PUBLICADO EN LA REVISTA NIHIL OBSTAT NÚMERO 22 CORRESPONDIENTE AL PRIMER SEMESTRE DE 2014
El presente artículo no pretende
aportar una contribución científica a la historia de Cataluña. Renuncia de
antemano, en otras palabras, a “hacer historiografía” académica; más
modestamente, esbozará una simple aproximación preliminar al problema histórico,
político y filosófico de un fenómeno denominado “la Marca Hispánica”. El grado
de tensión y adoctrinamiento imperante en Cataluña por uno y otro bando –“españolistas”
y “catalanistas”- es tal que, en la actualidad, se ha llegado a cuestionar incluso
la realidad de dicho fenómeno. Ha
devenido ya pues, la Marca Hispánica, fenómeno puro, resultado de la
correspondiente “reducción” en el sentido fenomenológico de la palabra. Así, será
menester empezar por lo elemental, una cuestión casi filosófica: el ser o la
nada de la cosa misma.
Nuestra primera pregunta
resulta obligada: ¿existió la Marca Hispánica o fue sólo, en la mente de Karl der Grosse,[1]
una mera ocurrencia fallida? Ésta, poco más o menos, sería la tesis de la
Viquipèdia:
Durant el segle XVI
i XVII, i tal com ha reiterat Michel Zimmermann, el concepte Marca Hispànica
esdevingué un concepte historiogràfic sustentat per raons ideològiques a fi de
justificar, tant els drets de la corona francesa sobre territoris catalans, i
també per a situar-hi, de manera anacrònica, el naixement del Principat de
Catalunya.[2]
La
inequívoca conclusión de los “sabios” independentistas es la siguiente:
Durant la segona
meitat del segle XX els historiadors medievalistes José Antonio Maravall i
Casesnoves i Ramon d'Abadal i de Vinyals demostraren concloentment la
inexistència de cap Marca Hispànica com a entitat territorial o
administrativa, i que la locució Marca Hispànica fou solament un mer
recurs literari culte usat en els Annales regni Francorum. Tot i haver
estat refutada l'existència d'aquest ens territorial, durant els anys noranta
del segle XX l'historiador català Flocel Sabaté denuncià que el concepte
historiogràfic de Marca Hispanica, com a punt de naixement de Catalunya,
s'estava tornant a reviscolar i era reintroduit en manuals d'història de
Catalunya destinats a la formació d'estudiants de primària i secundària.[3]
Se afirma aquí la “inexistencia de la Marca Hispánica
como entidad territorial o administrativa”. Más todavía: el vocablo Marca Hispànica se reduciría a… ¡mero
recurso literario! Pese a ello, este fantasma apareció con reiteración en los
libros de historia y en manuales escolares hasta los años cuarenta y luego,
otra vez, insistente pese a su vacuidad, a partir de los años noventa del siglo
XX. ¿Una conspiración política, quizá? No cabe la menor duda sobre el sentido
de la asombrosa postura de Viquipèdia, la cual apela, además, a fuentes académicas
concretas y perfectamente identificables. La lid parece perdida para quienes,
basándonos en esa misma historiografía que la Viquipèdia denuncia ahora,
reivindicábamos desde el 2006[4] la
realidad histórica de la Marca Hispánica como núcleo del que surgiera, de forma
directa, es decir, sin solución de
continuidad, aquello que conocemos como “Catalunya”.
Pero, ¿qué pasa si entramos en la Wikipedia en
castellano? Véase:
La Marca Hispánica era el territorio comprendido entre la frontera
político-militar del Imperio carolingio con Al-Ándalus y los Pirineos, desde
finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y
condados. A diferencia de otras marcas carolingias, la Marca Hispánica no tenía
una estructura administrativa unificada propia. / Tras la conquista musulmana
de la Península Ibérica, los carolingios intervinieron en el noreste peninsular
a fines del siglo VIII, con el apoyo de la población autóctona de las montañas.
La dominación franca se hizo efectiva entonces más al sur tras la conquista de
Gerona (785) y Barcelona (801). La llamada «Marca Hispánica» quedó integrada
por condados dependientes de los monarcas carolingios a principios del siglo
IX. Para gobernar estos territorios, los reyes francos designaron condes, unos
de origen franco y otros autóctonos, según criterios de eficacia militar en la
defensa de las fronteras y de lealtad y fidelidad a la corona.[5]
Aquí no se niega la existencia de la Marca Hispánica. La
postura de la Wikipedia en castellano es que la Marca Hispánica carecía de
“estructura administrativa unificada propia” porque estaba gobernada por los
titulares de los diferentes condados. Ya veremos si esta afirmación puede
sostenerse. De momento limitémonos a confrontar las respectivas tesis de ambas
páginas de la Wikipedia.
