jueves, septiembre 10, 2020

DEL PRO-ISLAMISMO A LA ISLAMOFOBIA Y DEL ANTISEMITISMO AL SIONISMO (2). EL EXTRAÑO VIAJE DE LA EXTREMA DERECHA ESPAÑOLA. ERNESTO MILÁ RENIEGA DE JULIUS EVOLA Y RENÉ GUÉNON

El cartero Ernesto Milá.






Y un intelectual debe comprometerse, so pena de crear la confusión entre sus lectores.

(J. P. Sartre ¡oh! ¡perdón! Ernesto Milá) 

Mientras el discurso del Pentágono fue oponer la civilización cristiana occidental al comunismo materialista y ateo, Ernesto Milá jactábase de su islamismo tradicionalero. Pero cuando el islamismo pasó a representar el nuevo "eje del mal" a los efectos de justificar las necesidades bíblico-belicistas del complejo militar-industrial, el sionismo fundamentalista evangélico y el lobby israelí en EEUU, el títere de las cloacas del Estado se quedó ideológicamente con el culo al aire, una posición política harto incómoda. Entonces empezaron a aparecer las ingeniosas revisiones de Julius Evola y René Guénon, maquillando a guisa de debate ideológico ---y hasta espiritual--- lo que no eran sino meros asuntillos de tipo geoestratégico y táctico, la nueva agenda emanada de lo alto para todos aquéllos que sirven con fruición a la oligarquía financiera atlantista (o al poder dominante, sea cual fuere). Así argumentaba quien suscribe el  presunto evolianismo-guenonismo del señor Ernesto Milá en el post anterior de esta serie. Ahora presento algunos indicios interesantes más para fundamentar dicha hipótesis, que afecta no sólo a Milá sino a buena parte de la extrema derecha española. La procedencia del texto puede verificarse aquí:

Islam, aquí y ahora. Personalmente me considero “tradicionalista” en el sentido dado a esta palabra por Julius Evola y René Guénon en el siglo XX. Pero esto no quiere decir que sus planteamientos, especialmente el de Guénon, sean intocables e incluso no susciten ciertas perplejidades (la menor de todas ellas el hecho de que muriera como musulmán en Egipto). Ambos autores coinciden en encontrar en el Islam “valores tradicionales” y, por tanto, incorporarlo en sus planteamientos. Pero no son infalibles y, al menos en el caso de Evola, ni lo pretende. Evola se equivoca, por ejemplo, al considerar que en el Islam el concepto de “gran guerra santa” es una guerra en sentido interior, metafísico, mientas que la definida por El Corán como “pequeña guerra santa” sería la guerra convencional. Ese concepto no es propio del islam sino una interpretación realizada por teólogos islamistas del siglo XIX para intentar “suavizar” las relaciones con los colonialistas ingleses que ocupaban buena parte del mundo árabe. Pero hay otras posiciones sobre las que podemos lanzar algunas dudas.  / Un error muy frecuente entre los “tradicionalistas” consiste en considerar a cualquier fiel islámico como una especie de “doctor en teología”, y así era hasta los años 80, cuando en España los únicos islamistas que existían eran autóctonos que había llegado, en su “búsqueda espiritual”, al convencimiento de que el Islam era la “verdad revelada” que más se adaptaba a su carácter y procuraban profundizar en su relación con el islam. Hubo en toda Europa unas pocas decenas de militantes de extrema–derecha en los 80 que se convirtieron al islam. Alguno de ellos, incluso, encarcelado, utilizaba una brújula para buscar la dirección de La Meca a la hora de realizar sus plegarias. Ese islam “europeizado” e intelectualizado no fue el islam que llegó con la inmigración, reducido a unas cuantas prohibiciones, unas pocas prácticas, mucho fanatismo y que apenas puede ser considerado como algo más que un conjunto de supersticiones propias de otras tierras. En absoluto europeas.

Parece evidente que Milá no es facista ni evoliano en el sentido ideológico-político de la expresión, sino quizás, simplemente, el lacayo servicial de quien le paga que en realidad siempre fue. A mayor abundamiento pero sin salirnos de la imagen referencial delirante que se ha hecho de sí mismo, Milá quiérese el mercenario burlón que, en la última escena de la película, se marcha triunfante con la chica o el botín; el supuesto más listo de la fantasiosa narrativa picaresca que ha significado para él su vida; el Jean Paul Belmondo de "Le professionnel". Etc. Entregado a un verdadero culto narcisista de esa identidad cínica ---yo, yo, yo---  que constituye el sótano más hondo de su lóbrega personalidad, cabe afirmar que Milá no "es" nada, o nada más que milanista (al igual que Anglada era sólo angladista) y experimenta un placer morboso en traicionar a todos: el ritual de la fidelidad de Milá a Milá en cuanto valor supremo. Puede hallarse el "fundamento" de semejante planteamiento existencial en las tempranas ---y casi desconocidas por la ultraderecha--- obras juveniles de Julius Evola Teoria dell'individuo assoluto (1925), L'uomo come potenza (1925), Saggi sull'idealismo magico (1927) y Fenomenologia  dell'individuo assoluto (1930). Evola, de hecho, no va mucho más allá de Ayn Rand en la consumación del individualismo judeo-cristiano liberal occidental, esencia de la ideología oligárquica imperante

Si hay, en definitiva, un genuino "evolianismo" en Milá, es éste del pillo (que tanto conviene al informador o chivato a sueldo para excusar impostura estructural) encarnado por los agentes secretos y anti-héroes americanos de Hollywood. 

