LOS SICARIOS DE YAHVÉ HUYERON DESPUÉS DE ARRASAR EL PAÍS Y EXTERMINAR A 2 MILLONES DE CIVILES. [Foto masacre estadounidense de civiles vietnamitas en My Lai.] «Pueden matar a diez de mis hombres por cada uno de los suyos que matemos nosotros. Pero, incluso así, ustedes perderán y nosotros ganaremos« (Ho Chi Minh). Los vietnamitas no vencieron a la primera potencia militar mundial practicando valores progres, anarquistas o comunistas, eso que en Occidente se entiende por izquierda, sino por su nacionalismo radical, heroísmo fascista y despiadada resolución —«ser-para-la-muerte» (Heidegger)— de expulsar a los inmundos invasores bíblicos occidentales. Son los verdaderos nazis, frente a los cuales empalidece el nazifascismo de una Europa ya completamente debilitada tras mil años de aculturación individualista judeo-cristiana. El presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem, títere criminal de los EEUU, era católico. Más creyente que patriota vietnamita, se negó a convocar las elecciones democráticas pactadas en Ginebra —que debían posibilitar la unificación del país— porque el triunfo comunista era poco menos que seguro (1955). Cuando, en un postrero amago de nacionalismo, se negó a continuar obedeciendo ciegamente las instrucciones del poder ocupante, era ya demasiado tarde: fue objeto de golpe de Estado y asesinado por sicarios del Pentágono (1963).
LOS VALORES ÉTICOS DE LA VICTORIA REVOLUCIONARIA
Nos interesa hoy sólo este aspecto de la cuestión. Poco importan aquí las teorías marxista-leninistas o las retóricas formales —quizá antifas oficiales— del Partido Comunista de Vietnam, antes bien, lo que cuenta es el factum axiológico nacionalista, singularmente los valores anti-individualistas y heroicos que le son inherentes; esgrimidos o no de forma explícita pero, en cualquier caso, verdadero sujeto ético nacional-comunitario de la victoria vietnamita.
¿Por qué EEUU perdió el conflicto pese a su contundente superioridad militar?
Otros clásicos del periodismo sobre la humillación estadounidense: medios de derecha liberal (los subrayados en negrita son del original):
Una derrota ‘imposible’ a 40 años del fracaso de EEUU en Vietnam.
Las imágenes conmocionaron a todos. Eran fotografías del último helicóptero que se elevaba del techo de la embajada estadounidense en Saigón. Había personas que en su desesperación se aferraban al helicóptero. La humillación de una potencia mundial quedó a la vista de todos. Vietnam derrotó a Estados Unidos, David venció a Goliat. Lo que ocurrió aquel 30 de abril de 1975 en Saigón era considerado imposible. Y la conmoción duró décadas, perdura hasta hoy.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2015/04/29/5540647b22601dd6648b4571.html
Y en TeleSur, una página comunista:
Hay postales inolvidables de los que fue la derrota definitiva por parte del pueblo vietnamita en armas, sobre ese imperio brutal que tanto mal había producido en un territorio que tan lejos quedaba del propio. La irrupción el 30 de abril de 1975 de un tanque norvietnamita al palacio presidencial de Saigón, o la imagen de los uniformados estadounidenses despojándose de sus ropas para cambiarlas por otras que no los delataran, o esos mismos soldados arrojando al mar sus poderosos helicópteros para que no caigan en manos de los vencedores, o la foto histórica de funcionarios y oficiales del ejército invasor trepándose desesperadamente a la última nave que los podría sacar de ese “infierno” al que ellos tanto habían colaborado en generar. Todo ello simboliza la caída del Ejército estadounidense en la Guerra de Vietnam, y sirvió para mostrar al mundo que cuando un pueblo tienen conciencia de lo que representa y un liderazgo revolucionario como el que representó Ho Chi Minh puede organizarse, resistir y vencer.
Fuente: https://www.telesurtv.net/blog/vietnam-anos-victoria-20210430-0024.html
El título del artículo de la BBC antójase, empero, harto inexacto. La ventaja de EEUU fue ante todo de índole tecnológica y económica (recursos materiales, armas, número de hombres), pero en la guerra no cuenta sólo la tecnología, la financiación y la logística. La moral es también un factor decisivo. Vietnam demostró una inesperada superioridad militar respecto de EEUU a despecho de su tecnología y su economía —cuya diferencia de rango, indudable, no era tanta como pudiera parecer, siendo así que los resistentes Vietcong y los regulares norvietnamitas recibían armamento de la URSS y China. Fue la moral vietnamita la que venció a la oligarquía y pisoteó así el rostro de Dios (el detestable dios judío occidental que nos conduce a la ruina). Y debemos tener en cuenta ese ejemplo, Vietnam, para el gran día de nuestra revolución nacional.
