martes, octubre 12, 2021

EL NACIMIENTO MARXISTA DEL FASCISMO (1)

 


Quienes investiguen la ideología del fascismo de forma honesta ---algo más difícil de lo que parece--- terminarán, tarde o temprano, haciéndose las mismas preguntas que yo. Entre otras, las que planteo a continuación sobre la auténtica fundación del fascismo, que no se produjo en el año 1919, como se acostumbra a dar por entendido, sino el 24 de enero de 1915. Creo que la elección de las fechas fundacionales tiene mucho que ver con la interpretación del fenómeno fascista que se adopte en cada caso. A tal interpretación, tal fecha de fundación. Hasta el punto que, con las interpretaciones actualmente preponderantes, el primer programa político fascista, fechado el 13 de mayo de 1919 ---la reunión del 23 de marzo de 1919 fue, por decirlo así, puramente administrativa---, se considera raro, chocante o atípicamente fascista, por cuanto no se corresponde en absoluto con lo que la propaganda insiste en identificar con el fascismo. Al programa del 13 de mayo de 1919 [Il Popolo d'Italia, según la Opera Omnia, t. XIII, p. 117 y ss., publica el 12 de mayo un artículo titulado "Idee in camino che s'incontrano. Il programma dei Fasci. Dalla "rappesentanza integrale" all'"espropiazione parciale""] se refiere Payne en la página 126 de su magna obra Historia del fascismo

El principal dirigente era Mussolini, al frente de una comisión ejecutiva de nueve miembros, en la cual debía actuar como el primero entre iguales. Anunció que el nuevo movimiento sería un "antipartido", pues rechazaba la estructura habitual de los partidos por demasiado rígida y estéril. Lo que se necesitaba era una nueva élite nacionalista que movilizara a las masas para una "revolución italiana". El objetivo era atraer a un gran número de jóvenes procedentes del centro y de la izquierda. Para eso, Mussolini describió en su periódico, el 30 de marzo, su programa reducido al mínimo, aclarando que no era nuevo, "ni siquiera revolucionario", sino destinado a lograr la democracia y a renovar la nación: sufragio universal para hombres y mujeres a los 21 años de edad; abolición del senado elitista; elección democrática de una nueva asamblea nacional para que decidiera sobre la forma de Estado; jornada de trabajo de ocho horas; participación obrera en la dirección de las empresas; elección de consejos técnicos  nacionales en todas las ramas de la economía y de los servicios públicos; enérgica política anticlerical. Unos "postulados" publicados más tarde, el 13 de mayo, serían más detallados y más radicales. 

Sobre el programa del 13 de mayo asevera Stanley Payne:   

Este programa, básicamente de izquierdas y a veces revolucionario, no representa lo que suele entenderse al hablar de fascismo (Payne, S.: Historia del fascismo, Barcelona, Planeta, 1995, p. 127).

¿Esto es un "problema" del fascismo o un problema de lo que entienden o creen entender los que "suelen" pontificar sobre el fascismo? Basta con leer los escritos de Benito Mussolini. Haylos a cientos. Y no hablo de los juveniles, donde el anticristianismo del futuro Duce es clamoroso, feroz, fanático... Examinen las publicaciones de Il Popolo d'Italia posteriores a la expulsión de Mussolini del Partido Socialista Italiano y la fundación de los Fasci: son suficientes para quedarse literalmente perplejo ante la inmunda falsedad de las interpretaciones todavía vigentes sobre el fascismo. En concreto, ¿por qué el persistente sonsonete que pretende en asimilar el fascismo a la extrema derecha? Y lo que es peor: ¿por qué en este punto, y únicamente en este punto, la extrema izquierda y la ultraderecha, pero también los periodistas, los políticos, los intelectuales, etc., se ponen siempre de acuerdo? Era de esperar, en efecto, que la extrema izquierda cosmopolita y antinacional ---por no hablar de las múltiples agencias del sistema oligárquico--- acusaran a los fascistas de ultraderechistas: ¡cómo no! ¿Qué mejor forma de hacerles daño, siendo así que la extrema derecha es una cloaca infecta? Pero que supuestos fascistas se unan al coro biempensante para aseverar, ante la satisfacción general, "nosotros los fascistas somos ultraderechistas", me sorprende, debo confesarlo. Resulta difícil ser tan imbécil, tan chrétien. A menos que uno ejerza de intoxicador a sueldo, es decir, de mentiroso redomado y compulsivo profesional, como Ernesto Milá. O ambas cosas a la vez en distintas proporciones

Quotidiano socialista.

