jueves, diciembre 13, 2012

Las verdaderas causas de la presunta crisis económica

El traidor a la nación Alberto Ruiz-Gallardón (PP): "gobernar es repartir dolor". Sí, pero, ¿repartirlo entre quiénes? Porque los políticos no parece que sufran; a sus señorías jamás se las localiza en los mataderos donde celébrase con sádica pasión aquél canallesco reparto, excepto en el papel de verdugos. 




Me pregunto si un país con 6 millones de parados y sometido a una brutal política de recortes, desregulaciones laborales y privatizaciones galopantes, es decir, un país inmerso en pleno proceso de desmantelamiento del denominado Estado del Bienestar, puede permitirse el lujo de nacionalizar de una tacada a 3 millones de extranjeros. El traidor a la nación Alberto Ruiz-Gallardón, ministro de Justicia del PP, se dirige a sus conciudadanos -por supuesto después de las elecciones- para prometerles repartir dolor, pero ninguno de los políticos perpetradores de ese reparto resulta afectado por el mismo. !Los políticos profesionales "españoles" (¿?) no parecen, en efecto, sufrir dolor alguno, al contrario, siguen disfrutando de las más escandalosas prebendas e inmunidades incluso comparados con el resto de sus colegas de la piara parlamentaria occidental! Por si fuera poco, y como para reírse en la cara de todos los idiotas que le rindieran su voto al Partido Popular, mientras los españoles avanzamos hacia una ruina cuidadosamente planificada por la UE de acuerdo con el ideario del economista neoliberal Milton Friedman, el mismo gobierno que argumenta "no tener más remedio" que promover esas criminales políticas antisociales, se muestra harto generoso con personas que no son españoles y que, en consecuencia, a diferencia de los ciudadanos de este "ex país", no tienen ningún derecho adquirido con respecto al Estado español. Pues bien, tal derecho "se les regala" a extranjeros (en este caso judíos) al mismo tiempo que nuestros compatriotas se arrojan por los balcones para suicidarse antes de ser desahuciados de su vivienda. No tengo palabras para describir el asco que me inspira el "señor" ministro Alberto Ruiz-Gallardón que no incurran en un flagrante delito de injurias, así que me callaré por el bien de mis hijos.

Hace unos años todavía teníamos que hacer un esfuerzo para convencer a la gente de que la incompetencia de la administración era un mero epifenómeno, un síntoma superficial de un problema mucho más profundo: la corrupción política e institucional. Eran tiempos en los que, para la mayoría de los ciudadanos, podía "haber" "algunos" políticos corruptos, pero se trataba de casos aislados, como ocasionales y anecdóticas parecían también las escandalosas inepcias de los altos cargos y los profesionales del escaño. Ejemplo conceptualmente crucial y, a la vez sangrante, de incompetencia, es el tema, ya mencionado, del paro laboral. No hay un solo político que no haya prometido crear puestos de trabajo y realizar en beneficio de la mayoría el ideal del pleno empleo. Pero ninguno es "capaz" de conseguirlo. Una y otra vez son estafados los trabajadores con programas electorales que los políticos utilizan para pescar votos y que, ya encaramados en el poder, incumplen cínicamente de manera automática.

¿Estamos ante un problema de inepcia o ante una cuestión ética, a saber, que los políticos mienten? Quizá una compleja combinación de ambos ingredientes. En los sistemas capitalistas el pleno empleo resulta, en términos generales, imposible, y si llegara a darse por azar, debido a factores demográficos u otras causas, los propios políticos se encargarían de extirpar ese fenómeno atípico como si de la peste bubónica se tratara. El capitalismo necesita una bolsa permanente de parados que presione a la baja el valor del trabajo en el mercado laboral. Precisamente a finales de los años ochenta del siglo pasado, la caída de las tasas de natalidad amenazaba en España el negocio capitalista con una situación de pleno empleo que "encarecía" una mano de obra crecientemente escasa. Entonces estos "patriotas" españolistas de la derecha católica empezaron a traer inmigrantes. ¿Para qué? Pues no lo duden ni un segundo: !para acabar con una virtual -e "inaceptable"- coyuntura socioeconómica de pleno empleo! ¿Cómo podemos dar crédito ahora a Pinocho Rajoy cuando afirma que pretende combatir el paro, si los políticos del PP promovieron la existencia de la actual, inmensa bolsa de parados, con 6 millones de personas hundidas en la miseria, casi la exacta cifra, 5 millones, de inmigrantes que, del Tercer Mundo, "importaron" en su momento como barata carne de cañón laboral semiesclava? El político demoliberal -todos lo son en el Congreso de los Diputados- sabe que, en el sistema capitalista, esto tiene que ser así. Engañan la derecha y la izquierda parlamentarias por igual a una masa de electores que van a ser los principales perjudicados por la política de empleo sistémica presuntamente salida de las urnas (¿y cómo puede ser eso posible, si esa política atenta contra los intereses de la mayoría?), pero, al mismo tiempo, cabe afirmar que el político "no puede", no "es capaz" realmente de acabar con el paro porque el paro es necesario, irrenunciable incluso, en el marco ideológico y funcional del actual modelo de sociedad. Y, sin embargo, técnicamente podría acabarse con el paro. La "necesidad" a la que apela Rajoy para justificarse, apuntando con su dedo a la UE, no es una necesidad que esté inscrita en la misma naturaleza de las cosas, sino una "necesidad" que se desprende de la dogmática doctrinaria neoliberal. Con "otro" ideario, dicha necesidad se convertiría en lo que es realmente, a saber, un crimen de traición a la nación.

