El llamado 20-N es en España el día en que los falangistas (fascistas españoles "de época") y la extrema derecha, celebran revueltos la confusión que el régimen anterior promovió al hacer coincidir artificialmente la muerte del derechista reaccionario Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España por la gracia de Dios, y del nacional-sindicalista José Antonio Primo de Rivera.
Pero el 20 de noviembre también es, para fastidio de muchos intelectuales "progresistas" antifascistas de cheka y gulag, el día mundial de la filosofía. Quizá sea ésta una oportunidad que nos brinda el destino para deshacer la nefasta confusión de fascismo, ultraderechismo, racismo, antisemitismo, "el Holocausto" (Finkelstein), tan útil a los propagandistas del sistema oligárquico, pero que, frente a Ramiro Ledesma el fundador, el propio catolicismo joseantoniano favoreció sin querer. Se puede ser católico y decente, sin duda, José Antonio es una prueba de ello, pero no se puede ser cristiano y nacional-revolucionario sin pervertir la metapolítica de Nietzsche, ateo-pagana hasta la médula.
Giorgio Perlasca, el fascista
que salvaba judíos
que salvaba judíos
Nuestros respetos hacia la figura de José Antonio como persona y como dirigente político honesto que buscó unir lo nacional y los social en una causa que, ante todo, tenía que ser ética (y hasta estética) para poder llegar a ser verdaderamente política.
Pero no vamos a hablar aquí de José Antonio, sino de fascistas como Giorgio Perlasca, voluntarios del bando nacional en la Guerra Civil Española (1936-1939) que arriesgaron sus vidas para salvar a miles de hebreos italianos perseguidos por la Gestapo. ¿Cómo? ¿Fascistas amparando a judíos? Quisiera subrayar una vez más (véase "La criminalización del fascismo") que en el Partido Nacional Fascista (PNF), los judíos estuvieron marcadamente sobrerrepresentados en relación a su proporción étnica entre la población italiana. También hay que refrescar la memoria sobre la amante judía de Mussolini, sobre las declaraciones del dictador italiano en favor del retorno de los judíos a Israel, sobre el papel de un filósofo judío espiritualista, Henry Bergson, en la génesis ideológica del fascismo ... Quizá no resulte entonces tan extraño el apoyo que los judíos recibieron no ya sólo de la población italiana, sino de dirigentes de la jerarquía fascista cuando las autoridades nazis de ocupación reclamaron a los hebreos en represalia por los bombardeos incendiarios británicos contra la población civil alemana. Se quiere hacer del fascismo un equivalente del racismo, del antisemitismo y, por ende, de "Auschwitz", pero los datos no cuadran. El fascismo como tal no era antisemita, al contrario: inspirado en Nietzsche, rechazó el antisemitismo hasta que las presiones de la alianza con la Alemania nazi forzaron en 1938 un racismo artificial, de maquillaje, que la población y el partido no sentían, mucho menos hacia los judíos.
¿Qué es el fascismo?
La filosofía significa preguntar. Preguntemos, pues. ¿Qué es el fascismo? Mas lo cierto es que un siglo después de su surgimiento, los historiadores todavía no saben lo que es el fascismo. Así, Emilio Gentile, uno de sus más eminentes estudiosos, puede decir:
"Noventa años después de su aparición en la Historia y tras más de medio siglo de su caída como protagonista de la actualidad política, el fascismo aún parece ser un objeto misterioso y huidizo del intento de una clara y racional definición histórica a pesar de las decenas de miles de libros, artículos y debates dedicados a este movimiento político del siglo XX. Extraña y singular es también la historia de las interpretaciones del fascismo. De hecho, éstas oscilan entre visiones opuestas e inconciliables entre sí hasta tal punto que podríamos considerar vana la esperanza de llegar algún día a definir la naturaleza del fascismo en términos ampliamente compartidos" (Gentile, E., Fascismo. Historia e interpretación, Madrid, Alianza, 2004, p. 15).
El filósofo francés más señalado de la postmodernidad estructuralista, alguien que, además, es de procedencia judía, a saber, Jacques Derrida, afirma más o menos lo mismo sobre el nazismo: "No creo que podamos todavía pensar lo que es el nazismo". Tenemos el deber de preguntarnos, como filósofos, pero también como ciudadanos que viven en una sociedad supuestamente democrática, basada en la razón, donde existe algo así como una ciencia neutral, una universidad, una institución académica: ¿por qué no podemos saber hoy lo que el fascismo es? Se trata quizá de la pregunta más esencial de la filosofía, pues el fascismo se alimentó de Nietzsche, el último filósofo, el último metafísico occidental según Heidegger. Quizá en el fenómeno del (anti)fascismo se encierran las claves de occidente, de nuestra civilización europea, una historia que ya toca a su fin, pues el tiempo se ha cumplido.
