El buen ciudadano es aquél que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes.
CICERÓN
Sobre la presunta procedencia hebrea de Milton Friedman:
Las relaciones entre la ideología "friedmanita" y la ascendencia familiar y religiosa judía de Friedman, caso de existir, se estudiarán en otra entrada de esta bitácora. Ahora sólo nos interesa la naturaleza y consecuencias de las producciones teóricas de Friedman, cuya influencia en la expansión de aquello que se denomina "neoliberalismo" a escala mundial está fuera de toda duda.
Friedman es una de las personas que más daño han hecho a los pueblos del mundo (!rechacemos ya de plano la palabra "humanidad"!), sin embargo, casi nadie pretendería que este profesor de la Universidad de Chicago sea un asesino. Al contrario, fue un respetable "ciudadano judeo-norteamericano" adornado con la totalidad de los gloriosos emblemas antifascistas que legitimaran -y siguen legitimando- las masacres de occidente: democracia, libertad, derechos humanos, progreso... No en vano se le concedió a este auténtico psicópata y canalla un Premio Nobel, como a Obama. Si hubiera perecido en el atentado islamista a las Torres Gemelas (11-S), Friedman habría sido considerado una "víctima"; Estados Unidos e Israel están repletos de este tipo de potenciales "víctimas", cuya "ejecución selectiva" deberíamos, al parecer, lamentar y condenar political correctness como un acto de terrorismo. En realidad, Friedman ha sido un destacado teórico -pero no el único- de los criminales que nos gobiernan, los mayores genocidas de la historia. Friedman diseñó desde 1953 los programas económicos con que la oligarquía transnacional lleva décadas destrozando la vida de la gente en diversos países. Las ideas criminógenas de Friedman son las que llenan la cabeza nuestros políticos "democráticos", de ahí que éstos sean, necesariamente, enemigos objetivos de la comunidad nacional, auténticos testaferros que -consciente o inconscientemente- trabajan para una potencia extranjera y una secta bíblico-talmúdica de tarados apocalípticos con las manos manchadas de sangre. La doctrina de Friedman representa, bien es cierto, sólo la dimensión económica de un imaginario ideológico mucho más vasto que, articulado entorno al antifascismo, constituye la superestructura discursiva del sistema oligárquico occidental. Antes de continuar adelante, recomendamos que se visione el siguiente youtube, basado en una conferencia de Naomi Klein donde la propia autora resume el contenido de su obra capital La doctrina del shock (2007):
Para situarnos un poco en el tema -los que no nos tenemos por expertos en economía- quizá convenga, a la hora de entender qué es "realmente" el neoliberalismo friedmanita, trazar en gruesos perfiles aquello que ha sido considerado habitualmente como su negación, a saber, el Estado proteccionista y las políticas económicas keynesianas. Las sorpresas pueden resultar aquí mayúsculas, siendo así que, al parecer, la primera experiencia histórica de un Estado que ampara a su pueblo de los peores abusos del sistema capitalista es la Alemania imperial de Bismarck:
Existía, por tanto, una vía "alemana" frente al liberalismo occidental anglosajón de los economistas clásicos. Hitler, en su política económica, se limitó a tirar del hilo de esta tradición, a fin de constituir, desde pilares económico-sociales, un nacional-socialismo que -bajo el punto de vista estrictamente económico y sólo ése, por supuesto- es el antecedente más remoto del keynesianismo y, por ende, del "modelo europeo" erigido frente al salvajismo neoliberal de procedencia norteamericana. El denominado "keynesianismo", opuesto simétrico del neoliberalismo (veremos que las cosas son más complicadas) tiene, en efecto, su antecedente en Adolf Hitler:
En consecuencia, la actual política de Ángela Merkel, que se quiere vincular a la ética protestante del ahorro y del ascetismo, nada tiene que ver con esa supuesta tradición en tanto que "tradición económica alemana". La tradición económica alemana podrá ser ascética, luterana, productivista y lo que se quiera, pero no monetarista en el sentido friedmanita. Friedman és la versión oligárquica de las sociedades de consumo post-calvinistas. Ya aclararemos más abajo en qué consiste aquí la clave axiológica del asunto. Por el momento limitémonos a constatar que el paradigma europeo de economías mixtas se inspira en Alemania y en el fascismo. Hemos cruzado los datos con otra obra de reconocido prestigio a fin de que no se pueda pretender alegremente que ésta es sólo una opinión de Galbraith: se trata de un hecho admitido y consensuado entre los especialistas, aunque cuidadosamente ocultado a los ciudadanos, quienes no deben saber que cuando se habla de "Keynes el benefactor" en realidad debería hablarse de una política social "alemana", anticipada por los regímenes fascistas a fin de frenar el avance del genocidio comunista sin renunciar al dinamismo económico del mercado:
El dogma neoliberal
La economía friedmanita o "neoliberal" puede definirse como la negación, punto por punto, de todo aquello que ha venido caracterizándose de forma harto simplificada como "keynesianismo", aunque en realidad esta última etiqueta encubra un transfondo mucho más profundo y "perturbador" que la doctrina económica de Keynes. Así lo hemos sugerido mediante unos pocos ejemplos escogidos de "información chocante" que apuntan, todos ellos sin excepción, al "misterio del fascismo". Para los no expertos en economía, la síntesis del neoliberalismo friedmanita puede resumirse en una sola frase: aquello que universalmente se ha aplicado en el mundo occidental cuando se apelaba a Friedman es la política monetarista. En teoría, se trataría de evitar la inflación inherente al "keynesianismo" restringiendo la emisión de moneda, de suerte que fueran la competencia y el mercado los factores que regularan los precios sin la "artificial" intervención del Estado. No obstante, a pesar de que las medidas neoliberales apenas afectaron a la inflación, sí perjudicaron, en cambio, a la economía productiva, pero aquellas se siguiéronse aplicando como máxima expresión de una "ortodoxia" de procedencia poco menos que religiosa. ¿Cuáles fueron las consecuencias reales del neoliberalismo más allá de las declaraciones retóricas entorno a la libertad, la competencia y el mercado? O en otros términos: cui prodest el monetarismo. Galbraith responde.
En suma, el monetarismo convierte el dinero en un bien escaso, que aumenta así su precio, y tiende a favorecer al capitalismo financiero en perjuicio de la economía productiva, los consumidores, los trabajadores y el conjunto de la sociedad. Galbraith escribió el fragmento citado en 1989 y, desde luego, no pretendemos explicar la actual crisis económica a partir de dicho planteamiento. Sin embargo, una característica innegable de la situación a la altura del año 2012 si la comparamos con las fechas en que se publicó la obra de Galbraith es el incremento desmesurado del poder del capitalismo financiero, el cual controla ya directamente los gobiernos sin necesidad de unos tipos de interés altos. El asalto al Estado por parte de la alta finanza tiene su punto de apoyo en la denominada deuda soberana y en los intereses de la misma, cada vez más elevados. Este proceso comenzó en los años 70 y 80 del siglo pasado:
Observemos que en el año 1989 está señalando Galbraith el meollo de la crisis del 2007, a saber, la escandalosa ausencia de regulación de los flujos financieros. La economía neoliberal no se define únicamente a partir del texto escrito, de la letra de Friedman, sino por las contradicciones e insuficiencias del enfoque monetarista, que debería incluir en su mismo concepto el papel hegemónico del capitalismo financiero en los Estados Unidos (y, desde ahí, en el resto del hemisferio oeste y el planeta Tierra en su totalidad). La noción ampliada de monetarismo nos conduce a un escenario en el que los poseedores del dinero controlan el conjunto de la economía productiva y la someten a sus intereses elitistas, de signo religioso y racial. Dicho control representa, empero, sólo el trampolín de la conquista del poder político, a la que estamos asistiendo en tiempo real en Europa con los nombramientos a dedo de técnócratas oligárquicos para cargos de gobierno. Estos caballeros aparecen entre las sombras y de repente se ponen a "gestionar" un país. La secta los envía. Se trata de golpes de Estado silenciosos, perpetrados por esa misma oligarquía al objeto de asfixiar cualquier forma efectiva y real de procemiento democrático o fiscalización ciudadana de los poderes públicos. Cataluña, la finca privada de la mafia catalanista, es un ejemplo harto cognoscible, por su inmediatez, del tipo de sociedad ensordecida, narcotizada y amordazada que el futuro nos depara.