De hecho, hay un político que acabó con el paro, y todos conocemos su nombre, aunque esté prohibido hablar de él en tono elogioso. Las siguientes palabras no son, empero, nuestras, sino de Robert Skidelsky, alguien poco sospechoso de simpatías hacia el régimen nacionalsocialista:
La referencia a Alemania y Rusia nos recuerda las principales "curas" alternativas de la enfermedad económica que se ofrecían entonces. El fascismo está tan desacreditado que generalmente se olvida que entonces era una fuerza política en rápida expansión. Su atractivo era doble. Prometía una solución antisocialista a la crisis del capitalismo; y ofrecía una crítica política de la ineficacia del liberalismo para hacer frente a la crisis que parecía adaptarse a la experiencia de la Gran Depresión. Además, la práctica corroboraba su teoría. Actualmente, está siendo ampliamente aceptado que el único New Deal que de hecho consiguió eliminar el desempleo fue el hitleriano. El de Roosevelt ciertamente no lo consiguió. Había quince millones de americanos sin trabajo cuando tomó posesión, en marzo de 1933. Todavía quedaban once millones cuatro años más tarde y la economía sólo se recuperó totalmente con el rearme y la guerra (Skidelsky, R., El fin de la era keynesiana. Ensayos sobre la desintegración de la economía política keynesiana, Barcelona, Laia, 1982, pp. 66-67).
Nadie puede acusar a Hitler
de corrupción económica.
Ciertamente, podría replicarse, en primer lugar, que el de los nazis era un sistema dictatorial, mientras que nosotros "gozamos" de una democracia. Lamentablemente, se trata de una "democracia" en la que los ciudadanos sólo pueden acatar, sea cual fuere el sentido de su voto, unas políticas impuestas en detrimento de la mayoría y siguiendo las interesadas órdenes de los bancos e "inversores" (=propietarios del capital). Por lo que respecta al carácter "policial" del fascismo, no veo qué diferencia relevante existiría entre esa violencia totalitaria y la del régimen oligárquico cuando la gente termina suicidándose tras una sentencia de desahucio. En el sistema oligárquico tenemos presuntos jueces "independientes", sí, pero en realidad jueces comprados y sumisos al poder. No hablemos ya de los fiscales, de dicha tropa se burlan hasta las mujeres de la limpieza: ¿quién puede creer en esos ridículos títeres del gobierno-mafia de turno denominados fiscales? Tenemos una supuesta prensa libre, sí, pero en realidad una prensa en la que los periodistas trabajan para empresas privadas y pierden su puesto de trabajo si intentan publicar cualquier cosa que moleste realmente a la oligarquía. La autocensura funciona como prevención frente a la cola del INEM. Y cada cuál tiene ya que saber -esta listeza forma parte de la profesión- qué está prohibido escribir negro sobre blanco. ¿Y la ciencia? Pregúntese lo que les pasa a los reputados científicos, por ejemplo economistas, historiadores o antropólogos, que traspasan la invisible -!o muy visible!- línea roja de ciertos dogmas... La violencia del sistema oligárquico no es la espectacular cinematográfica de la Gestapo, pero llega a la gente con pasos de paloma en forma de impunidad del maltrato policial o carcelario, de indultos a políticos corruptos y a torturadores o de sentencias amañadas para favorecer a la élite, de decretos-leyes que permiten despedir a un trabajador por estar tres semanas de baja médica documentalmente acreditada, de políticas antisociales que hieren con saña a las familias del país mientras subvencionan a recién desembarcados de una patera, que asesinan niños no nacidos, que prohíben -con pena de cárcel- investigar ciertos crímenes de masas, que encarcelan varones sin otra prueba que la palabra de una denunciante... Existe en nuestra maravillosa "democracia" para tontos una "violencia institucional" que en nada distingue el actual sistema oligárquico de una "dictadura de camisas". Se argumentará, ya como último y desesperado recurso, que el nazismo era genocida, pero si ése fuera el único demérito del régimen hitleriano en comparación con el sistema oligárquico actual, respondo que estamos ante una inmensa patraña. El régimen oligárquico es igual de genocida que el nazi o más, y eso suponiendo que la narración oficial del Holocausto fuese "verdad"; si no (y lo cierto es que esta "democracia" no permite investigar libremente el tema de la Shoah), entonces habría que ponderar el régimen nazi como muy superior, en muchos los aspectos, a la encubierta dictadura oligárquica de la alta finanza denominada "democracia". Además, muchas, demasiadas de las previsiones de la "paranoia nazi" en lo relativo a las plutocracias usureras se han ido cumpliendo, una tras otra, con pasmosa puntualidad. Léanse los discursos de Hitler, sus escritos, los textos del economista nacionalsocialista Gottfried Feder...

