"Yo amo a los que para hundirse en su ocaso y sacrificarse, no buscan una razón detrás de las estrellas, sino que se ofrecen a la tierra para que ésta pertenezca algún día al superhombre".
(Nietzsche)
¿Cómo? ¿Creyó el fascismo en unos ideales, en unos principios éticos, en unas normas morales y políticas por las que millones de hombres entregaron sus vidas? Esta afirmación puede parecer un escándalo y no tiene nada que ver con la cuestión teórica de si dichos ideales han de ser considerados, o no, válidos en sí mismos. Conviene subrayarlo: el sacrificio nunca convalida lógicamente aquéllo en lo que "cree" el individuo o el grupo. En cambio, sí acredita que dicha creencia es subjetivamente experimentada como válida de forma sincera y comprometida (hasta sus últimas consecuencias en el caso de los fascistas) por quienes la reivindican. La validez lógica de los ideales debe poder fundamentarse en otro plano de la existencia, a saber, el de la práctica teórica. Que, como decimos, unos hombres hayan dado sus vidas por una determinada ideología no la fundamenta, pero tampoco la refuta.
Idealismo y materialismo como motivos subjetivos de la revolución
Nuestra intención en el presente post es doble. Por una parte, ver las cosas, algo poco habitual, desde la perspectiva ética de los fascistas. Por otra, analizar, de manera preliminar, hasta qué punto los ideales fascistas pudieron tener sentido y fundamento a despecho de las apariencias actuales, muy condicionadas por medio siglo de propaganda antifascista. A nuestro entender, el planteamiento fascista ostentaba, como poco, un sentido racional comunicable argumentalmente. Podemos compartir o no, dicha postura, pero en cualquier caso parece dudoso sostener, como se pretende, que la misma nunca fuera una mera locura (véase, por ejemplo, en El hombre rebelde de Albert Camus, el capítulo dedicado a "El terrorismo de Estado y el terror irracional" (Camus, A., El hombre rebelde, Buenos Aires, Losada, pp. 165-174). Por ejemplo, en la p. 166: "Mussolini y Hitler trataron, sin duda, de crear un imperio y los ideólogos nacional-socialistas pensaron, explícitamente, en el imperio mundial. Su diferencia con el movimiento revolucionario clásico consiste en que, siendo herederos del nihilismo, prefirieron divinizar lo irracional, y sólo ello, en vez de divinizar la razón". En conclusión, según Camus: "las revoluciones fascistas no merecen el título de revolución" (ibídem). Al contrario, nuestra idea es que la única revolución real es la fascista, pues sólo el fascismo subvierte los valores vigentes y lo hace en función de un planteamiento racional. Horkheimer está de acuerdo con la primera parte de la frase.
Otro de los argumentos que se utiliza para diferenciar al comunismo del fascismo consiste en sostener que los ideales comunistas no se pueden confundir, por ejemplo, con las "repugnantes ideas" racistas de los nazis. El comunismo, se afirma, luchaba por una sociedad más justa, en la que ya no existieran opresores ni oprimidos, una sociedad igualitaria donde todos los hombres pudieran ser "felices" realizando al mismo tiempo sus "potencialidades" creativas. El fascismo, en cambio, se sostiene, partía en dos a la humanidad, elevaba a los ciudadanos de algunos pueblos a la categoría seres superiores, elegidos para vivir en una especie de "sociedad perfecta", y degradaba otros al rango de seres inferiores, destinados a la extinción. Los crímenes del fascismo, sean cuales fueren, serían así siempre más condenables que los del comunismo, porque éste, en el fondo, representaría supuestamente la desviación casi accidental de un ideal intrínsecamente correcto, asumible por cualquier "persona normal" en una sociedad democrática. Aquéllo que se cuestiona del comunismo no son, en suma, los ideales, sino sólo los métodos (violentos). Un ejemplo claro de este tipo de falacia es el de ETA: los terroristas pueden reintegrarse cuando quieran a la sociedad liberal, siempre y cuando renuncien a seguir matando gente en nombre de su "bello ideario" marxista-leninista. Para el fascista, en cambio, las cosas son bien distintas: aunque no haya matado a nadie, aunque se limite, incluso, a reivindicar los derechos humanos (conozco el caso por mi experiencia personal en las cárceles), la etiqueta de "fascista" servirá para sentenciar su muerte civil. Cualesquiera que sean los métodos del fascismo, sus ideales resultarían inasumibles per nadie que esté en su sano juicio o se conciba a sí mismo simplemente como una "persona decente" (véase el soldado Ryan). O uno "cree" en la "alegría", en la "felicidad", en el "bienestar", etc., o ya es sospechoso de herejía humanista. ¿Quién, sino un demonio, negaría todo eso que constituye el sustento axiológico de la existencia humana, de la amistad, de "tomar un café en buena compañía" (Farías dice que Heidegger niega todo eso, alucinante), bla, bla, bla?