En todo caso, en el contexto geoestratégico occidental ahora vigente ---"choque de civilizaciones" (Samuel P. Huntington) entre el occidente judeo-cristiano y el islam---, los viejos vínculos "espirituales" de la extrema derecha con el mundo musulmán se han convertido en una carga en orden a perpetrar la pertinente demagogia política atlantista. Hete aquí la clave para interpretar los escritos ideológicos de Ernesto Milá. Véase: 

Un anticipo de todo esto lo vimos cuando el Sha de Persia y la dinastía de los Palhevi estaban a punto de caer. Era 1979, nosotros mismos nos deslumbramos con el carácter anticomunista de la revuelta desencadenada en Irán que, al mismo tiempo, era anticapitalista. Creímos, por un momento, que “aquello” era “lo nuestro”. Incluso en Europa trabajamos con “estudiantes islámicos” cuando la embajada norteamericana en Teherán fue ocupada, distribuimos libros sobre Jhomeini que nos habían enviado esos medios y creímos en que la “revolución iraní” representaba una conmoción para los EEUU. Pronto, en plena revolución iraní, nos empezó a preocupar lo que veíamos por la TV: masas fanatizadas, histéricas y enloquecidas enarbolando ejemplares del Corán y libros con los pensamientos de Jomeini. Eran la muestra más clara de masificación, despersonalización en sentido más negativo y fanatización que pudiera concebirse en la época. Así que leímos los escritos políticos de Jomeini publicados por una gran editorial española. Nos sorprendieron algunos argumentos y las prohibiciones prescritas (como aquella que impedía orinar en la tapia de los cementerios…). Cuando en París conocimos a exiliados iraníes y a las primeras chicas con chador, nos dimos cuenta de que no hablábamos el mismo lenguaje de la “tradición”, y fuera de la apreciación de lo malos que eran “rusos y americanos”, no estábamos hablando de lo mismo. Cuando, de retorno del exilio, conocimos a combatientes de la guerra Irán–Irak que habían sido tratados en España de sus heridas, nos volvió a sorprender el reduccionismo que hacían de una “religión tradicional” al mero nivel de superstición. La inmigración masiva nos confirmó en todas estas primeras impresiones. Imanes analfabetos que realizaban una interpretación literal del Corán, fieles que reducían la religión, no solo a mero “exoterismo”, sino a simple práctica supersticiosa, desconocimiento absoluta de la más mínima forma de “esoterismo”, es lo que podemos constatar hoy a poco que nos acerquemos –como “tradicionalistas”– a una mezquita instalada en suelo europeo. Nada que no hayamos visto antes en la historia medieval de España donde asistimos, desde masacres (como la “noche de las fosas de Toledo”) hasta formalismos cómicos (los poetas sufíes andaluces se inspiraban bebiendo vino de dátil a la vista de que el Corán prohibía el vino de uva). A los lloriqueos humanistas del catolicismo progresista se unían ahora los lloriqueos mendicantes de los musulmanes llegados con la inmigración.

No se puede ejercer de islamófobo y al mismo tiempo reivindicar el islam como la forma más pura del pomposamente autodenominado pensamiento tradicional. Rearme ideológico (¿¡!?) de la extrema derecha, pues. La coartada ("historia de cobertura", como suele denominarse técnicamente en la jerga del fondo de reptiles) sería que, de repente, un ultraderechista perspicaz comprendió que había creyentes islámicos de bajo nivel. ¡Algo que no acostumbra a suceder en las religiones de masas! Y Milá descubrió esto ----¡a ver si cuela!--- justamente cuando empezaron a llegar inmigrantes marroquíes a España. Antes incluso de la invasión, este genio de la espiritualidad siempre había considerado como cosa comprensible de suyo que todos los creyentes musulmanes eran doctores en teología. La crítica de Milá al "islam real" consiste así en afirmar que dichos inmigrantes andan hundidos en la superstición. Uno creería escuchar a Voltaire ---ilustración y racionalidad versus oscurantismo--- si no fuera porque este reproche procede de alguien que reivindica... la magia. ¡Y la magia no sería cosa de superstición, como todos sabemos! Que el lector juzgue por sí mismo si nos hallamos ante un argumento digno de consideración ---que explicaría la rapsódica transición ideológica milanera de la islamofilia a la islamofobia--- o ante una mera coartada, asaz ridícula y que sólo pueden tragarse los amiguetes del inefable chapucero pseudo ideológico objeto del presente artículo. Más evidencias del fraude pueden hallarse en "René Guénon o la madre de todas las confusiones". Aquí el ataque a Guénon se convierte en calumnia personal

La figura de Guénon, no lo olvidemos, surgió del magma de los medios ocultistas franceses. Llama la atención algunos contactos de su juventud y algunas de sus iniciativas en aquella época, que pueden ser calificados, pura y simplemente, de pueriles y resulta difícil explicar cómo logró tomarse en serio a algunos de los personajes que aparecieron en su vida en aquellos momentos. Así mismo, hay que leer el “Dossier Reyor” para advertir que, también en él, existía una diferencia notable entre los principios que sostenía y la realidad de quien lo sostenía. El Guénon, adicto al tabaco[sic] dice muy poco de las técnicas que utilizó para ejercer un dominio sobre sí mismo. La violencia con la que ataca en sus recensiones, a algunos de quienes no compartían exactamente su posición, aun situándose en el mismo terreno, dice menos sobre su serenidad interior. Lo ambiguo de algunas de sus consideraciones sobre temas capitales (la “contrainiciación”, por ejemplo y sus formas de manifestarse, las famosas “desembocaduras prácticas”, por citar unos ejemplos) dan la sensación de que, en el fondo, existe una debilidad teórica. Reyor explica en su dossier que en sus conversaciones con Guénon nunca llegó más allá de lo que se decía en sus libros. / En la cuestión de la “forja de la élite”, Guénon y Evola están de acuerdo: es preciso reunir a una “élite espiritual” para acometer un trabajo de “reconstrucción tradicional”. Bien, pero ¿cómo se forma esa élite? O dicho de otra manera: ¿cómo la élite demuestra que es tal? En la realidad, no en el platónico “mundo de las ideas”. De ahí que Evola recomiende la vía de la acción política como forma de voluntarismo, activismo, renuncia a uno mismo, entrega, sacrificio, voluntad y fortaleza para construir el propio destino. De las muchas vías posibles, la política es la que entraña más dificultades y riesgos. Ahí la “prueba” es mayor. Y es ahí, precisamente, en donde la élite se forja con mayor dureza.