La Viquipèdia (catalana)
concluye, en efecto, de la inexistencia de dicha “estructura administrativa
unificada propia”, la “no existencia” en
absoluto de la Marca Hispánica; razonamiento que, a todas luces, constituye
un abuso lógico, siendo así que los fenómenos históricos no se articulan
necesariamente en forma de estructuras administrativas unificadas. Para
acreditar esta pretensión, bastará una constatación básica: Catalunya no fue (oficiosamente)
una realidad política soberana hasta el siglo XI, cuando uno de los condes, el
de Barcelona, pasó a ostentar, de facto,
la función de príncipe. La primera asamblea catalana común, célula germinal del
futuro parlamento, se celebró en 1027. Nuestra fuente es aquí la página del
propio Parlament de Catalunya.[6]
¿Debemos concluir, pues, que Catalunya no
“existió” hasta entonces? ¿Surgió Catalunya ex nihilo en el acto mismo de constitución de la mentada asamblea?
Lo cierto es que Catalunya existía ya, de forma embrionaria, desde dos siglos
atrás y, precisamente, en calidad de Marca Hispánica o Marca de Gotia, el único concepto genérico, y
por cierto administrativo, que durante
los siglos IX y X dotaba de unidad a
los distintos condados catalanes. Por otro lado, si las realidades políticas
dependen de la facticidad empírica de los documentos administrativos, Catalunya
nunca habría sido “independiente”, porque sólo devino tácitamente “soberana” a
raíz del tratado de Corbeil con Francia, pero entonces era ya “parte” de la
Corona de Aragón.[7]
Uno no “paga” por un derecho del que ya es titular y no existe ningún sujeto
jurídico denominado “Catalunya” en el redactado de dicho “documento
diplomático”.
El presente artículo
consistirá en pertrechar la hipótesis de la existencia histórica de la Marca
Hispánica. La causa de los catalanistas que defendemos la realidad y el papel
decisivo de la Marca Hispánica en la génesis de Catalunya no estará así perdida.
Volveremos más abajo a retomar las fuentes historiográficas para refutar las
vergonzantes imposturas de los independentistas.
Significado
político y filosófico de la Marca Hispánica
Pero, ¿por qué sería tan
importante, a la postre, la comprensión de la Marca Hispánica? Veámoslo. Tres
son las razones éticas, históricas y políticas: a/ una hispanidad pre-castellana
y pre-española; b/ una germanidad política, no racial; y, c/ una europeidad
axiológica, ética, cultural, no meramente mercantil: lucha de Europa contra el
islam.
Esta realidad histórica
desecha, ayuna de sentido, la famosa cuestión de si Cataluña “pertenece” o “no
pertenece” al “Reino de España”. En realidad, la pregunta fructífera y
salutífera sería la que planteara en qué medida “España” y, singularmente, el
“Reino Borbónico de España”, “correspóndese” con Cataluña. Pues tan fraudulenta
como la Catalunya oligárquica, la Catalunya del pujolismo, es la “castiza” del “Reino de España”: emanaciones simétricas de idéntica traición a
Hispania. La Marca Hispánica no les dará jamás, por tanto, la razón a los españolistas. La Marca Hispánica se la
quita a unos y a otros por igual, precipitándolos, cual confusa algarabía, en
la abismal deshonra de un neotribalismo
ibérico pre-hispánico.
En primera instancia, efectivamente,
parece que los más perjudicados por el “ser” de la Marca Hispánica serían los
secesionistas, pues “hispánico” significa, tanto en su boca cuanto en la de sus
antagonistas tribales, lo mismo que “español”. Pero ya sabemos que para
adquirir el rango de genuino español patriota
hubo siempre que pasear con arrogancia señorial la “pureza de sangre”, a saber,
la condición de católico, monárquico, castellano y “de derechas”, en breve la
de burgués biempensante, un personaje que ha tratado a este país como su finca
privada desde hace siglos. Los “otros” (catalanes, vascos, ateos, trabajadores,
republicanos) seríamos, a lo sumo, españoles de segunda, sólo medio españoles, españoles sospechosos o
meritorios puestos a prueba en el ranking
de la honra nacional. La España eterna dixit.
De ésta tenemos en Cataluña mucha escoria residual, unos energúmenos dispuestos
a alegrarse –pero “se equivocó la paloma”– de que la Marca Hispánica convierta
Cataluña en una “región” que “pertenece” a “España” (=Reino Borbónico de
España). Siento decepcionar a estas personas tan importantes, cuyo odio a
Cataluña, a los catalanes, a la lengua y la cultura catalanas –y, por ende, a todo
lo que significa la Marca Hispánica– es tan feroz como el odio que los
independentistas de Montserrat, franquistas al revés, les profesan a ellos. ¡Qué
bien se entienden, en el fondo, todos, léase: CiU y el Partido Popular! ¡Con
qué arte nos están metiendo el supositorio del neoliberalismo tras el teatrillo
de las banderas! Porque los españolistas
no desprecian en el catalán al oligarca, al católico, al súbdito del “virrey”,
al derechista empetrecido: discriminan “lo catalán” como tal, depurado de
aquéllos otros trazos sociales que, a fin de cuentas, los “fachas” comparten con la pandilla de Artur Mas.