Los hechos son los hechos: Hitler, ese "ignorante", acabó con el paro en un plis-plas, Rajoy ha aumentado el paro y encima nacionaliza de golpe a 3 millones de extranjeros cuyos derechos son correlatos de deberes sociales institucionales, deberes cuyo cumplimiento recaerá una vez más sobre las espaldas de esta nación arruinada y al borde del rescate. Hitler no fue nunca un político corrupto, nadie ha podido, ni siquiera sus más feroces difamadores, afirmar jamás que el dictador alemán se enriqueciera a costa de su pueblo. Compárese la vida privada de Hitler con la de personajes porcinescos como Stalin o Mao. Compárese la cuenta corriente del "patriota" Jordi Pujol antes y después de pasar por la política o hágase memoria de sus loas a Israel. Nuestros políticos, además de corruptos, son o unos ineptos o unos traidores al pueblo que dicen representar, en realidad lo único que parecen capaces de hacer de forma eficaz es favorecer a los bancos. Si por algún pueblo sienten humana y sincera devoción nuestros políticos no es por el pueblo gentil que les elige para los cargos que ocupan y al que en teoría deberían servir, sino sólo por un presunto pueblo elegido... La única "diferencia" entre los "nazis" y los "demócratas" en favor de los "demócratas" era el "genocidio" imputado a los nazis, pero, dejando de lado todas las dudas que -en medio de océanos de mentiras y manipulaciones- pueda despertar ya a estas alturas la "ideología del Holocausto" (Finkelstein), si de genocidios se trata, los políticos "demócratas" (=sionistas) son tan genocidas o más que los nazis. Así, habrá que empezar a replantearse muchos dogmas hasta ahora aceptados de forma acrítica. La evidencia "empírica" resulta tan aplastante y perentoria  (nos va la vida en ello) que es menester empezar a pensar. No proponemos aquí rehabilitar el nazismo, sino construir una verdadera democracia y, para ello, está muy claro que deberemos neutralizar los resortes y reflejos condicionados intelectuales que nos ha implantado la oligarquía y que resúmense en la fórmula "fascismo=mal absoluto".

Afortunadamente, la ciudadanía empieza a tomar conciencia de que la manipulación propagandística y la corrupción son, como poco, un fenómeno generalizado, y en nuestros días se  habla ya con toda naturalidad de un factum sociológico hediondo denominado "casta política". Ha llegado, por tanto, el momento de dar un paso adelante en la comprensión de la realidad social e ir más allá: la corrupción no es una cuestión de cantidad, de "más o menos", de tal suerte que pudiérase sostener que haya "mucha/poca" o que incluso "todo" sea corrupción en el mundo de la política, sino que -y hete aquí nuestra tesis- la corrupción pertenece a la esencia misma del sistema oligárquico; éste es, con otras palabras, estructuralmente corrupto. De manera que quienes en período electoral se llenan la boca con refulgentes conceptos como "regeneración democrática", "valores éticos", etc., y nos explican el sobadísimo cuento chino de que si les votamos a ellos se desvanecerá la corrupción como por arte de magia (trataríase sólo de un problema de personas y no de un rasgo sistémico constitutivo), voilà los futuros corruptos. En Italia, desde los tiempos de la TangentópolisMani Polite, han pasado ya por ese tipo de sarampión retórico: partidos enteros se fundaron supuestamente para combatir la corrupción, o basaron sus campañas electorales en una presunta lucha contra la corrupción, por ejemplo la Lega Nord de Umberto Bossi. Pues bien, casi todos aquellos héroes de la transparencia y la legalidad han terminado cubiertos de barro. Y la corrupción crece como un cáncer. Llegó la hora de hacerse preguntas rigurosas; no basta, visto el panorama, con las bellas declaraciones de principios. Personajes del estilo de Albert Rivera prometen la luna y no dejan de acusar a los demás -políticos- de ser miembros de la celebérrima "casta". Pero ¿han renunciado los diputados de Ciutadans a alguno de los privilegios gremiales del parlamentario? ¿No? Entonces sus palabras no valen nada.  !Estamos hartos de palabras, señor Rivera, queremos actos concretos, inequívocos y verificables de ruptura con el universo fecal!
 