Evola, en sus prescripciones a los machacas tontarras destinados a servirle, ensalza todo lo contrario de lo que reivindica para sí mismo en su teoría del yo absoluto, un solipsismo de manual donde los demás no existen más que como meros instrumentos del dilatado ego evoliano. Pero tocaba montar un partido islamófobo en España y, en ese justo momento, no sólo había que desembarazarse de la "tradición islámica" y difamar a los referentes intelectuales tradicionaleros ---hasta entonces alabados con adoración sectaria---, sino que la "prueba iniciática" del tradicionalismo sería ahora, no por casualidad, la política. De tal suerte que la élite tradicionalera estará formada por aquéllos que se enrolen en el partido de Milá y trabajen gratis para él. Volviendo a "El problema del islam y Alexander Dugin", podemos  leer con otros ojos textos muy sabrosos: 

No es que el Islam sea “tradicional”… es que a ojos de un europeo “tradicionalista” el islam PARECE “tradicional” en la medida en que las sociedades de las que procede están atrasadas entre 200 y 400 años en relación a la marcha del continente europeo y remiten a una época pre-moderna. 

¡Sociedades atrasadas! ¿Qué fue del Kali-Yuga? Milá se nos ha convertido en "progresista" ---¿reivindicará la minifalda frente al burka? Siiiiií---- como por arte de... ¿magia? El islam no és tradicional, sólo lo "parece"...  O sea, donde dije digo, digo Diego

Así pues, ver en el islamismo una “religión tradicional” es ver el vaso medio lleno. Y en realidad, el vaso está casi vacío. Seco, a tenor del islam que ha llegado a Europa con la inmigración masiva: ya no estamos ante una religión sino ante una mera superstición.

Un teólogo islámico, como es obvio, no puede --según Milá--- emigrar a Europa. Cuando el moro se embarca en la patera, Soros le reclama un certificado de analfabetismo religioso. El simple hecho de trasladarse a nuestro continente transformaría al creyente islámico en un supersticioso, un ser "atrasado" en medio de la "avanzada" civilización occidental. Por si fuera poco, una cosa es una mezquita y otra un garaje, el edificio hace la cosa y esto suena  muy "espiritual". Graciosa, por decirlo suavemente, la argumentación de Milá. 

Sin más comentarios por el momento, pero, queridos amigos, la serie continuará. 

Jaume Farrerons

La Marca Hispànica, 10 de septiembre de 2020. 


miércoles, septiembre 09, 2020

MARX + NIETZSCHE = FASCISMO (4): MUSSOLINI REITERA SU IZQUIERDISMO DE FORMA EXPRESA E INEQUÍVOCA


 



MUSSOLINI SEIS DÍAS ANTES DE MORIR

Palabras textuales del órgano político oficial de Benito Mussolini, fundador del fascismo y de la República Social Italiana (R.S.I.), sin más comentarios, porque se explican solas y no dejan ningún margen a la duda o a las manipulaciones de los evolianos (ultraderechistas, falsos fascistas) como Ernesto Milá. 

Nuestros programas son decididamente revolucionarios, nuestras ideas pertenecen a lo que en un régimen democrático se llamaría "izquierda"; nuestras instituciones son una consecuencia directa de nuestros programas; nuestro ideal es el Estado del Trabajo. No cabe duda de esto: somos los proletarios que luchamos, a vida o muerte, contra el capitalismo. Somos los revolucionarios en busca de un nuevo orden. Si esto es cierto, dirigirse a la burguesía agitando el peligro rojo es absurdo. La verdadera pesadilla, el verdadero peligro, la amenaza contra la que luchamos sin descanso, viene de la derecha.

El órgano oficial de la República de Salò: 

«I nostri programmi sono decisamente rivoluzionari, le nostre idee appartengono a quelle che in regime democratico si chiamerebbero “di sinistra”; le nostre istituzioni sono conseguenza diretta dei nostri programmi; il nostro ideale è lo Stato del Lavoro. Su ciò non può esserci dubbio: noi siamo i proletari in lotta, per la vita e per la morte, contro il capitalismo. Siamo i rivoluzionari alla ricerca di un ordine nuovo. Se questo è vero, rivolgersi alla borghesia agitando il pericolo rosso è un assurdo. Lo spauracchio vero, il pericolo autentico, la minaccia contro cui lottiamo senza sosta, viene da destra».

Enzo Pezzato, "Repubblica fascista", 22 de abril de 1945, en Ugoberto Alfassio Grimaldi, La stampa di Salò, Milán, 1979, p. 80.

 






Fuente:  http://fncrsi.altervista.org/Piraino_estrema_destra_contro_il_fascismo.pdf  Página 16, n. 21.






MÁS SOBRE DESTRA Y SINISTRA EN MUSSOLINI

Me niego a calificar de derecha la cultura que mi revolución ha originado. Cultura de derecha, enteramente respetable, es la que corresponde a la Action Française. Cultura de derecha es lo que hace la gente de Codreanu. Cultura de derecha debe considerarse aquélla en la que está trabajando mi amigo inglés Mosley. Pero la cultura fascista, que recupera valores del entero Novecento italiano, no es de derecha.

Las mismas consideraciones valdrían para los ultraderechistas Julius Evola y Ernesto Milá. 






Texto original en italiano:

“Mi rifiuto di qualificare di destra la cultura cui la mia rivoluzione ha dato origine. Cultura di destra, del tutto rispettabile, è quella che fa capo all’Action Francaise. Cultura di destra è quella di cui la gente di Codreanu è fautrice. Cultura di destra è da considerarsi quella alla quale il mio amico inglese Mosley sta lavorando. Ma la cultura fascista, che recupera valori dell’intero Novecento italiano, non è di destra”.

Yvon de Begnac, Taccuini Mussoliniani, Bolonia, Il Mulino, 1990, p. 373, ibidem. 


LA FUENTE DEL PRESENTE ARTÍCULO EN LA PÁGINA DE FACEBOOK DE JAUME FARRERONS

Véase: 

https://www.facebook.com/jaume.farrerons.666?fref=search&__tn__=%2Cd%2CP-R&eid=ARDzDshe0BF4oTOS8PjpTEBQUvGTvTFT1u66DPWz4wG078fVf1NxVaZrOGsIBFJlPaAsjF0Qq4kYG6fu

La página personal de Jaume Farrerons en Facebook fue inhabilitada como consecuencia de las reiteradas denuncias de ultraderechistas cristianos y sionistas muy interesados en evitar que se difundieran ciertas informaciones sobre la procedencia socialista, es decir, izquierdista, de la ideología fascista. Como consecuencia de dichas inhabilitaciones, que afectaron a cinco páginas con 5000 seguidores cada una, se han perdido cientos de documentos que estamos intentando recuperar a través blogs amigos que los habían reproducido con el fin de difundirlos por la red, como es el caso de este artículo en https://ser1889.wordpress.com/2020/02/13/3456/

A tenor de lo que la derecha hizo con el fascismo antes y después de 1945, no consideramos, como opina Yvon de Begnac, que la destra sea algo al menos respetable, sino sólo digna del más absoluto desprecio. Los escritos, por llamarlos de alguna manera, de Julius Evola y Ernesto Milá u otros ultras sobre el fascismo constituyen un fraude al servicio de las cloacas del Estado, es decir, del Pentágono y, en última instancia, de sus amos de facto neocon sionistas, fundamentalistas evangélicos ("sionistas cristianos") e israelíes. 