Habrá que recordar aquí algo
que, al perecer, acerté, en mi torpeza, a articular lingüísticamente por
primera vez y que comienza a extenderse como una consigna: “yo no soy español ‘y’
catalán, soy español porque soy
catalán”. Pero incluso esta fórmula ha quedado ya obsoleta por el descrédito
que connota –en las pituitarias- el “Reino Borbónico de España” y la
“españolidad”, a saber: que la tropa centralizadora, neoliberal, del “derecho a
castellanizar” como “no nacionalista” conduce no sólo al PP de Madrid (o, si
uno vive en Terrassa, a Ciutadans), sino a Tel Aviv y Washington, el mismo destino que los separatistas de la
Rahola. Estos enemigos del pueblo trabajador hispánico, que llevan siglos
usurpando la palabra “España” –igual que los “catalanistas” usurpan a casa nostra la palabra “Cataluña”– no
merecen, por tanto, beneficiarse de nuestro asco por la oligarquía local.
Rectifiquemos, pues: “no soy catalán y español, soy hispánico porque catalán”. Y cuando más ahondo en
mi catalanidad, tanto más aflora “lo hispánico” del fundamento, de la romana,
pagana y “gentil” auctoritas. Por si
fuera poco, añado que, siendo catalán, es decir, hispánico por antonomasia, no necesito acreditar mi condición de tal: “si
eres español, habla español”, o sea, habla “en cristiano”. No. ¿Depongo mi condición hispánica cuando hablo o escribo o leo en catalán? Antes bien, la
reafirmo en toda su integridad y, precisamente entonces, con la máxima radicalidad.
Pero, adviértase, es el
castellano el que “pertenece” a lo hispánico. Y la Marca Hispánica significa,
ante todo, Gothia Launia: un concepto
político y espiritual europeo que Castilla
no concede graciosamente a los catalanes, sino que Cataluña encarna y promueve
en España, en ocasiones a pesar de ella misma. España “forma parte”, pues, de
la Marca Hispánica y no a la inversa. Me quedo corto: el “Reino Borbónico de
España” representa, en todo caso, el verdadero
fracaso de Cataluña. El catalanismo
oligárquico secesionista exprésase en la metáfora de ciertos humores purulentos
que manan de una herida: el fiasco de España
como nación, la incapacidad del “Reino de España” en el quehacer histórico de
estar a la altura de Hispania por culpa, en parte, pero sólo en parte, de la
propia Cataluña. La traición del “Reino Borbónico de España” a Hispania es
aquello que, como catalanes, tenemos que proclamar en todos los foros para que
nuestra protesta se convierta en canción, poema y añoranza de la patria. De ahí la importancia,
pues, de la Marca Hispánica. La Marca Hispánica no es española, porque el “sentido de Europa” precede a todo
“concepto” de una nación pseudo moderna denominada “España” y con “capital” en
Madrid. Y, no siéndolo o, precisamente, por no serlo, confiere al carácter hispánico de Cataluña una virtualidad popular contra el separatismo catalán –oligárquico, católico, derechista– que moriría
de golpe, por colapso ético y conceptual, si se identificara la Marca Hispánica
–como ya ha sucedido en los fastos del 12 de Octubre-[8]
con todo aquéllo que representan, en Cataluña, partidos políticos como el PP o
Ciutadans: Sefarad.
Pero existe todavía una
segunda razón en virtud de la cual la Marca Hispánica resulta, como idea, letal,
desde el punto de vista político, para unos y otros, es decir, para
“secesionistas” (de Tel Aviv) y “unionistas” (de Sefarad). Es el carácter germánico de la Marca Hispánica. Un
rasgo “políticamente incorrecto” que conviene no confundir con ningún tipo de
etnicismo, pues la etnia germánica desempeña en Cataluña un papel
exclusivamente político, no racial.
Evidentemente, para que ello sea posible, debió haber “germanos de verdad” en
Cataluña, y los hubo, pero relativamente pocos desde el punto de vista de los
volúmenes demográficos étnicamente determinantes. Sin embargo, son germanos,
primero de etnia goda, luego franca, quienes fundan la Marca Hispánica. Esta circunstancia resulta rabiosamente incompatible
con todo el imaginario independentista, de signo antifascista, que identifica a
los germanos con los alemanes y a éstos, a su vez, con el “fascismo”, el
crimen, el mal… Además, se trata de germanos que operan en estricta condición
de militares, es decir, satisfaciendo
casi todos los tópicos y fobias idiotas del antifascismo, las cuales fúndense
en un cortocircuito intelectual que ha provocado, desde que osé recordar los hechos,
una virulenta reacción en la que se intenta negar, a cualquier precio, esta “realidad”
molesta en la genealogía de la actual Cataluña oligárquica.