Díctame la experiencia que esos dos perfiles, el de cretino y el de impostor, se distribuyen en la ultraderecha de forma bastante ordenada, a saber: arriba, los jefes, unos farsantes y canallas sin remedio, sonríense viviendo cómodamente del dinero que les paga la policía por informar de sus propios militantes; en medio, y a medida que descendemos por la escala jerárquica del grupúsculo, aumento progresivo de los niveles de estupidez en el compuesto (muy estable, empero: si no hay nueva orden del Pentágono, siempre repiten las mismas sandeces; sólo cambian las siglas, a ver si cuela). Hasta alcanzar, abajo, la pureza del idiotismo extremo: el neonazi rapado que cree ---sinceramente--- en el Papa de Roma (¡preconciliar, por supuesto!). Mas para este viaje no hacían falta alforjas porque, si retrocediera en el tiempo, el neonazi (¿?) en cuestión debería votarle al Zentrum (o a cualquiera de los muchos partidos derechistas de Weimar que compitieron con Hitler). Cuanto más a la derecha, mejor, rebuzna el chrétien según le prescribe la máxima infaliblemente idiotizadora de Evola. ¿Y qué lugar ocupaba el NSDAP, un partido socialista, en el espectro político alemán? Observen al respecto, en el caso italiano, cómo se describe a sí mismo Il Popolo d'Italia: quotidiano socialista. No dice ultraderechista o tradicionalista y ni siquiera nacionalista. Socialista a secas. Aplíquenle a este extraño fenómeno el principio evoliano por excelencia: siempre hay algo mejor más a la derecha (hasta desembocar en el chamán de la caverna, claro). ¡Ningún ultraderechista osaría afiliarse a los Fasci d'Azioni Rivoluzionaria! Su lugar natural serían los partidos de derecha burguesa, católica, liberal o reaccionaria ---tanto da--- que Mussolini precisamente odiaba con todas sus fuerzas. Si en la actualidad apareciera un verdadero partido fascista, ninguno de estos "fascistas" sería capaz siquiera de reconocerlo y calificaría el invento de rojo, comunista y otras delicatessen. (No es un supuesto imaginario, sino una evocación "basada en hechos reales").