Jaume Farrerons 

La Marca Hispànica, 9 de septiembre de 2020.


domingo, abril 26, 2020

DEL PRO-ISLAMISMO A LA ISLAMOFOBIA Y DEL ANTISEMITISMO AL SIONISMO (1). EL EXTRAÑO VIAJE DE LA EXTREMA DERECHA ESPAÑOLA. UN ERNESTO MILÁ ISLAMISTA












No es raro que a partir de 1973 todo lo que oliera a islamismo fuera considerado, más o menos, como algo nuestro (...).
 (Ernesto Milá) 

Últimamente he sido linchado en las redes sociales por profesar supuestamente el islamismo y, en consecuencia, hacer causa común con la invasión musulmana de Europa. Esta imputación no aporta documento probatorio alguno y se basa en hechos tan peregrinos como que yo enlacé en VKontakte algún artículo de HispanTV censurado por Facebook. Eso es todo. Soy así juzgado y condenado de forma sumaria como "espía de Irán" y las "pruebas" son cuatro enlaces a unas noticias de la red. También me acusan de sionista por militar en PxC. Y de trabajar para el CNI. Soy agente iraní y, al mismo tiempo, en mis ratos libres quizá, agente de los servicios de inteligencia occidentales, además de judeo-bolchevique. Islamista, comunista y sionista todo a la vez. Por si fuera poco, asesiné a Manolete. Las incongruencias del expediente no importan, se trata de cubrirme de basura por osar cuestionar el patriotismo de Vox, a saber, un partido financiado, de forma nada casual, por cierta secta terrorista judeo-iraní de ideología islamo-marxista (el CNRI-MKO, la "Contra" de Washington en el país). En el escrito de acusación aparecen "testimonios" de Ernesto Milá, notorio filo-islamista hasta el hundimiento de la URSS. [Obsérvese: hasta que las órdenes del Pentágono cambiaron y el enemigo dejó de ser el comunismo ateo, combatido con talibanes que EEUU apoyaba abiertamente, y paso a ser el propio islam]. Ernesto Milá, alguien que ejerce de ideólogo, se vio entonces en graves aprietos para explicar ese súbito cambio de chaqueta en términos "espirituales" y tuvo que reescribir su pasado ---las famosas Ultramemorias de 2009--- minimizando el filo-islamismo chiíta iraní del ayer para poder justificar la islamofobia del hoy. En todo caso, en el tribunal ultraderechista que me acusaba de islamista pro-iraní sin ningún fundamento asomaban figuras cuyo pasado, precisamente, las incriminaba como islamistas pro-iraníes. Y a este punto voy a dedicar el presente artículo.

Julius Evola, el ideólogo islamófilo de Ernesto Milá.
LA DEFENSA PROPIA COMO MOTIVACIÓN PERSONAL 

Esta circunstancia ha sido la que me ha motivado aquí y ahora para malgastar mi tiempo leyendo a Milá. Sólo añadir al respecto que la acusación de islamismo me parece sorprendentemente cínica. Nunca he apoyado al islam y, como bien saben quienes se molestan en atender a mis escritos desde hace años, meto a la religión musulmana en el mismo saco que el judaísmo y el cristianismo en cuanto religiones abrahamánicas de raíz hebrea. Me declaro ateo practicante. ¿Cómo podría ser siquiera simpatizante del islamismo? Otra cosa son los pueblos árabes y los regímenes nacional-revolucionarios árabes, del movimiento baasista a Gadaffi, de Nasser a Assad. Pero confundir árabe con islámico es síntoma de analfabetismo funcional. Desafío a quienquiera que lea estas líneas a que aporte una sola prueba documental de que yo, ex secretario general e ideólogo de Plataforma per Catalunya (PxC) ---un partido acusado de islamófobo--- ha empatizado, siquiera alguna vez y de manera ocasional, con el islamismo o la religión musulmana en general (o con cualquier religión monoteísta). Tampoco hallarán pruebas de islamofobia porque, desde que tengo uso de razón, condeno el racismo y me declaro antirracista. Quede, pues, aclarada la cuestión. Mis credenciales ideológicas fueron fijadas para siempre en la Enciclopedia Catalana y poco han variado desde hace más treinta años excepto por lo que respecta a mi creciente anti-sionismo, a la sazón inexistente
Associació cultural creada el 1985 que actuà en el pla polític entre 1986 i 1990, liderada per Jaume Farrerons, la qual deuria comptar amb una vintena de seguidors. ENSPO difongué un pensament centrat essencialment en les tesis de Friedrich Nietzsche i Martin Heidegger i es definí pel seu “catalanisme radical antimarxista i anticapitalista” (gens antiespanyolista) i pel seu antiracisme.
Página 65 del Diccionari dels Partits Polítics
de Catalunya segle XX, Enciclopèdia Catalana,
Barcelona, 2000. La entrada es de XC, a saber,
Xavier Casals. 
https://www.enciclopedia.cat/ec-partits-176.xml