Por último, una tercera razón
concita las iras todas de los separatistas contra la Marca Hispánica, a saber,
que ésta nace en lucha real, sangrienta e insoslayable de los catalanes-germanos originarios, que a la
sazón arraigaron en Gòtia, contra los
sarracenos-islámicos. Los
“gothaláunicos” conformaron una “comunidad combatiente” que experimentó la
verdad de la muerte y la elevó a estandarte en las “cuatro barras de sangre”
del Sein zum Tode (ésser-vers-la-mort: “ser para la
muerte”) heroico-trágico:
Algo
debe emerger, algo que no es el individuo como tal ni tampoco la comunidad como
tal. La camaradería de los soldados en el frente no tiene su fundamento en el
hecho de que se encontraron allí algunos porque faltaban otros que estaban en
otro lugar, tampoco en que se unieron en un entusiasmo compartido, sino porque
únicamente la cercanía de la muerte como una ofrenda redujo a cada uno a la
misma pequeñez (Nichtigkei) de tal
modo que ésta se convirtió en el origen de la irrecusable mutua pertenencia.
Precisamente la muerte, que todo hombre debe morir por sí mismo, justamente la
muerte y la disposición a convertirse uno en su víctima, es la que crea antes
que nada el espacio de la comunidad del cual emerge la camaradería.[9]
La Marca Hispánica convalida simbólicamente
la causa de los patriotas que, en Cataluña, nos oponemos sin dobles lenguajes
ni vacilaciones a la islamización de nuestra patria, mientras los supuestos “patriotas”
independentistas de la oligarquía, consumando la traición de su padre putativo
Jordi Pujol, arengan a la llegada masiva de inmigrantes, celebrando “el
mestizaje” universal y, en definitiva, la destrucción de esa Cataluña a la que
tanto dicen amar pero que, en realidad, entregan de hecho en bandeja, por unas pocas
monedas de plata, a los oligarcas del gran capital cosmopolita.
¿Existió
realmente la Marca Hispánica?
Dicho esto, regresémonos a la
pregunta inicial con plena consciencia de que no nos enfrascamos en un tema
meramente erudito, sino en una polémica donde se decide el futuro de nuestros
hijos. Nos limitaremos, como hemos dicho, a hacer acopio de una documentación
básica para emitir las correspondientes conclusiones provisionales. Tómese,
así, un volumen de la Història de
Catalunya de Ferran Soldevila y Ferran Valls i Taberner:
La Marca Hispànica.
Les marques eren regions de frontera que constituïen la defensa de l’Imperi
franc. Estaven sota la autoritat del marquès escollit pel monarca entre els
comtes que regien els diversos comtats que les integraven. La Marca Hispànica,
formada primitivament amb els territoris del nostre país conquerits pels francs
als sarraïns (comtats de Girona, Empúries i Barcelona-Ausona), i poc després
integrada també per alguna de les contrades on la dominació carolíngia s’havia
estès per influència (comtat d’Urgell-Cerdanya), estigué enllaçada força anys
amb la Septimània o Gàl·lia gòtica, constituint juntes el marquesat de Gòcia.[10]
El territorio
de “Gòcia” es también, y más comúnmente, conocido como Gotia, a caballo de los Pirineos
orientales y gobernado por los depositarios de la hispanidad imperial heredada de Roma, a saber, los godos, hasta la
fundación de la Marca Hispánica. Resulta difícil de creer que la Marca Hispánica
se reduzca a una mera invención literaria utilizada con fines de
adoctrinamiento españolista cuando historiadores consagrados de la talla de un
Ferran Soldevila o Ferran Valls i Taberner utilizan el concepto con tanta
soltura y despreocupación. La tesis de la
Viquipèdia da mucho que pensar sobre el significado de la “ciencia” en tiempos
orwellianos. Pero veamos qué sostienen los citados historiadores sobre el
carácter administrativo de la Marca
Hispánica:
Així, la part del
nostre país lliure del domini musulmà estigué inclosa dintre de l’organització
política i administrativa del gran Imperi franc. Llavors s’hi adoptà el sistema
de datar les escriptures pels anys del regnat dels reis de França, pràctica que
perdurà encara a la nostra terra fins a l’any 1180.[11]
La medición del tiempo: ¿cómo puede sostenerse que la
Marca Hispànica careció de realidad administrativa cuando todos los documentos oficiales se databan en Cataluña según el calendario de los
germanos de etnia franca fundadores de Francia? Los independentistas mienten
conscientemente y a mi entender colúmbrase ya su condición de falsificadores de
la peor especie. Imaginémonos que pasará en Cataluña cuando gente como ésta
diseñen los libros escolares, con total impunidad, para la supresión de una realidad
histórica, la nuestra, que no encaja
en su relato oligárquico de la historia. Vamos a ser “borrados” del mapa. Y al
igual que hay “no personas” en la Oceanía
de Orwell, también habrá “no pueblos” en la nueva Sefarad.