Pero, ¿cuáles y quiénes son los grupos que en estos momentos están empuñando a la descarada, ya sin rubor, las palancas gubernamentales de los maltrechos estados nacionales para erigir una articulación nueva, autoritaria, del mismo estamento oligárquico que ya existía, pero oculto tras la fachada pseudo democrática, tras el oscuro "poder de posguerra" (1946-2007)? Nuestra respuesta: los ideólogos y gestores sionistas, de Wall Street a Tel Aviv. Para acreditar esta afirmación nos remitiremos a los análisis de James Petras, un autor de izquierda radical poco sospechoso de "hitlerismo".
Sigue aquí:
http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2012/10/milton-friedman-y-la-ideologia.html
Foro de debate del blog:
http://adecafcom.puntoforo.com/
El estado del bienestar nació en la Alemania del conde Otto von Bismarck (1815-1898). / Durante el decenio de 1880 el desenvolvimiento de la sociedad alemana no se vio perturbado por las restricciones ricardianas y clásicas del papel del Estado. Los economistas alemanes se ocupaban de la historia, y de sus obras no solían desprenderse graves advertencias con respecto a las intromisiones del gobierno, Conforme a la tradición prusiana y alemana, el Estado era competente, benéfico y sumamente prestigioso. Lo que se consideraba como principal peligro de la época era la activa militancia de la clase obrera industrial en rápido crecimiento, con su ostensible proclividad a las ideas revolucionarias, y en particular, a las que provenían de su compatriota recientemente fallecido, Karl Marx. Proporcionando el más claro ejemplo de temor a la revolución como incentivo para la reforma, Bismarck urgió a que se mitigaran las más flagrantes crueldades del capitalismo. En 1884 y en 1887, después de apasionadas polémicas, el Reichtag adoptó un conjunto de leyes que otorgaban una protección elemental bajo la forma de seguros en previsión de accidentes, enfermedades, ancianidad e invalidez. Aunque fragmentariamente, se adoptaron luego disposiciones similares en Austria (Galbraith, J. K., Historia de la economía, Barcelona, Ariel, 1993, pp. 229-230).
Existía, por tanto, una vía "alemana" frente al liberalismo occidental anglosajón de los economistas clásicos. Hitler, en su política económica, se limitó a tirar del hilo de esta tradición, a fin de constituir, desde pilares económico-sociales, un nacional-socialismo que -bajo el punto de vista estrictamente económico y sólo ése, por supuesto- es el antecedente más remoto del keynesianismo y, por ende, del "modelo europeo" erigido frente al salvajismo neoliberal de procedencia norteamericana. El denominado "keynesianismo", opuesto simétrico del neoliberalismo (veremos que las cosas son más complicadas) tiene, en efecto, su antecedente en Adolf Hitler:
(...) hubo keynesianos antes de Keynes. Uno de ellos fue Adolf Hitler, quien, libre de las cadenas de una teoría económica, emprendió un gran programa de obras públicas al tomar el poder en 1933, entre las cuales el ejemplo más visible fueron las Autobahnen. En verdad, empezó invirtiendo en obras de ingeniería civil, antes de emprender los gastos armamentistas. Los nazis tampoco hacían ningún caso de las limitaciones de los ingresos públicos, pues recurrían sin escrúpulos a la financiación a través del déficit. De esta forma la economía alemana pudo recuperarse de la caída devastadora sufrida anteriormente. Hacia 1936, el desempleo, que había ejercido una influencia tan considerable en el acceso de Hitler al poder, había sido eliminado en gran medida (Galbraith, J. K., op. cit., pp. 242-243).