En La guerra de Asia (1972) [original inglés At War With Asia, algo así como «en guerra con Asia», New York, 1970], el judío Noam Chomsky, poco sospechoso de inclinaciones nazifascistas, deja muy claro (pp. 254 y ss., p. 309) que el rasgo fundamental de los combatientes vietnamitas es su nacionalismo, fenómeno que un estudiante vietnamita certificaba así:
A mi país se le respeta o bien se le destruye; no hay término medio. Hasta ahora, nadie ha sido capaz de destruirlo (op. cit., p. 85).
Aquéllo que más detestaban los vietnamitas de los invasores estadounidenses era la anihilación sistemática y planificada de los vínculos comunitarios, la desmoralización, que la política de ocupación —liberalismo, society— propiciaba entre sus jóvenes compatriotas (p. 81). Pero son precisamente esos vínculos primarios, pre-societales, los que explican la victoria del Vietnam contra los EEUU. Una disposición existencial básica que detéctase también en otros pueblos de Indochina, por ejemplo en Laos (vid. op. cit., p. 254). La disciplina de los soldados de la resistencia supera con mucho las capacidades morales del combatiente estadounidense (todos drogados). Hacia el final de la guerra, los ideólogos del Pentágono y sus intelectuales se preguntaron si las causas de la inminente derrota yanqui había que buscarlas, precisamente, en la imperturbable moral vietnamita. Con el racismo típico del pueblo escogido, estos analistas miran de reojo y por encima del hombro el presunto desprecio asiático por la vida, su inaccesibilidad al discurso cristiano de la felicidad y otras zarandajas individualistas que han resultado muy útiles a Sion para corroer desde dentro los vínculos comunitarios de otros pueblos (empezando por los europeos). Así se expresa Townsend Hoopes al reflexionar sobre el «método» estadounidense consistente en matar a tantos vietnamitas cuantos fuera posible hasta conseguir que fueran ellos mismos quienes reconsideraran el coste humano (¡¡¡coste, sí, farfullan estos negociantes!!!) de su intolerable resistencia a la oligarquía:
Hasta otoño de 1966… cierta aura de optimismo rodeaba esta estrategia. Algunos estaban dispuestos a creer que, con una movilidad sin precedentes y una potencia de fuego masiva, las fuerzas norteamericanas habían hallado la respuesta militar a la inagotable abundancia demográfica de los asiáticos y a la indiferencia oriental hacia la muerte (op. cit., p. 344).
Puntualicemos que la población de Vietnam era entonces de 37 millones de habitantes, a la sazón más o menos como la de España. Chomsky responde a Hoopes con su habitual ironía:
Pero esa esperanza gloriosa resultó defraudada. La inagotable abundancia demográfica de Vietnam, las hordas asiáticas con su indiferencia oriental hacia la muerte, confundieron nuestra estrategia. Y nuestros bombardeos de Vietnam del Norte tampoco nos sirvieron de mucho, dada la naturaleza del enemigo. Como dice Hoopes, citando a un oficial veterano del ejército de los Estados Unidos, «los caucasianos no pueden realmente imaginarse lo que puede un trabajo de hormiguita». En suma, nuestra estrategia era racional, pero presuponía la existencia de valores occidentales civilizados: (op. cit., ibídem).
¡Civilizados, rebuzna el bestial canalla genocida! Con lo dicho queda claro, por ende, que la resistencia vietnamita no puede asimilarse a ninguna forma concebible de valores o mentalidad propia de la izquierda occidental, menos todavía al tipo de izquierda progre, anarco-liberal, de un Chomsky, que es el arquetipo de izquierda que prolifera hoy en Europa y el Occidente en general. Pero la moral de combate vietnamita nada tiene de específicamente «oriental». El propio Hoopes, quien no en vano ha mencionado el cristianismo (una religión oriental), lo explica con la claridad y la necedad propias del estómago agradecido estadounidense:
Creemos que al enemigo se le puede forzar a ser «razonable», es decir, a hacer compromisos e incluso a capitular, porque suponemos que desea evitar el dolor, la muerte y la destrucción material. Suponemos que si estos males le son infligidos con una severidad creciente, se llegará a algún punto del proceso en que querrá detener el sufrimiento. Nuestra estrategia es plausible; lo es para quienes son ricos, aman la vida y temen el dolor. Pero la felicidad, la riqueza y el poder son expectativas que constituyen una dimensión situada mucho más allá de la experiencia —y probablemente más allá de la percepción emocional— del asiático pobre (op. cit., pp. 344-345).