Una primera consecuencia -jamás asumida- de la cotidiana lectura de los propios periódicos del sistema oligárquico, es que el político o administrador público honesto -alguien que, tarde o temprano, será expulsado de la vida pública precisamente porque racionalidad y honestidad son valores y pautas de conducta incompatibles con el "(dis)funcionamiento" habitual de las instituciones democrático-burguesas- es la excepción. El interrogante que debemos plantearnos: ¿por qué el sistema oligárquico es necesariamente corrupto?; ¿Por qué habrá de ser corrupto quiéranlo o no las personas (en tanto que individuos) ubicadas en los distintos escalones de la jerarquía político-administrativa?
 
Derrumbamiento del metro del Carmelo (Barcelona).
El escándalo del 3% estalló con ocasión de dicha "inepcia".
De la incompetencia a la corrupción
 
Vayamos, empero, por pasos. Primero, de la incompetencia a la corrupción. En la actualidad estamos sufriendo una crisis económica que afecta a la práctica totalidad del mundo occidental, pero especialmente a Europa y, dentro de Europa, a países "meridionales" como Portugal, Grecia, Italia y España. A su vez, en España, la comunidad autónoma más afectada por la crisis -puede hablarse sin exagerar de bancarrota administrativa- es Cataluña. De ahí se podía concluir que la crisis económica de Occidente tiene en la sociedad catalana un ejemplo a la vez singular y único del que ya nos hemos ocupado en otras entradas de esta bitácora. Pero la crisis no viene de Cataluña y la corrupción no es un invento catalán ni español. Corrupción y crisis surgen de la matriz misma del capitalismo financiero que domina las comunidades nacionales (o lo que queda de ellas) en el entero hemisferio occidental.
 
La crisis económica no es más que una generalización, una metástasis horrenda, de aquello que antaño antojábanse casos puntuales de "incompetencia", aunque en realidad eran avisos, síntomas, de la descomposición interna de una civilización, la nuestra, la europea. La crisis económica podría comportar, en un diagnóstico optimista, algo así como el colapso por saturación de inepcias en forma de una falla estructural del sistema y, por tanto, una crisis política e institucional de carácter técnico que reclama "mejores técnicos", de ahí los intentos de gestión directa del poder por parte de tecnócratas como Monti... Ahora bien, tanta inepcia no puede atribuirse precisamente a errores técnicos que esos mismos técnicos u otros más eficientes pero de la misma procedencia social  y observancia ideológica pudieran "solucionar": nuestros políticos y administradores han demostrado ser, todos ellos en conjunto (y precisamente por esa razón ninguno asume responsabilidades a título individual) unos incompetentes en tanto que estamento. Esta "incompetencia colectiva" les inhabilita incluso para nombrar por cooptación al técnico que pudiera aportar  "remedios" en el caso de que se tratara de errores imputables a personas (el caso del ministro de economía español Luis de Guindos es patente: se trata de un directivo de Goldman Sachs, uno de los bancos causantes de la crisis).
 