En consecuencia, la actual política de Ángela Merkel, que se quiere vincular a la ética protestante del ahorro y del ascetismo, nada tiene que ver con esa supuesta tradición en tanto que "tradición económica alemana". La tradición económica alemana podrá ser ascética, luterana, productivista y lo que se quiera, pero no monetarista en el sentido friedmanita. Friedman és la versión oligárquica de las sociedades de consumo post-calvinistas. Ya aclararemos más abajo en qué consiste aquí la clave axiológica del asunto. Por el momento limitémonos a constatar que el paradigma europeo de economías mixtas se inspira en Alemania y en el fascismo. Hemos cruzado los datos con otra obra de reconocido prestigio a fin de que no se pueda pretender alegremente que ésta es sólo una opinión de Galbraith: se trata de un hecho admitido y consensuado entre los especialistas, aunque cuidadosamente ocultado a los ciudadanos, quienes no deben saber que cuando se habla de "Keynes el benefactor" en realidad debería hablarse de una política social "alemana", anticipada por los regímenes fascistas a fin de frenar el avance del genocidio comunista sin renunciar al dinamismo económico del mercado:
Un segundo problema se refiere al nombre que deberíamos dar a la economía política más allá de Keynes. Para quienes se encuentran en la tradición marxista, el capitalismo dejará paso al socialismo. Acontecimientos tales como la planificación, los controles de salarios y precios y otros pueden interpretarse como extensiones del socialismo, en especial si se refuerzan con una mayor propiedad pública y el incremento de la democracia industrial tal como preconiza Stuart Holland (véase cap. 9). Por el contrario, Winkler razona que se comprenden mejor como "el corporativismo venidero", un sistema de control estatal sobre una economía privatizada: un modelo evidentemente derivado del fascismo (Skidelsky, Robert, El fin de la era keynesiana, Barcelona, Laia, 1982, p. 12).En consecuencia, el régimen chino, cuyo vertiginoso crecimiento económico todos conocemos, sería, por lo que a la economía respecta, un ejemplo de "economofascismo"; pero también lo habrían sido las benefactoras administraciones socialdemócratas de los países nórdicos europeos durante los años sesenta del siglo pasado.
El dogma neoliberal
La economía friedmanita o "neoliberal" puede definirse como la negación, punto por punto, de todo aquello que ha venido caracterizándose de forma harto simplificada como "keynesianismo", aunque en realidad esta última etiqueta encubra un transfondo mucho más profundo y "perturbador" que la doctrina económica de Keynes. Así lo hemos sugerido mediante unos pocos ejemplos escogidos de "información chocante" que apuntan, todos ellos sin excepción, al "misterio del fascismo". Para los no expertos en economía, la síntesis del neoliberalismo friedmanita puede resumirse en una sola frase: aquello que universalmente se ha aplicado en el mundo occidental cuando se apelaba a Friedman es la política monetarista. En teoría, se trataría de evitar la inflación inherente al "keynesianismo" restringiendo la emisión de moneda, de suerte que fueran la competencia y el mercado los factores que regularan los precios sin la "artificial" intervención del Estado. No obstante, a pesar de que las medidas neoliberales apenas afectaron a la inflación, sí perjudicaron, en cambio, a la economía productiva, pero aquellas se siguiéronse aplicando como máxima expresión de una "ortodoxia" de procedencia poco menos que religiosa. ¿Cuáles fueron las consecuencias reales del neoliberalismo más allá de las declaraciones retóricas entorno a la libertad, la competencia y el mercado? O en otros términos: cui prodest el monetarismo. Galbraith responde.