Naturaleza despiadada del materialismo comunista
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas y vamos a demostrarlo. Basta echar una ojeada a la ideología del comunismo moderno, que es el marxismo, para darse cuenta de que éste también condena al dolor y a la muerte a una gran parte de la humanidad, la cual, de forma necesaria, debe perecer según los teóricos comunistas para que "al final de la historia" un grupo de privilegiados disfruten de todos los placeres concebibles en una sociedad plenamente materialista.
Aquí se plantean dos cuestiones:
Idealismo y materialismo como motivos subjetivos de la revolución
Nuestra intención en el presente post es doble. Por una parte, ver las cosas, algo poco habitual, desde la perspectiva ética de los fascistas. Por otra, analizar, de manera preliminar, hasta qué punto los ideales fascistas pudieron tener sentido y fundamento a despecho de las apariencias actuales, muy condicionadas por medio siglo de propaganda antifascista. A nuestro entender, el planteamiento fascista ostentaba, como poco, un sentido racional comunicable argumentalmente. Podemos compartir o no, dicha postura, pero en cualquier caso parece dudoso sostener, como se pretende, que la misma nunca fuera una mera locura (véase, por ejemplo, en El hombre rebelde de Albert Camus, el capítulo dedicado a "El terrorismo de Estado y el terror irracional" (Camus, A., El hombre rebelde, Buenos Aires, Losada, pp. 165-174). Por ejemplo, en la p. 166: "Mussolini y Hitler trataron, sin duda, de crear un imperio y los ideólogos nacional-socialistas pensaron, explícitamente, en el imperio mundial. Su diferencia con el movimiento revolucionario clásico consiste en que, siendo herederos del nihilismo, prefirieron divinizar lo irracional, y sólo ello, en vez de divinizar la razón". En conclusión, según Camus: "las revoluciones fascistas no merecen el título de revolución" (ibídem). Al contrario, nuestra idea es que la única revolución real es la fascista, pues sólo el fascismo subvierte los valores vigentes y lo hace en función de un planteamiento racional. Horkheimer está de acuerdo con la primera parte de la frase.
Otro de los argumentos que se utiliza para diferenciar al comunismo del fascismo consiste en sostener que los ideales comunistas no se pueden confundir, por ejemplo, con las "repugnantes ideas" racistas de los nazis. El comunismo, se afirma, luchaba por una sociedad más justa, en la que ya no existieran opresores ni oprimidos, una sociedad igualitaria donde todos los hombres pudieran ser "felices" realizando al mismo tiempo sus "potencialidades" creativas. El fascismo, en cambio, se sostiene, partía en dos a la humanidad, elevaba a los ciudadanos de algunos pueblos a la categoría seres superiores, elegidos para vivir en una especie de "sociedad perfecta", y degradaba otros al rango de seres inferiores, destinados a la extinción. Los crímenes del fascismo, sean cuales fueren, serían así siempre más condenables que los del comunismo, porque éste, en el fondo, representaría supuestamente la desviación casi accidental de un ideal intrínsecamente correcto, asumible por cualquier "persona normal" en una sociedad democrática. Aquéllo que se cuestiona del comunismo no son, en suma, los ideales, sino sólo los métodos (violentos). Un ejemplo claro de este tipo de falacia es el de ETA: los terroristas pueden reintegrarse cuando quieran a la sociedad liberal, siempre y cuando renuncien a seguir matando gente en nombre de su "bello ideario" marxista-leninista. Para el fascista, en cambio, las cosas son bien distintas: aunque no haya matado a nadie, aunque se limite, incluso, a reivindicar los derechos humanos (conozco el caso por mi experiencia personal en las cárceles), la etiqueta de "fascista" servirá para sentenciar su muerte civil. Cualesquiera que sean los métodos del fascismo, sus ideales resultarían inasumibles per nadie que esté en su sano juicio o se conciba a sí mismo simplemente como una "persona decente" (véase el soldado Ryan). O uno "cree" en la "alegría", en la "felicidad", en el "bienestar", etc., o ya es sospechoso de herejía humanista. ¿Quién, sino un demonio, negaría todo eso que constituye el sustento axiológico de la existencia humana, de la amistad, de "tomar un café en buena compañía" (Farías dice que Heidegger niega todo eso, alucinante), bla, bla, bla?