La clave está en otro sitio. En efecto, al mismo tiempo, y paralelamente a la crisis económica, se observa un estallido de los casos de corrupción, de suerte que a la crisis institucional por inepcia (que podría mantenerse aislada y abordarse "técnicamente" si lo fuera en realidad) se añade una crisis institucional de naturaleza moral. No es un problema de aptitud sino de honradez colectiva, grupal. La ciudadanía tiene la certeza de que los políticos, además de unos incompetentes -que lo son sin duda alguna en altísimos porcentajes- pueden, por añadidura, ser considerados unos pillos, unos auténticos ladrones, unos ridículos y despreciables personajillos de novela picaresca... La gente ve que la crisis económica guarda una conexión con ese otro fenómeno más de fondo, a saber: la debacle política de un entramado institucional basado en la indecencia normalizada... ¿Es esto un problema técnico? Pues allí donde existe corrupción, se vulneran preceptos penales y la crisis redúcese realmente, en última instancia, al hecho de que los políticos roban o permiten que otros roben el dinero o vampiricen los recursos económicos de la sociedad. Este latrocinio sistemático e institucionalizado comporta la comisión de diversos delitos, como la prevaricación, la falsedad documental, el cohecho, etcétera. El "experto" es empero el que mejor puede cometer estas fechorías. Aquellos que proponen la tecnocracia como alternativa (Monti en lugar de Berlusconi, por poner un ejemplo) son o unos canallas o unos cretinos integrales incapaces de captar aquello que sucede ante sus mismísimas narices. ¿Podemos considerar a Berlusconi un ignorante? Quizá, pero eso no importa aquí ya, la cuestión es que Il Cavaliere "putero" se comporta como un zafio chorizo y cuanto más hábil y listo fuera, más daño provocaría a la sociedad italiana. El "problema" (algo más que un "problema", pues) es que el "sistema liberal capitalista" en su conjunto funciona así de manera habitual, "regular", cotidiana, obligatoria; y quien no participe en la "fiesta" pudiendo hacerlo conviértese en un "tonto purista", en un fracasado que sólo puede esperar el ostracismo como recompensa a su cívica virtud (otrora patriótica devoción).
 
Para que los políticos y altos cargos puedan cometer delitos de forma impune requiérense ante todo complicidades en el cuerpo de funcionarios, sindicatos y presuntos técnicos reclutados por concurso u oposición, empleados públicos encargados de distinguir entre los actos basados en la eficacia, la eficiencia y, hablando en términos muy generales, la racionalidad política o administrativa, y los actos fraudulentos inherentes al delito, técnicamente "irracionales". Éstos vulneran la ley, cuando existe una ley que vulnerar. En otros casos, y a tenor del hecho de que las leyes las promueven los políticos, ni siquiera existe transgresión normativa, sino simple transgresión moral, por ejemplo las escandalosas dietas, jubilaciones y acumulaciones de cargos políticos o económicos que leyes hechas a medida del expolio, permiten o hacen posibles sin que pueda hablarse siquiera de delito. Habría que separar conceptualmente uno y otro aspecto de la cuestión a efectos jurídicos, aunque ambos en el fondo remiten a una raíz común: la crisis "institucional", política, de legitimidad. Centrémonos, por el momento, en el primero de dichos aspectos, a saber, la corrupción delictiva. No sé si recordarán que un ministro del Partido Popular, el señor Zaplana, aprobó una norma en virtud de la cual los funcionarios no podían denunciar el acoso psicológico-laboral a la Inspección de Trabajo. ¿Por qué? Nadie se dio cuenta entonces -y, al parecer, tampoco ahora- de la enorme trascendencia de esa aparentemente inocua circular ministerial que dejaba inermes a los empleados públicos ante las presiones de los políticos y de los altos cargos nombrados a dedo por los políticos. Era un precepto pensado para facilitar la comisión de delitos y su impunidad. ¿Dónde colocamos este hecho? ¿En el lado de las omisiones cómplices o vacíos legales expresamente buscados o en el lado de las transgresiones penales? Ni en el uno ni en el otro. Es una norma criminógena.  El caso en cuestión retrata en forma de concretísimo ejemplo la esencia corrupta constitutiva del estamento político oligárquico.
 
Como sabemos, Eduardo Zaplana (PP)  
está en la política para forrarse.
De la corrupción a la criminalidad
 
