Ofrecemos al lector del blog FILOSOFÍA CRÍTICA la traducción del inglés al castellano del artículo de David Ramsay Steele "The Mystery of Fascism" (2001), publicado en 2003 en el enlace de referencia. Los comentarios críticos sobre dicha interpretación -que los hay, y en torrencial abundancia- nos los reservamos para otra entrada. En cualquier caso, se trata de una brillante contribución a un debate sobre el fascismo, en la línea de Ernst Nolte y, por ende, liberado de las mordazas a que, en los medios académicos, periodísticos y políticos, se nos tiene acostumbrados por lo que a este crucial tema respecta.
Traductores del texto son los miembros del equipo FILOSOFÍA CRÍTICA, a quienes agradecemos su esfuerzo, en algunos casos de resultados dudosos que, esperamos, los expertos en lengua inglesa sepan disculpar y, en todo caso, corregir enviando un e-mail a intra@intra-e.com.
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EL MISTERIO DEL FASCISMO
David Ramsay Steele
http://www.la-articles.org.uk/fascism.htm
Cuando llegó a Suiza en busca de trabajo, en 1902, a los 18 años de edad, Benito Mussolini estaba sin un
penique y acosado por el hambre. En sus bolsillos sólo
tenía un medallón barato de níquel con
la efigie de Karl Marx.
Después de un tiempo sin
hacer nada, Mussolini encontró trabajo como albañil y sindicalista en la ciudad de Lausana. Rápidamente alcanzó fama como agitador entre los trabajadores emigrantes italianos, y un periódico local de lengua italiana se refirió a él como "el
gran Duce [líder]
de los socialistas italianos."
Leía vorazmente, aprendió varios idiomas extranjeros (2) y estudió a Pareto
en la universidad.
La gran fama del Duce era hasta ahora puramente
local. A su regreso a Italia, el joven Benito era solamente un miembro mediocre del Partido Socialista. Pronto
comenzó a editar un pequeño periódico
particular, "La Lotta di Classe" (la lucha
de clases), un órgano ferozmente anti-capitalista,
anti-militarista y anti-católico.
Se tomó en serio el dicho de Marx según el qual la clase obrera no tenía patria, y se opuso firmemente
a la intervención militar italiana
en Libia. Encarcelado varias veces por su participación en huelgas y protestas contra la guerra,
se convirtió en una especie de héroe de
izquierda. Antes de cumplir los
30 años, Mussolini fue elegido
miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista, y se hizo editor de su diario, "Avanti!". La
circulación del periódico y la
popularidad personal de Mussolini creció a pasos agigantados.
Junto con la expulsión del partido de aquellos diputados (miembros
del Parlamento) que se consideraban
excesivamente conciliadores con la
burguesía, la elección de Mussolini para la ejecutiva socialista fue una parte de
las maniobras que la línea dura de la izquierda marxista adoptó para hacerse
con el control del partido. El
cambio fue recibido con gran regocijo
por Lenin y otros revolucionarios
de todo el mundo. De 1912 a 1914, Mussolini fue el Che
Guevara de su época, un santo en
vida del izquierdismo. Guapo,
valiente, carismático, un erudito
marxista, un orador y escritor fascinante, un
guerrero de clase dedicado a la
central, era el Duce
incomparable de la izquierda italiana.
Se le suponía en la cabeza de cualquier futuro gobierno socialista
italiano, elegido o revolucionario.
En 1913, cuando todavía era editor del "Avanti!",
comenzó a publicar y editar su propia revista, "Utopía", un foro de discusión y de controversia entre los
socialistas de izquierda. Como otras muchas revistas socialistas, ésta se
fundaba en la esperanza, y su objetivo era el de formar cuadros altamente
preparados de revolucionarios, purgados de ilusiones dogmáticas y dispuestos a
aprovechar el momento. Dos de los colaboradores de Mussolini en "Utopía" colaborarían respectivamente en
la fundación del Partido Comunista Italiano y en la del Partido Comunista Alemán. (3) Otros, con
Mussolini, se encontraron en el movimiento fascista.
La Primera Guerra Mundial comenzó en agosto de 1914, sin la participación de Italia. ¿Debía
unirse Italia a Gran Bretaña y Francia
contra Alemania y Austria, o permanecer
al margen de la guerra? (4)
Todos los líderes de los principales e intelectuales del Partido Socialista, Mussolini entre ellos,
se opusieron a la participación italiana.
Entre octubre y noviembre de 1914, Mussolini cambió a una posición favorable
a la guerra. Dimitió como editor
de "Avanti!", se unió a los izquierdistas pro-guerra fuera del Partido Socialista, y lanzó un nuevo periódico
socialista a favor de la guerra: "Il Popolo d'Italia"
(el pueblo de Italia). (5) La dirección del Partido Socialista lo consideró una gran traición, una venta a los proxenetas de la
burguesía, y Mussolini fue
expulsado del partido. Fue tan escandaloso como si, 50 años después, Guevara hubiera anunciado que se iba a Vietnam para ayudar a defender el Sur contra la agresión de Vietnam del Norte.
Italia entró en el conflicto en mayo de 1915, y Mussolini se alistó. En 1917 fue gravemente herido y hospitalizado, saliendo de ella como el más popular de los socialistas en favor de
la guerra, un líder sin movimiento.
La Italia de posguerra estaba atenazada por la guerra civil y la violencia política. Se respiraba un
ambiente revolucionario a raíz del golpe de Estado bolchevique en Rusia, las
huelgas de la izquierda organizada, las ocupaciones de fábricas, los motines y los asesinatos
políticos. Los socialistas daban palizas frecuentemente, a veces asesinando a soldados que regresaban a casa,
sólo por haber luchado en la guerra.
Atacar a los opositores políticos
destruyendo su propiedad acabó por convertirse en un hecho cotidiano.
Mussolini y un grupo de seguidores lanzaron el movimiento fascista (6) en
1919. Los primeros fascistas en su mayoría e inicialmente fueron hombres de la
izquierda: sindicalistas revolucionarios y antiguos marxistas.(7) Se llevaron
con ellos algunos nacionalistas no socialistas y futuristas, y sus filas se
nutrieron en gran medida de soldados desmovilizados, por lo que la mayor parte de los fascistas comunes y
corrientes no tenían antecedentes de izquierda. Los fascistas adoptaron las
camisas negras (8) de los anarquistas y “Giovinezza” (juventud), la canción de
los combatientes italianos de primera línea.
Aparte de su ardiente nacionalismo y la defensa de una
política exterior en favor de la guerra, el programa fascista
era una mezcla de medidas radicales de
izquierda, de izquierda moderada,
democrática y liberal, y durante más de un año, el nuevo movimiento no fue mucho más violento que otras agrupaciones socialistas. (9) Sin
embargo, los fascistas entraron en conflicto con los miembros del Partido Socialista
y en 1920 formaron una milicia, la squadre (escuadrones). Incluyendo muchos veteranos patriotas, los escuadrones se mostraron mucho más
eficientes que los decididos y violentos pero torpes marxistas en las tácticas
de incendios provocados y de terror. A menudo, contaban los fascistas con el apoyo tácito de la policía y el ejército. En 1921 los
fascistas tenían la ventaja en
el combate físico con sus rivales
de la izquierda.
Los elementos democráticos y liberales en el discurso fascista disminuyeron
rápidamente y en 1922 Mussolini declaró que "el mundo está girando a la
derecha." Los socialistas, que controlaban los sindicatos, convocaron la
huelga general. Con la marcha sobre
algunas de las principales ciudades, los escuadrones de camisas negras
actuaron de forma rápida reprimiendo por la fuerza la huelga y la mayoría de
los italianos dejó escapar un suspiro de alivio. Esto dio a los camisas negras
la idea de marchar sobre Roma para tomar el poder. Los fascistas se reunieron
de forma pública para la gran marcha, pero el gobierno trató de prevenir una
posible guerra civil llevando a Mussolini al poder; el Rey "pidió" a
Mussolini para se convirtiera en primer ministro con poderes de emergencia. En
lugar de una sublevación desesperada, la Marcha sobre Roma fue la celebración
triunfal de una transferencia legal de la autoridad.
El primer ministro más joven en la historia italiana, Mussolini, era un
apañador hábil e incansable, un formidable tramoyista y negociador en una
monarquía constitucional que no se convirtió en una dictadura absoluta y
permanente hasta diciembre de 1925, y aun así conservó elementos de
pluralismo inestables que requerían habilidades malabares. Se hizo mundialmente
famoso por ser un trabajador del milagro político. Mussolini hizo que los
trenes llegaran a tiempo, cerró la mafia, drenó los pantanos de Pontine y
resolvió la complicada cuestión romana, estableciéndose finalmente el estatus
político del Papa.