Para algunos, la política monetarista tenía (y sigue teniendo) otro atractivo, aún mayor, que en forma curiosa y hasta imperdonable ha pasado inadvertido para los economistas: el de no ser socialmente neutral. Obra contra la inflación elevando los tipos de interés, con lo cual, sucesivamente, inhibe las operaciones de crédito de los bancos y la resultante creación de depósitos, es decir, de dinero. Los altos tipos de interés son sumamente gratos e instituciones que disponen de dinero para prestar, las cuales poseen normalmente más recursos que quienes carecen de fondos con ese objeto, o bien, salvo muchas excepciones, que quienes toman el dinero prestado. Se trata de una verdad tan evidente como impropia. Al favorecer de este modo a los individuos e instituciones opulentos, una política monetaria restrictiva viene a ser todo lo contrario de una política fiscal restrictiva, la cual, al fundarse efectivamente en un incremento de las contribuciones de los particulares y de las empresas, afecta negativamente a los ricos (Galbraith, J. K., op. cit., p. 2999).Y añade:
Los nutridos aplausos que los conservadores ricos tributan al profesor Friedman están muy lejos de ser inmerecidos (op. cit., ibidem).
En suma, el monetarismo convierte el dinero en un bien escaso, que aumenta así su precio, y tiende a favorecer al capitalismo financiero en perjuicio de la economía productiva, los consumidores, los trabajadores y el conjunto de la sociedad. Galbraith escribió el fragmento citado en 1989 y, desde luego, no pretendemos explicar la actual crisis económica a partir de dicho planteamiento. Sin embargo, una característica innegable de la situación a la altura del año 2012 si la comparamos con las fechas en que se publicó la obra de Galbraith es el incremento desmesurado del poder del capitalismo financiero, el cual controla ya directamente los gobiernos sin necesidad de unos tipos de interés altos. El asalto al Estado por parte de la alta finanza tiene su punto de apoyo en la denominada deuda soberana y en los intereses de la misma, cada vez más elevados. Este proceso comenzó en los años 70 y 80 del siglo pasado:
A principios del decenio de 1980, los tipos de interés se elevaron a niveles sin precedentes en Estados Unidos, hasta el punto que a la inflación de dos dígitos se opusieron tipos de interés de esta misma magnitud. Estos últimos redujeron la demanda de nuevos edificios, de automóviles y de otras adquisiciones financiadas con créditos. Y durante 1982 y 1983 acarrearon también una brusca restricción de los gastos de inversión de las empresas. Esto, a su vez, produjo un gran incremento del paro, que ascendió al 10,7 por ciento de la fuerza de trabajo a fines de 1982. Se llegó también a la más elevada cantidad de quiebras de pequeñas empresas desde el decenio de 1930, y a un serio deterioro de los precios agrícolas. Además, los elevados tipos de interés produjeron un gran flujo de divisas, las cuales reforzaron el valor del dólar, redujeron las exportaciones estadounidenses y favorecieron sobremanera las importaciones, especialmente del Japón. El resultado de todo esto fue el advenimiento de la peor crisis económica desde la Gran Depresión (op. cit., pp. 300-301).Estos fueron los resultados de la política monetarista en Estados Unidos según Galbraith. Hasta el punto que el propio Friedman, ante la evidencia del desastre, se desmarcó de su propia criatura con la siguiente frase: "Si la política que aplica la Reserva Federal es monetarista, entonces yo no lo soy" (op. cit., p. 300, n. 5). Sin embargo, como sabemos, la crisis actual, que empieza en 2007, no proviene de la restricción del crédito y de los tipos de interés altos en Estados Unidos, sino todo lo contrario, a saber, del exceso de crédito y de la total ausencia de control o regulación de los flujos financieros en ese mismo país (la madre del cordero, por decirlo así). Se supone que dicha política le resultaba provechosa a la alta finanza, la cual, a pesar de desencadenar