En todo caso, antójase abrumador que los propios presuntos fascistas no sospechen de los aplausos con que los antifascistas de todo pelaje recompensan su confesión de ultraderechismo. A menos que esos "fascistas" sean en realidad, también, ultraderechistas y les falten los órganos intelectuales ---y morales--- para captar la comicidad de la situación. En España, el principal promotor de la impostura responde al nombre de Ernesto Milá Rodríguez, quien publica incluso una revista titulada "Historia del Fascismo" para mejor remachar la tarea fraudulenta en que ha consistido toda su vida, a saber, hundir el fascismo en el lodazal del ultraderechismo e intoxicar a varias generaciones de nacional-revolucionarios con un veneno reaccionario que destroza el cerebro y vuelve completamente chrétien a la gente. Llamémoslo, irónicamente y a tenor de los tiempos que corren, el virus de Evola. Cuya efectividad resulta tanto más estupefaciente cuanto el propio Evola dejó claro que él contemplaba y criticaba el fascismo desde la derecha. Para, acto seguido, postrarse y sacralizar el significante derecha ---subrayo: ¡¡¡el significante!!! ayuno de significado--- a fin de convertir la palabra izquierda en sinónimo del mal absoluto e imposibilitar así, obviamente, todo resurgimiento del fascismo (¡¡¡un "socialismo nacional"!!!). La maniobra, hay que reconocerlo, ha sido muy efectiva: personas aparentemente inteligentes dispáranse como un resorte ---reflejo condicionado evoliano--- cuando escuchan el significante "izquierda": es la forma convulsiva de manifestarse, en estos presuntos ninistas (ni derechas, ni izquierdas, ni izquierdas, ni izquierdas...), la subrepticia sacralidad atribuida "en la intimidad" a... la destra. Con el agravante de que, en italiano, izquierda se vierte como diabólica sinistra y justo ahí empiézanse a desatar, hasta transformarse en convulsiva avalancha mental, los contenidos bíblicos irracionales del ultraderechismo español. En definitiva, la barrera simbólica del evolianismo ---combinado habitualmente, entre los ultras latinos, con un catolicismo romano de vestir--- se ha erigido en obstáculo insuperable para realizar el sueño de refundar el fascismo. En lugar de ello, hemos sufrido en nuestro país repetidas y esperpénticas refundaciones del "neofascismo" (extrema derecha). Todo ello para mayor deleite de la extrema izquierda y del antifascismo en general, porque es suficiente echarle un vistazo a la foto de los "camaradas" (tatuados, hooligans, skin heads, pijos drogadictos, chivatos policiales, maricones reprimidos, centuriones, botelloneros, etc.) para salir corriendo. En una palabra, como acreditó en su día Vincenzo Vinciguerra, estamos ante escoria marginal patrocinada por los servicios de inteligencia de la OTAN. Los ultraderechistas han mancillado incluso el nombre de Ramiro Ledesma, alguien que los habría fusilado a todos sin vacilación de haber tenido la más mínima oportunidad

En la foto, un eslogan ("mantenerse en pie en un mundo en ruinas") del ultraderechista Evola, reaccionario metafísico que considera la Revolución Francesa el epítome de todos los males modernos, reivindicado en un hogar social que se autodenomina "Ramiro Ledesma", cuando resulta que Ledesma es un fascista revolucionario que se identifica expresamente con el jacobinismo. ¿Y todo esto para qué? Para abortar desde sus inicios cualquier posibilidad de un nacionalismo revolucionario ("fascismo") erigiendo un muro simbólico impenetrable entre los núcleos políticos germinales del proyecto fascista y la gran masa del pueblo trabajador. Responsables: los dispositivos represivos de la oligarquía. Cooperadores necesarios: los propios ultras a sueldo de la policía y los ideólogos del evolianismo, entre otras partes interesadas. Por tanto, los errores de interpretación del fascismo y los desenfoques en sus fechas emblemáticas suelen guardar parentesco con planteamientos políticos previos ---¡¡¡y malintencionados!!!--- que no pueden ser pasados por alto porque afectan al meollo de la cuestión puramente intelectual o historiográfica. No son, en definitiva, teoría, sino propaganda del enemigo antifascista. Ahora bien, el peor enemigo del fascismo es la extrema derecha.  
 