Mussolini fue acogido con una lluvia de elogios desde
sectores diversos. Winston Churchill lo
llamó "el mayor legislador
de la vida." Cole Porter le dio una
tremenda publicidad con una canción de éxito. Sigmund Freud le envió
una copia autografiada de uno de sus
libros, donde es descrito como "héroe de la cultura." (10) El más taciturno Stalin
suministró a Mussolini los planos de
los desfiles del Primero de Mayo en la Plaza Roja para que
le ayudaran a pulir sus desfiles
fascistas.
El resto de la carrera de Il Duce
es cada vez más familiar. Conquistó Etiopía, firmó
el Pacto de Acero con Alemania,
introdujo medidas contra los judíos
en 1938 (11), entró
en la guerra como el socio chico
de Hitler, trató de llevar a cabo
por su cuenta la invasión de los Balcanes, aunque tuvo que ser rescatado
por Hitler; fue capturado por los aliados y luego destituido por el Gran Consejo Fascista, rescatado
de la prisión por las tropas de las SS en una de las operaciones de comando más brillantes de la guerra, y se instaló al frente de una
nueva "República Social Italiana". Al final fue asesinado por partisanos comunistas en abril de 1945.
Dado lo que la mayoría de la
gente piensa actualmente sobre el fascismo, este
escueto recital de hechos (12) es una auténtica
historia de misterio. ¿Cómo puede un movimiento que personifica la extrema derecha estar tan fuertemente arraigado en la extrema izquierda?
¿Qué estaba pasando en la mente de los dedicados militantes
socialistas para que al final fueran reconvertidos en
militantes fascistas igualmente
dedicados?
En la década de 1930, la percepción de "fascismo"
(13) en el mundo
de habla inglesa la novedad italiana (14) pasó de ser una
especie exótica, incluso elegante, a convertirse en un símbolo para todo uso
de la maldad. Bajo la influencia de los escritores de izquierda, se
difundió una nueva perspectiva del fascismo que ha llegado a ser la dominante entre los intelectuales hasta hoy. Los argumentos son los siguientes:
El fascismo es el capitalismo enmascarado. Es una herramienta
de las grandes empresas, que gobiernan a
través de la democracia hasta que
se sienten amenazadas de muerte, y
luego dan rienda suelta al fascismo.
Mussolini y Hitler fueron puestos en el
poder por las grandes empresas, ya que el movimiento
obrero revolucionario supuso un gran reto para éstas. (15)
Pero se tiene que explicar, entonces, ¿cómo puede ser el fascismo un movimiento
de masas, y encima uno que no está ni dirigido, ni organizada por las grandes empresas?
La explicación es que el fascismo
lo hace a través del uso inteligente
y diabólico del ritual y el símbolo. El fascismo como
una doctrina intelectual está vacío
de contenido serio o,
alternativamente, su contenido es una mezcolanza incoherente. El fascismo
apela a emociones en lugar de apelar a ideas. Se
basa en canto de himnos, banderas ondeando y otras mojigangas, que no
són más que dispositivos empleados por los irracionales líderes fascistas que han sido pagados por las grandes empresas para manipular a las masas.
Como los marxistas suelen manifestar, el fascismo "apela
a los instintos más bajos", cosa que implica que los izquierdistas están en desventaja porque sólo podrían apelar a instintos
nobles como la envidia de los ricos. Por naturaleza, dado que es irracional,
el fascismo es sádico,
nacionalista y racista. Los regímenes
de izquierda también,
invariablemente, se manifiestan sádicos, nacionalistas y racistas,
pero eso es debido a errores lamentables o a la presión de las circunstancias difíciles. Los
izquierdistas quieren lo mejor, pero han de enfrentarse a contratiempos inesperados
y la presión de las circunstancias, mientras que los fascistas
han elegido cometer el mal.
En términos generales, cualquier régimen totalitario que no tenga como objetivo la nacionalización de
la industria y que conserve la propiedad
privada, al menos de forma nominal, puede ser definido
como fascista. Entre los
intelectuales de moda el término se
puede ampliar a cualquier tipo de dictadura. (16) Cuando la Unión Soviética y China Popular se
enfrentaron en la década de 1960,
cada uno de ellas rápidamente descubrió que el otrora país socialista fraternal
no era únicamente capitalista,
sino, más allá de ello, era "fascista".
En el nivel más vulgar, "fascista" se ha convertido en
palabra que designa la mala práctica de figuras tan odiadas como
Rush Limbaugh o John Ashcroft quienes,
a pesar de las faltas que hayan cometido, están tan alejados de fascismo histórico como cualquier otro político
en la vida pública hoy.
La consecuencia de 70 años de adoctrinamiento con este particular punto de
vista de la izquierda acerca del fascismo es que es actualmente un puzzle. Sabemos cómo
pensaban los izquierdistas en los
años 1920 y 1930 porque conocemos universitarios cuyo
pensamiento era casi idéntico y porque hemos leído a escritores tales como Sartre, Hemingway y Orwell.
Aquellos que se convirtieron en fascistas
Robert Michels fue un marxista alemán desilusionado
con los socialdemócratas. Se
convirtió en un sindicalista revolucionario. En 1911 escribió Los partidos políticos, un trabajo brillante y analítico que (17) demostraba la
imposibilidad de una "democracia participativa"
― una frase que no iba a ser acuñada hasta después de medio siglo, pero que refleja con precisión la original visión marxista de la administración socialista. (18) Más tarde se nacionalizó
italiano (cambio de "Robert" a "Roberto") y devino uno de
los principales teóricos fascistas.
Hendrik de Man fue en su época un dirigente socialista
belga, reconocido como una de las dos o tres inteligencias socialistas más destacadas de Europa. Muchos, en la década de 1930, creían
que se trataba del teórico socialista más importante
desde Marx. Era uno de los más
destacados entre los numerosos marxistas
occidentales europeos que, en
los años de entreguerras, cambiaron su perspectiva desde el marxismo hasta el fascismo o el
nacionalsocialismo. En más de una docena
de significativos libros, desde The Remaking of a Mind (1919), The Socialist Idea (1933), hasta Après Coup (1941), de
Man nos legó un relato detallado de la odisea teórica que
le llevó, en 1940, a aclamar
la subyugación nazi de Europa como "una liberación". Su experiencia
comenzó, como uno de esos viajes que hacía a menudo, con
la convicción de que el marxismo debía
ser revisado a partir de líneas "idealistas" y psicologistas. (19)
Futurismo y el vorticismo fueron dos movimientos artísticos de la avant-garde
que contribuyeron a la visión del mundo fascista. El futurismo fue la creación
de Filippo Marinetti, quien eventualmente perdió su vida al servicio del
régimen de Mussolini. Podemos hacernos una idea del estilo pictórico del
futurismo a través de los créditos de la serie televisiva "Poirot". Su estilo de poesía tuvo una influencia
definitiva en Mayakovsky. Durante algunos años, las artes futuristas fueron
permitidas en la Unión Soviética. El futurismo sostenía que las modernas
máquinas eran más bellas que las esculturas clásicas. Alababan el valor
estético de la velocidad, intensidad, maquinaria y guerra modernas.
El vorticismo era una variante suavizada del futurismo, asociado con Ezra
Pound y el pintor y novelista Wyndham Lewis, un americano y canadiense que se
trasladó a Londres. Pound se convirtió en fascista, se trasladó a Italia y, más
tarde, se le consideró mentalmente enfermo y fue encarcelado por los ocupantes
americanos. Los síntomas de su enfermedad mental eran sus ideas fascistas. Más
tarde fue liberado y escogió regresar a Italia, en 1958, como un impenitente
fascista.
En 1939, el fascista confeso
Wyndham Lewis se retractó de sus elogios anteriores a Hitler, pero nunca
renunció de su visión política del mundo,
básicamente fascista. Lewis era,
como George Bernard Shaw, uno de los intelectuales de la
década de 1930 que admiraban el
fascismo y el comunismo por
igual, alabando a los dos al tiempo que insistían en su similitud.
El fascismo debe haber sido un conjunto de ideas que inspiró a personas educadas
que se consideraban modernos. Pero
¿cuáles eran esas ideas?
En los últimos 30 años, los eruditos han comenzado gradualmente a traernos una apreciación más exacta de lo que era el fascismo. (20)
La imagen que surge de la investigación
en curso sobre los orígenes del fascismo no es todavía del todo clara, pero es lo suficientemente nítida
para mostrar que la verdad no se puede conciliar con la visión convencional.