Este análisis retrata sobre todo la mentalidad del analista, porque la pobreza extrema, en otros lugares del mundo devastados por los EEUU, no ha suscitado formas radicales de resistencia equiparables a las de los vietnamitas. Y a la inversa: el Japón imperial, que no era una sociedad pobre, sino comunitaria, ofreció formas de resistencia muy similares a las de los vietnamitas, lo que determinó el uso de la bomba atómica por parte de la oligarquía. Podemos preguntarnos así qué hubiera sucedido si, después de Nagasaki, los japoneses no se hubieran rendido… Japón no llegó tan lejos como los vietnamitas, ciertamente, pero cerca anduvo. En realidad, la cuestión rebasa con mucho los parámetros sociológicos (pobreza) o geográficos (asiáticos, raza amarilla…) en los que el ceporro racista yanqui-cristiano-occidental intenta circunscribirla. Tiene que ver más con el hecho de que Vietnam es todavía una comunidad nacional libre de judeo-cristianismo y, por tanto, de individualismo moral. De hecho, fuera del Occidente capitalista, liberal y burgués, eso no existe. Todas las comunidades nacionales no-occidentales del mundo fueron sociedades holistas, en las antípodas morales del individualismo. Y si Chomsky no lleva la discusión a ese terreno, es porque la cuestión afectaría a sus propios supuestos ideológicos anarquistas, que son tan individualistas (¡y tan judeo-cristianos, aunque secularizados!) como los de la derecha fundamentalista evangélica y judía del Pentágono. Hablamos, por tanto, del Occidente cristiano, no del Occidente o la Europa pre-cristiana, época/lugar de donde el nazifascismo bebió sus doctrinas y proyectos de restauración de la comunidad nacional holista, pagana europea.
Entre los verdaderos nacionalsocialistas, todo este asunto constituyó el meollo moral de la revolución alemana, como queda reflejado en su reflexión entorno al realismo heroico, concepto anti-cristiano central de la Konservative Revolution según Armin Mohler, el mayor experto en el tema. Véase:
https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2022/12/realismo-heroico-o-el-meollo-de-la.html
Véase también:
Sólo una vez dado ese paso en el terreno de la moralidad y del sentido existencial fundamental de la comunidad nacional, puede hablarse de socialismo en el nacionalsocialismo y entenderse que la revolución nacional vietnamita es, en este sentido concreto, esencialmente fascista. Algo que un liberal como Hayek percibe con claridad:
https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2022/12/las-raices-socialistas-del-nazismo.html
Mientras tanto, el anarco-liberal de izquierdas Noam Chomsky es incapaz de captar la naturaleza del asunto y prefiere repetir como un lorito el relato capitalista y oligárquico sobre la maldad absoluta del fascismo:
Así pues, no se puede comparar la actuación norteamericana con la de la Alemania nazi. Sería más difícil sostener que la política norteamericana no es comparable con la del Japón fascista o con la de la Alemania anterior a la «solución final». Puede haber quienes estén dispuestos a tolerar cualquier política que no alcance el grado de horror de los hornos crematorios y de los campos de la muerte y a reservar su capacidad de estremecimiento a las formas particulares de demencia criminal perfeccionadas por los especialistas nazis (op. cit., p. 355).
Pero no explica el «pensador» por qué una cámara de gas está más próxima a esa demencia criminal que, por ejemplo, la bomba atómica sobre civiles. Aquí la capacidad crítica de Chomsky se ha esfumado y, lo peor, le impide entender el sentido revolucionario de la victoria vietnamita y la naturaleza tanto del fascismo cuanto del denominado «Holocausto». Podría interrogarse, por ejemplo, si los bombardeos terroristas de los aliados occidentales contra los civiles alemanes formaban parte del mismo tipo de estrategia que la utilizada contra los vietnamitas, la cual tenía que adoptar forzosamente, tarde o temprano, la forma de un genocidio en toda regla (las citas de Chomsky, en azul, reproducen el texto de Hoopes):
Su estrategia consiste en convertir «la capacidad asiática de resistencia al sufrimiento en instrumento para explotar una vulnerabilidad básica del Occidente cristiano». Proceden así invitando al Occidente «a llevar su lógica estratégica hasta su conclusión final, el genocidio». Los asiáticos, por tanto, «nos retan mediante una disponibilidad para luchar, sufrir y morir en una escala que nos parece rebasar los límites de la humanidad… Al llegar a este punto tenemos dudas, ya que, al acordarnos de Hitler y de Hiroshima y Nagasaki, nos damos cuenta de nuevo de que el genocidio es una carga muy pesada de llevar». / Así, por su predisposición a morir, las hordas asiáticas, que no aman la vida, que no temen el dolor y que no son capaces de concebir la felicidad, explotan nuestra debilidad básica, nuestros valores cristianos, aprovechándose del hecho de que promueven en nosotros cierta reticencia en cargar con el peso del genocidio, conclusión final de nuestra lógica estratégica (op. cit., pp. 345-346).
