Quienes investiguen la ideología del fascismo de forma honesta ---algo más difícil de lo que parece--- terminarán, tarde o temprano, haciéndose las mismas preguntas que yo. Entre otras, las que planteo a continuación sobre la auténtica fundación del fascismo, que no se produjo en el año 1919, como se acostumbra a dar por entendido, sino el 24 de enero de 1915. Creo que la elección de las fechas fundacionales tiene mucho que ver con la interpretación del fenómeno fascista que se adopte en cada caso. A tal interpretación, tal fecha de fundación. Hasta el punto que, con las interpretaciones actualmente preponderantes, el primer programa político fascista, fechado el 13 de mayo de 1919 ---la reunión del 23 de marzo de 1919 fue, por decirlo así, puramente administrativa---, se considera raro, chocante o atípicamente fascista, por cuanto no se corresponde en absoluto con lo que la propaganda insiste en identificar con el fascismo. Al programa del 13 de mayo de 1919 [Il Popolo d'Italia, según la Opera Omnia, t. XIII, p. 117 y ss., publica el 12 de mayo un artículo titulado "Idee in camino che s'incontrano. Il programma dei Fasci. Dalla "rappesentanza integrale" all'"espropiazione parciale""] se refiere Payne en la página 126 de su magna obra Historia del fascismo:
El principal dirigente era Mussolini, al frente de una comisión ejecutiva de nueve miembros, en la cual debía actuar como el primero entre iguales. Anunció que el nuevo movimiento sería un "antipartido", pues rechazaba la estructura habitual de los partidos por demasiado rígida y estéril. Lo que se necesitaba era una nueva élite nacionalista que movilizara a las masas para una "revolución italiana". El objetivo era atraer a un gran número de jóvenes procedentes del centro y de la izquierda. Para eso, Mussolini describió en su periódico, el 30 de marzo, su programa reducido al mínimo, aclarando que no era nuevo, "ni siquiera revolucionario", sino destinado a lograr la democracia y a renovar la nación: sufragio universal para hombres y mujeres a los 21 años de edad; abolición del senado elitista; elección democrática de una nueva asamblea nacional para que decidiera sobre la forma de Estado; jornada de trabajo de ocho horas; participación obrera en la dirección de las empresas; elección de consejos técnicos nacionales en todas las ramas de la economía y de los servicios públicos; enérgica política anticlerical. Unos "postulados" publicados más tarde, el 13 de mayo, serían más detallados y más radicales.
Sobre el programa del 13 de mayo asevera Stanley Payne:
Este programa, básicamente de izquierdas y a veces revolucionario, no representa lo que suele entenderse al hablar de fascismo (Payne, S.: Historia del fascismo, Barcelona, Planeta, 1995, p. 127).
Díctame la experiencia que esos dos perfiles, el de cretino y el de impostor, se distribuyen en la ultraderecha de forma bastante ordenada, a saber: arriba, los jefes, unos farsantes y canallas sin remedio, sonríense viviendo cómodamente del dinero que les paga la policía por informar de sus propios militantes; en medio, y a medida que descendemos por la escala jerárquica del grupúsculo, aumento progresivo de los niveles de estupidez en el compuesto (muy estable, empero: si no hay nueva orden del Pentágono, siempre repiten las mismas sandeces; sólo cambian las siglas, a ver si cuela). Hasta alcanzar, abajo, la pureza del idiotismo extremo: el neonazi rapado que cree ---sinceramente--- en el Papa de Roma (¡preconciliar, por supuesto!). Mas para este viaje no hacían falta alforjas porque, si retrocediera en el tiempo, el neonazi (¿?) en cuestión debería votarle al Zentrum (o a cualquiera de los muchos partidos derechistas de Weimar que compitieron con Hitler). Cuanto más a la derecha, mejor, rebuzna el chrétien según le prescribe la máxima infaliblemente idiotizadora de Evola. ¿Y qué lugar ocupaba el NSDAP, un partido socialista, en el espectro político alemán? Observen al respecto, en el caso italiano, cómo se describe a sí mismo Il Popolo d'Italia: quotidiano socialista. No dice ultraderechista o tradicionalista y ni siquiera nacionalista. Socialista a secas. Aplíquenle a este extraño fenómeno el principio evoliano por excelencia: siempre hay algo mejor más a la derecha (hasta desembocar en el chamán de la caverna, claro). ¡Ningún ultraderechista osaría afiliarse a los Fasci d'Azioni Rivoluzionaria! Su lugar natural serían los partidos de derecha burguesa, católica, liberal o reaccionaria ---tanto da--- que Mussolini precisamente odiaba con todas sus fuerzas. Si en la actualidad apareciera un verdadero partido fascista, ninguno de estos "fascistas" sería capaz siquiera de reconocerlo y calificaría el invento de rojo, comunista y otras delicatessen. (No es un supuesto imaginario, sino una evocación "basada en hechos reales").