Podemos destacar algunas de las
conclusiones inquietantes en
cinco hechos:
El fascismo fue una doctrina bien elaborada años antes de recibir este nombre. El núcleo del
movimiento fascista fue lanzado
oficialmente en la plaza de San Sepolcro
el 23 de marzo 1919; se trataba de una
tradición intelectual y organizativa denominada "nacional-sindicalismo".
Como construcción
intelectual, el fascismo apareció alrededor
de 1910. Históricamente, la raíz
del fascismo radicaba en la década de 1890 - en
la "crisis del marxismo", y en la interacción del socialismo revolucionario
del siglo XIX con el anti-racionalismo y anti-liberalismo de
fin de siglo.
El fascismo cambió dramáticamente entre 1919 y 1922, y se trasmutó de nuevo y de forma drástica después de 1922. Esto es lo esperado en cualquier movimiento ideológico que se acerca al poder y lo logra. Bolchevismo (nombre del comunismo en 1920) también ha cambiado varias veces de manera espectacular.
Muchas de las investigaciones más antiguas del fascismo
son engañosas, ya que se basan casi enteramente en
pronunciamientos posteriores a 1922, pero éstos reflejan las presiones
de un movimiento político amplio y flexible que consolidaba un gobierno de compromisos. Supongamos que por este método pudiéramos aislar el carácter y la motivación de la ideología fascista: es como si tuviéramos
que reconstruir las ideas del
bolchevismo mediante la recopilación de los pronunciamientos del gobierno soviético
en 1943: eso nos llevaría a la conclusión de que el marxismo debía mucho a Iván el Terrible y Pedro el Grande.
El fascismo fue un movimiento radicado principalmente
en la izquierda. Sus
líderes e iniciadores tenían
mentalidad secular, eran principalmente intelectuales progresistas, enemigos testarudos de la sociedad actual
y especialmente de sus aspectos más
burgueses.
Había también corrientes de pensamiento no izquierdistas que se
introdujeron en el fascismo, la más prominente de ellas fue el nacionalismo de
Enrico Corradini. Este movimiento antiliberal y antidemocrático estaba preocupado
en construir una Italia fortalecida por una industrialización acelerada. Aunque
en su tiempo se le consideraba de derechas, Corradini se proclamaba socialista,
como otros movimientos similares en el Tercer Mundo que serían más tarde
apoyados por la izquierda.
El fascismo era intelectualmente sofisticado. La teoría fascista era más sutil y más cuidadosamente pensada que la doctrina comunista. Al igual que el comunismo, distinguía entre la teoría propiamente dicha de la doctrina diseñada para un público amplio. Los fascistas se basaron en pensadores como Henri Bergson, William James, obras de Gabriel Tarde, Ludwig Gumplowicz, Vilfredo Pareto, Gustave Le Bon, Georges Sorel, Robert Michels, Gaetano Mosca, Giuseppe Prezzolini, Filippo Marinetti, A. O. Olivetti, Sergio Panunzio y Giovanni Gentile.
Aquí hay que señalar una diferencia entre el marxismo y el fascismo. El líder de un movimiento político marxista está siempre considerado por sus seguidores como un maestro de la teoría y un innovador teórico de la talla de Copérnico. Los fascistas eran menos propensos a caer en tal error. Las obras de Mussolini eran más leídas que las de Lenin, y también era mejor escritor, pero los intelectuales fascistas no consideraban que sus contribuciones fueran importantes para el cuerpo de la teoría fascista, sino que lo consideraban más un líder de genio que podía pasar de la teoría a la acción.
Los fascistas eran modernizadores radicales. Por temperamento no eran ni conservadores ni reaccionarios. Los fascistas despreciaban el statu quo y tampoco se sentían atraídos ni deseaban retornar a épocas pasadas. Incluso en el poder, a pesar de todas sus adaptaciones a las exigencias de la situación inmediata, y a pesar de su incorporación de elementos sociales más conservadores, el fascismo siguió siendo una fuerza consciente de la modernización. (21)
El fascismo era intelectualmente sofisticado. La teoría fascista era más sutil y más cuidadosamente pensada que la doctrina comunista. Al igual que el comunismo, distinguía entre la teoría propiamente dicha de la doctrina diseñada para un público amplio. Los fascistas se basaron en pensadores como Henri Bergson, William James, obras de Gabriel Tarde, Ludwig Gumplowicz, Vilfredo Pareto, Gustave Le Bon, Georges Sorel, Robert Michels, Gaetano Mosca, Giuseppe Prezzolini, Filippo Marinetti, A. O. Olivetti, Sergio Panunzio y Giovanni Gentile.
Aquí hay que señalar una diferencia entre el marxismo y el fascismo. El líder de un movimiento político marxista está siempre considerado por sus seguidores como un maestro de la teoría y un innovador teórico de la talla de Copérnico. Los fascistas eran menos propensos a caer en tal error. Las obras de Mussolini eran más leídas que las de Lenin, y también era mejor escritor, pero los intelectuales fascistas no consideraban que sus contribuciones fueran importantes para el cuerpo de la teoría fascista, sino que lo consideraban más un líder de genio que podía pasar de la teoría a la acción.
Los fascistas eran modernizadores radicales. Por temperamento no eran ni conservadores ni reaccionarios. Los fascistas despreciaban el statu quo y tampoco se sentían atraídos ni deseaban retornar a épocas pasadas. Incluso en el poder, a pesar de todas sus adaptaciones a las exigencias de la situación inmediata, y a pesar de su incorporación de elementos sociales más conservadores, el fascismo siguió siendo una fuerza consciente de la modernización. (21)
El fascismo comenzó como
una revisión del marxismo, una revisión que se desarrolló en sucesivas etapas,
de manera que esos marxistas gradualmente dejaron de pensar en sí mismos como
marxistas y, eventualmente, dejaron de pensar en sí mismo como socialistas. No
dejaron de pensar jamás en sí mismos como antiliberales revolucionarios.
La crisis del marxismo tuvo lugar en la década de 1890. Los intelectuales marxistas
pretendían que hablaban por los movimientos socialistas de masas de toda la Europa
continental, sin embargo, se hizo evidente en aquellos años que el marxismo había sobrevivido en un mundo que Marx creyó que nunca
podría existir. Los trabajadores
eran cada vez más ricos, la clase obrera se fragmentó en secciones con diferentes intereses,
el avance tecnológico se estaba acelerando en lugar de encontrase con una barricada,
la "tasa de ganancia" no estaba
cayendo, el número de inversores ricos ("magnates del capital") no decrecía sino que se
incrementaba, la concentración industrial no fue en aumento (22) y en todos los países los trabajadores estaban poniendo a su patria por encima de su clase.
También en la alta teoría los errores del marxismo estaban siendo puestos en evidencia. La largamente esperada publicación del volúmen III de El Capital de Marx en 1894 reveló que Marx simplemente no tenía ninguna solución a la "gran contradicción" entre los volúmenes I y II, y el comportamiento real de los precios. Críticas devastadoras de Böhm-Bawerk a la economía marxista (1884 y 1896) fueron ampliamente leídas y discutidas.
La crisis del marxismo dio a luz al revisionismo de Eduard Bernstein, que llegó a la conclusión, en efecto, de que la meta de la revolución debía ser abandonada, a favor de reformas graduales dentro del capitalismo. (23) Esto no tenía ningún atractivo para los hombres de la extrema izquierda que rechazaban la sociedad actual, considerándola demasiado repugnante para ser reformada. Los revisionistas también comenzaron a atacar a la doctrina fundamental marxista del materialismo histórico –la teoría de que la organización de una sociedad de producción determina el carácter de todos los demás fenómenos sociales, incluyendo las ideas.
A principios del siglo XX, los izquierdistas que querían estar tan a la izquierda como les fuera posible devinieron sindicalistas, defendiendo que la huelga general era el camino para demostrar el poder de los trabajadores y derribar el orden burgués. La actividad sindicalista entró en erupción a lo largo del mundo, incluso en Gran Bretaña y Estados Unidos. La promoción de la huelga general fue la manera de desafiar el capitalismo y al mismo tiempo una forma de desafiar a todos aquellos socialistas que querían utilizar el método electoral para negociar reformas en el sistema.
También en la alta teoría los errores del marxismo estaban siendo puestos en evidencia. La largamente esperada publicación del volúmen III de El Capital de Marx en 1894 reveló que Marx simplemente no tenía ninguna solución a la "gran contradicción" entre los volúmenes I y II, y el comportamiento real de los precios. Críticas devastadoras de Böhm-Bawerk a la economía marxista (1884 y 1896) fueron ampliamente leídas y discutidas.