Naturaleza despiadada del materialismo comunista
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas y vamos a demostrarlo. Basta echar una ojeada a la ideología del comunismo moderno, que es el marxismo, para darse cuenta de que éste también condena al dolor y a la muerte a una gran parte de la humanidad, la cual, de forma necesaria, debe perecer según los teóricos comunistas para que "al final de la historia" un grupo de privilegiados disfruten de todos los placeres concebibles en una sociedad plenamente materialista.
Aquí se plantean dos cuestiones:
a/ las etapas históricas por las que, según el marxismo, la sociedad debe pasar de forma necesaria para culminar en el denominado "modo de producción comunista", es decir, en la realización de una utopía de carácter puramente material, hedonista y eudemonista (placer y felicidad como valores supremos);
b/ la exigencia ética de sacrificio y dolor que se impone a otras personas para que tal sociedad futura sin sacrificio ni dolor llegue a realizarse algún día.
Por lo que respecta a la primera cuestión, quisiera recordar aquí un texto de Marx en el que critica un programa político de su tiempo por el hecho de condenar el trabajo infantil. Este revelador fragmento pone en evidencia el despiadado esquema de exterminio que subyace de forma ineluctable a los "bonitos" ideales comunistas. En efecto, Marx considera que el trabajo infantil es necesario para el desarrollo de la sociedad capitalista, cuya plena madurez constituye el requisito a los efectos transitar hacia la siguiente etapa de la evolución histórica (el "progreso"), a saber, el socialismo y, finalmente, el comunismo. Marx se sorprende de que no le hayan entendido algunos bondadosos humanistas de su época: el capitalismo, para Marx, debe existir igual que era menester que existiera el "modo de producción esclavista" en la antigüedad. Los esclavos que, liderados por Espartaco, se rebelaron contra Roma, estaban equivocados, porque su ideal era puramente romántico, representaba ese "buenismo" inconsecuente con el que se intenta justificar propagandísticamente el comunismo ante las masas pero que Marx, de forma brutal, rechaza y condena en sus textos teóricos más esotéricos:
Marx muestra su desprecio por el derecho y las pautas de conducta éticas en otro texto donde, como ya he señalado en mi ensayo "¿Qué significa ser de izquierdas? (II)", eleva la anécdota anterior a categoría general de actuación revolucionaria ideológicamente sancionada:
Esta "perspectiva realista" a la que apela Marx es la que llevará a algunos socialistas, como Mussolini, a fundar el fascismo. Porque, en efecto, las contradicciones éticas en las que incurre el marxismo son flagrantes. Desde una posición materialista no se le puede exigir a nadie que se sacrifique por el futuro de la humanidad. La construcción del modo de producción comunista supone, en efecto, no sólo que una parte de esa misma humanidad haya de ser explotada por los capitalistas, los señores feudales y los esclavistas, sino que, además, se le reclama al trabajador que adopte pautas de conducta heroicas, no materialistas, idealistas, a fin de ver realizado un modelo utópico que, por su parte, pondrá fin a todo idealismo, a todo heroísmo, etc., en beneficio del simple "bienestar" de las masas.
El problema del idealismo revolucionario
Los pensadores pre fascistas y fascistas se preguntaban qué diferencia podía existir, en términos morales, entre ser explotado por un capitalista contemporáneo y ser instrumentalizado de facto por los futuros beneficiarios de la revolución, para los que quienes han muerto por ellos son meras cosas que les resultaron muy útiles y gracias a las cuales pudieron llegar a ser "felices". A los ojos de los fascistas resultaba claro que lo moralmente superior (=la pauta de conducta idealista) no podía estar al servicio de lo moralmente inferior (=la pauta de conducta materialista) y que el hombre heroico, el revolucionario de vocación, debía ser considerado, a efectos éticos y axiológicos, más valioso que el "último hombre" (Nietzsche) del modo de producción comunista. Los socialistas que han leído a Nietzsche después de Marx no pueden sino experimentar auténtica repugnancia hacia las proclamas que, en nombre de la "felicidad del mayor número", de la justicia y hasta del "amor", incitan a la violencia política, al exterminio del adversario político y, en definitiva, a un baño de sangre que se legitima a base retórica kitsch sobre "bellos ideales" comunistas de paz universal.
