El abominable siervo de Yahvé ex franquista José María Aznar.
Los ciudadanos intuyen, casi todos, que "cosas" muy importantes están sucediendo actualmente en el mundo a una velocidad de vértigo. Diferentes agencias, y ya no digamos miles de sitios en la red (internet), compiten en la tarea de acuñar una narración más o menos coherente de los hechos y hacer previsiones sobre lo que puede suceder en las próximos años, meses o incluso días. Desde la invasión reptiliana a las exégesis economicistas que acostumbran a reducir los hechos a las influencias de las multinacionales y sus lacayos de la CIA, podemos escoger entre un menú variado que incluye, por supuesto, la conspiración judía mundial promovida por los famosos sectarios illuminati o la maldad de los "fascistas", variante escatológica vuelta del revés y harto popular entre las izquierdas sistémicas. En Europa se ha puesto también de moda una nueva germanofobia -guisada en la cocina antifascista- que culpa a Alemania de todas las desgracias habidas y por haber... El lector puede elegir la narración apetecida en función de su nivel cultural, preferencias e identidades étnicas, estado emocional, filiofobias, etcétera. Cada cual tiene "su verdad" (que le hace "sentir bien") y, mientras tanto, los poderes que realmente mueven los hilos siguen interesados en promover la máxima confusión y hasta auténticos absurdos, siempre que con ello borren las pistas conducentes al nido del cuco oligárquico. Éste debe mantenerse ilocalizable, intangible e incluso postularse inexistente excepto en las mentes de presuntos desequilibrados mentales: el concepto mediático habitual, la conspiranoia, está a un paso del uso estalinista de los hospitales psiquiátricos para disidentes ideológicos y desafectos al régimen.
¿Existen los poderes mundiales ocultos?
La primera
pregunta que deberíamos hacernos es si "existen" tales poderes,
requisito de una explicación consistente; la realidad social e histórica podría
ser fruto, si no del azar, sí del entrecruzamiento de múltiples factores, o
sea: hipercompleja e imprevisible en la práctica. En ese caso, ya no valdría la
pena ponerse a exprimir los hechos para producir un mensaje de contenido
racional con pretensiones heurísticas.
En este
sitio FILOSOFÍA CRÍTICA afirmamos, por buenas razones, que existen tales
factores explicativos (aunque quizá no omnicomprensivos, pues la oligarquía está lejos, todavía, de controlarlo absolutamente todo). El poder oligárquico promueve unas directrices que
permiten interpretar los acontecimientos actuales y, por tanto, prever por
dónde pueden trazarse anticipadamente las autopistas del tiempo en dirección al
futuro. Y, ciertamente, por cuanto aquéllo que se columbra en la lejanía no
resulta demasiado tranquilizador, nos sentimos obligados a comprometernos en
una tarea, a saber, advertir a nuestros conciudadanos de que deben hacer un
esfuerzo para comprender el curso actual de la historia e intentar oponerse a
él. El motivo es que avanzamos hacia una catástrofe de dimensiones poco menos
que apocalípticas.
La pregunta
que encabeza esta entrada de blog hacémosla "nosotros"; el
pronombre personal en primera persona del plural designa a "cualquier
ciudadano" capaz de razonar y decidir; en cuanto tal, es decir, aislado
del resto, un ciudadano aislado contaría en la mayor parte de los casos como un elemento pasivo en
el desarrollo de los acontecimientos históricos, pero organizado y concienciado
sobre lo que "está sucediendo realmente" puede erigirse en factor
determinante a la hora de dar una respuesta a la interrogación planteada. Cuando dejemos de contemplar el devenir histórico
como un espectáculo y en él obremos en calidad de agentes responsables, es decir,
como "pueblo soberano", ya no necesitaremos hacernos la
pregunta porque nosotros mismos seremos la respuesta.
La cuestión
de marras remite, pues, de forma necesaria, aunque la mayor parte de las veces
este punto sea ignorado, a aquel método interpretativo que nos
permita entender qué está sucediendo en el ámbito de lo histórico
(exclúyense aquí las previsiones sobre accidentes o catástrofes naturales) a
escala mundial y "en estos momentos". Para que dicha pregunta pueda
razonablemente responderse hemos de identificar primero cuáles son los poderes
cuyas decisiones pueden afectarnos más y qué piensan o cuál es la ideología de
quienes los detentan. Por ello, en una entrada anterior, nos planteamos un
problema previo "¿Qué piensa la oligarquía?". La oligarquía
es el poder que dirige el hemisferio occidental y condiciona la política
mundial. Hay otros poderes importantes y realmente soberanos en Eurasia, como
Rusia, China e Irán, pero la iniciativa corresponde al bloque formado por
EEUU/Israel.
[Por su
parte, Europa no representa un poder soberano, pero podría
representarlo si Alemania se desentendiera de la OTAN y arrastrase tras ella a
Francia e Italia (Gran Bretaña permanecería siempre del lado de los
EEUU/Israel), una posibilidad tan remota que resulta, empero, si no totalmente
desechable, al menos poco digna de consideración.]