La crisis del marxismo dio a luz al revisionismo de Eduard Bernstein, que llegó a la conclusión, en efecto, de que la meta de la revolución debía ser abandonada, a favor de reformas graduales dentro del capitalismo. (23) Esto no tenía ningún atractivo para los hombres de la extrema izquierda que rechazaban la sociedad actual, considerándola demasiado repugnante para ser reformada. Los revisionistas también comenzaron a atacar a la doctrina fundamental marxista del materialismo histórico –la teoría de que la organización de una sociedad de producción determina el carácter de todos los demás fenómenos sociales, incluyendo las ideas.
A principios del siglo XX, los izquierdistas que querían estar tan a la izquierda como les fuera posible devinieron sindicalistas, defendiendo que la huelga general era el camino para demostrar el poder de los trabajadores y derribar el orden burgués. La actividad sindicalista entró en erupción a lo largo del mundo, incluso en Gran Bretaña y Estados Unidos. La promoción de la huelga general fue la manera de desafiar el capitalismo y al mismo tiempo una forma de desafiar a todos aquellos socialistas que querían utilizar el método electoral para negociar reformas en el sistema.
Los sindicalistas empezaron como marxistas intransigentes, pero como revisionistas
reconocieron que las los principios clave del marxismo habían sido refutados
por la desarrollo de la sociedad moderna. La mayoría de los sindicalistas
llegaron a aceptar muchos de los argumentos de Bernstein contra el marxismo
tradicional, pero permanecieron comprometidos con el rechazo total de la
sociedad existente en lugar de aceptar una reforma democrática. En
consecuencia, se llamaron a sí mismos “revisionistas revolucionarios”. Se
mostraron partidarios de una revisión idealista de Marx, ya que creían en un
mucho mayor papel e independencia de las ideas en la evolución social de lo que
permitía la teoría marxista.
Al revisar el marxismo, los sindicalistas estaban fuertemente motivados por
el deseo de convertirse en revolucionarios eficaces, no contra molinos de
viento, sino para lograr una comprensión efectiva del mundo de los
trabajadores. Criticando y reevaluando su propio marxismo, sin embargo y
naturalmente, se basaron en las modas intelectuales de la época, en las ideas
que circulaban en aquélla conocida como “principios de siglo”. El bloque más
importante de tales ideas era el “antirracionalismo”.
Muchas formas de
antirracionalismo proliferaron a los largo del siglo XIX. El tipo de antirracionalismo
que tuvo más influencia en los pre-fascistas no fue primeramente la concepción según la cual se debe emplear algo más que la
razón para decidir cuestiones de hecho (antirracionalismo epistemológico). Fue
más bien la opinión, entendida como una cuestión de franco reconocimiento de la realidad, de que los humanos no están
únicamente motivados por el cálculo racional, sino más bien por «mitos»
intuitivos (antirracionalismo práctico). En consecuencia, si se quería entender
e influir en el comportamiento del pueblo, era mejor reconocer que los trabajadores no son
principalmente egoístas, racionales y calculadores, sino que se sujetan y se
mueven por mitos.
París fue el centro de moda del mundo intelectual, dictando el ascenso y la caída de los círculos ideológicos. Allí el antirracionalismo estaba asociado con la filosofía de Henri Bergson, el pragmatismo de William James a través del Atlántico, y los argumentos de la psicología social de Gustave Le Bon. Se consideraba que tales ideas valoraban más la acción que el pensamiento, y que demostraban que la sociedad moderna (incluido el movimiento socialista establecido) era demasiado racionalista y demasiado materialista. Bergson y Williams fueron también leídos, sin embargo, como defensores de la idea de que los humanos no trabajaban con una realidad objetivamente entendida, sino con una realidad creada por la imposición de su propia voluntad en el mundo, una afirmación que también fue recogida (errónea o correctamente) de Hegel, Schopenhauer y Nietzsche. Los intelectuales franceses se revolvieron contra Descartes, el racionalista, y rehabilitaron a Pascal, el defensor de la fe. Con el mismo espíritu, los intelectuales italianos redescubrieron a Vico.
El anti-racionalismo práctico se introdujo en el pre-fascismo a través de
Georges Sorel (25) y su teoría del "mito". Este influyente escritor
socialista comenzó como un marxista ortodoxo que, procedente la extrema
izquierda, se convirtió naturalmente en
un sindicalista y, pronto, en el teórico sindicalista más conocido. Sorel pasó
a defender la teoría de Marx de la lucha de clases de una nueva manera: ya no se
trataba de una teoría científica, sino de un "mito", de una
comprensión del mundo y el futuro que movía a los hombres a la acción. Cuando
empezó a abandonar el marxismo, tanto por sus fracasos teóricos como por su
excesivo "materialismo", buscó un mito alternativo. La experiencia de
los acontecimientos actuales y recientes le mostró que los trabajadores tenían
poco interés en la lucha de clases, pero eran propensos al sentimiento
patriótico. Poco a poco, Sorel cambió de posición, hasta que al final de su
vida se convirtió en nacionalista y antisemita. (26) Murió en 1922, esperanzado
con Lenin y más cautelosamente con Mussolini.
Una tendencia general en todo el socialismo revolucionario
desde 1890 hasta 1914 fue que los elementos más revolucionarios cargaron el
acento en el liderazgo, minimizando el papel autónomo de
las masas trabajadoras. Este elitismo fue un resultado natural del ardiente deseo de revolución por parte de los revolucionarios
y tiene su origen en la poca disposición de la clase obrera para devenir un ente revolucionario. (27) Los trabajadores eran reformistas instintivos: querían un trato justo dentro del capitalismo,
y nada más. Dado que los
entre trabajadores no se veía un auténtico deseo de revolución, un pequeño grupo de revolucionarios conscientes tendría que jugar
un papel más decisivo del que Marx había imaginado. Ésa
fue la conclusión de Lenin en
1902. (28) Era la conclusión de Sorel. Y fue la conclusión del sindicalista Giuseppe
Prezzolini cuyas obras en la primera década del siglo Mussolini había revisado con admiración. (29)
El debate sobre el liderazgo fue reforzado por los escritos de Mosca,
Pareto y Michels, especialmente la teoría de la Circulación de Élites de
Pareto. Todos esos debates enfatizaban el rol vital de activas minorías y la
futilidad de esperar que las masas, alguna vez y por sí mismas, alcanzasen algún objetivo. La corroboración
adicional vino del sensacional best-seller de 1895 de Le Bon –perpetuamente editado en 12 idiomas- La
psicología de las masas, que analizaba el comportamiento irracional de los
humanos y llamó atención sobre la proclividad de los grupos a ponerse en manos
de un líder fuerte, que podría controlarlo mientras apelara a ciertas creencias
primitivas o básicas (30).
Los iniciadores del fascismo
vieron al antirracionalismo como una alta tecnología. Más o menos al estilo de sus
coches rápidos y sus aviones. El antirracionalismo fascista, como el
psicoanálisis, se concebía a sí mismo como una ciencia práctica que podía canalizar los
impulsos humanos en una dirección útil.
Algunas personas han reaccionado ante el fascismo
diciendo que es lo mismo que socialismo. En parte, esto se debe al hecho de que
"el fascismo" es una palabra que se usa libremente para referirse a
todas las dictaduras no comunistas de los años 1920 y 1930, y por extensión
para referirse a la más poderoso y terrible de estos gobiernos, el del Nacional
Socialismo de Alemania.
Los nazis nunca
pretendieron ser fascistas, pero continuamente
se proclamaban socialistas,
mientras que el fascismo, después de
1921, repudió el socialismo
por su nombre. Aunque el fascismo tuvo alguna influencia en el Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán, otras influencias fueron mayores, en
particular, el comunismo y el nacionalismo
alemán.
James Gregor ha argumentado que
el fascismo es una herejía
marxista, (31) una afirmación que
debe que ser considerada con cuidado.
El marxismo es una doctrina cuyos principios fundamentales se pueden enumerar con precisión: la lucha de clases, el materialismo histórico, la plusvalía, la nacionalización de los medios
de producción, y así sucesivamente. Casi todos esos principios fueron repudiados explícitamente por los fundadores del fascismo, y estos repudios del
marxismo definen en gran medida el
fascismo. Sin embargo, por
paradójico que pueda parecer, hay
una estrecha relación ideológica
entre el marxismo y el fascismo. Podemos
comparar esto con la relación
entre, por ejemplo, el cristianismo y el
unitarismo. El unitarismo repudia todos los principios distintivos del cristianismo, sin embargo,
sigue siendo claramente una rama del cristianismo, preservando una afinidad con su tronco parental.