 
LAS FECHAS FUNDACIONALES

Hemos anotado tres fechas clave en la historia del fascismo que corresponden al mismo período, a saber, el 23 de marzo de 1919, el 30 de marzo de 1919 y el 13 de mayo de 1919. La primera acostumbra a ser identificada con la fundación del fascismo. Pero es falso. El 23 de marzo no hubo programa, sino simple reunión. Y sin componente doctrinal no puede hablarse de fundación. El 30 de marzo, sin reunión, se publican unos simples postulados que el propio Mussolini relativiza a posteriori por considerarlos poco revolucionarios. El primer programa aparece el 13 de mayo y es un documento nacionalista "de izquierdas" que los propios comunistas alabaron después:
“Nosotros, comunistas, adoptamos el programa fascista de 1919, programa de paz, de libertad y de defensa de los intereses obreros. Camisas Negras y Veteranos del África, llamamos a ustedes para unirnos en este programa. Proclamamos que estamos listos para combatir a su lado, Fascistas de la Vieja Guardia y Juventud Fascista, para realizar el programa fascista de 1919(Palmiro Togliatti, secretario del Partido Comunista Italiano, Manifiesto por la salvación de Italia y la reconciliación del pueblo italiano, Lo Stato Operario, nº 8, 1936).
Sin embargo, pocos aceptarán que el fascismo como tal se funda el 13 de mayo: el fascismo publica su primer programa el 13 de mayo de 1919 y es un discurso de izquierda nacional revolucionaria. ¡No hay trampa ni cartón en esta aseveración! Si se quiere hablar de fundación en 1919, tiene que ser ésta. Así las cosas, quienes se reunieron el 23 de mayo ¿eran simples amigos o compartían ya algo? La respuesta es que eran portadores de una ideología que se daba por supuesta y hacía posible la celebración de dicha asamblea. Fue esa ideología implícita la fuente de lo que iba a concretarse, primero, en un esquema programático (30 de marzo) y, acto seguido, en una declaración programática (13 de mayo). Pero, ¿de dónde surge la ideología en cuestión? No cae del cielo, antes bien, entraña años de lucha que comienzan en 1914 con la aparición de Il Popolo d'Italia. Porque "programa político" no se confunde con "ideología" (mucho menos con "filosofía") y la reunión del 23 de marzo no implica un programa, sino otra cosa. Siendo así que en 1919 hay ya mucho trabajo doctrinal realizado. Luego la fundación del fascismo tiene que ser anterior. Las publicaciones de Mussolini entre la fundación de Il Popolo d'Italia (15 de noviembre de 1914) y el 23 de marzo de 1919 llenan como poco seis gruesos volúmenes de la Opera Omnia de Mussolini, a saber, los tomos VII, VIII, IX, X, XI y XII. Dichos mamotretos oscilan entre las 250 y las 450 páginas, con lo que tenemos unas dos mil páginas de textos. (Sin contar aquí, por el momento, la obra filosófica de Gabrielle d'Annuncio, intelectual italiano del fascismo). ¿Y no es esto ideología fascista? ¿Por qué? Porque ya se ha decidido de antemano que el fascismo es extrema derecha y tamaña masa documental desmonta el dogma del sistema oligárquico que los traidores ultraderechistas alimentan con deleite. 
 
6 de enero de 1915.
En consecuencia, si no se quiere aceptar la fecha de fundación de Il Popolo d'Italia como la del fascismo en cuanto tal por una cuestión obvia ---¿todavía no habría sido puesto a la luz pública el significante "fascismo"?---, conviene recordar que el 6 de febrero de 1915 ya se hace un llamamiento a los trabajadores de Italia por parte de un sujeto político denominado Fasci d'Azione Rivoluzionaria. ¡A los trabajadores, insisto, no a los supuestos patriotas de la extrema derecha! Y en diciembre de 1914, los sindicalistas revolucionarios Filippo Corridoni, Cesare Rossi y Alceste de Ambris proponen a Mussolini que encabece el movimiento Fasci Rivoluzionario d'Azione Internazionalista, fundado incluso antes que Il Popolo d'Italia, a saber, el 5 de octubre de 1914. A lo que el apelado responde afirmativamente sin vacilaciones. ¿No tenía ya un sentido fascista este llamamiento de los fascios, término de uso común en la política italiana desde décadas atrás? Una vez más, la respuesta depende de qué entendamos por fascismo. Si el fascismo es ultraderecha, entonces no hay fascismo hasta el Ventennio (1922-1943), cuando Mussolini pacta con los poderes fácticos del país para hacerse con el poder.