ENSPO. Asociación cultural creada en 1985 que actuó en el plano político entre 1986 y 1990, liderada por Jaume Farrerons, la cual contaría con una veintena de seguidores. ENSPO difundió un pensamiento centrado esencialmente en las tesis de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger y se definió por su catalanismo radical antimarxista y anticapitalista (nada antiespañolista) y por su antirracismo. 
Mi antirracismo sigue hogaño intacto. De no sentirme nada antiespañolista he pasado a definirme como catalanista unionista (no constitucionalista, sino republicano) y a acentuar mis posiciones anti-capitalistas, pero sigo sin confundir a Marx con el marxismo-leninismo de la vulgata soviética y, en tanto que fascista, me declaro ---al igual que Mussolini--- nacional-revolucionario de izquierdas. No he cambiado mucho, pues, aunque en mi juventud sufrí algunos problemas con el concepto "izquierda", que no comprendía bien. Mis aventuras y desventuras de sigla en sigla por cuestiones puramente accidentales, tácticas o estratégicas ---que para eso deben ser los partidos: instrumentos de la doctrina--- no justifican ocultar el hecho de que siempre he colocado la ideología NR por encima de intereses puramente partidistas, de manera que cuando una organización ---objeto instrumental por definición--- atentaba contra demasiados principios ideológicos de mi estricta observancia (digamos más del 50%), la abandonaba sin dudarlo ni un instante. Eso ocurrió, por ejemplo, con la PxC en 2003 cuando era allí nada menos secretario general. La razón: Anglada incumplía el programa que yo había redactado en su integridad y su racismo era tan vergonzante y esperpéntico como su abyecto sionismo. Uno debe lealtad a la ideología. Y a las siglas debe lealtad sólo si éstas no entran en conflicto con aquélla.  Entre las siglas y la ideología, me quedo siempre con la ideología y abandono el antro de la traición o el oportunismo ipso facto, sin piedad. Mi ideología se ha desarrollado mucho desde los tiempos de ENSPO, pero permanece anclada en los mismos principios y crece en torno a ellos hasta lograr, en 2019, la fundamentación racional del fascismo (véase mi tesis doctoral). Más fidelidad y coherencia no se me pueden pedir. 

Frente a este factum incontestable de mi identidad nacional-revolucionaria desde los tiempos de ENSPO hasta la actualidad, contrasta el lupanar ideológico de la extrema derecha ultracatólica española. 


El presente post constituye, en efecto, el inicio de una serie que pretende poner en evidencia la vacuidad ideológica de dicho campo político, circunstancia que culmina con la aparición de un partido ultraderechista declaradamente sionista, a saber, Vox. Muchos ultras han quedado fuera de ese partido debido a su demasiado público y notorio pasado neonazi, negacionista del Holocausto y filoislamista, pero entre los militantes de base, nutridos por gente más mediocre, insignificante pero anónima, resulta fácil detectar y hacer aflorar los distintos estratos "geológicos" de un proceso que va del catolicismo franquista integrista al "paganismo" y filo-islamismo más antisemitas (fase 1) y luego de vuelta al ultra-catolicismo pero, esta vez, de características descaradamente sionistas e islamófobas (fase 2). El hilo conductor de la historia será, por tanto, la función que el islamismo y el sionismo representan en la ultraderecha española y que transitan respectivamente de lo positivo a lo negativo (islam) y a la inversa (Sión), sin que el compromiso ideológico de estos militantes, que es nulo, irracional o puramente oportunista, quede afectado. 


Antonio Medrano, otro de los divulgadores
que popularizaron el islamismo entre la
extrema derecha ultracatólica española.
LA RED GLADIO O EL EJÉRCITO SECRETO DE LA OTAN

La extrema derecha española no se rige por criterios ideológicos excepto por lo que respecta a una difusa adscripción a la derecha. Esto significa que la palabra izquierda y todo lo que la mente del ultra relacione con ella representan el mal absoluto. El significante "izquierda", para el ultra, no tiene el significado habitual del diccionario o de los hablantes en castellano, sino que se lo ha llenado con un significado nuevo, puramente personal del usuario lingüístico ultra, que deposita en él todas las maldades del mundo. Izquierda es sinistra, el demonio, Satán, y aquí el creyente católico realiza una operación semántico-política puramente privada de carácter para-religioso. Se reconoce a un miembro de la Red Gladio por su odio irracional al vocablo "izquierda". Incluso cuando afirma "ni derecha, ni izquierda", lo que quiere realmente decir es extrema derecha. Es el fraude del ninismo. 

Hecha esta salvedad, la derecha puede ser cualquier otra cosa, incluido el islam. Pero siempre, siempre, siempre se aplica el principio de cuanto más a la derecha, mejor. Si no se puede apoyar al chamán en su cueva frente señor feudal en su castillo, se apoyará al señor feudal, si no se puede apoyar al señor feudal en su castillo frente al burgués en su banco, se apoyará al burgués frente al proletario, el progreso, la modernidad. Y así sucesivamente. El olor a rancio como guía instintiva, intuitiva, que no necesita "pensar". Además, la consigna o principio número dos es que hay que obedecer y sólo obedecer, como en las sectas, porque quien hace preguntas, razona, critica, reclama fundamentos, etcétera, pertenece ya a lo moderno, al pecado, a la "decadencia", a Satanás, el enemigo. Este planteamiento explica que los ultras sean los confidentes y colaboradores perfectos de los servicios de inteligencia occidentales. Sobre la Red Gladio, el ejército ultra de terroristas, chivatos y traidores a los pueblos europeos que la OTAN montó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, existe un libro excelente de Daniele Ganser ---Los ejércitos secretos de la OTAN. La Operación Gladio y el terrorismo en Europa occidental, Barcelona, El Viejo Topo, 2005--- y no voy a extenderme aquí. Sólo subrayar, por un lado, que esta obra constituye una tesis doctoral y nada tiene que ver con la habitual literatura barata del conspiracionismo mágico. Por otro, que las Ultramemorias de Ernesto Milá comienzan precisamente con un relato sobre Gladio y, singularmente, con la figura de Vincenzo Vinciguerra ("Enzo"), miembro de dicha red que puso al descubierto la comisión de atentados terroristas de los ultras contra sus propios compatriotas y fue condenado por ello a cadena perpetua, mientras otros asesinos, que no delataron a la OTAN, permanecen impunes impartiendo clases de "ideología" "espiritual" "patriótica".  

