"La Shoah fue obra de un típico régimen neopagano moderno" ("Nosotros recordamos", documento oficial de la Iglesia Católica sobre el Holocausto).
Conocida es la postura de la Iglesia Católica en relación con el holocausto. La persecución y exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial habría sido obra de un régimen "pagano", expresamente anticristiano y, por ende, malvado, léase: sin dios. El antisemitismo religioso, que hunde sus raíces en los orígenes mismos de la predicación de Jesús, nada tendría que ver con tan oprobiosos hechos. Enlazamos a continuación el documento "Nosotros recordamos. Una reflexión sobre la Shoah":
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/documents/rc_pc_chrstuni_doc_16031998_shoah_sp.htmlConocida es la postura de la Iglesia Católica en relación con el holocausto. La persecución y exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial habría sido obra de un régimen "pagano", expresamente anticristiano y, por ende, malvado, léase: sin dios. El antisemitismo religioso, que hunde sus raíces en los orígenes mismos de la predicación de Jesús, nada tendría que ver con tan oprobiosos hechos. Enlazamos a continuación el documento "Nosotros recordamos. Una reflexión sobre la Shoah":
Por el contrario, como prueba del antisemitismo cristiano se aducen diversos fragmentos del Nuevo Testamento, singularmente el Evangelio de San Juan, donde encontramos afirmaciones como la siguiente: "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: 'Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres'" (Evangelio según San Juan, 8.31-32). Citamos este pasaje para que quede claro que Jesús está debatiendo con "los judíos" y éstos le responden con una pretensión que alude a su descendencia biológica: "Ellos le respondieron: 'Nosotros somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?'" (Juan, 8.33). Los judíos olvidan fácilmente su esclavitud egipcia, babilónica y tantas otras fases de sometimiento político, pero el orgullo nacional herido, como sabemos, es el motor del mesianismo hebreo, aunque no venga ahora al caso ahondar en ese tema. El debate con los judíos prosigue y la afirmación final, puesta en boca de Jesús, resulta categórica:
"Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Éste era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira"
(Evangelio según San Juan, 8.44).
Jesús acusa de homicidas a los judíos en tanto que perpetradores de los deseos de su padre, el demonio. Un somero repaso al Libro de Josué y a otros lugares del Antiguo Testamento pone en evidencia que Jesús podría estar refiriéndose a las repetidas instigaciones al crimen masivo de sangre (el anatema) procedentes de Yahvé y ejecutadas por hebreos, que se detectan en la "historia sagrada". Yahvé, ¿sería entonces un demonio? No lo sabemos, se trata de una materia de investigación teológica. Lo que sí sabemos es que la imputación satánica había sido aquélla que utilizaran en el pasado los judíos contra los gentiles (los no elegidos por dios, antes de ser asesinados sin piedad), la misma que emplearían luego los cristianos contra los judíos y más tarde los comunistas y los anarquistas, en la versión secularizada del "mal absoluto", contra sus adversarios fascistas, etcétera. El holocausto, como ya sugerí en otras entradas, ha sido sólo el último capítulo, la entrega más reciente, en el relato histórico de la intolerancia monoteísta.
"El antisemitismo es inaceptable. Espiritualmente todos somos semitas" (Papa Pio XI dixit)
Según la Iglesia Católica, el genocidio judío a manos de los nazis no se puede explicar a partir del antisemitismo cristiano porque el holocausto supone una mutación ideológica de la idea de "el judío". Se pasaría, así, de un antisemitismo religioso, en el cual el pueblo mosaico todavía puede salvarse mediante la conversión, a un antisemitismo biológico, donde no hay conversión posible, sino sólo exterminio físico. Si esto fuera así, los nazis cristianos que asesinaban judíos no habrían actuado como cristianos, sino como "fascistas". Recordemos que hubo millones de nazis cristianos. Se da por supuesto que cuando mataban judíos, estos nazis traicionaban la ética cristiana, actuaban como "paganos" o "ateos" biologistas "ayunos de trascendencia", por mucho que pretendieran legitimar sus actuaciones violentas a partir de la doctrina cristiana. Para cuestionar este dogma exculpatorio bastan, en principio, dos consideraciones:
1/ la historia de la Iglesia Católica y del cristianismo en general está repleta de violencia y utiliza ya el concepto de "pureza de sangre" como criterio de exclusión social en perjuicio de los conversos. Si los adversarios del cristianismo eran, ante todo, adversarios religiosos y podían resultar siempre convertidos, lo que posibilitaba evitar la supresión física, ¿por qué, en nombre de la doctrina de Cristo, se ha asesinado a millones de personas, desde los paganos nórdicos que se negaban a convertirse hasta las brujas de la Edad Media, desde las víctimas de la Inquisición bien entrada la Edad Moderna hasta los herejes protestantes?