Pero esto sería como afirmar que no hay comunismo hasta el estalinismo y que el comunismo se reduce al gulag. O que el liberalismo es Napoleón, el colonialismo occidental o la bomba atómica de Hiroshima/Nagasaki. O que el veredadero anarquismo es terrorismo o aquél que nombra a una ministra de Justicia y gobierna las cárceles de la Segunda República Española. Sería, en suma, una definición ad pesimam partem, que selecciona los elementos fácticos más negativos del objeto que pretende caracterizar y a partir de ahí construye el concepto. Esta es, sin embargo, la "teoría" sobre el fascismo que los nacional-revolucionarios hemos padecido hasta ahora y que los ultraderechistas se dedican a confirmar usurpando y desacreditando los símbolos fascistas. Pero lo cierto es que el fascismo se desplaza a la derecha cuando llega al poder, como ocurre, por ejemplo, con el comunismo ya en tiempos de Lenin y tras la domesticación de los soviets o la NPE. Ahora bien, el fascismo sólo puede derechizarse si procede de la izquierda y malgastando una parte, mayo o menor, de su capital simbólico revolucionario. ¡La derechización fue la ruina del fascismo! Le restó tanta credibilidad que ya no se ha recuperado nunca más. Luego el fascismo es revolucionario (extrema izquierda) en sus niveles filosófico, ideológico y programático pero, como todo movimiento político, tuvo que hacer e hizo concesiones a la realidad, a lo posible, pactando ---a cambio del poder--- con quien, desde el punto de vista doctrinal, se encontraba en sus antípodas: la Iglesia católica, la Monarquía y la oligarquía burguesa. La derecha. 
 
Il movimento fascista nato fra l'irrisione e l'ostilità del partito socialista, è oggi qualche cosa di più di una semplice promesa (Milán, 24 de enero de 1915).
 
Como hemos visto, podría darse por bueno el 15 de noviembre de 1914 como la fecha de la fundación del fascismo porque Il Popolo d'Italia es el evento decisivo en el proceso de constitución del fascismo. Y un sujeto político "fascista" ya existía desde el 5 de octubre, pero eso equivaldría a forzar demasiado nuestro metodológico principio de retrospección. La fecha más adecuada, en mi opinión, para ocupar ese insigne pedestal, es la reunión del 24 de enero de 1915. Los primeros fascistas, unos treinta militantes, se dan cita en Milán. Dicha asamblea aparece documentada en Il Popolo d'Italia con un artículo titulado "L'adunata" (la reunión). Los asistentes son todos extremistas de izquierdas. Mussolini aboga por la revolución armada violenta y por la destrucción del viejo mundo, tanto capitalista cuanto conservador o tradicional. Religión incluida. En el artículo "L'adunata" de Il Popolo d'Italia aparece el adjetivo fascista y se habla expresamente de movimento fascista
 
Il movimento fascista nato fra l'irrisione e l'ostilità del Partito Socialista, è oggi qualche cosa di più di una semplice promessa (Benito Mussolini, Opera Omnia, t. VII, p. 141).
El movimiento fascista nacido en medio de la burla y la hostilidad del Partido Socialista es hoy algo más que una simple promesa. ¡¡¡Mussolini da el movimiento fascista por nacido en 1915!!! El discurso de Mussolini apenas se distingue empero de la extrema izquierda comunista excepto por las apelaciones patrióticas y heroicas, que lo son siempre contra "la reacción" (y todo aquéllo que implica el discurso católico, monárquico y aristocrático-burgués tradicional de la extrema derecha) representada por el imperio austro-húngaro, léase: por enemigo hereditario de la nación italiana
 