Que la promoción profesional de los servidores públicos no dependa de su eficiencia, preparación y eficacia, sino de la confianza que inspiren al político o alto cargo de turno, significa que quienes van a controlar las palancas del mando serán, precisamente, aquellos que, conscientes de cuál es el camino para medrar y no disponiendo de otro por su falta de preparación, diligencia o inteligencia, actuarán siempre, no como funcionarios servidores de la ley, sino como miembros del "equipo" particular del político de turno, es decir, de aquellos que se declaran, de forma más o meno ostentosa, leales al jefe. Por el contrario, los funcionarios que, conscientes de su capacidad, no dependen de dicha lealtad mafiosa, pueden en consecuencia apelar a aquel mérito que, según la norma legal, debería regir el progreso individual en la carrera administrativa. Pues bien, contra estos funcionarios legalistas y mejor preparados se pensó la circular de Zaplana. Porque si el político quiere sacarle "partido" a su cargo, necesita, en primer lugar, dos cosas: (a) promover a funcionarios corporativistas fieles al jefe; (b) combatir a los funcionarios honestos, legalistas y más eficaces precisamente en cuanto "independientes" -léase: racionalmente objetivos- o dependientes sólo de sí mismos y del mérito, en suma no dependientes de los favores personales de nadie. El acoso laboral es el arma que, con la inestimable colaboración de esa banda de gánsteres comprados con sobres de dinero negro que son los sindicalistas, permite doblegar la voluntad del funcionario legalista y destruirle como profesional. Pero, ¿qué sucederá en una administración que ensalza a los ineptos y a los tolerantes con las irregularidades, mientras sume en interminables bajas médicas a su personal más formado, competente y honrado? El resultado sólo puede ser la acumulación de "errores". Y a la postre la implosión del sistema. Ésta llegó porque tenía que llegar, era sólo una cuestión de tiempo. La crisis económica entraña también una causalidad "moral".
 
 
Ya se perfila, pues, muy groseramente resumida, la obscura relación entre incompetencia y corrupción. Los fenómenos que permiten vincular ambos facta aparentemente inconexos son el corporativismo y el acoso laboral o mobbing, haz y envés de un mecanismo único de subordinación de la legalidad, la racionalidad y la verdad a determinados "intereses" (=política oligárquica, en último instancia: alta finanza). Pero no veo que ningún periódico o medio de comunicación aborde este tema de las "causas". Tenemos, por un lado, sesudos artículos de economistas sobre la crisis y, por otro lado, noticias que ilustran casos clamorosos de corrupción. Mas los periodistas, que en esto también son, como los sindicalistas, pseudo profesionales vendidos a sectores concretos de intereses, se guardan muy mucho de analizar y de explicarle a la gente algo tan sencillo como, por ejemplo, el hondo sentido de la circular de Zaplana, es decir, a la postre, la relación entre bajas médicas masivas en la administración, saqueo del erario público y crisis económica; o, más en general, los profesionales de la información se abstienen prudentemente de plantear siquiera el tema de la vulneración sistemática de la ley perpetrada ante los ojos de millones de funcionarios que, al parecer, cuando van a trabajar no ven ni oyen nada. El misterioso ligamen entre "hechos" como el acoso laboral impune y la quiebra de las administraciones no quiere ser señalado, analizado, puesto a debate. Tales profundidades escapan al radio de acción de la tarea periodística entendida como empresa capitalista. !Por supuesto! 
 
Salimos así de la crisis económica, de la incompetencia generalizada y de la bancarrota de un sistema gobernado por técnicos (muy pagados de sí mismos, arrogantes frente a las humanidades, pero unos técnicos que, dicho brevemente, nos han llevado a la ruina mediante el (ab)uso de sus alabadas facultades de cálcuo), para llegar a la criminalidad estructural de un dispositivo organizativo paralelo que implica a funcionarios, sindicalistas, periodistas, jueces, fiscales, banqueros, altos cargos y políticos. La crisis económica no es económica, es fundamentalmente política; o, en otros términos, es consecuentemente económica sólo porque causalmente fue, desde el principio, una crisis de legitimación de la soberanía inherente a las fuentes cosmovisionales de la modernidad.

Cuando te espeten "Auschwitz", responde "Gaza".
De la criminalidad al genocidio
 
Los ciudadanos se preguntarán, en efecto, de dónde surge esa "criminalidad estructural", oficial, "legal"... Porque algo tan enorme como lo que estamos denunciando aquí no puede suceder por casualidad. Hablamos, no de una corrupción más o menos generalizada, insisto en ello, sino de una organización criminal -el estamento político- consciente de que lo es y de lo que es (de las auténticas "reglas del juego"); de unas administraciones que amparan a verdaderas mafias al servicio de ciertos delincuentes llamados "sindicalistas" o "políticos", testaferros del poder económico-financiero; de sectas que, enquistadas en las más elevadas cúpulas del poder, son perfectamente sabedoras de la terrible verdad de nuestra sociedad capitalista y han diseñado el sistema institucional oligárquico con tales fines delictivos o radicalmente inmorales (con fines que nunca podrían ser públicamente reconocidos y que los periodistas, cuyo trabajo es precisamente "la verdad", encubren). Esta es la realidad: nuestras existencias como ciudadanos transcurren envueltas en la ficción, en el fraude, sostenido como un decorado de cartón piedra, consistente en la ingenua creencia de que nuestros representantes públicos son personas decentes y bienintencionadas. No lo son. Tantos casos de corrupción, incontables ya y únicamente la punta del iceberg de un inmenso mundo subterráneo de pestilencia que jamás llegará a los juzgados o a la prensa, resultarían imposibles si el estamento político todo no sólo los hubiera permitido, no sólo los hubiera querido, sino que desde el principio hubiérase organizado con ese preciso objetivo. ¿Cuál? Manipular, engañar, explotar y saquear literalmente a la inmensa mayoría de los ciudadanos -asesinando a centenares de miles y hasta a millones de seres humanos si es necesario- en beneficio de una élite denominada oligarquía. De ahí que, desde las primeras líneas, hablemos de sistema oligárquico y no de sistema democrático. La "democracia liberal" -burguesa- actual es una impostura, un teatrillo de ladrones, sinvergüenzas y criminales. Simplemente no existe esa "democracia" y la rebelión ciudadana sólo puede consistir en llegar a tomar conciencia, en conseguir entender de una santa vez el significado del concepto "sistema oligárquico".
 
