Soldado alemán con gatos. |
Ser nacionalista no significa necesariamente amar única y fanáticamente a la propia nación, como ser individualista no significa tampoco necesariamente amarse sólo a sí mismo. Uno podría amar las naciones todas, que constituyen una suerte de sujetos colectivos, o las naciones en cuanto tales, cada una en su valor y diferencia. Los individualistas pretenden que ser individualista equivale a respetar al individuo en general como valor supremo. Altruismo, pues. Derechos humanos (=individuales, no nacionales). Nunca aceptarían que ser individualista signifique colocar al propio yo por encima de todo el universo, aunque dicha perversión axiológica también podría existir y, de hecho, constituye la enfermedad moral característica del sistema capitalista. Pese a ello, los sofistas liberales, ignorando los hechos y la lógica, insisten en imputar al nacionalismo que ser nacionalista representa una variante colectiva de la hemiplejía moral por excelencia, es decir, del egoísmo, pero elevada a la escala del grupo étnico-cultural o religioso. Y niegan que un nacionalista pueda ser aquél que reivindica 1/ la dignidad de las naciones, en tanto que entes históricos supra-indivduales formados por millones de personas, y 2/ el nacionalismo como concepción doctrinal seria y respetable con derecho a ocupar un lugar en la política democrática. Este dogma oligárquico, actualmente muy en boga, como todo lo anti-nacional, comporta un abuso intelectual, una trampa retórica que sólo pone en evidencia la endeblez ideológica del liberalismo y su afán de manipulación abyecta y sin escrúpulos. Basta formular la idea con un poco de detenimiento para percibir dónde radica el fraude e intuir los oscuros intereses globalistas que promueve.
Jaume Farrerons
La Marca Hispánica, 2 de julio de 2017
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