Cita la Viquipèdia a un
historiador que esgrime una presunta “obstinación ideológica” (¿de Ferran
Soldevila?) recientemente recuperada. Ni siquiera se molesta, empero, en
explicar la literatura científica existente. Flocel Sabaté i Curull escribe, en
efecto, esto en 1998:
(...) vivim
actualment una curiosa obstinació ideològica que reviscola aquesta noció de
Marca Hispànica, i la divulga a través dels llibres adreçats a la formació
d'estudiants de primària i secundària, tornant-se a assumir també les
formulacions precedents, per a poder justificar que els inicis de la formació
de Catalunya a finals del segle IX són equiparables a l'aparició d'altres
entitats territorials a Europa. D'aquesta manera es pretén ignorar que,
historiogràficament, la qüestió fou aclarida, en sentit ben difererit, ja fa
prop de mig segle.[12]
Medio siglo
son los años cuarenta. Ahora bien, el libro de Soldevila y Valls i
Taberner es del año 1989, ¡pero ya entonces iba por la sexta edición!
Por otra parte, la Viquipèdia
se contradice, pues en su artículo sobre el marquesado de Gòtia reconoce la existencia de un marqués y, en consecuencia, la
realidad administrativa de la Marca Hispànica, siendo así que “Gotia” remite ante
todo el sustrato étnico godo de la Marca Hispànica franca. Citaremos aquí a
continuación el pasaje donde hácese mención del marqués de Gotia o Gothia:
En el regne dels
francs la denominació Gòtia començà a emparar-se vers el segle IX, i fou vigent
fins a la primera meitat del segle X, desapareixent progressivament a
començaments del segle XII. El governador de la Gòtia ostentà el títol de
«marchio» o «dux»; el primer governant
a emprar-lo fou el got Sunifred (? - 848), comte de Barcelona, Cerdanya i
Urgell, i de Narbona, i pare de Guifre el Pelós; i el darrer governant que s'intitulà «dux» de la
Gòtia fou el seu descendent, el comte Borrell II (927 - 992). La intitulació de
«dux» tenia connotacions militars i la prenia un dels comtes de les ciutats
quan tenia sota el seu poders diversos comtats, mentre si aquests eren
fronterers del regne franc, se'l titulava també marquès.[13]
El “marchio” o “dux” es el marqués, jefe militar de
la marca. No se trata de un título nobiliario, sino de una “plaza” de
funcionario imperial. El primer dirigente de Cataluña fue, pues, un
funcionario, el markgraf (en lengua
germánica).[14]
Cataluña nace bajo la forma de una “comunidad militar germánica”, formada por
francos y godos, en lucha contra el moro.
Existía, en una palabra, cierta entidad
administrativa carolingia denominada indistintamente “marquesado de Gotia”
o Marca Hispánica.[15] Ésta
se fundamentaba en una realidad social europea que no fue denominada con la
palabra “Gòtia” por pura casualidad.
Breve historia de la Marca
Hispánica
Los historiadores catalanes habían reconocido, sin
empacho, hasta cierta fecha que convendrá identificar con mayor exactitud, la
realidad de la Marca Hispánica. El afán de reescribir una historia cuya verdad
ha revelado las consecuencias nefastas que se derivan para los intereses de una
oligarquía local, es cosa bien reciente. Las 200 familias, infeudadas en el
imaginario de la Shoah y deseosas de
borrar el pasado para convertir el país en un enclave mediterráneo israelí,
decidieron que la Marca Hispánica, Gòtia,
tenía que desaparecer de los libros de texto. Dicho y hecho. Lo más fácil es la
Viquipèdia. En las bibliotecas, en las revistas académicas, en las obras
especializadas, el plan de reescritura tardará, empero, algunos años, y de ahí
la posibilidad de denunciar aún la fechoría manipuladora en defensa del pueblo
catalán.