Ahora bien, el texto citado de Hoopes no establece diferencia alguna entre Hiroshima y Nagasaki, por un lado, y Hitler, por otro. Para ambos utiliza Hoopes, al menos en este contexto, la palabra «genocidio» a secas. Y en boca de terceros, quizá como miguita de pan para el buen entendedor, depone Chomsky la siguiente sugerencia:
En otra parte Orwille Schnell cita a un corresponsal de «Newsweek» de vuelta de la provincia de Quang Ngai: «Había conocido Europa durante la segunda guerra mundial, y dijo que lo que había visto era «mucho peor que lo que los nazis habían hecho a Europa»». Schnell añade: «¿Hubiera escrito esto en tales términos? No.« (op. cit., p. 338).
¿Y por qué no? Prefiere Chomsky evitar asomarse a ese abismo. Si añadimos que quizá entre las cosas que el corresponsal «vio» se incluye la inexistente cámara de gas homicida de Dachau, intúyese el alcance de osar «escribir en tales términos». Chomsky, al parecer, se ahorra el durísimo precio de la honestidad intelectual y pretende que EEUU no ha rebasado los límites de criminalidad que lo equipararían a la Alemania nazi. Pero esta presunción es pura ideología sionista que implica en primer lugar, para un sedicente «revolucionario» (¡de pacotilla»!), hacer suyo el tipo de relato liberal-capitalista repudiado como «propaganda» en todos los demás capítulos, materias y temáticas de su obra. Y olvida, precisamente, la evidencia del Vietnam, objeto del libro citado. Sí. Vietnam fue un genocidio. ¿Qué habría sucedido si los vietnamitas hubiesen tenido en su poder a millones de civiles occidentales prisioneros? ¿Qué sentido moral cristiano, liberal, occidental, se desprendería entonces para Chomsky del hecho de que Vietnam exterminase a esos prisioneros con la misma crueldad con que los aviones estadounidenses exterminaban a la población civil vietnamita? Más todavía: ¿qué valoración moral le corresponde al «Holocausto», para un liberal-progresista como Chomsky, una vez hemos insinuado que los bombardeos terroristas aliados contra la población civil alemana fueron equiparables, en su criminalidad genocida, con los bombardeos terroristas estadounidenses contra la población civil vietnamita y, por si fuera poco, anteriores al «Holocausto»? Todas estas cuestiones escapan a la reflexión de Noam Chomsky, intelectual del sistema oligárquico ubicable en posiciones políticas próximas a las de un Bernie Sanders (ala izquierda del Partido Demócrata, o sea, de Hillary Clinton) o de un Jeremy Corbyn (ala izquierda del Partido Laborista británico). Omitimos nuestras propias conclusiones y respuestas a tales preguntas por razones legales, es decir, para no cometer un delito (el pensamiento libre está prohibido en Europa). En todo caso, tales sanciones no rigen en los EEUU y que la izquierda liberal europea actual ostente a Chomsky como referente filosófico pone en evidencia que esa izquierda no puede ser revolucionaria, que la izquierda actual constituye, en última instancia, pura propaganda del sistema oligárquico para consumidores progres y… poco más.
Si ciertos actos y violaciones de los tratados son crímenes, se trata de crímenes, sin importar que los cometan Estados Unidos o Alemania. No estamos preparados para estipular una norma de conducta criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar contra nosotros.
Robert H. Jackson, Fiscal Jefe durante los Juicios de Núremberg
EL GENOCIDIO ESTADOUNIDENSE EN VIETNAM
Sobre la existencia y realidad del genocidio no queda ya ningún género de dudas. El Tribunal Russell documentó los hechos y, excepto la propaganda del Pentágono, la oficial o la de sus presstitutas a sueldo, nadie los ha cuestionado seriamente.
El Tribunal declaró las siguientes conclusiones:
¿Cometió el Gobierno de los Estados Unidos (y los Gobiernos de Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur) actos de agresión de acuerdo al derecho internacional? Sí (unánimemente).
¿Hubo –y en caso afirmativo, a qué escala– bombardeos a objetivos de carácter exclusivamente civil, como por ejemplo, hospitales, colegios, sanatorios, embalses, etc.? Sí (unánimemente). Declaramos culpable al Gobierno y ejército de los Estados Unidos por bombardear objetivos civiles de forma deliberada, sistemática y a gran escala. Como ataques a poblaciones civiles, viviendas, pueblos, embalses, diques, establecimientos médicos, colonias de leprosos, colegios, iglesias, pagodas y monumentos históricos y culturales. Asimismo, declaramos culpable de forma unánime, con una abstención, al Gobierno de los Estados Unidos por violaciones repetidas a la soberanía, neutralidad e integridad territorial de Camboya; ya que es el responsable de ataques contra la población civil camboyana en algunas ciudades y pueblos.
¿Fueron Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur cómplices de los Estados Unidos en la agresión contra Vietnam violando el derecho internacional? Sí (unánimemente). Esta pregunta también atañe a los Gobiernos de Tailandia y otros países pero no se ha podido estudiar durante las sesiones de este Tribunal. En las siguientes sesiones, tenemos la intención de examinar los aspectos legales del problema y buscar pruebas de hechos incriminatorios.