En el poder, las instituciones reales del fascismo y del comunismo tienden
a converger. En practica, los regímenes fascista y nacional socialista cada vez
más tendían a conformar aquello que Mises llamó «el modelo socialista alemán».
Intelectualmente, los fascistas diferían de los comunistas en que tenían una idea
y estaban dispuestos a aplicarla, mientras que los comunistas eran como sujetos
hipnóticos, haciendo una cosa y racionalizándola en términos totalmente
diferentes, y en conjunto haciendo cosas imposibles.
Los fascistas defendían el desarrollo acelerado de un país atrasado. Los comunistas siguieron empleando la retórica marxista de la revolución socialista mundial
en los países más avanzados, pero
todo esto era un ritual de encantamiento para consagrar su intento de acelerar el desarrollo de
un país atrasado. Los fascistas
convirtieron al nacionalismo en un mito poderoso. Los comunistas defendían el nacionalismo ruso y el imperialismo mientras protestaban de que su sagrada patria era
un “estado obrero internacionalista".
Los fascistas proclamaron el fin de la
democracia. Los comunistas la abolieron
y llamaron a su dictadura democracia.
Los fascistas argumentaban que la igualdad era imposible e inevitable la jerarquía. Los comunistas impusieron una nueva jerarquía, disparaban a cualquiera que abogara por la igualdad real,
pero nunca dejaron de parlotear
acerca del futuro igualitario que estaba "en construcción". Los
fascistas hicieron con los ojos
abiertos lo que los comunistas hicieron
con los ojos cerrados. Esta es la verdad
oculta en la fórmula convencional de que los comunistas eran
bien intencionados y fascistas mal intencionados.
A pesar de que respetaban
"lo irracional" como una realidad, los iniciadores del fascismo no
balanceaban voluntariamente influidos por consideraciones irracionales. (33) No
eran supersticiosos. Mussolini en 1929, cuando se reunió con el cardenal
Gasparri, en el Palacio de Letrán, no era más creyente que Mussolini el
polemista violentamente anti-católico de los años anteriores a la guerra, (34)
pero había aprendido en su carrera que esta actitud de
modernización radical era una pérdida de tiempo, como golpear la cabeza
contra la pared de ladrillo de la fe institucionalizada.
Los izquierdistas se imaginan a menudo que los fascistas están atemorizados ante una clase obrera
revolucionaria. Nada podría estar más cómicamente equivocado. La mayoría de los líderes fascistas iniciales se habían pasado años tratando de conseguir que los trabajadores
se convirtieran en revolucionarios. Todavía
en junio de 1914, Mussolini
participó con entusiasmo, a
riesgo de su propia vida y la integridad
física, en la violenta y conflictiva "semana roja". Los iniciadores del fascismo eran en su mayoría veteranos militantes anti-capitalistas que tenían el beneficio de la duda por parte
de la clase obrera. La clase obrera, al no ser revolucionaria,
había dejado a estos revolucionarios
fuera de juego.
El fascismo preferido al marxismo
A fines de 1920,
personas como Winston Churchill y Ludwig
von Mises veían el fascismo
como una respuesta natural y saludable a la violencia comunista. (35) En aquellos momentos ya
no se pasaba por alto el hecho de que el fascismo representaba un fenómeno cultural independiente precedido por el golpe de Estado bolchevique. Se hizo ampliamente
aceptado que el futuro estaba ya
fuera con el comunismo o con el
fascismo. Muchas personas optaron por lo que consideraban el mal menor. Evelyn Waugh comentó que él elegiría el fascismo sobre
el marxismo, si tenía que hacerlo, pero él no creía que tuviera
que hacerlo.
Es fácil ver que el ascenso del comunismo estimuló el surgimiento del fascismo. Pero, desde que la existencia del régimen soviético fue el factor primordial de que el comunismo resultara algo atractivo,
y dado que el fascismo era una tradición independiente del pensamiento revolucionario, habría habido, sin duda, un poderoso movimiento
fascista incluso en ausencia de un régimen bolchevique. En cualquier caso, después de 1922, el mismo tipo de influencia se desplegaba en ambos sentidos: muchas personas se hicieron comunistas porque consideraban que era la manera más
eficaz para luchar contra el temido
fascismo. Dos bandas rivales de
asesinos políticos, empeñados en establecer su propio poder sin control, cada uno ganándose el apoyo mediante la táctica
de señalar los horrores que sus rivales desataban. Fueran cuales fueran las
deficiencias de dicho recurso, los horrores mismos eran muy reales. (36)
Del liberalismo al estado corporativo
En los primeros días del fascismo se aceptó un
elemento de lo que se llamaba "liberalismo":
la opinión de que el capitalismo y el libre mercado debían dejarse intactos,
que era pura locura que el Estado se involucrara en la "producción".
Marx había dejado una herencia extraña: la convicción de que la lucha de clases arrastraría
automáticamente a la clase obrera en la dirección del comunismo. Pero la experiencia práctica no ofrece ninguna confirmación de esta suposición y los marxistas han tenido que elegir entre seguir la lucha de clases (crear problemas al capitalismo con la esperanza de obtener algún logro) y tratar de tomar el poder para introducir el comunismo (lucha que obviamente no tiene nada que ver con la huelga por
salarios más altos o con ciertas reformas
políticas como la legislación
fabril de seguridad). Como
resultado, los marxistas llegaron a adorar a la "lucha" por sí misma. Y puesto que los marxistas sentían a menudo vergüenza de hablar sobre los problemas que
una sociedad comunista podría enfrentar y descartaban cualquier discusión en torno a ese tema como
"utópica", fue habitual en ellos argumentar
que debían centrarse sólo en el
siguiente paso de la lucha, y no
distraerse con especulaciones sobre el
futuro remoto.
Los marxistas tradicionales
creían que había que oponerse a las interferencias del estado, como los
aranceles de protección, ya que consideraban que frenaría el desarrollo de las
fuerzas productivas (tecnología) y que, por lo tanto, estas intervenciones
retrasarían la revolución. Por esta razón, un marxista debía favorecer el libre comercio.
(37) Frente a un creciente volumen de reformas legislativas, algunos
revolucionarios vieron en estas concesiones astutas estrategias de la burguesía
para tomar el control de los antagonismos de clase y por lo tanto estabilizar
su estado. El hecho es que las medidas legislativas con el apoyo de socialistas
democráticos, que habían sido cooptados por el orden establecido, dio un motivo
adicional a los revolucionarios para pasarse al otro lado.
Todas estas influencias podrían persuadir a un marxista de que el capitalismo debía dejarse intacto para un futuro previsible. En Italia, un motivo más era que los marxistas esperaban que la revolución estallase en los países industrialmente avanzados, No había ninguna idea marxista tuviera nada que ofrecer a una economía atrasada como Italia, a menos que la revolución se produjera primero en Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Francia. A medida que la perspectiva de una revolución se hizo menos creíble, el tema del desarrollo industrial italiano era todo lo que quedaba, y que era, obviamente, una tarea para el capitalismo.
Todas estas influencias podrían persuadir a un marxista de que el capitalismo debía dejarse intacto para un futuro previsible. En Italia, un motivo más era que los marxistas esperaban que la revolución estallase en los países industrialmente avanzados, No había ninguna idea marxista tuviera nada que ofrecer a una economía atrasada como Italia, a menos que la revolución se produjera primero en Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Francia. A medida que la perspectiva de una revolución se hizo menos creíble, el tema del desarrollo industrial italiano era todo lo que quedaba, y que era, obviamente, una tarea para el capitalismo.
A partir de 1919, los fascistas desarrollaron una teoría del estado, que hasta entonces era el único elemento teórico que no había sido desarrollado por el marxismo.
Su elaboración, en un debate público
extenso, dio lugar al punto de vista “totalitario” del Estado,
(38) notoriamente expuesto en la fórmula de
Mussolini, "Todo en el Estado,
nada contra el Estado, nada fuera del Estado".
A diferencia de los que más adelante
serían los Socialistas Nacionales de Alemania, los fascistas se mantuvieron reacios a
la nacionalización pura y simple de
la industria. Pero, después de
unos años de comparativa no
intervención, y algo de liberalización, el régimen fascista se movió hacia una política mucho más intervencionista,
y las declaraciones fascistas insistían
cada vez en el
"estado corporativo". Todos
los rastros de liberalismo se
perdieron, salvado sólo por la insistencia en que la nacionalización
real debía seria evitada. Antes de 1930,
Mussolini declaro que el capitalismo
tenía siglos de trabajo útil que hacer (una formulación que sólo se le ocurriría a un ex-marxista); a
partir de 1930, a causa de la depresión mundial, hablaba
como si el capitalismo se hubiera
terminado y el Estado corporativo tuviera que substituirlo en lugar de proporcionarle
un marco.