En cualquier caso, no habría de extrañarnos que el fundador del fascismo español fuera un filósofo, Ramiro Ledesma Ramos; alguien que se dejara influir por Nietzsche hasta el punto se ser considerado nietzscheano, alguien que en su juventud escribe una novela titulada El sello de la muerte y una colección de ensayos, La filosofía, disciplina imperial, cuyo título ya habla por sí solo; alguien que traduce por primera vez a Heidegger al castellano. Pistas muy claras que señalan en una dirección concreta. Volveremos sobre esta cuestión también. Pero antes, abundemos en la duda, la sana duda cartesiana respecto de todo lo que nos ha enseñado la propaganda oligárquica.
¿Qué es el fascismo?
La filosofía significa preguntar. Preguntemos, pues. ¿Qué es el fascismo? Mas lo cierto es que un siglo después de su surgimiento, los historiadores todavía no saben lo que es el fascismo. Así, Emilio Gentile, uno de sus más eminentes estudiosos, puede decir:
"Noventa años después de su aparición en la Historia y tras más de medio siglo de su caída como protagonista de la actualidad política, el fascismo aún parece ser un objeto misterioso y huidizo del intento de una clara y racional definición histórica a pesar de las decenas de miles de libros, artículos y debates dedicados a este movimiento político del siglo XX. Extraña y singular es también la historia de las interpretaciones del fascismo. De hecho, éstas oscilan entre visiones opuestas e inconciliables entre sí hasta tal punto que podríamos considerar vana la esperanza de llegar algún día a definir la naturaleza del fascismo en términos ampliamente compartidos" (Gentile, E., Fascismo. Historia e interpretación, Madrid, Alianza, 2004, p. 15).
El filósofo francés más señalado de la postmodernidad estructuralista, alguien que, además, es de procedencia judía, a saber, Jacques Derrida, afirma más o menos lo mismo sobre el nazismo: "No creo que podamos todavía pensar lo que es el nazismo". Tenemos el deber de preguntarnos, como filósofos, pero también como ciudadanos que viven en una sociedad supuestamente democrática, basada en la razón, donde existe algo así como una ciencia neutral, una universidad, una institución académica: ¿por qué no podemos saber hoy lo que el fascismo es? Se trata quizá de la pregunta más esencial de la filosofía, pues el fascismo se alimentó de Nietzsche, el último filósofo, el último metafísico occidental según Heidegger. Quizá en el fenómeno del (anti)fascismo se encierran las claves de occidente, de nuestra civilización europea, una historia que ya toca a su fin, pues el tiempo se ha cumplido.
En cualquier caso, no habría de extrañarnos que el fundador del fascismo español fuera un filósofo, Ramiro Ledesma Ramos; alguien que se dejara influir por Nietzsche hasta el punto se ser considerado nietzscheano, alguien que en su juventud escribe una novela titulada El sello de la muerte y una colección de ensayos, La filosofía, disciplina imperial, cuyo título ya habla por sí solo; alguien que traduce por primera vez a Heidegger al castellano. Pistas muy claras que señalan en una dirección concreta. Volveremos sobre esta cuestión también. Pero antes, abundemos en la duda, la sana duda cartesiana respecto de todo lo que nos ha enseñado la propaganda oligárquica.
Jaume Farrerons
6 de diciembre de 2010
Que hubo un momento en que la Falange traiciono al fascimo al rechazar al solidarismo, es algo que no se puede negar.
ResponderEliminarPero centrar esa critica en lo cristiano de Jose Antonio me parece ridículo, o no fue Mussolini el que dijo que su movimiento seguía las ideas del Decalogo.
O no hubo fascistas hasta la medula cristianos o catolicos o Islamicos...a la muestra Nasser, Brasillach y en fin otros pensadores que fueron catolicos pero eso no evito que fueran fascistas.
Decir que si eres catolico o si no eres o no fascista me parece una imposición de paso determinista que no viene a lugar.
Obviamente q el fascismo no es NS y por ende no es racista. Los vencedores de la última guerra se han apropiado de la ética de la sociedad y arrojan en la misma esquina todo lo q se les opone tiñiéndolo de idéntico color. Las palabras tienen una determinada carga emotiva y se utilizan como armas para deformar la realidad, para manipular psicológicamente la formación de nuestras voluntades.