Un clásico de la historiografía independentista de
Catalunya, nada menos que la Història
dels Països Catalans de Josep Maria Salrach, constituye uno de los más
difíciles obstáculos que la oligarquía tendrá que superar para colocar a los
catalanes, como “judíos” de la “fascista” España, en el bando “políticamente
correcto” de las “víctimas del Holocausto”. Véase los orígenes de la Marca
Hispànica en Paderborn, año 777:
En l’intermedi, el
valí de Barcelona, aprofitant les lluites civils d’al-Andalus, aglutinà entorn
seu una facció de poderosos indígenes i sarraïns que hom ha qualificat de
partit francòfil perquè projectaven independitzar de Córdova la Frontera
Superior, amb l’ajut dels francs. L’any 777 Sulayman, acompanyat potser del
valí d’Osca Abu Taur, es presentà en una assemblea que Carlemany havia reunit a
Paderborn, i hi demanà ajut a canvi de les ciutats que ell governava.[16]
Es conocido el desastroso resultado de la expedición
de Carlomagno a Zaragoza en agosto del 778, donde, engañados sobre la
disposición favorable de las autoridades árabes a entregar la ciudad y contando
insuficientes las tropas a efectos de asaltarla, los francos tienen que
retirarse con las manos vacías. Al cruzar los pasos de Roncesvalles para volver
al Frankreich, son atacados por la
espalda, en una emboscada perpetrada por tribus vasconas, y sobreviene una
masacre que afecta sobre todo a la retaguardia del ejército franco (15 de
agosto de 778). Si creemos en la versión de la Viquipèdia, el proyecto de la
Marca Hispánica en Paderborn queda definitivamente frustrado al año siguiente
de esta triste manera y ya no se vuelve a hablar más del asunto hasta que
algunos manipuladores desempolvan el vocablo “Marca Hispánica” con fines
perversos. No obstante, la historia de la Marca Hispánica no concluyó como plan
frustrado en los pasos de Roncesvalles, sino que fue retomada por Carlomagno
veintiún años más tarde:
Els qui pensaven
així formaren un partit francòfil –en la terminologia d’Abadal- i enviaren un
dels seus caps (el valí de Barcelona-Girona, Sulayman) a negociar l’ajut del
rei franc Carlemany (Paderborn, 777), el qual, afalagat per les propostes del
sarraí, va concebre la idea d’eixamplar les fronteres meridionals del seu
reialme amb la creació d’una marca o districte de frontera que inclouria les
terres compreses entre el Pirineu i l’Ebre.[17]
¿Una “marca o distrito de frontera”, sí, pero, qué marca? Salrach no la nombra, pero es
la Marca Hispánica, no hay “otra” y las fuentes primarias, en cambio, la
mencionan expresamente. Queda claro para Salrach que la “idea” de una marca,
documentada como Marca Hispánica, es del año 777. Y también queda claro
Carlomagno intenta “hacer realidad” dicha idea: «Com ja s’ha explicat, Carlemany va voler fer realitat
aquest projecte, i va comandar personalment una expedició que pretenia la
submissió de Saragossa (juny-juliol de 778) (…).»[18] El “proyecto occidentalista” es el de la Marca
Hispánica y, como digo, empieza ahí. El desastre de Zaragoza y Roncesvalles, en
efecto, no fue en vano, siendo así que la huida de los godos de la zona de
Zaragoza-Pamplona al Imperio franco creó las bases sociales, en los límites
meridionales del imperio, para la reconquista
de Gotia, tierra de los germánicos godos reivindicada ahora por los
germánicos francos. Aquéllos, en efecto, se establecieron en la Septimania “en
condiciones muy favorables”. En el año 781 los musulmanes contraatacaron y
pusieron otra vez bajo su dominio indiscutido todo el territorio de la proyectada Marca Hispánica. Pero los godos de Gerona, sabedores del trato
confraternizador que habían recibido en el Frankreich
los godos huidos y las represalias que, por el contrario, sufrían ellos por
parte de los sarracenos, entregaron la ciudad a Carlomagno en 785. Con ello, el
proyecto de la Marca Hispánica recuperaba su viabilidad a medio plazo, si no en
la parte oeste de la zona acotada, sí en el lado este de la misma, es decir, en
el territorio denominado Gotia, Gothia
Launia (país de los godos), futura Gothalonia o Catalunya. Parece evidente
que sin esta base germánica común,
los francos no habrían reconsiderado la idea de penetrar en los territorios
gothaláunicos o catalánicos. La “vinculación germánica”, denominada Gòtia, la identificación franca con
Gotia y, por ende, con el extinto reino hispánico
de los visigodos, constituye el misterio de la Marca Hispánica, su “alma” y
condición de posibilidad en tanto que herencia política legítima de una soberanía que se remonta a la Roma pagana.
La incorporación de Girona al Imperio germánico
franco fue seguida así de una masiva defección anti-islámica de los godos en
las comarcas circundantes: Besalú, Peralada, Vallespir y Empúries. La Marca
Hispánica o Gotia palpita como realidad vital, histórica; imposible reducirla,
sin incurrir en grave ceguera o mala fe, a un mero diseño estratégico en el
gabinete de un general, y mucho menos al cultismo literario de una crónica
cortesana. En el año 789 habían seguido el ejemplo de la actual comarca del Alt
Empordà europeos de toda la zona de
la Cerdanya, Pallars i Ribagorça. En consecuencia, se estaba forjando, sobre la
base gothaláunica, el núcleo real, combatiente y heroico, del “proyecto” de la
Marca Hispánica; su cabeza visible era el markgraf
de Tolosa, Guillem, padre de Bera, futuro markgraf
hispánico.