¿Es culpable el Gobierno de Tailandia de complicidad en las agresiones que Estados Unidos cometió contra Vietnam? Sí (unánimemente).
¿Es culpable el Gobierno de Filipinas de complicidad en las agresiones que Estados Unidos cometió contra Vietnam? Sí (unánimemente).
¿Es culpable el Gobierno de Japón de complicidad en las agresiones que Estados Unidos cometió contra Vietnam? Sí (por 8 a 3 votos). Los tres miembros del Tribunal que votaron en contra estaban de acuerdo en que el Gobierno de Japón ayuda considerablemente a Estados Unidos pero no creen que fuese cómplice del delito de agresión.
¿Ha cometido el Gobierno de Estados Unidos agresión contra el pueblo de Laos de acuerdo a la definición que ofrece el derecho internacional? Sí (unánimemente).
¿Usó o experimentó el ejército estadounidense con nuevos tipos de armas o armas prohibidas por el derecho de la guerra? Sí (unánimemente).
¿Fueron los prisioneros capturados por el ejército estadounidense víctimas de un trato prohibido por el derecho de la guerra? Sí (unánimemente).
¿Sometió el ejército estadounidense a la población civil a tratos inhumanos prohibidos en el derecho internacional? Sí (unánimemente).
¿Es culpable Estados Unidos de genocidio contra el pueblo vietnamita? Sí (unánimemente).
En 1969, la Fundación para la Paz Bertrand Russell creó, en parte como respuesta a la matanza de My Lai, una comisión ciudadana de investigación (Citizens Commissions of Inquiry, CCI) para llevar a cabo juicios que documentasen los crímenes de guerra en Indochina. Las audiencias tuvieron lugar en varias ciudades de Estados Unidos y con el tiempo dieron origen a dos investigaciones de ámbito nacional: National Veterans Inquiry (investigación nacional de los veteranos de guerra), patrocinada por CCI y Winter Soldier Investigation (investigación de los soldados de invierno), patrocinada por Veteranos de Vietnam contra la guerra (VVAW por sus siglas en inglés).
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Tribunal_Russell#cite_note-:0-3
Para los lectores que quieran profundizar en los argumentos del veredicto, técnica procesal, pruebas presentadas, etcétera, enlazamos la siguiente fuente:
Los comentarios cáusticos del editor no son necesariamente compartidos por CARRER LA MARCA, pero el enlace tiene la ventaja de su formato on line, el cual permite aplicar el traductor de Google Chrome. El texto original puede contrastarse: https://archive.org/details/againstcrimeofsi0000unse En todo caso, conviene trascribir aquí los siguientes fragmentos del sumario (para consultar las fuentes hay que recurrir al texto original):
SEGUNDO, sobre el uso de armas y productos prohibidos: El Tribunal quiere recordar los principios indiscutidos del derecho de gentes, así como los que fueron establecidos en La Haya en 1907, y respecto de los cuales debe apreciarse la legalidad de un arma: el principio de la inmunidad de los civiles población, la prohibición del uso de productos tóxicos, la prohibición de armas que puedan causar daños superfluos. Ha concedido especial importancia a la cláusula Martens, que figura en el preámbulo de los Convenios de La Haya de 1907, y según la cual el derecho de la guerra depende de los principios del derecho de gentes resultantes de los usos establecidos entre las naciones civilizadas, las leyes de la humanidad y las exigencias de la conciencia humana. Es en la aplicación de estos principios que el manual oficial del ejército americano (Department of the Army field manual) titulado La Ley de Guerra Terrestre, publicada en julio de 1956 con la referencia FM 27-10, por el Departamento del Ejército, obliga a los ejércitos en campaña a no utilizar ningún tipo y grado de violencia que no sea realmente necesario para los objetivos y fines militares.
El Tribunal ya condenó en Estocolmo el uso de bombas de fragmentación (bombas CBU y bombas de perdigones), que por definición están destinadas a atacar a la población civil, siendo inoperantes contra instalaciones o militares protegidos. Se ha informado que se ha intensificado el uso de estas armas {345} y que se han perfeccionado en forma de bombas de acción retardada.
El Tribunal quiere hoy condenar:
El uso al por mayor e indiscriminado de napalm, que ha sido ampliamente demostrado ante el Tribunal.
El uso de fósforo, cuyas quemaduras son aún más dolorosas y prolongadas y tienen, además, los efectos de un veneno en el organismo.