 
La intervención en la guerra contra las potencias reaccionarias ---singularmente, Austria, pero también la Alemania de los Junker, que Hitler odiaba--- debe preceder a la revolución social que emprenderán los propios ex combatientes. La intervención bélica refundará la nación en el supremo sacrificio de la sangre y es sobre este fundamento de la soberanía nacional así conquistada con dolor que los italianos podrán proceder a aniquilar las instituciones anti-nacionales del caso, a saber: iglesia, monarquía, clase aristocrático-burguesa. Revolución nacional (guerra patriótica) y revolución proletaria (guerra de clase) van juntas en el mismo proyecto nacional-revolucionario y es a través de la guerra (proletaria o nacional), y no del nacionalismo liberal-burgués tradicionalero, que Mussolini ha desembocado en el fascismo. Sólo en fecha un tanto tardía se unirán en mala hora los nacionalistas italianos de derechas al proyecto fascista. La reflexión sobre la guerra es, por tanto, fundamental para comprender la génesis del fascismo. El fascismo se gesta en el conflicto mundial de 1914-1918 y de ahí la relación esencial entre el fascismo y la muerte ("sacrificio"), que se opone punto por punto a la simbólicamente inversa ("salvación") entre la ultraderecha y la religión cristiana.

 
Jaume Farrerons
Figueres, la Marca Hispànica, 12 de octubre de 2021

7 comentarios:

  1. Ya que se menciona el periódico Il Popolo d´Italia, me gustaría mencionar un fragmento del editorial de su primer número, el de 15 de noviembre de 1914, salido de la pluma del propio Mussolini, y que encuentro muy significativo para entender su postura:

    "Hoy —y digo esto con toda energía— es la propaganda antibélica, propaganda de la cobardía. Obtiene éxitos, sin duda, porque se fundamenta en el instinto individual de conservación. Pero precisamente por ello es una propaganda antirrevolucionaria. Sus principales promotores son los curas y los jesuitas, que tienen un interés material y espiritual en el mantenimiento del Imperio austríaco; la acepta la burguesía, que se ha caracterizado siempre en Italia por su estrechez de miras; la aceptan los monárquicos... que carecen de valor suficiente para romper el tratado de la Tríplice... que garantiza la existencia del trono. Esa coalición pacifista sabe perfectamente lo que desea y resulta fácilmente identificable la finalidad de su actitud. Pero nosotros, los socialistas, representamos una de las fuerzas más vivas de la joven Italia. ¿Estamos dispuestos a unir nuestros destinos a esas fuerzas "muertas" en nombre de una "paz" que hoy no nos preserva de los riesgos de la guerra y que mañana atraiga quizá sobre nosotros el desprecio general de los pueblos que están viviendo esta tragedia colectiva?"
    (citado en Nolte, Ernst, El Fascismo de Mussolini a Hitler, Esplugas de Llobregat, Plaza & Janes, 1975, pág. 20)

    Este fragmento nos indica que Mussolini justificaba la intervención en la Iª Guerra Mundial con argumentos propios de un marxista. La guerra había de ser el terremoto que resquebrajase las viejas estructuras de poder (clero, burguesía, monarquía) y propiciase la revolución socialista. Recordemos que para Karl Marx el fenómeno de la guerra era, de la misma manera, un factor que podía traer la revolución, ejercer de "partera de la Historia".

    Es decir, el Mussolini intervencionista podía haber roto con una organización política (el PSI) pero no con una ideología (el socialismo). La ruptura venía causada por una cuestión esencialmente táctica, no doctrinal.

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    1. Muy buena aportación.

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    2. Gracias, Celtix. Nada que objetar a su comentario. Sólo felicitarle por su honestidad, muy rara en los tiempos que corren. Como expliqué en el artículo, Mussolini llega al fascismo desarrollando desde su interior conceptos marxistas. En este caso, el de revolución como guerra de clases que está a un tiro de piedra de la guerra nacional de las "naciones proletarias", con todo lo que este filosofema implica en el plano de la ética y los "valores heroicos". Es obvio que el socialismo no llegará pacíficamente y que, quienes eso pretenden desde una ética de la no violencia, son unos cobardes o unos impostores. Pero desde el momento en que la izquierda acepta la violencia, entonces hay que llegar hasta el final y ese final se llama fascismo. El fascismo, por tanto, es una tragedia de la izquierda que la izquierda no quiere reconocer.

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  2. Muy interesante articulo y bastante revelador sobre el origen del fascismo

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  3. Muchas gracias. Un saludo.

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