A medida que la dictadura maduraba, la retórica
fascista cada vez manifestó una mayor hostilidad al ego individual. El fascismo
había sido siempre fuertemente comunitario, pero ahora este aspecto se hizo más
sobresaliente. El anti individualismo fascista se puede resumir en la frase que
la muerte de un ser humano es como la muerte de una célula en un cuerpo. Desde 1920 hasta 1922, entre las crecientemente histriónicas reuniones
de camisas negras, destacaban los servicios funerarios. Cuando el nombre de
un compañero recientemente asesinado
por los socialistas fue llamado a salir,
toda la multitud rugía: "¡Presente!"
El hombre no es un átomo, el hombre es esencialmente social
- estos clichés lanudos
eran tan fascistas como socialistas. El anti individualismo era
especialmente prominente en los escritos
del filósofo oficial Giovanni Gentile,
que dio a la teoría social fascista
su forma acabada en los años finales del régimen. (39)
El fracaso del fascismo
La ideología fascista tuvo dos objetivos por cuya ejecución podía ser
razonablemente juzgada: la creación de un ser humano heroicamente moral, un
orden social marcado por una moral heroica y el acelerado desarrollo de la
industria, especialmente en economías atrasadas como la italiana.
El ideal moral fascista, sostenido
por escritores de Sorel a Gentile, es algo así como una inversión de la caricatura de un liberal al estilo de Bentham. El hombre ideal fascista no es prudente, sino valiente; no es
calculador, sino decidido; no es sentimental, sino implacable;
no se preocupa por ningún beneficio
personal, sino que la lucha por los
ideales; no va en busca de consuelo, sino que vive la
vida intensamente. Los primeros fascistas
no sabían cómo iban a construir el orden social que daría lugar a este "hombre
nuevo", pero estaban convencidos de que tenían que destruir el orden burgués liberal que había creado su contrario.
Incluso en fecha tan tardía como 1922, no estaba claro para los fascistas que el fascismo, la "tercera vía"
entre el liberalismo y el socialismo,
establecería un estado policial burocrático, pero dadas las circunstancias
y las ideas fascistas fundamentales, nada más era posible. El fascismo introdujo una forma de Estado claustrofóbico
dada la opresión que ejercía. El resultado fue una población decididamente
caracterizada por la mediocridad y el
anti heroísmo, conformista, taimada y miedosa de su propia sombra, un mundo alejado de la clase de carácter humano dinámico que los fascistas habían esperado que heredaría la Tierra.
En cuanto a los resultados económicos del fascismo, el test de los resultados puramente empíricos no es
concluyente. En sus primeros años,
las medidas económicas del gobierno de
Mussolini eran probablemente más liberalizadoras
que restrictivas. El giro posterior al corporativismo intrusivo fue seguido rápidamente por la recesión mundial y la
guerra. Pero sí sabemos por
muchos otros ejemplos que si se deja que siga su curso, el
intervencionismo corporativo paralizará
cualquier economía. (40) Además, las pérdidas económicas ocasionadas
por la guerra se pueden imputar al
fascismo, a Mussolini, ya que fácilmente
podría haber mantenido a Italia neutral. El fascismo dio
tanto poder y de forma tan descontrolada
a una sola persona dispuesta a cometer semejante error,
que hizo más probable la guerra en 1940,
exaltando los beneficios de la misma.
A través de una mirada panorámica
de la historia, el fascismo, como el
comunismo, al igual que todas las formas de socialismo, y al igual que patriotismo de hoy y la
antiglobalización, son el
resultado lógico de errores específicos que sobre el progreso humano sostienen algunos intelectuales.
El fascismo fue un intento de coger los frutos materiales de la economía liberal, al tiempo que pretendía abolir
la cultura liberal. (41) El
intento fue completamente quijotesco:
no hay tal cosa como el desarrollo
económico sin capitalismo de libre mercado y no hay tal cosa como el capitalismo de libre mercado sin el
reconocimiento de los derechos individuales. La reacción contra el
liberalismo fue el resultado de ideas
erróneas, y el vano intento de
sustituir el liberalismo fue la aplicación de los errores de
interpretación. Al perder la
guerra, el fascismo y el nacionalsocialismo se salvaron de la
esclerosis terminal que acosó al
comunismo.
Cuando Mussolini cambió su postura contra la guerra para ponerse
a favor de ella en noviembre de 1914, los otros líderes del
Partido Socialista afirmaron de inmediato que había sido comprado
por la burguesía, y esta acusación
ha sido repetida por muchos izquierdistas. Pero la idea de un Mussolini vendido es
más inverosímil que la teoría
que sostiene que Lenin tomó el poder
porque fue pagado por el gobierno alemán para sacar a Rusia de la guerra. Como la figura fundamental de la izquierda italiana que fuera,
Mussolini estaba haciendo una apuesta, en
hondo desacuerdo y provocando su expulsión del Partido Socialista, además de arriesgar su
vida como soldado de primera
línea. (42)
Como Lenin, Mussolini era un revolucionario capacitado que se hizo cargo
del problema de las finanzas. Una vez
que se había decidido a salir
a favor de la guerra, previó que iba a perder sus ingresos desde el Partido Socialista. Se acercó a ricos patriotas
italianos para conseguir apoyo para Il Popolo
d'Italia, pero la mayor parte del dinero que llegó a Mussolini procedía de forma encubierta de los
gobiernos aliados que querían
llevar a Italia a la guerra. Del mismo modo, los bolcheviques de Lenin
tuvieron la ayuda de patrocinadores ricos y del
gobierno alemán. (43) En ambos
casos, vemos a un determinado
grupo de revolucionarios que usa
su ingenio para recaudar fondos en pro de sus metas.
Jasper Ridley sostiene que Mussolini cambió porque siempre "quería estar en el bando ganador", y no se atrevía a "nadar contra la marea de la opinión pública". (44) Esta explicación es débil. Mussolini había pasado toda su vida en una posición antagónica a la mayoría de los italianos, y con la fundación de un nuevo partido en 1919 volvería de manera deliberara a contradecir a la mayoría. Dado que los individuos suelen ser más influenciados por la presión de su "grupo de referencia" que por las opiniones de toda la población, podríamos preguntarnos por qué Mussolini no nadó con la marea de la dirección del Partido Socialista y la mayoría de la membresía del partido, en lugar de nadar con la marea de los socialistas de dentro y de fuera del Partido que se había puesto en favor de la guerra.
A pesar de su personalidad o incluso su decisión pudiera haber sido influenciada por el tiempo, la presión de Mussolini para cambiar su posición provenía de una evolución a largo plazo en sus convicciones intelectuales. Desde sus primeros años como un marxista revolucionario, Mussolini había sido favorable al sindicalismo, a continuación, un sindicalista real. A diferencia de otros sindicalistas, se quedó en el Partido Socialista, y mientras progresaba dentro de él, continuó con los oídos abiertos a los sindicalistas que lo habían dejado. En muchos temas, su forma de pensar seguía la de ellos, con más cautela, y muchas veces cinco o diez años detrás de ellos.
De 1902 a 1914, el sindicalismo revolucionario italiano sufrió una rápida
evolución. Siempre opuestos a la democracia
parlamentaria, los sindicalistas italianos,
bajo la influencia de Sorel, se comprometieron con la violencia extra-constitucional y
la necesidad de que la vanguardia
revolucionaria debía iniciar la lucha. Ya en 1908, el Mussolini marxista sindicalista había llegado a un acuerdo con estas nociones elitistas y comenzó a emplear el término gerarchia
(jerarquía), que seguiría siendo una palabra favorita suya en el período fascista.Jasper Ridley sostiene que Mussolini cambió porque siempre "quería estar en el bando ganador", y no se atrevía a "nadar contra la marea de la opinión pública". (44) Esta explicación es débil. Mussolini había pasado toda su vida en una posición antagónica a la mayoría de los italianos, y con la fundación de un nuevo partido en 1919 volvería de manera deliberara a contradecir a la mayoría. Dado que los individuos suelen ser más influenciados por la presión de su "grupo de referencia" que por las opiniones de toda la población, podríamos preguntarnos por qué Mussolini no nadó con la marea de la dirección del Partido Socialista y la mayoría de la membresía del partido, en lugar de nadar con la marea de los socialistas de dentro y de fuera del Partido que se había puesto en favor de la guerra.
