miércoles, marzo 26, 2008

Las tareas de la filosofía crítica


Personal de un campo de concentración alemán bajo el nazismo.
No eran tan diferentes a nosotros.
Habrá que empezar a hacerse preguntas.








Los artículos que venimos publicando desde noviembre pasado, que en algunos casos recogen contribuciones y trabajos muy anteriores, dan una idea del tipo de temáticas que pretendemos analizar en el presente blog. Sirvan como ejemplo a los interesados.

El punto de partida del debate será así siempre un hecho de dimensiones históricas gigantescas y tremenda gravedad desde el punto de vista de los derechos humanos. Constataremos, no obstante, que tal evento ha sido silenciado por los operadores administrativos, políticos y mediáticos del sistema demoliberal.

Desde los 100 millones de personas exterminadas en nombre del antifascismo comunista y marxista -genocidio a escala mundial con los "fascistas" como víctimas: un acontecimiento que simplemente se ha volatilizado en el seno de la frágil memoria histórica que liberó festivamente París en 1944-, hasta la limpieza étnica de Palestina perpetrada en 1948 por el Estado de Israel con la sorda complicidad de los Estados Unidos y la ONU. Desde la ofensiva de bombardeos incendiarios contra la población civil alemana, emprendida en 1941 y en cualquier caso antes de que comenzara el holocausto de los judíos, hasta el asesinato 800.000 prisioneros alemanes en campos de concentración americanos y franceses (recordemos que los prisioneros americanos y franceses, no así los rusos y los judíos, fueron, sin embargo, generalmente respetados en los Läger alemanes, con muy pocas excepciones).

Existe una "ideología" del sistema, el antifascismo, con las manos manchadas de sangre y el sentido de la verdad completamente pervertido por la voluntad de poder. Vivimos gobernados por quienes son literalmente unos criminales y, sin embargo, se nos ha hecho creer que el nuestro es el mejor de los mundos posibles. La tarea de la Filosofía Crítica se resume en romper ese velo adoctrinador mientras la palabra sea todavía posible -cada vez lo será menos- sin que ello se confunda con un intento de resucitar políticamente el fascismo.

En nuestro caso, éste es el único lugar donde se nos permite expresarnos con libertad después de habernos atrevido a denunciar el maltrato a reclusos en las prisiones de la muy progresista Generalitat de Catalunya. Por ello fuimos acusados de ultraderechistas (9 de noviembre de 2006, TV3, Els Matins, Josep Cuní) en una llamada privada del govern al presentador del programa. Con esta orden dada en un país "democrático" a un medio de comunicación de máxima audiencia -una orden cuya finalidad era impedirnos... hablar, explicar el papel del corporativismo sindical en el silenciamiento de la tortura-, quedó en evidencia ante nuestros ojos en un caso concreto cuál es la función política del antifascismo ideológico, a saber, encubrir las vulneraciones de los derechos humanos perpetradas por el poder vigente.

Deconstruir el antifascismo como discurso de la opresión, la mentira, la corrupción y el genocidio encubierto; hacer ilustración; ejercer de filósofos siguiendo el ejemplo de Sócrates, allí donde los delincuentes con corbata enquistados en las instituciones entonan la cantinela de la democracia y una narración de Auschwitz que incluye "testimonios" como el del señor Enric Marco y tantos otros de su misma calaña (por ejemplo, todos los "testigos" de las cámaras de gas en los campos de concentración del territorio actual de Austria y de la República Federal Alemana hasta 1989),  farsantes que contemplaron "con sus propios ojos" unas instalaciones que, según se reconoce hoy unánimemente, no existieron nunca allí, sino únicamente en la Polonia ocupada. ¿Fue el holocausto, y hasta qué punto y cómo -el relato oficial ya no satisface a nadie- la consecuencia de los bombardeos británicos y de otras medidas de etnicidio germanófobo tempranamente adoptadas contra el pueblo alemán? ¿Representó el fascismo una mera posición política defensiva y reactiva frente al exterminio masivo de clase -pero también étnico- emprendido en Rusia por los bolcheviques ya en la época de Lenin? ¿Constituye, en definitiva, el antifascismo, a lo largo del sangriento siglo XX, una doctrina criminógena y, al mismo tiempo, el imaginario vigente en nuestras sociedades?

Tales son las preguntas y cuestiones que pretendemos abordar diariamente en este blog a partir del próximo 1º de abril.

Una última aclaración es que el uso de la palabra fascismo en el sitio FILOSOFÍA CRÍTICA debería ir entrecomillada, siendo así que no se refiere tanto al hecho del Fascismo cuanto al fenómeno que, en la conciencia colectiva, se interpone entre este nosotros y dicho factum. Por tanto, cuando quiera referirme al fascismo histórico, utilizaré la palabra con mayúsculas. En el resto de los casos, y para no hacer un uso excesivo de las comillas, fascismo remitirá al mencionado fenómeno en el sentido fenomenológico del término. Otro tanto cabe subrayar respecto de términos tales como "Auschwitz", "Holocausto", "Shoah" y equivalentes. No nos importan tanto las realidades históricas -actualmente inaccesibles a la investigación a causa de la represión legal imperante- cuanto de las funciones políticas liberticidas del discurso antifascista.
Jaume Farrerons
La Marca Hispánica
26 de marzo de 2008

5 comentarios:

  1. Hola, Jume, quisiera preguntarte: ¿qué crees tú que opinaría Heidegger del existencialismo de Jean-Paul Sartre y de su hija, la llamada "ideología de género"?