En todo caso, antójase abrumador que los propios presuntos fascistas no sospechen de los aplausos con que los antifascistas de todo pelaje recompensan su confesión de ultraderechismo. A menos que esos "fascistas" sean en realidad, también, ultraderechistas y les falten los órganos intelectuales ---y morales--- para captar la comicidad de la situación. En España, el principal promotor de la impostura responde al nombre de Ernesto Milá Rodríguez, quien publica incluso una revista titulada "Historia del Fascismo" para mejor remachar la tarea fraudulenta en que ha consistido toda su vida, a saber, hundir el fascismo en el lodazal del ultraderechismo e intoxicar a varias generaciones de nacional-revolucionarios con un veneno reaccionario que destroza el cerebro y vuelve completamente chrétien a la gente. Llamémoslo, irónicamente y a tenor de los tiempos que corren, el virus de Evola. Cuya efectividad resulta tanto más estupefaciente cuanto el propio Evola dejó claro que él contemplaba y criticaba el fascismo desde la derecha. Para, acto seguido, postrarse y sacralizar el significante derecha ---subrayo: ¡¡¡el significante!!! ayuno de significado--- a fin de convertir la palabra izquierda en sinónimo del mal absoluto e imposibilitar así, obviamente, todo resurgimiento del fascismo (¡¡¡un "socialismo nacional"!!!). La maniobra, hay que reconocerlo, ha sido muy efectiva: personas aparentemente inteligentes dispáranse como un resorte ---reflejo condicionado evoliano--- cuando escuchan el significante "izquierda": es la forma convulsiva de manifestarse, en estos presuntos ninistas (ni derechas, ni izquierdas, ni izquierdas, ni izquierdas...), la subrepticia sacralidad atribuida "en la intimidad" a... la destra. Con el agravante de que, en italiano, izquierda se vierte como diabólica sinistra y justo ahí empiézanse a desatar, hasta transformarse en convulsiva avalancha mental, los contenidos bíblicos irracionales del ultraderechismo español. En definitiva, la barrera simbólica del evolianismo ---combinado habitualmente, entre los ultras latinos, con un catolicismo romano de vestir--- se ha erigido en obstáculo insuperable para realizar el sueño de refundar el fascismo. En lugar de ello, hemos sufrido en nuestro país repetidas y esperpénticas refundaciones del "neofascismo" (extrema derecha). Todo ello para mayor deleite de la extrema izquierda y del antifascismo en general, porque es suficiente echarle un vistazo a la foto de los "camaradas" (tatuados, hooligans, skin heads, pijos drogadictos, chivatos policiales, maricones reprimidos, centuriones, botelloneros, etc.) para salir corriendo. En una palabra, como acreditó en su día Vincenzo Vinciguerra, estamos ante escoria marginal patrocinada por los servicios de inteligencia de la OTAN. Los ultraderechistas han mancillado incluso el nombre de Ramiro Ledesma, alguien que los habría fusilado a todos sin vacilación de haber tenido la más mínima oportunidad.
“Nosotros, comunistas, adoptamos el programa fascista de 1919, programa de paz, de libertad y de defensa de los intereses obreros. Camisas Negras y Veteranos del África, llamamos a ustedes para unirnos en este programa. Proclamamos que estamos listos para combatir a su lado, Fascistas de la Vieja Guardia y Juventud Fascista, para realizar el programa fascista de 1919” (Palmiro Togliatti, secretario del Partido Comunista Italiano, Manifiesto por la salvación de Italia y la reconciliación del pueblo italiano, Lo Stato Operario, nº 8, 1936).