A pesar de su personalidad o incluso su decisión pudiera haber sido influenciada por el tiempo, la presión de Mussolini para cambiar su posición provenía de una evolución a largo plazo en sus convicciones intelectuales. Desde sus primeros años como un marxista revolucionario, Mussolini había sido favorable al sindicalismo, a continuación, un sindicalista real. A diferencia de otros sindicalistas, se quedó en el Partido Socialista, y mientras progresaba dentro de él, continuó con los oídos abiertos a los sindicalistas que lo habían dejado. En muchos temas, su forma de pensar seguía la de ellos, con más cautela, y muchas veces cinco o diez años detrás de ellos.
Muchos sindicalistas perdieron la fe en el potencial revolucionario de la clase
obrera. Buscando una receta
revolucionaria alternativa, los más "avanzados" de estos sindicalistas comenzaron a aliarse con los nacionalistas para favorecer la guerra. La reacción inicial de Mussolini a esta tendencia fue el disgusto que podríamos esperar de cualquier izquierda que se precie. (45) Sin embargo, dadas
sus premisas, las conclusiones de
los sindicalistas eran convincentes.
La lógica que subyacía a esta posición de cambio era que por
desgracia no iba a haber una
revolución obrera, ni en los países avanzados y,
ni mucho menos, en los países poco desarrollados,
como Italia. Italia seguía su
propia dinámica y su problema era la baja producción industrial. (46) Se trataba de una
nación proletaria explotada,
mientras que los países ricos eran grandes naciones burguesas. La nación era el mito que podría unir a las clases productivas detrás de una campaña para ampliar la producción. Estas eran las ideas que defendía la
propaganda del Tercer Mundo durante
los años 1950 y 1960, en los cuales,
los aspirantes a formar una nueva élite en los países económicamente atrasados, presentaban como
"progresista" una idea propia
aunque menos escrupulosa respecto de los derechos humanos que podría acelerar el desarrollo del Tercer Mundo. De Nkrumah
a Castro, los dictadores del Tercer
Mundo, seguían los pasos de Mussolini.
(47) El fascismo fue un ensayo general para el tercermundismo
de posguerra.
Muchos sindicalistas también se convirtieron en "produccionistas", instaban a los trabajadores a no hacer huelga y creían que debían hacerse cargo de las fábricas, que funcionarían sin jefes. Mientras que el produccionismo como táctica de acción colectiva no llevaba a ninguna parte, la idea productivista según la cual todos debían ayudar a aumentar la producción, incluso el segmento productivo de la burguesía, debía ser apoyada en lugar de combatida.
Desde 1912, aquellos que observaban de cerca a Mussolini podían percatarse de los cambios en su discurso. Comenzó a emplear las palabras "pueblo" y "nación" en lugar de «proletariado». (Posteriormente tal lenguaje patriótico se volvería admisible entre los marxistas, pero aun así era un poco inusual y sospechoso.) Mussolini poco a poco se fue convenciendo, unos años más tarde que los líderes más avanzados de la extrema izquierda, de que el análisis marxista de clase era inútil, de que el proletariado nunca llegaría a ser revolucionario, y que la nación tenía que ser el vehículo de desarrollo. Una implicación básica de esta posición es que las huelgas iniciadas por el izquierdismo y los enfrentamientos violentos eran más que bromas irrelevantes: eran obstáculos reales para el progreso.
Muchos sindicalistas también se convirtieron en "produccionistas", instaban a los trabajadores a no hacer huelga y creían que debían hacerse cargo de las fábricas, que funcionarían sin jefes. Mientras que el produccionismo como táctica de acción colectiva no llevaba a ninguna parte, la idea productivista según la cual todos debían ayudar a aumentar la producción, incluso el segmento productivo de la burguesía, debía ser apoyada en lugar de combatida.
Desde 1912, aquellos que observaban de cerca a Mussolini podían percatarse de los cambios en su discurso. Comenzó a emplear las palabras "pueblo" y "nación" en lugar de «proletariado». (Posteriormente tal lenguaje patriótico se volvería admisible entre los marxistas, pero aun así era un poco inusual y sospechoso.) Mussolini poco a poco se fue convenciendo, unos años más tarde que los líderes más avanzados de la extrema izquierda, de que el análisis marxista de clase era inútil, de que el proletariado nunca llegaría a ser revolucionario, y que la nación tenía que ser el vehículo de desarrollo. Una implicación básica de esta posición es que las huelgas iniciadas por el izquierdismo y los enfrentamientos violentos eran más que bromas irrelevantes: eran obstáculos reales para el progreso.
Cuando Mussolini fundó "Utopía",
era para proporcionar un foro en el cual sus compañeros de partido podían intercambiar ideas con sus amigos los sindicalistas revolucionarios
de fuera del partido. En ese momento firmaba sus artículos
como "El hombre que está buscando."
La bancarrota de la II Internacional en el
estallido de la guerra, y el
alineamiento de los partidos de
masas socialistas de Alemania,
Francia y Austria detrás de sus respectivos gobiernos nacionales, confirmó una vez más que los sindicalistas habían estado en lo cierto: el
internacionalismo proletario no era una
fuerza viva. El futuro, concluyó, se inclinaría hacia el nacional sindicalismo
productivista, que con algunas modificaciones se convertiría en el fascismo.
Mussolini creía que el fascismo era
un movimiento internacional. Esperaba
que tanto la democracia burguesa decadente y la dogmática del marxismo-leninismo daría en todas partes
paso al fascismo, que el siglo XX sería un
siglo del fascismo. Al igual que
sus contemporáneos de izquierda, subestimó la capacidad de recuperación de la democracia y el liberalismo de libre mercado. Pero en
el fondo la predicción de
Mussolini se cumplió: la mayoría de la gente del mundo en la segunda mitad del siglo XX vivía bajo gobiernos que estaban más cerca, en la práctica, del
fascismo, que del liberalismo
o del marxismo-leninismo.
2. At the Munich conference in
1938, Mussolini was the only person present who could follow all the
discussions in the four languages employed.
4. Although Italy was a member of the Triple
Alliance with Germany and Austria, support for the Central Powers in Italy was
negligible.
5. It remained Mussolini's
paper through the Fascist period. At first it was described as a
"Socialist Daily." Later this was changed to "The Daily of
Fighters and Producers".
6. It was first called the Fasci
Italiani di Combattimento (Italian Combat Leagues), changing its name in
1921 to the National Fascist Party. Fasci is plural of fascio, a
union or league. The word had been in common use for various local and ad hoc
radical groups, mainly of the left.
7. Of the seven who attended the preparatory
meeting two days before the launch, five were former Marxists or syndicalists.
Zeev Sternhell, The Birth of Fascist Ideology (Princeton:
Princeton University Press, 1994), p. 222. At the launch itself, the majority
had a nationalist background.
8. Garibaldi's followers had
worn red shirts. Corradini's nationalists, absorbed into the Fascist Party in
1923, wore blue shirts.
9. Stanley G. Payne, A
History of Fascism, 1914-1945 (Madison: University of Wisconsin Press,
1995), p. 95.
10. Ernest Jones, Life and
Work of Sigmund Freud (New York: Basic Books, 1957), vol. 3, p. 180.
11. Prior to 1938 the Fascist
Party had substantial Jewish membership and support. There is no agreement
among scholars on Mussolini's motives for introducing anti-Jewish legislation.
For one well-argued view, see Gregor, Contemporary Radical Ideologies:
Totalitarian Thought in the Twentieth Century (New York: Random House,
1968), pp. 149-159.
12. Among numerous sources on
the life of Mussolini, see Richard Collier, Duce! A Biography of Benito
Mussolini (New York: Viking, 1971); Denis Mack Smith, Mussolini: A
Biography (New York: Knopf, 1982); Jasper Ridley, Mussolini: A Biography
(New York: St. Martin's Press, 1998). All such works are out of their depth
when they touch on Fascist ideas. For a superb account of all the fascist and
other non-Communist dictatorial movements of the time, see Payne, History.
On Mussolini's ideas, see A. James Gregor, Young Mussolini and the
Intellectual Origins of Fascism (Berkeley: University of California Press,
1979); Sternhell, Birth, Chapter 5.
13. It's now usual to
capitalize 'Fascism' when it refers to the Italian movement, and not when the
word refers to a broader cultural phenomenon including other political
movements in other countries.