Por este motivo tenemos que ir todavía más allá. ¿Hay más aún? Sí.

Es menester preguntarse por los orígenes del sistema oligárquico. Son esos orígenes los que permiten comprender por qué los fundamentos mismos de la presunta "democracia" emanan ab ovo de la organización de un dispositivo criminal controlado por la alta finanza y los políticos que la sirven. Y ese origen es el genocidio. El actual aparato de poder se instauró tras la Segunda Guerra Mundial sobre la base legitimadora del juicio de Nüremberg, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la narración oficial del Holocausto. Tales tres son los pilares ideológico-propagandísticos del sistema oligárquico. Tras ellos se esconden, empero, genocidios impunes, como hemos argumentado en otras entradas harto conocidas de esta bitácora. Nuestros políticos son criminales porque antes fueron, y lo son hasta el día de hoy, genocidas. Sus latrocinios, sus manipulaciones, ilegalidades, mentiras..., representan muy poca cosa comparados con los cadáveres hundidos en el fondo de esa charca infecta denominada "democracia liberal". Los casos de corrupción son como una delgada capa de moho flotando en la superficie del agua putrefacta. Si apartamos esa mera apariencia contemplaremos con horror los rostros de silenciosas víctimas que, por millones, yacen en el fondo.
 
Es lo que hemos intentado explicar en el libro La manipulación de los indignados (2012).
 
La Marca Hispánica, 13 de diciembre de 2012.

DOCUMENTACIÓN ANEXA

Hete aquí la verdad sobre Ezker Batua. Habla Xabier Agirre, dirigente del PNV, sobre las negociaciones con una supuesta organización de izquierdas (Izquierda Unida en Euskadi) que es en la actualidd el partido político de referencia del movimiento de los indignados. Adiós, indignados, adiós. Pero, ¿qué podía esperarse de los "antifascistas" tutelados por el trepador profesional Stéphane Hessel?


http://www.diariodeleon.es/noticias/espana/la-ue-investiga-escandalo-de-las-comisiones-del-3-en-cataluna_186828.html

LA UE INVESTIGA EL ESCÁNDALO DE LAS COMISIONES DEL 3%  EN CATALUÑA

A. Lugilde - enviado especial | barcelona A. Lugilde 15/03/2005. Los excesos verbables de Pasqual Maragall traspasan las fronteras de Cataluña y España. La Oficina Europea de Lucha contra el Fraude desveló ayer que ha abierto un expediente informativo sobre las insinuación del presidente de la Generalitat de que Convergencia i Unió percibía comisiones ilegales del 3% por la adjudicación de obras públicas en Cataluña, como las del metro del Carmelo. De este modo se abre un nuevo frente en el escándalo político suscitado en Cataluña, que ayer registró un nuevo capítulo con la puesta en marcha de los trabajos de la comisión de investigación del Parlamento catalán.

Paralizan 11 obras

En su comparecencia ante la comisión, el conseller de Obras Públicas, Joaquim Nadal, anunció que su departamento ha paralizado la ejecución de once obras públicas, de carreteras y ferrocarril, al objeto de someter a información pública las modificaciones de los proyectos. Esta decisión se tomó después de comprobar que, según la información facilitada por Nadal, la Generalitat no disponía de los perceptivos informes sobre la construcción del túnel de maniobra de la línea 5 del metro de Barcelona, que fue el que se desplomó en el barrio del Carmelo y obligó a desalojar a un millar de vecinos. Los partidos del tripartito catalán, formado por PSC, Esquerra República e Iniçiativa per Catalunya, consideran que el descontrol en la gestión de las obras públicas en Cataluña tiene dos puntos críticos: la enorme cadena de subcontratas que establecen las adjudicatarias y los llamados «reformados del proyecto», cambios que a menudo no son dados a conocer a los afectados.