2/ es el propio judaísmo el que considera, como descendientes exclusivos, es decir, biológicos, de Abraham (distinción que los cristianos no pueden ostentar) ontológicamente superiores a los judíos respecto de los seguidores de Cristo. Aún hoy, en ciertos sectores nacionalistas del judaísmo se hace ostentación de una presunta excelencia genética hebrea. Hemos visto que ya desde la época de Lutero está documentada esta pretensión que, al perecer, se remonta a los orígenes mismos del cristianismo (véase la respuesta de los judíos a Jesús) y al concepto de "pueblo elegido", un ente material que se identifica por su ascendencia común y sus características étnicas sagradas.
La secularización del judaísmo, paralela a la secularización del cristianismo en las llamadas "ideas modernas" (Nietzsche), es decir, en el comunismo, el anarquismo, el liberalismo y demás doctrinas políticas de la felicidad y el paraíso en la Tierra, es un fenómeno interno inherente al propio judaísmo. Una de las expresiones más patentes de dicha secularización se encuentra en el sionismo, ideología de rasgos claramente racistas a la par que seculares. Pretender que el paganismo o el ateísmo tienen alguna relación de responsabilidad con la tradición del anatema es una injusticia de tal calibre como sólo un cristiano o un judío monoteístas podrían cometerla. El paganismo muestra, precisamente, una notoria tolerancia, cuando menos comparativa respecto del cristianismo, hacia las religiones nacionales de los otros pueblos, precisamente por su carácter politeísta, que le permitía reconocer los dioses ajenos como dioses, antes que como meros diablos sólo susceptibles de ser aniquilados.
El carácter nietzscheano y, por ende, pagano, del primer fascismo, explica el apoyo que los judíos dieron en Italia al movimiento fascista. Precisamente en Italia, donde la Iglesia Católica y el Estado Vaticano habían sido los enemigos seculares de la unidad nacional, los hebreos apoyaron dicha unidad con la esperanza de disminuir el peso del antisemitismo eclesiástico institucionalizado en el gueto. El fascismo, en tanto que nacionalismo italiano vinculado simbólicamente a la romanidad pagana, despertaba en los hebreos del país subalpino las más encendidas esperanzas de libertad religiosa. De ahí la actitud de Mussolini hacia los judíos y su expreso apoyo a la propuesta sionista de "retorno" a Israel como "solución" al tópico problema del "desarraigo" judaico.
Todo lo contrario que en Alemania, donde, a pesar de las simpatías de Hitler hacia la idea sionista, se palpa la diferencia entre el relativamente moderado antisemitismo católico y el feroz antisemitismo protestante. La presencia masiva de cristianos reformados en el movimiento nacionalsocialista, el hecho de que Alemania fuera un país vinculado, en su proceso de unidad nacional, al cristianismo luterano, virulentamente antisemita, explica en parte el papel que el odio a los judíos, contraviniendo la preceptiva nietzscheana de dejar fuera del movimiento regenerador de Europa a los antisemitas en tanto que cristianos, jugara un papel mucho más fundamental en la retórica política de masas del III Reich que en el caso de Mussolini.
¿Puede, por tanto, identificarse la esencia del fascismo con el holocausto? No creo que quepa hacer semejante afirmación sin incurrir en abuso. El fascismo no tiene un carácter esencialmente antisemita, por mucho que sea crítico con el judaísmo en el mismo sentido en que lo son Marx y Hegel. Y si hace caso de su fundador, Nietzsche, filósofo también asaz hostil a la herencia axiológica judaica pero no al pueblo judío, el fascismo debe desprenderse del bagaje antisemita precisamente por su intrínseca vinculación con el monoteísmo hebreo y por su tendencia a la diabolización maniquea del adversario. Respecto a Alemania, puede sostenerse que tampoco el holocausto representa la esencia del nacionalsocialismo. Es perfectamente concebible un "socialismo nacional" alemán libre de cristianismo y, por tanto, de antisemitismo. Pero el socialismo nacional procede de dos cepas, a saber, la judía y racial de Moses Hess, maestro de Marx, y la nietzscheana de Sorel. El nazismo pasó inconscientemente de la segunda a la primera por los carriles que el antisemitismo luterano -el judeocristianismo heredado- le abrió de manera automática y a cuya "tentación", por razones contextuales que ya he explicado en otras entradas, no pudo resistirse.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
31 de diciembre de 2010
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