14. Chicago has an avenue
named after the brutal blackshirt leader and famous aviator, Italo Balbo,
following his spectacular 1933 visit to the city. Chicago's Columbus Monument
bears the words "This monument has seen the glory of the wings of Italy
led by Italo Balbo." See Claudio G. Segrè, Italo Balbo: A Fascist Life
(Berkeley: University of California Press, 1987).
15. The evolution of this incredible theory is
mercilessly documented in Gregor, The Faces of Janus: Marxism and
Fascism in the Twentieth Century (New Haven: Yale University Press, 2000),
chs. 2-5. For a good brief survey of interpretations of Fascism, see Payne, History,
ch. 12. For a detailed examination, see Gregor, Interpretations of Fascism
(New Brunswick: Transaction, 1997).
16. Confronted with egregious
high-handedness by authority, working-class Americans call it
"Communism." Middle-class Americans, educated enough to understand
that it's uncouth to say anything against Communism, call if
"fascism."
17. Political Parties: A
Sociological Study of the Oligarchical Tendencies of Modern Democracy (New
York: Macmillan, 1962).
18. Richard N. Hunt, The
Political Ideas of Marx and Engels (Pittsburgh: University of Pittsburgh
Press, 1974), vol. I, p. xiii, and vols. I and II, passim.
19. On Hendrik de Man, also
known as Henri De Man, see Sternhell, Neither Right Nor Left: Fascist
Ideology in France (Berkeley: University of California Press, 1986).
Mussolini exchanged letters with de Man in which both tacitly recognized that
de Man was following Mussolini's intellectual trajectory of 10-15 years
earlier. Sternhell, Birth, p. 246. To this day there are disciples of de
Man who treat his acceptance of the Third Reich as something like a seizure
rather than as the culmination of his earlier thought, just as there are
leftist admirers of Sorel who refuse to admit Sorel's pre-fascist.
20. The most illuminating
single work is Sternhell, Birth. Other important accounts are: Gregor, Young
Mussolini; Gregor, Faces of Janus; Sternhell, Neither Right Nor
Left; Payne, History. A useful collection of old and new readings is
Roger Griffin, ed., International Fascism: Theories, Causes, and the New
Consensus (London: Arnold, 1998). Important works in Italian include those
of Renzo de Felice and Emilio Gentile.
21. The Fascist government
imposed measures which were intended to promote modernization. They were not
necessary and their effectiveness was mixed. Italian output grew rapidly, but
so it had in earlier years.
22. Many would not yet have
acknowledged that there was no falling rate of profit and no concentrating
trend in industry, but all had to agree that these were proceeding far more
slowly than earlier Marxists had expected.
23. Before the 1890s, there
was no more impeccable a Marxist than Bernstein. He had been a friend of Marx
and Engels, who maintained a confidence in his ideological soundness that they
placed in very few individuals. His 1899 book, known in English as Evolutionary
Socialism (New York: Schocken, 1961), is put together from controversial
articles he began publishing in 1896.
24. The impact of
anti-rationalism on socialism not only helped to form Fascism, but also had a
broad influence on the left. Like Fascism, the thinking of leftist writers such
as Aldous Huxley and George Orwell arises from the impact on nineteenth-century
socialism of the fin de siècle offensive against rationalism,
materialism, individualism, and romanticism.
25. The strong influence of
Sorel on the formation of Fascism has now been heavily documented. See, for
example, Sternhell, Birth. In earlier years, some writers used to
minimize this influence or deny Sorel's close affinity with Fascism.
26. Sorel's was the
old-fashioned kind of antisemitism, which always made room for some good Jews.
Among these Sorel counted Henri Bergson. Sternhell, Birth, p. 86.
27. It was also inferred from
experience. It could be observed that if the one or two strongest personalities
behind a strike were somehow neutralized, the strike would collapse.
28. In What Is to Be Done?,
Lenin maintained that the working class, left to itself, could develop only
"trade union consciousness." To make the working class revolutionary
required the intervention of "professional revolutionaries."
29. See Gregor, Young
Mussolini, ch. 4.
30. The Crowd (New
Brunswick: Transaction, 1995). The early nineteenth century had seen a
fascination with hypnosis (then called Mesmerism). The late nineteenth century
witnessed an extrapolation of the model of hypnosis onto wider human phenomena.
Le Bon argued that, in groups, individuals become hypnotized and lose
responsibility for their actions. Scholars, other than French ones, now believe
that Le Bon was a dishonest self-promoter who successfully exaggerated his own
originality, and that his claims about crowd behavior are mostly wrong. His
influence was tremendous. Freud was steeped in Le Bon. The discussion of
propaganda in Hitler's Mein Kampf, which strikes most readers as more
entertaining than the rest of the book, echoes Le Bon.
31. Gregor, Young Mussolini.
This was precisely the view of many Communists in the early years of the
Comintern. Payne, History, p. 126.
32. Ludwig von Mises, Omnipotent
Government: The Rise of the Total State and Total War (New Rochelle:
Arlington House, 1969 [1944]), pp. 55-58.
33. "If by mysticism one
intends the recognition of truth without the employment of reason, I would be
the first to declare myself opposed to every mysticism." Mussolini, quoted
in Gregor, Contemporary Radical Ideologies, p. 331.
34. Mussolini was openly an
atheist prior to 1922, when his conversion was staged for transparently
political reasons. In addition to his many articles and speeches criticizing
religion, Mussolini wrote a pamphlet, Man and Divinity, attacking the
Church from a materialist standpoint and also wrote a strongly anti-Catholic
book on Jan Hus, the fifteenth-century Czech victim of Catholic persecution.
Until it became politically inexpedient, Mussolini gave a speech every year on
the anniversary of the murder by the Church of the freethinker Giordano Bruno
in 1600. In office, Mussolini worked with the Church, generally gave it what it
wanted, and was rewarded with its enthusiastic endorsement.
35. On Churchill's fulsome
praise of Fascism throughout the late 1920s and early 1930s, see Ridley, Mussolini,
pp. 187-88, 230, 281. For Mises's more guarded praise in 1927, see Mises, The
Free and Prosperous Commonwealth (Irvington-on-Hudson: Foundation for
Economic Education, 1962), pp. 47-51.
36. The Fascist government was
appallingly oppressive compared with the democratic regime which preceded it,
but distinctly less oppressive than Communism or National Socialism. Payne, History,
pp. 121-23.
37. Karl Marx, Speech on the
Question of Free Trade. Karl Marx, Frederick Engels, Collected Works
(New York: International, 1976), vol. 6, pp. 450-465.
38. The word
"totalitarian" (totalitario) was first used against Fascism by
a liberal opponent, Giovanni Amendola. It was then taken up proudly by Fascists
to characterize their own form of state. Later the term was widely employed to
refer to the common features of the Fascist, Soviet, and Nazi dictatorships or
to denote an ideal type of unlimited government. In this sense, the word was in
common use among Anglophone intellectuals by 1935, and in the popular media by
1941. Ironically, Fascist Italy was in practice much less
"totalitarian" than the Soviet Union or the Third Reich, though the
regime was methodically moving toward totalitarianism.
39. On Gentile's ideas see
Gregor, Phoenix: Fascism in Our Time (New Brunswick: Transaction, 1999),
chs, 5-6.
40. The most outstanding
American scholar of Fascism is A. James Gregor. A shortcoming of Gregor's
analysis is his tendency to assume that Fascist economic policy could work,
that it is possible for a Fascist government to stimulate industrial growth.
Any such view has to somehow come to terms with the fact that Italian economic
growth was robust before World War I.
41. "Liberal" means
classical liberal or libertarian.
42. Ignazio Silone held that
Mussolini unscrupulously aimed only at power for himself. The School for
Dictators (New York: Harper, 1939). While this is less preposterous than
the theory that he sold out for financial gain, it too cannot be squared with
the facts of Mussolini's life.
43. Angelica Balabanoff,
socialist activist and Mussolini's mistress intermittently from 1904 on, was in
Lenin's entourage, shipped with him into Russia in the famous German
"sealed train."
44. Ridley, Mussolini,
p. 67.
45. Sternhell, Birth,
p. 202.
46. It may seem odd that there
was such anxiety about Italian development when the Italian economy was growing
quite lustily: precisely the same paradox arises with recent leftist attitudes
to "poverty in the Third World."
47. On the striking similarities between Fascism
and African Socialism, see Gregor, Contemporary Radical Ideologies,
Chapter 7
Al leer este artículo me he acordado de este libro del que tuve noticia de su existencia hace algún tiempo, pero del que había olvidado
ResponderEliminarhttp://editions-hommelibre.com/achat/produit_details.php?id=28
Gracias.
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