La filosofía se define como crítica y no existe crítica que no resulte, a la postre, filosófica. ¿Crítica de qué? objetará el lector. Del poder vigente, que siempre viene guarnecido por una ideología auto legitimadora.
La pregunta crucial que todo presunto filósofo debería hacerse entonces es qué discurso desempeña en la actualidad dicha función ideológica a escala mundial. La respuesta se me antoja inequívoca: desde 1945, si en algo parecen coincidir la práctica totalidad de los depositarios del poder político es en la "maldad absoluta" -y no se trata de términos retóricos, sino literales- de un fenómeno denominado "fascismo". El trabajo de la crítica debería consistir, por tanto, en analizar esta cosmovisión antifascista desde el punto de vista de su papel en la consolidación del "poder de posguerra" planetario hasta nuestros días.
Ahora bien, por otra parte, constatamos que la ideología antifascista ha sido asumida por la propia institución filosófico-académica oficial como un postulado. A pesar de la pléyade de supuestos pensadores subversivos, escritores "malditos" y apologetas de la transgresión, no existe una sola contribución crítica a la deconstrucción del imaginario simbólico vigente. Estos implacables revolucionarios parecen más bien tigres de cartón del liberalismo capitalista. No sólo eso, con la complicidad de los denominados intelectuales de izquierdas, el vocablo "antisistema" ha devenido sinónimo de una radicalización del vector antifascista de sentido hasta extremos frenéticos, actitud "rebelde" basada en la peregrina afirmación de que el poder de posguerra sería, en realidad, "fascista". El ejercicio de esta pseudo crítica redunda así en una constante reactivación y fortalecimiento del código simbólico y de las funciones ideológicas del propio sistema oligárquico, que no en vano sostiene a estos celosos novicios de la nueva fe y, con gesto paternalista, los disculpa ante los medios de comunicación. El antifascismo de las intenciones excusaría así, al parecer, el carácter punible de los efectos (que incluyen, en ocasiones, el asesinato). De este hecho se desprendería la existencia de lo que aquí entendemos por pensamiento filosófico en un plano puramente nominal.
En definitiva, la crítica filosófica ha muerto y nuestra tarea en el presente blog consistirá en contribuir humildemente a su restablecimiento.
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
20 de noviembre de 2007
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