el crack, ha salido beneficiada del mismo con enormes ganancias a título personal (directivos), ha tapado los agujeros de los bancos privados con dinero público y ahora se apresura a conceder créditos al propio Estado acreedor pero con elevadísimos tipos de interés, que fijan las agencias de rating en función de "criterios de riesgo" (!como si el riesgo por excelencia no lo encarnaran, precisamente, los propios usureros!). En suma, no parece que el concepto de monetarismo permita explicar el poder del capitalismo financiero, pues éste domina la política tanto a través de estrategias restrictivas de la emisión de moneda, cuanto a través de los tipos de interés bajos y la generación perversa de una deuda soberana que en realidad entraña la liquidación del poder ciudadano y la sumisión del Estado. No otra era la previsión de Hitler y, nos guste o no escuchar esto, dicha previsión se ha cumplido hasta extremos estupefacientes. Quizá la clave del asunto se encuentre en la dirección de una discreta observación de Galbraith:
Empero, la receta de Friedman presentaba una dificultad más grave todavía, a la cual ya nos hemos referido, o sea, que en la economía moderna nadie sabe con certeza lo que es el dinero. Lo son, sin duda, el dinero en efectivo y los depósitos a la vista. Pero, ¿qué diremos de los depósitos de ahorro permanentemente disponibles para retirar fondos, y de los que pueden convertirse fácilmente en cuentas corrientes? ¿Cómo puede definirse la capacidad adquisitiva que proporcionan las targetas de crédito, o las líneas de crédito que todavía no han sido utilizadas? Y además, estos agregados monetarios, por más arbitraria que sea su designación como dinero, ¿pueden en verdad ser objeto de regulación? (op. cit., 298).
Observemos que en el año 1989 está señalando Galbraith el meollo de la crisis del 2007, a saber, la escandalosa ausencia de regulación de los flujos financieros. La economía neoliberal no se define únicamente a partir del texto escrito, de la letra de Friedman, sino por las contradicciones e insuficiencias del enfoque monetarista, que debería incluir en su mismo concepto el papel hegemónico del capitalismo financiero en los Estados Unidos (y, desde ahí, en el resto del hemisferio oeste y el planeta Tierra en su totalidad). La noción ampliada de monetarismo nos conduce a un escenario en el que los poseedores del dinero controlan el conjunto de la economía productiva y la someten a sus intereses elitistas, de signo religioso y racial. Dicho control representa, empero, sólo el trampolín de la conquista del poder político, a la que estamos asistiendo en tiempo real en Europa con los nombramientos a dedo de técnócratas oligárquicos para cargos de gobierno. Estos caballeros aparecen entre las sombras y de repente se ponen a "gestionar" un país. La secta los envía. Se trata de golpes de Estado silenciosos, perpetrados por esa misma oligarquía al objeto de asfixiar cualquier forma efectiva y real de procemiento democrático o fiscalización ciudadana de los poderes públicos. Cataluña, la finca privada de la mafia catalanista, es un ejemplo harto cognoscible, por su inmediatez, del tipo de sociedad ensordecida, narcotizada y amordazada que el futuro nos depara.
Pero, ¿cuáles y quiénes son los grupos que en estos momentos están empuñando a la descarada, ya sin rubor, las palancas gubernamentales de los maltrechos estados nacionales para erigir una articulación nueva, autoritaria, del mismo estamento oligárquico que ya existía, pero oculto tras la fachada pseudo democrática, tras el oscuro "poder de posguerra" (1946-2007)? Nuestra respuesta: los ideólogos y gestores sionistas, de Wall Street a Tel Aviv. Para acreditar esta afirmación nos remitiremos a los análisis de James Petras, un autor de izquierda radical poco sospechoso de "hitlerismo".
Sigue aquí:
http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2012/10/milton-friedman-y-la-ideologia.html
Foro de debate del blog:
http://adecafcom.puntoforo.com/