En el año 791, los musulmanes, que no eran
precisamente unos incapaces, volvieron a atacar el territorio allende el Ebro
para cortar de raíz las veleidades hispánicas de ciudades como Zaragoza,
Barcelona, Tortosa y Huesca. En el verano de 793, los moros, dirigidos por el
general Abd al-Malik, asaltaron esta vez zonas gothaláunicas consolidadas:
sitiaron Gerona, derrotaron al markgraf
de Tolosa en la batalla de Orbieu y saquearon todo el territorio de Gotia hasta
la Narbonense. En suma, mientras que las ciudades godas aceptaban de forma
pacífica y voluntaria integrarse en el Imperio franco, los musulmanes no se
muestran precisamente como unas víctimas inocentes del innato militarismo (“fascismo”)
germánico. Los hechos del año 793 ponen en evidencia la vacuidad de los mitos
progresistas al respecto. Según Josep Maria Salrach, será por las fechas de los
saqueos de Abd al-Malik que Carlomagno decida reactivar “administrativamente”
un proyecto de la Marca Hispánica que ya había mostrado su dinámica autóctona:
Aquests
esdeveniments van convèncer Carlemany de la necessitat de perseverar en la idea
de crear un ampli districte fronterer al sud del Pirineu, objectiu que encomanà
a la cort que presidia a Tolosa el seu fill Lluís el Piadós –rei d’Aquitània
des del 781- i que dirigia de fet el duc Guillem.[19]
Otra vez evita Salrach pronunciar el nombre
“prohibido”. Pero perseverar
en la idea significava sacar del baúl de los recuerdos
el concepto político, militar y administrativo de la Marca Hispánica, la cual, como hemos visto, si de facto llevaba ya 15 años existiendo
en cuanto “comunidad combatiente” de la hispánica Gotia, ahora iba a ser
expresamente restaurada por el “alemanote” Karl
der Grosse. Y, en fin, antes
de continuar con este artículo que, como he advertido desde el principio, no es
académico, sino puramente polémico aunque fundamentado en fuentes
incontestables, quisiera recordarles a mis amigos independentistas que los francos
eran un pueblo procedente de la actual región alemana de Franconia, matriz del
futuro reino de Francia, por la zona que rodea la actual ciudad de Frankfurt.
El día en que “los tanques alemanes vuelvan a desfilar por Barcelona”, cosa que
no les parece ya tan imposible a algunos convulsos tras leer un artículo de
Josep Fontana,[20]
los antifascistas deberán meterse en la cabeza la siguiente verdad: estos alemanes estarán en su propia casa y nosotros,
los catalanes de la Marca Hispánica, los recibiremos como liberadores igual que lo hicieran los habitantes de Girona,
Barcelona y tantas otras ciudades gothaláunicas en el amanecer de la Cataluña
histórica.
La fundación germánica de
Catalunya
Durante el período 796-797, el Imperio germánico,
que de la Marca Hispánica sólo conservaba Gerona después del desastre de 793,
pasó al contraataque. Casi veinte años de estrategia defensiva frente al islam
tocaban a su fin. Ya no se trataba, ahora, de la incorporación voluntaria de
ciudades godas, sino de intentar llevar a
la práctica, por segunda vez, el proyecto de la Marca Hispánica. El
resultado de esta voluntad sería Cataluña.
En efecto: aunque dichas expediciones no se resolvieron, por el momento, en forma
de anexiones territoriales, sí pusieron en evidencia, entre los capitostes
musulmanes, que su lealtad al Imperio islámico de Córdoba podía resultar poco
provechosa. En 799, francos y godos repoblaron Osona, maniobra envolvente
previa a la liberación de Barcelona. Los germanos no se fiaron, esta vez, como
en la Zaragoza del año 778, de las falsas promesas de “moros buenos” que se
decían dispuestos a traicionar a los suyos y, para la ocasión, dispusiéronse a
tomar la ciudad tanto si ésta decidía entregarse como si no. Estamos, pues,
asistiendo al acta fundacional de nuestra patria, que se decidió en unas pocas
asambleas de guerreros germanos apostados al sur del Frankreich:
La primavera de
l’any 800, en una magna assemblea celebrada a Tolosa i presidida per Lluís el
Piadós, es prengué l’acord de conquerir Barcelona.[21]
Los preparativos fueron de dimensiones nada
desdeñables; avanzaron los germanos, nuestros
hermanos, germans, el mes de
agosto de 800, en tres cuerpos de ejércitos, pero la guarnición musulmana
decidió no salir a luchar a campo abierto y resistir tras las gruesas murallas romanas
de la ciudad. De manera que Barcelona fue sitiada y hasta pasado el invierno,
en febrero de 801, los godos barceloneses no pudieron pactar, de espaldas a los
gobernantes islámicos, con las fuerzas imperiales de liberación. El 3 de abril
de 801 rendíase en Barcelona el ejército de Alá. Sólo hacía cinco meses, la
navidad del 800, que Carlomagno fuera coronado emperador de Occidente. El Imperio
franco otorgó inmunidad a los godos, los promovió como condes de los distintos
condados catalanes y puso la Marca Hispánica, formalmente fundada, al mando de
un markgraf, a saber, el conde Bera,
hijo del markgraf de Tolosa (el
franco Guillem) y de una goda. En definitiva, la Marca Hispánica recibió “realidad administrativa” expresa desde el
mismo momento en que un marqués se hacía cargo de las operaciones militares en
todo el territorio transpirenaico. Este hecho queda probado por las
expediciones emprendidas en los años inmediatamente posteriores contra la
ciudad de Tortosa, las cuales, por cierto, los musulmanes consiguieron rechazar,
consolidándose así, por largo tiempo, la frontera catalana del Llobregat.