La Red Gladio representa, en definitiva, la clave exegética que permite interpretar correctamente los cambios ideológicos que se producen dentro de la extrema derecha española desde los tiempos de CEDADE y el FNJ hasta los de España 2000, Hogar Social Madrid y Vox. Tales cambios nada tienen que ver con la "espiritualidad", sino más bien con el dinero. Los miembros de la Red Gladio son matones a sueldo, sin ideales políticos, ética ni principios. Obedecen las instrucciones de las cloacas del Estado y, al margen de un derechismo cerril, empetrecido y todo terrenodesconocen las verdaderas motivaciones ideológicas. Son capaces de amalgamar A con no-A (nazismo con sionismo, por ejemplo) y, mientras beneficie sus intereses, hacer compatible cualquier opción, incluso la más bochornosa, con la "ideología" ultraderechista. Por tanto, cuando esta "ideología" se modifica, es que han recibido nuevas instrucciones o recompensas y ahí concluye la cosa. Acto seguido los "referentes doctrinales del sector" darán al giro un barniz "espiritual" y las órdenes del Pentágono serán elevadas al rango de revelaciones procedentes de "de lo alto" ---como diría Julius Evola--- y respecto de las cuales sería ofensivo y "moderno", o "decadente", hacer preguntas incómodas. 


René Guénon, el mayor referente islámico de la extrema derecha,
viajó a Egipto y se convirtió a la religión musulmana.
JUSTIFICAR EL GIRO DEL PRO-ISLAMISMO ANTISEMITA A LA ISLAMOFOBIA SIONISTA

Tras la caída de la Unión Soviética, había que buscar un nuevo enemigo que justificara la existencia de la OTAN, la fabricación de armamentos y las intervenciones humanitarias en otros países. La Red Gladio no se desmontó, sino que tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos. El apoyo a los talibanes afganos contra la URSS, cuya expresión espiritual los ideólogos de Gladio habían embellecido con loas al islam, se trocó en amargos reproches sobre la presunta "invasión musulmana de Europa". Veamos qué explicación da Ernesto Milá del giro. En resumidas cuentas, según el autor ---que en todo momento intenta minimizar la influencia islámica en la extrema derecha española---, se detectaba una cierta simpatía hacia el islam entre los "camaradas" ya desde los años setenta del siglo pasado y algunos ultras ---pocos, poquísimos--- se convirtieron incluso a esa religión, algo muy normal en España. Pero cuando, ya en los años noventa, estos conversos empezaron a contemplar las masas de marroquíes inmigrantes, quedaron muy decepcionados. ¡¡¡Hilarante explicación del giro!!! Pasen y vean las risibles imposturas de Ernesto Milá: 
A partir de 1996, el islamista español llegado de la ultraderecha (unas decenas en toda España) empezaron [sic] a encontrarse incómodos en los “centros de oración”. Los recién llegados tenían poco que ver con los islamistas ideales que hasta ese momento habían conocido, en general gentes de un alto nivel cultural y adquisitivo. Muchos de los nuevos islamistas evidenciaban un primitivismo en el que lo religioso estaba más próximo a lo supersticioso que a lo “tradicionalista”, las discusiones eruditas sobre sufismo o sobre el sentido de tal o cual haddith del Profeta fueron sustituidas por una práctica de estricta observancia en la que todo se justificaba con el proverbial fatalismo islámico: “Alá lo quiere”… En pocos meses, a partir de 1996 se evidenció un fenómeno que algunos ya intuimos desde 1990 cuando Barcelona se llenó de albañiles marroquíes trabajando en las obras de la ciudad olímpica. La mayoría de “islamistas” ultras se retiraron de los centros islámicos y regresaron a la cerveza y a los tacos de jamón que jamás debieron abandonar. Los que se quedaron, habitualmente, eran especialistas en “marginalidades varias”, gentes que ya desde muy jovencitos llevaban en la sangre la noble aspiración de “epater le bourgeois” y, cuando ya no quedaban vías para sorprenderlo, se reafirmaron en su fe cerrando los ojos a la realidad de un país que empezaba a afrontar un proceso de islamización y pérdida de identidad que a algunos se nos aparecía ya como repugnante.
La irrupción del islamismo en la extrema derecha ultracatólica habría sido una anécdota sin verdaderas implicaciones políticas y, mucho menos, ideológicas:
No es raro que a partir de 1973 todo lo que oliera a islamismo fuera considerado, más o menos, como algo nuestro o al menos algo con lo que podíamos y debíamos solidarizarnos en la “lucha común” contra los EEUU y la URSS, en defensa de la “libertad de nuestros pueblos”.
Con esto confiesa Milá ---quien escribe en segunda persona del plural--- que entre 1973 y 1996, nada menos que 23 años, él mismo fue islamista. Pero hubo amigos suyos peores que él:
Esta tendencia hacía [sic] de Julius Evola y René Guenon [sic] sus máximas referencias ideológicas. En realidad, Evola había penetrado en España de la mano del que fuera primer delegado de CEDADE en Madrid, Antonio Medrano, que escribió un largo artículo sobre este autor en uno de los boletines de esta organización hacia 1971.
Milá, a pesar de jactarse de su condición de escritor, siempre escribe con faltas de ortografía y ni siquiera es capaz de acentuar correctamente el apellido de Guénon. Ya no hablo de sus traducciones del francés, auténticos bodrios que terminan obligándote a cotejar el original. En todo caso, sabemos por Milá que el islamismo entró en la extrema derecha española a través de Medrano, de manera que Milá queda exculpado de este grave error. Sin embargo, el verdadero difusor de la obra de Evola en España ha sido Milá y ocurre que, allí donde Guénon es un islamista converso, Evola es un filoislamista declarado y un partidario de Guénon, como queda evidenciado en su ensayo René Guénon: un maestro de los últimos tiempos, publicado por el evoliano, pro-islamista radical (¡¡¡que celebra los atentados del Daesh!!!) y payaso argentino Marcos Ghio. Por tanto, al difundir el evolianismo se difundía al mismo tiempo el islamismo radical de Guénon y éste es un hecho del que Ernesto Milá no puede pretender auto-exonerarse como máximo difusor del evolianismo entre la extrema derecha española. 