ResponderEliminarAquí no discutimos cuestiones de hecho, porque una ideología no es un hecho, sino una exigencia normativa, un deber-ser.
ResponderEliminarQue haya islámicos que DE HECHO coman cerdo y beban alcohol no cambia la naturaleza doctrinal e imperativa del islam en materia de alimentación.
Que hayan existido fascistas católicos es un hecho, no vamos a negarlo, la cuetión DE DERECHO es si se puede ser fascista y católico coherentemente.
Y ésta es una cuestión no histórica, sino filosófica.
Por otro lado, volviendo a los hechos, me parece indiscutible que el carácter católico, desde el punto de vista doctrinal, de la derecha española, que coincidía con el catolicismo de José Antonio, expresamente reivindicado en su discurso político público, facilitó la instrumentalización de la Falange por el franquismo y el decreto de unificación con los carlistas.
Si la Falange se hubiera mantenido jonsista y nietzscheana, como lo fuera el fundador Ramiro Ledesma (esto lo explicaré cuando tenga tiempo en la continuación de esta entrada), la derecha lo hubiera tenido mucho más difícil para convertir el nacional-sindicalismo en la mera "coreografía de camisas azules" del régimen que el propio José Antonio denostó por anticipado.
Si farrerons, pero si vamos a tratar la cuestión desde un punto de vista filosófico, pues fue Mussolini el que dijo que su movimiento seguía las normas del decálogo, es más que fue el mismo el que dijo que su movimiento creía en Dios y seguia a Dios.
ResponderEliminarFue Nasser el que dijo que el Islam era la guiá de su movimiento.
Si hablásemos en términos filosóficos y lo que una ideología debe ser el catolicismo no encuentra una contradicción de facto con el fascismo, ni debería existir. Aún así la RSI aceptaba que la religión de la república era el catolicismo.
No hablo de cuestiones historicas, no es la idea, pero de acuerdo a la vía espiritualista, la vida es más que la simple materia y tiene un destino trascendental, que a su vez puede ser ultraterreno.
Siguiendo con la tercera vía de Emmanuel Moulnier y por ejemplo Codreanu, no creo que al menos en el plano filosófico exista una contradicción de facto con el fascismo.
Hablar hoy en día de un carácter católico, pues no existe, tal vez la herencia utilitarista de Lutero, Calvino y Tomas de Aquino, no lo niego ya que esto lo debe reconocer todo fascista sin importar su religión.
Pero más que ello existió una coincidencia al menos en el plano de los fines espirituales, el decálogo, o el fin ultraterreno que de plano coincide con el fascismo y también con otros pensadores católicos como Agustín de Hipona. Aún así gracias por la respuesta.
Existe una contradicción de principio entre el fascismo y el cristianismo.
ResponderEliminarMe remito a Heidegger y Nietzsche, los dos mayores pensadores de nuestro campo y de la civilización occidental.
También me remito a todo lo que he dicho en este blog, que no puedo repetir en un post de respuesta.
El problema con que se topan los líderes políticos nacional-revolucionarios es que tienen que movilizar unas masas imbuidas de cristianismo, es decir, de valores judaicos (véase Nietzsche "El Anticristo"). Atacar de frente esos valores equivaldría a un suicidio político.
Desde un punto de vista puramente TÁCTICO, los fascistas tienen que declararse ANTE LAS MASAS partidarios de Dios, dándole a la palabra "Dios", de forma progresiva, un contenido OPUESTO al judeo-cristiano. Esto lo explica el propio Nietzsche de manera muy clara en sus obras.
A medio plazo,el objetivo del fascismo es ERRADICAR el judeocristianismo como sistema de valores, aunque se conserve el odre de la carcasa institucional eclesiástica para llenarla con el vino nuevo de unos valores heroicos.
Y esto es así precisamente, y tiene que ser así de forma necesaria, y lo subrayo, porque existe una contradicción de principio entre fascismo y judeocristianismo.
La idea de la vida eterna no es espiritualismo, es el egoísmo del que no quiere aceptar la caducidad de su querido ego. ES MATERIALISMO PURO. Aunque la materia se presente como una substancia sutil y gaseosa, sigue siendo un objeto, una cosa. Los espiritualistas cristianos nunca han ido más allá. Pero incluso ellos hablan de RESURRECCIÓN DE LA CARNE.
La idea de vida eterna como compensación por los actos éticos realizados es también típico materialismo judaico:
"Si los muertos no resucitan comamos y bebamos que mañana moriremos" (1ª de Corintios, 15,32).
¿Es éste el "espiritualismo" cristiano?