Las conclusiones resultan evidentes: el proyecto
carolingio de una marca que, inicialmente, tenía que abarcar todo el territorio
hispánico al norte del Ebro, sólo se
realizó de manera parcial y veinticuatro años después de su diseño intelectual en
Paderborn. Durante un período de quince años gestóse empero, como
“comunidad combatiente” y de manera espontánea, el “fenómeno hispánico” de resistencia,
bajo la denominación de “Gòtia”, memoria del reino visigodo de Hispania, heredero
de Roma, y éste constituyó el semillero popular de la reactivación del proyecto
“administrativo” a finales del siglo VIII. La parte de dicho proyecto que,
finalmente, se plasmó en la realidad, es aquello que florece apenas un siglo
más tarde: Catalunya. Nuestra Catalunya nace, en definitiva, como Marca
Hispánica realizada hasta allí donde
resultó posible en guerra contra el islam. La fundación de aquélla se
identifica, en las fechas y en los hechos, con la existencia real: social,
étnica e institucional, de la propia marca. Pero hemos olvidado a los
fundadores germánicos de Cataluña. En esta ignorancia culpable, en esta
traición a la patria, resuena, como una llamada lejana, el misterio de la Marca
Hispánica.
Jaume Farrerons
Figueres
(Marca Hispànica), 13 de mayo de 2014
[1] Carlos
el Grande o Carlomagno.
[2] Cfr.: http://ca.wikipedia.org/wiki/Marca_Hisp%C3%A0nica
[3] Ibidem.
[4] Cfr.: http://farreronslamarcahispanica.blogspot.com.es/
[5] Cfr.:
http://es.wikipedia.org/wiki/Marca_Hisp%C3%A1nica
[6] Cfr.: http://www.parlament.cat/web/parlament/historia/precedents
[7] Cfr.: http://www.filosofia-catalana.com/docs/llengua/llengua2/TRACTAT-CORBEIL.pdf
[8] Una iniciativa que promoví y de la que
ahora reniego.
[9] Heidegger, M., Hölderlins Hymnen “Germanien” und “Der Rhein”,
GA, 39, pp. 72-73. (Citado y traducido por
Farías, V., Heidegger y el nazismo,
Mallorca, Objeto Perdido, 2009, p. 352).
[10] Cfr.: Ferran
Soldevila/ F. Valls i Taberner: Història
de Catalunya, Barcelona, Ed. Selecta-Catalònia, 1989, 6ª Edició, p. 79.
[11] Ibidem.
[12] Cfr.: Flocel Sabaté i
Curull: «La noció d'Espanya a la Catalunya medieval». Acta historica et
archaeologica mediaevalia, Nº 19, 1998, pp. 375-390 .
[13] Cfr.:
http://ca.wikipedia.org/wiki/G%C3%B2tia
[14] Cfr. Louis Halphen: Charlemagne et
l’empire carolingien, París, Albin Michel, 1947, 1968, pp. 84, 141.
http://www.filosofia-catalana.com/docs/llengua/llengua2/halpen-marca-hispanica.pdf
[15] Cfr.:
http://es.wikipedia.org/wiki/Marquesado_de_Gotia
[16] Josep M. Salrach: Història dels Països Catalans, 1, Dels orígens a 1714, Barcelona,
Edhasa, 1982, p. 154.
[17] Op. cit., pp. 174-175.
[18] Ibidem.
[19] Salrach, J. M.: op. cit., p. 176.
[20] Cfr.: http://www.ara.cat/premium/ara_tu/JOSEP_FONTANA-Alemanya-aconseguit-dominar-Europa_0_610739013.html