En cuanto al uso de gases, el Tribunal considera que la falta de ratificación por parte de los Estados Unidos del Protocolo de Ginebra del 17 de junio de 1925, relativo a la prohibición del uso en la guerra de gases tóxicos o similares asfixiantes, queda sin efecto, como resultado de la votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas (votación a la que se unieron los Estados Unidos) sobre la resolución del 5 de diciembre de 1966, invitando a todos los Estados a ajustarse a los principios y objetivos de dicho Protocolo, y condenando todos los actos contrarios a estos objetivos
Los informes científicos de los expertos más calificados, que se han presentado al Tribunal, demuestran que los gases utilizados en Vietnam, en particular CS, CN y DM, se utilizan en condiciones que los hacen siempre tóxicos y, a menudo, mortales, especialmente cuando son gaseados los escondites, refugios y túneles subterráneos donde una gran parte de la población vietnamita se ve obligada a vivir. Es imposible clasificarlos como simples gases incapacitantes; deben clasificarse como gases de combate.
El Tribunal ha estudiado la práctica actual del ejército estadounidense consistente en rociar productos exfoliantes o herbicidas sobre regiones enteras de Vietnam. Ha tomado nota de que el manual estadounidense sobre el derecho de la guerra ya citado prohíbe destruir, en particular mediante agentes químicos, incluso los teóricamente inocuos para el hombre, cualquier cultivo que no esté destinado a ser utilizado exclusivamente para la alimentación de las fuerzas armadas.
Ha encontrado que los informes de las comisiones de investigación confirmaron la información, tanto de fuentes vietnamitas como estadounidenses, según la cual áreas considerables de tierra cultivada son rociadas con estos productos exfoliantes y herbicidas. Al menos 700.000 hectáreas [alrededor de 1.750.000 acres] de terreno fueron afectadas en 1966.
TERCERO, sobre el trato a los prisioneros de guerra: El Tribunal recuerda que los prisioneros de guerra deben recibir un trato humano, en las condiciones definidas por los Convenios de Ginebra de 1949, que Estados Unidos ha firmado, y cuyos términos ha incorporado en su propio manual de derecho de guerra. Las torturas, las mutilaciones y las coacciones físicas y psíquicas graves no sólo están prohibidas sino que deben ser sancionadas. El reo tiene derecho a la vida ya la asistencia médica que requiera su estado.
Se escucharon numerosos testimonios, tanto vietnamitas como estadounidenses (entre los testigos estadounidenses se encontraba un ex soldado cuya función durante diez meses había sido interrogar a los prisioneros desde el momento de su captura), y se estableció que estos principios son letra muerta para el estadounidenses en Vietnam. Son frecuentes los remates de heridos en el campo de batalla y las ejecuciones sumarias. Los prisioneros son lanzados al aire desde helicópteros. La tortura en todas sus formas, con electricidad, agua, quemaduras y golpes, se practica a diario. Todos los testigos han confirmado que estas prácticas ocurren siempre en presencia y bajo la dirección de soldados estadounidenses, incluso cuando ellos mismos no participan. Estas torturas tienen como objetivo obtener información o confesiones. Se niega sistemáticamente la atención médica a los heridos y enfermos que se niegan a hablar.
Finalmente, en desacato a las disposiciones de la Convención de Ginebra, los prisioneros retenidos por los Estados Unidos, que es la potencia detenedora en el sentido de esta Convención, son entregados a las autoridades del llamado gobierno de Saigón, que se dedica a una represión espantosa acompañada de actos de tortura, de los cuales se han dado numerosos ejemplos, incluidos aquellos en los que se tortura espantosamente a las mujeres.
CUARTO, sobre el trato a la población civil: La Convención de La Haya de 1907, las sentencias de Nuremberg y Tokio, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la IV Convención de Ginebra del 12 de agosto de 1949, establecen el principio innegable de la protección de las personas civiles en tiempo de guerra. El manual de derecho de guerra del ejército americano incluye como una de sus partes la totalidad de la IV Convención de Ginebra, cuyo carácter vinculante es innegable.
El Tribunal escuchó: el testimonio de tres veteranos estadounidenses, el informe de los interrogatorios realizados por su misión investigadora en los Estados Unidos, algunas víctimas vietnamitas, el informe de la misión investigadora del Tribunal en las zonas controladas por el NLF (que ha recopilado 317 declaraciones, cuyas actas se han incorporado a sus archivos) y un testigo importante, un ciudadano de la República Federal Alemana, que ha vivido varios años en Vietnam del Sur. Considera establecidos los siguientes hechos:
En primer lugar, en el curso de operaciones de incursión que tienen lugar de manera sistemática y permanente, miles de habitantes son masacrados. Según serias informaciones de fuentes estadounidenses, 250.000 niños han sido asesinados desde el comienzo de esta guerra, y 750.000 heridos y mutilados de por vida. El informe del Senador [Edward] Kennedy, del 31 de octubre de 1967, señala que cada mes se producen 150.000 heridos. Las aldeas están completamente arrasadas, los campos están devastados, el ganado destruido; en particular, el testimonio del periodista estadounidense Jonathan Schell describe de manera sorprendente el exterminio por parte de las fuerzas estadounidenses de la población del pueblo vietnamita de Ben Suc y su completa destrucción. Precisos testimonios y documentos que se han presentado ante el Tribunal han informado de la existencia de zonas de fuego libre.