El fascismo, razonando y no entregándose, como pretende Camus, a lo irracional, invertirá los términos: el héroe no puede ser "utilizado" como un medio en provecho del hombre-masa, es decir, del afortunado parásito del final de la historia. Antes bien, el revolucionario dispuesto a morir por sus ideales encarna, frente al "último hombre", un valor en sí mismo, porque representa la más alta expresión de la humanidad hasta ahora conocida. Si el héroe se sacrifica por algo, será por un ser que le trascienda en la escala ética y esa figura no se corresponde ni con Dios (ideario de la derecha) ni con el energúmeno consumista actual que Nietzsche calificara proféticamente de último hombre (ideario de la izquierda), sino con el Übermensch. Esta palabra alemana se traduce habitualmente por "superhombre", pero en realidad hay que entender el Übermensch no como un vulgar "superman", sino como la figura mítica que encarna el salto evolutivo de la especie humana hacia otra figura histórico-colectiva del más alto rango ético. Una figura en que las potencialidades espirituales del hombre se hayan desarrollado al máximo.
Son, por tanto, las contradicciones lógico-morales del socialismo marxista las que conducen al socialismo fascista. Se puede seguir todo el proceso y con ello queda refutada la imputación de irracionalismo. Ahora bien, será necesario analizar en el interior del marxismo, con cierto detalle, dichas aporías y cortocircuitos intelectuales, para entender por qué Benito Mussolini, el dirigente socialista más importante de Italia, decídese a fundar el fascismo. La aportación teórica del ideólogo prefascista Georges Sorel tendrá un carácter decisivo.
De esta cuestión, empero, nos ocuparemos en otro post.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
7 de abril de 2010
AVISO LEGAL
http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2013/11/aviso-legal-20-xi-2013.html
"'Prohibición del trabajo infantil'. Aquí era absolutamente necesario señalar el límite de edad. La prohibición general del trabajo infantil es incompatible con la existencia de una gran industria y, por tanto, un piadoso deseo, pero nada más. El poner en práctica esta prohibición -suponiendo que fuese factible- sería reaccionario"
(K. Marx, "Crítica del programa de Gotha", versión española revisada y ajustada a la revisión rusa de 1953, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1968, p. 42. El texto original de Marx en alemán es del año 1875).
Marx muestra su desprecio por el derecho y las pautas de conducta éticas en otro texto donde, como ya he señalado en mi ensayo "¿Qué significa ser de izquierdas? (II)", eleva la anécdota anterior a categoría general de actuación revolucionaria ideológicamente sancionada:
"mostrar que era un crimen intentar, por un lado, imponer otra vez en nuestro Partido, como si se tratara de dogmas, ideas que en un período tuvieron algún significado pero que hoy son obsoleto desecho verbal, mientras, por otro lado, volvemos a pervertir la perspectiva realista, que tanto esfuerzo costó instilar en el Partido y que hoy ha encontrado en él su espacio, con el absurdo ideológico sobre derecho y otras basuras, tan comunes entre los demócratas y entre los socialistas franceses"
(K. Marx, citado por Johathan Glover, "Humanidad e inhumanidad. Una historia moral del siglo XX", Madrid, Cátedra, p. 351).
Esta "perspectiva realista" a la que apela Marx es la que llevará a algunos socialistas, como Mussolini, a fundar el fascismo. Porque, en efecto, las contradicciones éticas en las que incurre el marxismo son flagrantes. Desde una posición materialista no se le puede exigir a nadie que se sacrifique por el futuro de la humanidad. La construcción del modo de producción comunista supone, en efecto, no sólo que una parte de esa misma humanidad haya de ser explotada por los capitalistas, los señores feudales y los esclavistas, sino que, además, se le reclama al trabajador que adopte pautas de conducta heroicas, no materialistas, idealistas, a fin de ver realizado un modelo utópico que, por su parte, pondrá fin a todo idealismo, a todo heroísmo, etc., en beneficio del simple "bienestar" de las masas.
El problema del idealismo revolucionario
Los pensadores pre fascistas y fascistas se preguntaban qué diferencia podía existir, en términos morales, entre ser explotado por un capitalista contemporáneo y ser instrumentalizado de facto por los futuros beneficiarios de la revolución, para los que quienes han muerto por ellos son meras cosas que les resultaron muy útiles y gracias a las cuales pudieron llegar a ser "felices". A los ojos de los fascistas resultaba claro que lo moralmente superior (=la pauta de conducta idealista) no podía estar al servicio de lo moralmente inferior (=la pauta de conducta materialista) y que el hombre heroico, el revolucionario de vocación, debía ser considerado, a efectos éticos y axiológicos, más valioso que el "último hombre" (Nietzsche) del modo de producción comunista. Los socialistas que han leído a Nietzsche después de Marx no pueden sino experimentar auténtica repugnancia hacia las proclamas que, en nombre de la "felicidad del mayor número", de la justicia y hasta del "amor", incitan a la violencia política, al exterminio del adversario político y, en definitiva, a un baño de sangre que se legitima a base retórica kitsch sobre "bellos ideales" comunistas de paz universal.