En
consecuencia, existe un "poder hemisférico" y "otros poderes soberanos"
de menor entidad o potencial político y económico. Pero sea cual fuere la
constelación de soberanías existentes, que de eso se trata, unos y otros,
todos, han hecho suyo un imaginario común: el antifascismo, cuyo
núcleo narratológico es la Shoah. Sólo Irán -abstracción hecha de
los historiadores revisionistas- cuestionó en serio ese relato bajo Amadineyhad
al "negar" la "ideología del Holocausto", pero el nuevo
gobierno iraní ha vuelto al redil y no parece que Rusia (un país atacado por la
Alemania nazi que debe minimizar los crímenes perpetrados en su etapa
comunista), ni China (Estado formalmente comunista y por tanto antifascista),
tengan mucho interés en vulnerar el dogma a pesar de que, en última instancia,
dicho "imaginario de la sociedad" constituya un arma formidable en
manos de Occidente.
La fuente más importante de consenso ideológico a todos los niveles es, en
efecto, el antifascismo. Ciudadanos, gobiernos, instituciones públicas y privadas..., convergen de
forma unánime en la fe sobre la existencia de un mal absoluto
denominado fascismo, punto de referencia de todos los
posicionamientos y códigos de interpretación aceptados e incluso
"legales". El antifascismo es la religión cívica universal.
Esta "ideología" constituye el factor político y estratégico último
que garantiza la estabilidad del equilibrio planetario. El antifascismo
configura un escenario donde encuentran sentido incluso las vidas privadas de
las personas, las cuales necesitan de un bien y un mal identificables para
desarrollar sus tareas cotidianas, ya sea como cuadros de mando, ya como meros
esclavos o sirvientes de la élite sionista. Si el consenso antifascista se
rompiera, incluyendo en tal ruptura a la mayor parte de los ciudadanos de EEUU,
Israel no podría sobrevivir más que unos pocos meses como Estado y los
políticos actuales tendrían que dimitir en cadena, terremoto que se haría
extensivo a los medios de comunicación, las universidades, etcétera. Sería un
acontecimiento de dimensiones mundiales que pondría fin a toda una época,
liberando fuerzas hasta ahora contenidas por los poderes oligárquicos.
La
deconstrucción del antifascismo es el requisito de una auténtica revolución
democrática capaz de derrocar a la oligarquía y poner a salvo los
genuinos valores de nuestra civilización, ligados al concepto de verdad
racional, pero no parece que esto vaya a suceder. Al menos no sucederá
si al esfuerzo de unos pocos ciudadanos que escriben libros, publican artículos
y entradas de bitácoras o que empléanse en otras formas de comunicación, no se
suma la acción política organizada en torno a toda esa gente -la inmensa
mayoría- que vive habitualmente inmersa en el gran sueño de Hollywood. Dicha
acción política debería ser nacionalista revolucionaria, democrática,
de izquierdas y surgir en Europa, para extenderse
luego por el resto de Occidente, pero tiene
que evitar a todo trance identificarse con el fascismo o el nazismo. Ya expliqué los motivos de este punto
crucial en el artículo "Disidencia y crítica" (2008) y en mi libro La
manipulación de los indignados (2012), entre otros textos. Satisfecha tal conditio
sine qua non, la revolución nacional-democrática estaría en
condiciones de aliarse con los poderes soberanos "periféricos" que todavía
resisten a la oligarquía occidental, forzando, de alguna manera, el
derrumbamiento de la misma desde el interior de sus territorios centrales
pero con ayuda del exterior (por ejemplo, de una Hispanoamérica bolivariana).
El método interpretativo de los acontecimientos políticos cotidianos
Dicho esto,
y tal como expusimos en la entrada citada, conviene subrayar que los factores
económicos no son suficientes, según pretende la izquierda tradicional
(sistémica), para explicar "aquéllo que está sucediendo realmente".
Volvamos sobre nuestros pasos.
Este
artículo abunda en la temática de:
entre otras
entradas de la etiqueta "oligarquía". Desarrollamos dos entradas
anteriores con el título "La extrema derecha que gobierna el mundo" y
la citada, en la cual tratamos de fijar los parámetros de la cuestión
"¿Qué piensa la oligarquía?". La introducción y bibliografía general
sobre el tema del exterminio indio autóctono norteamericano en cuanto etapa
histórica en el desarrollo de la oligarquía se encontrará en el siguiente
enlace:
El
nacionalismo revolucionario como método interpretativo
Decenas de
artículos de FILOSOFÍA CRÍTICA explicaron el concepto del "sistema" y
la "ideología" oligárquicos. La oligarquía capitalista no muestra
escrúpulos morales democráticos a la hora de hacer negocios y pactos; el
comunismo, Stalin o China forman parte de la cartera de clientes si conviene
que así sea, y entre éste y el fascismo siempre prefiere a los descendientes
"internacionalistas" de Marx. El islamismo radical también participa
del espacio estratégico oligárquico mediante usos que van mucho más allá de la
mera diplomacia y la alianza con países integristas como Arabia Saudí o las
denominadas "monarquías del Golfo" (argumentamos este punto en varios
posts sobre "Osama y Obama"). El único y auténtico
enemigo de los oligarcas es el nacionalismo revolucionario. A pesar de
esta evidencia histórica apabullante, Ernesto Milá, un presunto analista
político de ostentación "patriótica", dice no tener ni idea de qué
significado ideológico cabe atribuirle a aquél. Los servicios de inteligencia
atlantistas utilizan el denominado "islamofascismo" como elemento
provocador para justificar el uso de la fuerza y el imperialismo contra los
regímenes de tendencia "socialista nacional". Siempre se observará,
en la práctica, el mismo esquema: el capitalismo aliado del comunismo, del
islamismo y hasta del diablo para combatir la soberanía de los pueblos y la
defensa de su identidad. La umma islámica es tan globalizadora como el
"pueblo de Dios" católico o cristiano, el liberalismo capitalista y
el proletariado marxista. Sólo a Israel se le consiente un
"particularismo" políticamente correcto. La resistencia
nacional es el objetivo prioritario a destruir para la extrema derecha
sionista: todo lo demás se da por añadidura. El
nacionalismo revolucionario no es sólo una ideología o una estrategia, sino un método
interpretativo de la realidad política inmediata.