En segundo lugar, un tercio de la población de Vietnam ha sido desplazada según los propios términos del discurso del Senador Kennedy en el Comité Internacional de Rescate, y encerrada en las aldeas estratégicas que ahora se bautizan como aldeas de nueva vida. Las condiciones de vida, según los informes publicados que se han señalado a la atención del Tribunal, se asemejan a las de la vida en un campo de concentración. Los internos -mujeres y niños en la mayoría de los casos- han sido estacionados como ganado detrás de cercas de alambre de púas. Faltan casi por completo alimentos e higiene, lo que a menudo hace imposible la supervivencia. Las estructuras sociales y las estructuras tradicionales de las familias vietnamitas quedan así destruidas. También hay que tener en cuenta el hecho de la impresionante cantidad de prisioneros recluidos en las cárceles de Vietnam del Sur: 400, 000 según estimaciones que son dignas de atención. Detenciones arbitrarias, parodias de justicia, interrogatorios acompañados de abominables torturas son práctica corriente. Todos los testimonios concuerdan en establecer que métodos inhumanos e ilegales están siendo utilizados diariamente por las fuerzas armadas estadounidenses y sus satélites contra la población civil, a la que amenazan de exterminio.
No se entiende por qué motivo el uso de zyklon B habría de ser más «horroroso» que el napalm o el fósforo, productos éstos concebidos precisamente por vindicativas mentes bíblicas para prolongar y agravar el sufrimiento de las víctimas. El Tribunal Russell emitió sentencia antes de la conclusión del genocidio, pero en la actualidad ya cabe ponderar las cifras de un balance final y afirmar que tres millones de vietnamitas fueron exterminados utilizando unos métodos que según Chomsky… no habrían superado los umbrales de malignidad inherentes a «el Holocausto«. Circunstancia que tal vez hubiera consolado a las víctimas vietnamitas mientras el Tío Sam —siempre más simpático que un prusiano con monóculo— las quemaba vivas alargando todo lo posible su agonía (algo que, como sabemos, es mucho más humano y cristiano que la asfixia por gas).
Algunos datos abrumadores ayudan a entender las dimensiones del heroísmo vietnamita y la nauseabunda bajeza e inferioridad moral del matón cristiano-estadounidense explícitamente reivindicado en cuanto tal por los teóricos del genocidio oligárquico:
(…) el desembarco en Normandía durante la segunda guerra mundial supuso el transporte de 325.000 combatientes aliados, mientras que en Vietnam los norteamericanos llegaron a tener casi 600.000 soldados, además de los más de 60.000 militares australianos, surcoreanos, filipinos y tailandeses: el imperio americano forzaba a sus satélites y aliados a implicarse en las matanzas del Vietnam. Casi tres millones y medio de soldados yanquis pasaron por Vietnam. Durante todas las operaciones llevadas a cabo en la segunda guerra mundial en todos los frentes de batalla, los norteamericanos tuvieron un total de trescientos mil muertos; en la guerra de Indochina los vietnamitas padecieron un horror sin precedentes con los bombardeos sistemáticos, las matanzas planificadas y las tácticas de tierra quemada: tres millones de muertos vietnamitas atestiguan el genocidio llevado a cabo por los norteamericanos (Higinio Polo: USA el Estado delincuente, Barcelona, El Viejo Topo, 2004, p. 16).
Pero la cosa no termina aquí:
En los últimos diez años de guerra, más de dos millones de personas se vieron afectadas por las armas químicas utilizadas por el Pentágono: Estados Unidos arrojó sobre Vietnam unos 72 millones de litros de compuestos químicos. Las consecuencias para la población y para el medio ambiente son fáciles de imaginar, y continúan siendo una pesada hipoteca sobre el futuro. Uno de los productos lanzados sobre Vietnam fue el agente naranja, un herbicida que además de destruir los bosques causó miles de muertos, dejó paralíticos y ciegos a otros muchos, y provocó numerosas deformaciones físicas. (…) Los Estados Unidos no quieren recordarlo, pero hoy, veinticinco años después del final de la guerra, en las provincias centrales del país unos 50.000 niños nacidos después de la guerra padecen aún las consecuencias de la brutalidad norteamericana: en esas provincias sus aviones utilizaron más armas químicas que en ningún territorio del país (op. cit., pp. 16-17).