    Mucgas gracias por anticipado

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  2. Heidegger dejó muy clara su postura respecto a Sartre en la “Carta sobre el humanismo”. Además, dijo, no me preguntes dónde, que Sartre era un magnífico escritor, pero no un filósofo. Creo que exageró, pero en todo caso manifestaba un total rechazo hacia el existencialismo.

    No hay posicionamiento expreso de Heidegger en lo tocante a las ideologías de género, como, por ejemplo, la de Simone de Beauvoir en “El segundo sexo”.

    Otra cosa es lo que, conociendo las respectivas filosofías de Heidegger y Sartre, podemos decir sobre Sartre (y Beauvoir) desde una perspectiva heideggeriana. Aquí ya no se trata de tomar nota de lo que Heidegger dijo, sino de interpretar a Sartre (y Beauvoir) con el utillaje conceptual que Heidegger nos ha dejado y, por supuesto, en la línea crítica que él mismo marcó en sus declaraciones explícitas.

    He sido lector de Sartre durante décadas. No tanto de Beauvoir. Hablaré en términos muy generales e improvisando.

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  3. Puedo afirmar que el existencialismo sartriano, aunque parte de una base metodológica común con Heidegger (la fenomenología) y es un intento, como el de Heidegger, de pensar la existencia concreta frente al puro “yo teórico” de Husserl, parte de posiciones de valores completamente opuestas a las de Heidegger. Para Heidegger la cuestión es el Ser, lo que quiere decir, la verdad, el fundamento de la razón y de las normas, que a su vez no es racional ni normativo porque representa algo anterior (más profundo) a las bifurcaciones entre teoría y praxis. Ser equivale a límite. Para Sartre, o al menos el primer Sartre, no hay fundamento alguno, sólo una conciencia librada a su propia decisión gratuita. La cuestión del Ser no tiene sentido en Sartre, porque el “ser” equivale al “ser en sí” que describe en su novela “La náusea” y en “El Ser y la Nada” como pura opacidad muda de las cosas. Frente a esa presencia cósica, compacta y absurda, sólo queda el sujeto o “ser para sí” como pura libertad y transparencia que únicamente puede apelar a sí misma y a su propia autoafirmación.

    De ahí que los personajes de las novelas de Beauvoir sean catervas de cerdos inmorales que se dedican a follar unos con otros hasta agotar todas las posibilidades de indecencia. No hay normas ni moral. No hay verdad, en un sentido ético. La única ética es afirmar la libertad misma en uno y en los demás. Lo que se haga con esa libertad es ya cosa de la “responsabilidad” de individuo, pero como no existen criterios restrictivos válidos (excepto la libertad de los demás), esa presunta responsabilidad carece de agarradero en el que legitimarse y puede consistir en el alcoholismo privado.

    Sólo queda el deseo, pues la conciencia/sujeto, en tanto que intencionalidad, es la forma técnico-fenomenológica que nombra ese impulso que se trasciende en las cosas y personas para disfrutarlas y consumirlas. Todo lo contrario que en Heidegger, donde el Ser nos envía un mensaje de respeto y escucha en los “caminos del bosque” (compara lo que dice Sartre sobre la naturaleza). En el segundo Sartre, el de la “Crítica de la razón dialéctica”, se producen cambios importantes y asume ideas de Heidegger que antes había obviado, pero aún así, Sartre sigue sin captar la directriz fundamental de Heidegger, a saber, que el existente no es deseo que lo arrasa todo, sino apertura a la validez, a la verdad, y que esta apertura supone una actitud heroica de aceptación e identificación con un destino ahumano.

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  4. Las ideologías de género en Beauvoir derivan de la posición fundamental de Sartre. Si la esencia del hombre es la libertad, toda determinación corpórea, racial, sexual (o de cualquier índole), equivale a una mistificación burguesa. La mujer es tan conciencia como el varón y, en consecuencia, busca realizar su deseo, sin límites morales, tal como lo refleja la producción literaria de ambos escritores. La mujer en tanto que sujeto (“ser para sí”) autorreflexivo debe liberarse de los condicionantes que le han impuesto en calidad de “hembra”.

    Todo esto no tiene sentido en Heidegger, donde la libertad consiste en asumir una herencia y apropiarse de unas circunstancias históricas concretas, de unos condicionantes que no se pueden negar, aunque sí hacer explícitos a efectos de empuñarlos expresamente en la decisión. Para Heidegger, nuestra libertad es finita, ubicada, de-terminada, y no se puede solapar o rechazar esa finitud, que vale tanto para el hombre como para la mujer, para los franceses como para los alemanes, para los ricos como para los pobres, para los listos como para los tontos, para los negros como para los blancos. En Heidegger hay una pertenencia mutua de libertad y finitud que debe ser asumida para que la existencia humana sea auténtica, en Sartre (y Beauvoir) el hombre es permanente negación de la finitud.

    Los tipos humanos que derivan de ambas filosofías son opuestos. Heidegger fue un patriota alemán, Sartre, un marxista y un maoísta al servicio de la utopía comunista como irrealizable realización de todos los “deseos” del hombre.

    Espero que esta breve explicación te sirva como orientación general. Si tienes alguna duda no dudes en decírmelo. Saludos.

    Jaume Farrerons

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  5. Muchísimas gracias por tus comentarios, ahora tengo las ieas mucho más claras acerca de muchos aspectos. Por ejemplo, por qué motivo en la biblioteca de mi ciudad hay una estantería repleta de obras de Sartre y, en cambio, NI UNA SOLA obra sobre Heidegger...

    Un saludo

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