El fascismo, razonando y no entregándose, como pretende Camus, a lo irracional, invertirá los términos: el héroe no puede ser "utilizado" como un medio en provecho del hombre-masa, es decir, del afortunado parásito del final de la historia. Antes bien, el revolucionario dispuesto a morir por sus ideales encarna, frente al "último hombre", un valor en sí mismo, porque representa la más alta expresión de la humanidad hasta ahora conocida. Si el héroe se sacrifica por algo, será por un ser que le trascienda en la escala ética y esa figura no se corresponde ni con Dios (ideario de la derecha) ni con el energúmeno consumista actual que Nietzsche calificara proféticamente de último hombre (ideario de la izquierda), sino con el Übermensch. Esta palabra alemana se traduce habitualmente por "superhombre", pero en realidad hay que entender el Übermensch no como un vulgar "superman", sino como la figura mítica que encarna el salto evolutivo de la especie humana hacia otra figura histórico-colectiva del más alto rango ético. Una figura en que las potencialidades espirituales del hombre se hayan desarrollado al máximo.
Son, por tanto, las contradicciones lógico-morales del socialismo marxista las que conducen al socialismo fascista. Se puede seguir todo el proceso y con ello queda refutada la imputación de irracionalismo. Ahora bien, será necesario analizar en el interior del marxismo, con cierto detalle, dichas aporías y cortocircuitos intelectuales, para entender por qué Benito Mussolini, el dirigente socialista más importante de Italia, decídese a fundar el fascismo. La aportación teórica del ideólogo prefascista Georges Sorel tendrá un carácter decisivo.
De esta cuestión, empero, nos ocuparemos en otro post.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
7 de abril de 2010
AVISO LEGAL
http://nacional-revolucionario.blogspot.com.es/2013/11/aviso-legal-20-xi-2013.html
6 comentarios:
¿Cómo? ¿los "ideales" comunistas eran "buenos" en teoría y malos en la práctica? Es lo primero que oigo. ¿Cómo va a ser "buena" una teoría que propugna abiertamente la DESPERSONALIZACIÓN DEL SER HUMANO como han buscado Marx y todos los teóricos del comunismo, en su infinidad de variantes?
Yo diría que el comunismo es el Mal hecho ideología, y al ni ser practicable en el mundo real, es en la práctica CASI tan malo como lo es en teoría...
Un saludo.
No se ha dicho en este blog tal cosa. Lo que se ha dicho es que esta ha sido la excusa de los progresistas, a saber, que el comunismo era bueno en la teoría pero se pervirtió en la práctica. Incluso se han atrevido a decir que la causa de dicha perversión estriba que Stalin era, en realidad, "fascista".
Espero que la conclusión del artículo, todavía sin terminar, aclare estas dudas. El comunismo es, para mí, tan rechazable en la teoría como en la práctica, eso sin contar con que ya en la teoría acepta la violencia y la dictadura como formas legítimas de praxis política "revolucionaria".
Muy deacuerdo Jaume. Disculpa que te tutee, aún no nos conocemos, jejeje... El comunismo ha sido la ideología genocida por excelencia que sin embargo ha sido salvada en la modernidad por todos... desde la izquierda hasta la derecha, es decir, todos los que están englobados en lo políticamente correcto. La razón es que el comunismo, en definitiva, propugna el mismo ideal que las democracias occidentales, es decir, la reducción de todos a lo mismo, la destrucción nacional, los derechos humanos, la globalización, etc.
Por cierto, muy buen blog, es difícil encontrar espacios de tan gran calidad. Te añado, espero que no sea molesta, en los enlaces de mi blog.
Hasta pronto.
para cualquier aclaración sobre lo queel comunismo ha supuesto en nuestra historia reciente, recomiendo, si no la lectura, al menos el ojeo de, para mi el mejor libro escrito sobre el comunismo, "El libro Negro del Comunismo" editado por Stéphane Courtois y por desgracia no editado desde 1997. Creo que ahora lo ha editado un editor español.
No cabe duda que el comunismo en cualqueira de sus vertientes, en la teori o en la practica ha sido el ideal politico mas genocida de todos los acontecidos en la histoia moderna. 100 millones de muertos es algo qeu el mundo no se deberia haber permitido olvidar.
El libro que citas es una de mis fuentes básicas, por no decir mi libro de cabecera. Fue editado en castellano por Planeta en 1998, que yo sepa, no hay reedición. Algo "sospechoso". Si conoces una reedición, por favor, dímelo.
Fue reeditado dos años después (aviso).
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