructiva.

El último post es sintético, ciertamente, en el sentido de que resume mucho de lo trabajado a lo largo de años, y tiene que ser así para que el blog esté abierto a quienes llegan ahora (nuevos usuarios) y desconocen todo lo anterior.

Pero esta entrada hace también hincapié en un hecho, planeado ya en el sitio y que desarrollaremos, a saber, que el fascismo es una respuesta a la "barbarie bolchevique". Se trata de la famosa tesis de Nolte, causa de la "polémica de los historiadores" en Alemania.

Si estamos hablando de una legitimación del fascismo, hay que entender que éste se basa en una comprensión del gulag desde una determinada perspectiva ideológica. El fascismo entiende el gulag como la consecuencia de una herencia (la judeocristiana) y como alternativa a esa herencia.

La fundamentación del fascismo, su legitimación, resulta inseparable de tal exégesis histórica. El fascismo propone, en lo abstracto, un concepto de HISTORICIDAD FINITA en que la utopía profética YA NO SEA POSIBLE. Y lo hace en función de una verdad ontológica trágico-heroica.

Lo filosófico y lo historiográfico, la teoría y NUESTRO COMPROMISO contra la OLIGARQUÍA ANTIFASCISTA, son inseparables, pero, no se confundan: cada aportación del sitio conlleva elementos novedosos que vamos introduciendo poco a poco para no colapsar el limitado formato de internet.

Saludos.

ENSPO dijo...

Hemos agregado al corpus textual de la entrada la entrevista a Enzo Traverso.

Gracias una vez más por la aportación, en este caso de un usuario anónimo.

Anónimo dijo...

"Este triunfo final de la "revolución" y del imaginario "progresista" en lo simbólico, que le permite además ostentar a Stalin, al mismo tiempo, el título de "vencedor de Hitler" sin que la simple lógica tenga que abochornarse, define la miserable cotidianeidad de la nueva dictadura neoliberal sionista de Wall Street."
Así fue y así es, esa dictadura sionista oligárquica-financiera fue la que proporcionó armamento en abundancia a los soviétios para vencer a Alemania, por tanto no es de extrañar que esta misma oligarquía ensalze tal "triunfo" frente a los alemanes, eso sí ellos mismos demuestran la falsedad de lo que fue la revolución bolchevique y quienes la financiaron y apoyaron.

Saludos.

Javier dijo...

No discutiré si el nazismo era capaz de exterminar a los prisioneros mediante envenenamiento por gas Zyklon B y hacer desaparecer sus restos. Es posible que fuera capaz.

Lo que sostengo es que no hay prueba alguna de que hiciera eso. Es más, existen pruebas contundentes de que no lo hizo.

Saludos.

Anónimo dijo...

No existen pruebas contundentes que demuestren tal exterminio, es cierto, como es cierto tambien que el mencionado gas se utilizaba para desinfectar los barracones.

ENSPO dijo...

El propio Goldhagen ha reconocido que toda la historia de las cámaras de gas es un artículo de fe aceptada por razones ajenas a la ciencia. Si lo dice este judío neoyorkino sionista, autor de "Los verdugos voluntarios de Hitler", por algo será. Tienen la cita transcrita en la columna derecha del blog. Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Goldhagen dixit: "suele creerse que los alemanes mataron a los judíos, por lo general, en cámaras de gas, y que sin éstas, los medios modernos de transporte y una burocracia eficaz, los alemanes no habrían podido matar a millones de judíos. Persiste la creencia de que, de alguna manera, sólo la tecnología posibilitó un horror a semejante escala (...) Existe la creencia generalizada de que las cámaras de gas, debido a su eficacia (que se exagera mucho), fueron un instrumento necesario para la carnicería genocida, y que los alemanes decidieron construir cámaras de gas en primer lugar porque necesitaban unos medios más eficaces para matar judíos. (...) Todos estos criterios, que configuran básicamente la comprensión del Holocausto, se han sostenido sin discusión, como si fuesen verdades evidentes por sí mismas. Han sido prácticamente artículos de fe, procedentes de fuentes distintas de la investigación histórica, han sustituido el conocimiento fidedigno y han distorsionado el modo de entender este período" (Daniel Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler, Madrid, Taurus, 2003, pp. 29-39).

Anónimo dijo...

Es un tema complejo por su censura y por el carácter dogmático que hay contra toda negación sobre el tema, de hecho está el ejemplo de los autores revisionistas que medinate sus libros afirman que no existieron dichas cámaras y los gaseamientos masivos, estos autores son censurados, son perseguidos, se han dado casos de agresiones e incluso de encarcelamientos, esto es verdaderamente lo que empuja a cuestionar la creencia de dichas cámaras de gases y de todo lo que cuenta la historia oficial, si es verdad y se puede demostrar¿Por qué esa censura hacia el tema?¿Por qué las prohibiciones de negarlo? ¿Por qué esas persecuciones? ¿Qué temen algunos?.
Además hay que tener en cuenta que las armas químicas(generalmente gases) se están utilizando desde la primera guerra mundial(incluso el mismo Hitler padeció una ceguera temporal debido a las armas químicas utilizadas durante dicha contienda), en muchas guerras se han utilizado y se siguen utilizando e incluso en los EE.UU., en algunos de los estados donde existe la pena de muerte utilizan la cámara de gas para las ejecuciones.

Anónimo dijo...

He conservado el anonimato por razones personales de reserva ante el aparato de inteligencia del sistema. Soy un seguidor argentino de Jaume Farrerons y sus esfuerzos. No nos rendiremos ante la oligarquía sionista, ¡jamás!.

ENSPO dijo...

Gracias por tu apoyo.

!Saludos a la Argentina desde España!

Anónimo dijo...


Amigos españoles, creo que esta cita de la correspondencia Heidegger-Jaspers puede resultaros interesante. Introduje algunas notas mías al píe:

"En 1933 y antes los judíos y los políticos de izquierda vieron en tanto que directamente amenazados más claramente y más inteligentemente y más lejos (1). Ahora nos toca a nosotros. No me miento a mi mismo. Se por mi hijo llegado de Rusia que mi nombre está otra vez a la orden del día y que la amenaza se puede hacer realidad en cualquier momento. Stalin no necesita declarar ya ninguna guerra. Todos los días gana una batalla. (2) Pero no "se" ve eso. Para nosotros no hay ninguna escapatoria. Y toda palabra y todo escrito es en si mismo un contraataque, aunque esto no se juegue en la esfera de lo "político", que hace mucho tiempo ha sido superado por otras relaciones del ser, llevando una existencia aparente".

Carta de M. Heidegger a Karl Jaspers. 8 de Abril de 1950.

1 - Pienso por ejemplo en la Escuela de Frankfurt.
2 - Me han comentado que el hijo de Heidegger estuvo detenido en un campo de concentración soviético. Por otro lado, Stalin fue quien inventó el lenguaje antifascista como recurso ideológico para justificar el exterminio y como manto de cobertura para cualquier crimen cometido por los "buenos" como en este blog se viene haciendo cada vez más claro. Creo que Heidegger se está refiriendo justamente a esto, pues no otra puede ser la "victoria" de Stalin: el lograr la implantación del lenguaje antifascista como imperativo impersonal del mundo de la pos-guerra.

ENSPO dijo...

Conocía esta carta de Heidegger, pero la verdad no la había relacionado con la cuestión en el sentido en que usted sugiere. Me parece una contribución muy valiosa al debate. Estudiaré el asunto. Sé que esta carta ha sido utilizada para "demostrar" que Heidegger nunca dejó de ser fascista.