Por tanto, el fenómeno del islamismo en la extrema derecha española no tenía nada de superficial, algo así como un aroma pasajero que se difuminó con las oleadas de paletas marroquíes ---a quienes, por cierto, la derecha aznarista metió en España--- para trabajar a precio de saldo en la burbuja inmobiliaria de los noventa. No. En absoluto. Fue una operación de adoctrinamiento que se remonta a los tiempos de la guerra de Afganistán (1978-1992) y que buscaba reclutar voluntarios ultraderechistas para que se unieran a los talibanes en la lucha de Occidente contra el comunismo ateo. O sea, Red Gladio en estado puro. Además, conviene recordar que este islamismo radical de la ultraderecha española no le hacía ascos precisamente, sino todo lo contrario, a la revolución islámica iraní, según reconoce el propio Ernesto Milá:
Uno de los aspectos más curiosos y que, de haber sido conocido, habría dado lugar a todo tipo de comentarios, fueron las relaciones del Frente de la Juventud con la “revolución islámica” del ayatollah Ruhola Jomeini. (…) Gustavo Morales, uno de los pro-hombres de la Falange Auténtica por algún motivo terminó trabajando en la Embajada iraní en Madrid, redactó la consiguiente obra sobre la revolución de Jomeini y terminó su contrato de mala manera hacia principios de los 90, en un tiempo en el que yo todavía mantenía relaciones con esos medios.
Así pues, Milá confiesa que, por lo menos hasta 1990, todavía mantenía contactos con la Embajada iraní en Madrid. A continuación reproducimos íntegro el texto de Milá, incluidas las faltas de ortografía, no sea que se le ocurra enmendarlo para destruir pruebas. 

En la próxima entrega de esta serie profundizaremos en las honduras ideológicas del compromiso islamista de la extrema derecha española para comprender el grado de oportunismo que posibilitó el giro islamófobo de la misma después del auto-atentado sionista del 11-S. 

Jaume Farrerons
Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación
La Marca Hispànica, 26 de abril de 2020. 



Publicado: Jueves, 14 de Mayo de 2009 12:24 por Ernesto Milá en

Uno de los aspectos más curiosos y que, de haber sido conocido, habría dado lugar a todo tipo de comentarios, fueron las relaciones del Frente de la Juventud con la “revolución islámica” del ayatollah Ruhola Jomeini. La cosa es todavía más chusca si tenemos en cuenta que el último jefe de la Savak, la policía secreta del Sha de Persia, había venido a España cuando todavía Pepe de las Heras y Juan Ignacio eran dirigentes de Fuerza Nueva, entrevistándose con ellos y, por supuesto, con Blas Piñar buscando apoyos para su tambaleante régimen. Pocos meses después sería fusilado por los islamistas triunfantes.

Desde que a principios de los años 70, el coronel Gadaffi había llegado al poder en Libia multiplicando sus declaraciones antinorteamericanas y difundiendo su Libro Verde a través de la embajada de ese país, habíamos podido observar dos elementos que considerábamos interesantes: su inequívoca posición antinorteamericana y la imposibilidad de reducir el modelo identitario islámico al marxismo. No es raro que a partir de 1973 todo lo que oliera a islamismo fuera considerado, más o menos, como algo nuestro o al menos algo con lo que podíamos y debíamos solidarizarnos en la “lucha común” contra los EEUU y la URSS, en defensa de la “libertad de nuestros pueblos”.

A esto se añadían elementos históricos que venían de lejos o de no tan lejos. La posición pro-islámica había sido ya ensayada por las potencias del eje con la loable intención de crear problemas en las colonias británicas y francesas durante la Segunda Guerra Mundial. Expontáneamente, en algunos países árabes surgieron partidos a lo largo de los años treinta que, de alguna manera, eran la traducción a sus sociedades nacionales de las experiencias del fascismo europeo. Uno de ellos, el Baas, extendido a Libia, Siria, Irak e Irán, estuvo en el poder con Saddam Hussein hasta que fue desalojado por los marines y, más que por ellos, por los misiles lanzados a 600 km de distancia. En plena guerra mundial, el Gran Mufti de Jerusalen encontró asiento en la mesa vegetariana de Hitler y, en general, los dirigentes nazis multiplicaron sus declaraciones de amistad y simpatía hacia la causa árabe. Aun antes de la creación de Palestina, judíos y árabes se llevaban a la greña y el antisemitismo hitleriano era la invitación más explícita para que los dirigentes árabes intuyeran que ahí había un aliado seguro. Esto, por lo que se refiere a la historia.
Luego está lo que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial. Existe una famosa foto del coronel Gamal Adbel Nasser inaugurando la sede del Movimiento Social Italiano en El Cairo, brazo en alto, tras un gigantesco retrato de Mussolini, cuando ya era presidente de la República Árabe Unida (efímera unión de Egipto y Siria, tras la desastrosa intervención anglo-francesa en Suéz). Por lo demás, algunos soldados perdidos alemanes e italianos, terminaron entrenando a los ejércitos de aquellos países e incluso hasta el “Septiembre Negro” de 1973, hubo en Al-Assifa, el grupo armado de Al-Fatah, ex combatientes de la República Social Italiana que instruyeron a la guerrilla palestina. El coronel SS Otto Skorzeny, desde su sombrío despacho de la calle de la Montera, dirigía una agencia de “trabajos especiales” que tuvo entre sus clientes preferenciales a varios países árabes. Por su parte, Gadaffi, desde el primer momento, tuvo amistades entre los medios neofascistas italianos. El propio Delle Chiaie, durante su estancia en España, mantuvo estrechos contactos con los representantes de la causa palestina, habitualmente estudiantes residentes en España, uno de los cuales me presentó en el remoto 1973. Se trataba de un estudiante de medicina de la Facultad de Barcelona, un palestino con aspecto híbrido de mediterráneo y nórdico que nunca antes hubiera asociado a aquel pueblo. Desde algún “piso franco” editaban el boletín ciclostilado “Al Assifa” que distribuían entre las varias decenas de estudiantes palestinos y entre los que como yo aspirábamos a ser investidos oficialmente con la categoría de “simpatizantes de la causa palestina”. Años después, en Iberoamérica, ya en los años 80, conocí a varios representantes palestinso en distintos países, alguno de ellos, alemán de pasado incierto. Otros árabes y palestinos odiaban a los norteamericanos (que consideraban como una prolongación del Estado de Israel) tanto como al marxismo y todo eso, sumado, parecía situarnos en la misma línea.