 

8 comentarios:

  1. Anónimo6:38 p. m.

    Lo primero agradecer,la magnifica labor de trabajar las conciencias de la sociedad,que aunque no comparta muchas de la ideas,es de elogiar el esfuerzo que exige la disciplina del trabajo en el sentido máximo de este maravillosa palabra,que no es otro que el de transformar lo bruto en estilo,que se entrega con interés pero que se hace,porque sino se hiciera el ser no podría existir.Ya que con el trabajo se construye el cimiento de la identidad.

    Lo segundo decir que me parece muy acertada la exposición de las ideas que presentas como autor en este artículo,y como para evitar la generalización de la actividad política de las personas que están dentro del sistema,se evita reconocer que el sistema mismo subvenciona la corrupción,porque este mismo vive del robo y no es mas que una manifestación moderna del absolutismo ilustrado,"todo para el pueblo pero sin el pueblo".

    También destaco como esta corrupción no es algo inmoral a titulo personal (que persiguiendo el delito se acaba con el),sino que es todo lo contrario es un crimen contra la sociedad,porque atacan al orden político,atacando al honor de una actividad que por su importancia y exigencia debiera ser ejemplo.

    Por lo que es un atentado no solo al honor del delincuente sino de la sociedad,de esto resulta que las culpas no pueden ser perdonadas con tanta facilidad((quedarse aquí seria no saber cuán profundo es el problema).Sino que es mas,tenemos que reconocer que es el sistema el que corrompe y por lo tanto es este al que no solo no se le debe perdonar,sino destruir.

    Esta debe ser la misión de nuestra generación,la de trabajar para construir un nuevo estilo de gestión,ser herederos de las virtudes de nuestros mayores,y miembros de una jerarquía que que haga mejores a los peores,y héroes a los mejores.

    UNIÓN PATRIOTA

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  2. Necesitamos un método para agrupar, estructurar e intepretar la gran masa de información que nos llega de los medios, la bibliografía y la red. De lo contrario esa información sólo sirve para confundirnos. La búsqueda y fundamentación de ese método ha sido la tarea de este blog desde el año 2007 en que se fundó.

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  3. Buen texto, claro y conciso, además de dejar claro el carácter corrupto de este sistema oligárquico analiza con minuciosidad los mecanismos que utiliza para dar una apariencia contraria. La alusióan a algunos grupos políticos que critican a la casta política y luego disfrutan de los privilegios de la misma es un claro jemplo de hipocresía, el ejemplo que expone sobre la forfmación polñitica en concreto es bien claro, criticar a otros por una serie de cuestiones pero al mismo tiempo sin rechazar y sin proponer la eliminación de los privilegios millonarios de la misma casta, eso ni tocarlo,o sea, ser otros corruptos pero de forma más disimulada. A parte claro está que en lo demás también son como el resto de la casta corrupta, asimilan el sistema oligárquico que nos gobierna, tanto en lo político, como en lo económico y lo social.

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  4. Anónimo9:09 a. m.

    Jaume, has dado en el clavo, como siempre. Enhorabuena.

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  5. Anónimo8:21 a. m.

    Desde el canal de noticias ruso RT nos llega "The Truth Seeker", interesante programa con verdades como puños. Comparen esto con la bazofia partidista del periodismo español, empiezo a envidiar a los rusos por los políticos que tienen: http://rt.com/shows/the-truthseeker/wall-street-monetary-fund-407/

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  6. Puede afirmarse que Putin evitó que su país cayera en manos de la oligarquía. Rusia es ahora soberana, cosa que no es España o Alemania. El precio que pagó es un sistema poco menos que dictatorial, pero no hay otra forma de combatir a la oligarquía, o hasta ahora no se ha descubierto ninguna que funcione. Las fórmulas de democracia radical son por ahora meras ideas, nunca ha existido un país que controle a la oligarquía desde abajo. Quizá la clave del asunto está en los medios de comunicación, la estructura interna de los partidos y la independencia judicial. Trabajamos en ello. Nosotros no queremos una dictadura. La opción dictadura/oligarquía ya se aplicó con Hitler. Al final, Putin caerá, antes o después, todas las dictaduras caen. Ese es el problema: su debilidad intrínseca en orden a la legitimación.

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  7. Anónimo12:49 a. m.

    Habría que difundir más esta entrada, es muy clara, los indignados han de leerla.

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