Esperemos que Chomsky nos explique algún día por qué el límite del horror se fijó en la demarcación de la demencia criminal de los especialistas nazis, pero no en la de los especialistas estadounidenses en materia de genocidio, siendo así que éste del Vietnam no era, ni mucho menos, el primero:
La política de exterminio que lanzaron en Vietnam tenía al fin y al cabo una larga tradición en las academias militares norteamericanas: aún enseñan en Fort Leavenworth, un centro militar en las afueras de Kansas City, las glorias de los compañeros del séptimo de Caballería del general Custer en las campañas contra los indios norteamericanos: tal vez sea el genocidio contemporáneo más radical que se ha cometido en el mundo. Al igual que enseñan también el retrato gigante del general MacArthur, un duro patriota que quería lanzar bombas atómicas sobre China tras la revolución comunista. O como ocultan los preparativos actuales en el Pentágono para las operaciones militares en las ciudades: la MOUT, Military Operations in Urban Terrain. Saben que esas operaciones especiales fueron necesarias en el pasado: ahí están Hiroshima y Nagasaki para recordarlo. En sus academias militares conocen bien sus técnicas de contrainsurgencia guerrillera, los métodos de limpieza étnica que utilizaron en Asia, las campañas para aterrorizar a la población, violando a las mujeres y asesinando incluso a los niños. Todo está documentado. Pero entre sus glorias no hay referencias a Vietnam. Un cuarto de siglo después de la huida, todavía el orgullo norteamericano acusa la vergüenza: no por las matanzas perpetradas, sino por la derrota (op. cit., p. 17).
En efecto, la derrota incide de lleno en el meollo bíblico-profético de la ideología y la política estadounidenses. Si el crimen conduce a la victoria, está justificado, es decir, resulta a la postre sancionado por Yahvé (el sanguinario dios veterotestamentario). Pero si al crimen le sigue la derrota, no. O, en otros términos: el crimen sólo se convierte en jurídica y moralmente reprochable si va seguido de la derrota y en calidad de acto puramente humano sin contenido sacrificial (anatema); el genocidio, consecuentemente, no comporta en Nüremberg un reproche penal o moral ni una defensa de la dignidad de las víctimas en el marco de la doctrina universal de los derechos humanos o, mejor dicho, este discurso forma parte de la apariencia y la propaganda, de cara el gran público. Porque entre las bambalinas de la logia cruel trataríase —en realidad— de una cuestión profética y teológica. Circunstancia que, en definitiva, ante los ojos del crítico y del revolucionario, pone sólo en evidencia la banalidad del bien (la banalidad de Dios).
Aquéllo que Norman G. Finkelstein denomina «la ideología del Holocausto» se sustenta, pues, no tanto del delito mismo cuanto en el hecho que Alemania fuera derrotada y sus crímenes se mostraran ayunos de justificación profética. Pero nuestro enfoque permite clarificar también otras circunstancias relacionadas con la condición cristiana de la sociedad alemana y su actitud ante el genocidio aliado o la posterior ocupación del país por parte de los vencedores. Cristianos fueron los bombardeos terroristas aliados contra la población civil alemana —Sodoma y Gomorra en el relato delirante del bomber command— y la venganza bíblica, fundada en el discurso neotestamentario, de los cristianos alemanes antisemitas contra los prisioneros judíos. Cristiano fue el hecho de que los alemanes, una vez derrotados en el campo de batalla convencional, no resistieran ya más al invasor. El Werwolf no funcionó porque los alemanes eran, a fin de cuentas y excepción hecha de los pocos ideólogos nazis «fanáticos», cristianos occidentales, es decir, ovejas de un rebaño apátrida con su correspondiente pastor (=rabino judío para amaestrar gentiles). El Werwolf debería haber encarnado algo así como el Vietcong alemán, pero un alemán-cristiano-medio, por muy alemán que fuera, no podía soportar los niveles de sufrimiento exigidos a la resistencia vietnamita. Y, evidentemente, el Werwolf tampoco podía operar de manera efectiva sólo a base de encuadrar a nazis fanáticos (que sí eran capaces de ese tipo de disciplina) sin el soporte logístico y moral, como en toda guerrilla, de la población civil alemana; la cual, evidentemente, en tanto que cristiana, no compartía los valores nacionalistas radicales y heroicos (paganos) de los verdaderos nazis —como el propio Hitler reconoció en sus Tischgespräche (conversaciones de sobremesa). El pueblo alemán, a diferencia del pueblo vietnamita con el Vietcong, le hizo el vacío al Werwolf. De manera que, si la barbarie (la «civilización» según Hoopes y… Chomsky) de los bombardeos terroristas aliados (y de la difusa reacción vindicativa contra los judíos según la teoría funcionalista) remite íntegramente a la matriz cultural del judeo-cristianismo, también es cristiana la incapacidad alemana de enfrentarse hasta las últimas consecuencias con el poder ocupante. Hechos, ambos, inseparables, que constituyen la verdadera ruina del nacionalsocialismo y nos enseñan mucho sobre el significado ético y los valores fascistas de una futura revolución nacional.
Jaume Farrerons PhD
Figueres, la Marca Hispànica, 10 de mayo de 2023.
Fuente: https://carrer-la-marca.eu/29-de-abril-de-1975-o-el-dia-que-vietnam-derroto-a-la-oligarquia/