Jeremy Corbyn, el hombre que hace solo unos meses era una «esperanza de cambio», es un pelele. Por meses el hombre se ha rendido incondicionalmente al lobby judío, ha traicionado sistemáticamente cada uno de sus principios básicos declarados. Como era de esperar el legendario «ícono izquierdista» incluso ha traicionado a sus amigos.
Los izquierdistas tienden a llamarse entre ellos camaradas. Apelan a la palabra camaradería en cada declaración política. Al parecer no son capaces de captar lo que tiene que ver con la camaradería. La «camaradería» de Corbyn quedó de manifiesto cuando no pudo sostener al heroico Ken Livingstone, quien dijo la verdad bien establecida e innegable sobre el apoyo de Hitler al sionismo y el Acuerdo Havará. Corbyn simplemente se escapó con el rabo entre las piernas.
Desde hace algún tiempo he pensado en la izquierda como un concepto masturbatorio disfuncional. Pero Corbyn era conmovedor, parecía apoyar a los oprimidos. Durante décadas fue el patrocinador de la disfuncional Campaña de Solidaridad con Palestina (PSC). Corbyn se comprometió a cuidar lo que queda de los trabajadores británicos. Dijo todas las cosas más emocionantes, pero ha evidenciado todo lo contrario.
Contra toda lógica he estado encantado con los últimos desarrollos del Partido Laborista.
Si alguien había fallado hasta ahora en tomar en cuenta el impacto corrosivo del poder judío y la presión política judía, ahora está todo a la intemperie.
Gracias al lobby judío y a los donantes judíos el Partido Laborista no es un espacio libre. Es intolerante, opresivo, un territorio ocupado. Cuida de un solo pueblo y esta gente no es la clase obrera. Ellos son, en la práctica, un puñado de oligarcas judíos, de lejos la gente más privilegiada de este planeta.
Próximamente vamos a ver que el laborismo de Corbyn eliminará a Karl Marx de la herencia laborista por escribir sobre la cuestión judía. En 1843 Marx dio cuenta de que la «emancipación de la carga del comercio y del dinero y en consecuencia de su práctica, fácticamente judía, sería la autoemancipación de nuestro tiempo». Marx pensaba que con el fin de emancipar al mundo del capitalismo el mundo tenía que emanciparse del «judaísmo». Y con el fin de emancipar el laborismo de los guardianes de Judea debía liberarse de los oligarcas sionistas judíos como lord Levy, lord Sugar, Michael Foster y algunos otros.
Probablemente es solo una cuestión de tiempo que el Partido Laborista suspenda a la clase obrera en su conjunto por interferir con los patrocinadores de los oligarcas judíos del laborismo.
Ahora hay muchas pruebas de que la política del lobby judío es incompatible con el pensamiento y los valores de la libertad occidental. Hay que elegir si queremos vivir en un Estado-gueto dominado por las aficiones de lord Levy y lord Sugar o si preferimos vivir en un Reino Unido libre y preocupado por todos.
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