La reductio del comunismo al "mal absoluto" en la
propaganda antifascista liberal
La
propaganda oligárquica nos ha acostumbrado últimamente a ampliar al comunismo
la habitual diabolización del fascismo. Aunque sin llegar al extremo de "los nazis", los comunistas
comienzan a ser considerados compañeros de viaje del "mal absoluto".
Se ha llegado al extremo, incluso, de elevar a los bolcheviques a la categoría
de verdaderos fascistas, los fascistas auténticos, respecto de
los cuales los denominados habitualmente tales serían meros
"aprendices". La teoría fue acuñada, empero, hace décadas y sólo
progresivamente va posesionándose de las terminales mediáticas. No otra es la
tesis, citada en este blog repetidas veces, del judío francés André
Glucksmann, uno de los noveaux philosophes de la escuela capitaneada por
el sionista convicto y confeso Bernard-Henry Lévy. Resultará literalmente
demoledor analizar la evolución del uso del vocablo "fascismo" en
Glucksmann desde Stratégie et révolution en France 1968 (1968),
traducido en 1970 con el título Estrategia y revolución, y Fascisme:
l'ancien et le nouveau (1972), en castellano El viejo y el nuevo
fascismo, 1975, hasta llegar a La cocinera y el devorador de
hombres. Ensayo sobre el Estado, el marxismo y los campos de concentración (1977,
edición francesa original de 1975) y Les maîtres penseurs (1977) [Los
maestros pensadores (1978)]. Los filósofos "franceses"
pasan de la extrema izquierda maoísta al americanismo
más furibundo, que es la manera de hacer presentable en el mundo occidental
"democrático" un nacionalismo judío y proisraelí de caracteres
escandalosamente racistas. Es el mismo proceso que siguieran los trotskystas de
la revista neoyorquina Partizan Review, tan celebrados como cerebros de
la "nueva derecha" reaganiana (los neocons). En España tenemos
un tipo análogo de evolución encarnada por Federico Jiménez Losantos, pero,
sobre todo, como filósofo, por Gabriel Albiac. Entre los miembros del lobby
sionista "español" encontramos, además de los citados, a Arcadi
Espada, Jon Juaristi y toda la tropa de (supuestos) "no
nacionalistas" y neoliberales... Haberlos, haylos, así mismo,
catalanistas independentistas (Pilar Rahola, Joan B. Culla, Lluís Bassat,
Vicenç Villatoro...), y "ambiguos", por ejemplo, el periodista
Salvador Sostres. Pero todos sirven al mismo amo: EEUU/Israel. Así que cuidado
con los antifas postmodernos: por mucho que ostenten pedigrí marxista o
anarquista, su verdadera patria es Hollywood. En España, encuádranse bajo el concepto-proyecto
de "Sefarad", el cual podrá establecer sede ora en Barcelona, ora en
Madrid, pero sólo como franquicia de Wall Street/Jerusalén.
El antifascismo nace en los años 30 del siglo XX al servicio de la estrategia política de Stalin. Las malas artes de Washington, en la medida en que han occidentalizado el discurso estalinista, son políticas cuyo enemigo fundamental es el nacionalismo revolucionario incluso cuando pretenden luchar contra el radicalismo islámico, el yihadismo, etc. Argumentaremos este punto en la próxima entrada de la serie.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
20 de enero de 2015
El antifascismo nace en los años 30 del siglo XX al servicio de la estrategia política de Stalin. Las malas artes de Washington, en la medida en que han occidentalizado el discurso estalinista, son políticas cuyo enemigo fundamental es el nacionalismo revolucionario incluso cuando pretenden luchar contra el radicalismo islámico, el yihadismo, etc. Argumentaremos este punto en la próxima entrada de la serie.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
20 de enero de 2015
1 comentario:
"Nietzsche ¿era realmente ateo?"
https://forocatolico.wordpress.com/2016/06/07/nietzsche-era-realmente-ateo/
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