Il movimento fascista nato fra l'irrisione e l'ostilità del Partito Socialista, è oggi qualche cosa di più di una semplice promessa (Benito Mussolini, Opera Omnia, t. VII, p. 141).
El movimiento fascista nacido en medio de la burla y la hostilidad del Partido Socialista es hoy algo más que una simple promesa. ¡¡¡Mussolini da el movimiento fascista por nacido en 1915!!! El discurso de Mussolini apenas se distingue empero de la extrema izquierda comunista excepto por las apelaciones patrióticas y heroicas, que lo son siempre contra "la reacción" (y todo aquéllo que implica el discurso católico, monárquico y aristocrático-burgués tradicional de la extrema derecha) representada por el imperio austro-húngaro, léase: por enemigo hereditario de la nación italiana.
7 comentarios:
Ya que se menciona el periódico Il Popolo d´Italia, me gustaría mencionar un fragmento del editorial de su primer número, el de 15 de noviembre de 1914, salido de la pluma del propio Mussolini, y que encuentro muy significativo para entender su postura:
"Hoy —y digo esto con toda energía— es la propaganda antibélica, propaganda de la cobardía. Obtiene éxitos, sin duda, porque se fundamenta en el instinto individual de conservación. Pero precisamente por ello es una propaganda antirrevolucionaria. Sus principales promotores son los curas y los jesuitas, que tienen un interés material y espiritual en el mantenimiento del Imperio austríaco; la acepta la burguesía, que se ha caracterizado siempre en Italia por su estrechez de miras; la aceptan los monárquicos... que carecen de valor suficiente para romper el tratado de la Tríplice... que garantiza la existencia del trono. Esa coalición pacifista sabe perfectamente lo que desea y resulta fácilmente identificable la finalidad de su actitud. Pero nosotros, los socialistas, representamos una de las fuerzas más vivas de la joven Italia. ¿Estamos dispuestos a unir nuestros destinos a esas fuerzas "muertas" en nombre de una "paz" que hoy no nos preserva de los riesgos de la guerra y que mañana atraiga quizá sobre nosotros el desprecio general de los pueblos que están viviendo esta tragedia colectiva?"
(citado en Nolte, Ernst, El Fascismo de Mussolini a Hitler, Esplugas de Llobregat, Plaza & Janes, 1975, pág. 20)
Este fragmento nos indica que Mussolini justificaba la intervención en la Iª Guerra Mundial con argumentos propios de un marxista. La guerra había de ser el terremoto que resquebrajase las viejas estructuras de poder (clero, burguesía, monarquía) y propiciase la revolución socialista. Recordemos que para Karl Marx el fenómeno de la guerra era, de la misma manera, un factor que podía traer la revolución, ejercer de "partera de la Historia".
Es decir, el Mussolini intervencionista podía haber roto con una organización política (el PSI) pero no con una ideología (el socialismo). La ruptura venía causada por una cuestión esencialmente táctica, no doctrinal.
Muy buena aportación.
Gracias, Celtix. Nada que objetar a su comentario. Sólo felicitarle por su honestidad, muy rara en los tiempos que corren. Como expliqué en el artículo, Mussolini llega al fascismo desarrollando desde su interior conceptos marxistas. En este caso, el de revolución como guerra de clases que está a un tiro de piedra de la guerra nacional de las "naciones proletarias", con todo lo que este filosofema implica en el plano de la ética y los "valores heroicos". Es obvio que el socialismo no llegará pacíficamente y que, quienes eso pretenden desde una ética de la no violencia, son unos cobardes o unos impostores. Pero desde el momento en que la izquierda acepta la violencia, entonces hay que llegar hasta el final y ese final se llama fascismo. El fascismo, por tanto, es una tragedia de la izquierda que la izquierda no quiere reconocer.
Muy interesante articulo y bastante revelador sobre el origen del fascismo
Muchas gracias. Un saludo.
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