Hubo más anécdotas, como la de aquel militante de CEDADE, enamorado de los cohetes desde mediados de los años 60, a la vista de que el pomposamente llamado por el franquismo “Campo de Lanzamientos Aeroespaciales” situado en las inmediaciones de Arenosilla (Huelva) no le daba cancha, terminó en distintos países árabes con los planos de sus cohetes bajo el brazo, recalando finalmente en el Irak donde un comprensivo Saddam Hussein le dio un puesto clave en el perfeccionamiento de sus misiles que remedaban a los Sam VII. Omar Silva, otro de los personajes que más vinculación tuvieron con la causa palestina, tanto en España como en su país natal, Brasil, fue durante muchos años redactor de la revista Fuerza Nueva en donde publicó una curiosa serie de artículos titulada “Hablan las Estatuas”, cuyas fotos realizaba “Alberto Santos”, alias utilizado por un exiliado argentino de la Tacuara [ver sobre esta organización lo publicado en Infokrisis, que no es poco].

También se contaba (y se sigue contando de manera recurrente en los medios ultras) desde finales de los años 60, que un belga, antiguo militante de Jeune Europe de Thiriart y suscriptor de su revista La Nation Européenne, había caído al frente de un comando de Al Assifa luchando por la causa palestina. Por cierto que el corresponsal en Argel de La Nation Européenne se convirtió dos décadas después en el hombre de Saddam Hussein en Francia, gestionando el programa “petróleo por alimentos” y, posteriormente, tras la invasión norteamericana, fue el hombre de la insurgencia basista en Europa Occidental cuyas actividades va difundiendo desde Internet. Nunca he podido aclarar si la historia de este belga, Roger Coudroy, es cierta o se trata de un “mito”. Todas las fuentes que hablan del “primer europeo caído junto a la resistencia palestina”, parten de Thiriart y ni siquiera hay unanimidad. Se cuenta también que a Coudroy se le disparó su arma y murió, o que murió accidentalmente en un entrenamiento. O que era agente del Mosad y lo mataron los propios palestinos… Lo realmente extraño es que ni la familia, ni los compañeros de armas de Coudroy, lo recuerden en lugar alguno y la mayor parte de las 231 referencias que aparecen en Internet, reproduzcan textualmente y con pocas variaciones lo que ya escribió Thiriart en “La Nation Européenne”. Y, para colmo, en el libro “Israel’s secret Wars: a history of Israel’s intelligence services” (no particularmente favorable a Israel) de Ian Black, Coudroy aparece como agente del Mosad infiltrado en filas palestinas… En cuanto a su libro “J’ai vécu la résistance palestinienne” de 87 páginas, es la única referencia de la familiaridad de Coudroy con la resistencia palestina… si bien también es cierto que podría haber sido elaborado como la “tarjera de presentación” para facilitar la penetración en un medio concreto. Conociendo a Thiriart, hábil propagandista, es muy posible que tomara al caso de Roger Coudroy y lo publicitara en su revista, dando por sentado su familiaridad con los ideales antisionistas y propalestinos… En cualquier caso de las 231 referencias a Roger Coudroy encontradas en Google, más de 200 parten del “testimonio único” (y, por tanto, “testimonio nulo”) que dio Thiriart. El resto son referencias bibliográficas del libro en el que está recogido el artículo de Coudroy, depositado en media docena de bibliotecas de países árabes… A pesar de que los sectores más marginales de la ultra española (y europea) han enarbolado habitualmente el nombre de Roger Coudroy, lo cierto es que el personaje está envuelto en el mayor de los misterios y un mínimo respeto al “principio de prudencia” debería haber evitado que fuera presentado como “camarada caído en defensa de la causa palestina”… que equivalía a incitar a otros a que siguieran el mismo –problemático- camino. No existen ni testimonios de sus familiares, ni de sus camaradas, ni de otros miembros del comando palestino al frente del cual, como sostenía Thiriart, cayó.

Todo esto alcanzó tal intensidad que hacia 1984, cuando había conocido a Xavier Vinader e incluso mantenido una relación correcta a pesar del pasado imperfecto que nos desunía, éste me presentó a un periodista norteamericano llegado a estos pagos para realizar un libro sobre la extrema-derecha y el islamismo. En esa época, la ultra de por aquí multiplicaba todavía sus soflamas a favor de la revolución islámica y Jomeini seguía siendo la bestia negra de los EEUU. La intención de escribir este libro por parte de un periodista norteamericano, era indicio de que las relaciones entre islamistas y ultras, se veía en la época como algo inquietante.
No era para tanto. Habitualmente se trataba de contactos esporádicos, sin mucho calado, que unían más bien a personas que se caían bien de uno y otro lado, que de una corriente organizada y estructurada. En algunos, esta simpatía hacia lo árabe tenía aspectos aún más problemáticos. Una de las corrientes de pensamiento de la ultra es la “tradicionalista” (a no confundir con el “tradicionalismo carlista”). Esta tendencia hacía de Julius Evola y René Guenon sus máximas referencias ideológicas. En realidad, Evola había penetrado en España de la mano del que fuera primer delegado de CEDADE en Madrid, Antonio Medrano, que escribió un largo artículo sobre este autor en uno de los boletines de esta organización hacia 1971. Yo, por mi parte, recibía los catálogos de libros de distribuidoras neofascistas italianas y había visto que las obras de Evola gozaban de un singular predicamento. Además, algunos títulos eran, de por sí, suficientemente evocadores: “Los hombes y las ruinas”, “Revuelta contra el mundo moderno”, y, cómo no, “Metafísica del Sexo”. Así que los pedí. Poco después, editoriales de primera línea, empezaron a publicar algunas obras “técnicas” de Evola. Plaza & Janés lanzó “El misterio del Grial” y Martínez Roca “La Tradición Hermética”. Isidro Palacios, que en esa época había sustituido a Antonio Medrano al frente de CEDADE de Madrid, publicaba en 1974 la primera revista de orientación evoliana (“Ruta Solar” que luego, claro, demandada por una agencia de viajes, debió cambiar el nombre por “Graal”). En general, los “tradicionalistas” en sentido evoliano –entre los que me incluyo- nos damos una primera sobredosis de los textos escritos por el autor de referencia y luego pedimos más. La lectura de Evola lleva inevitablemente a Guénon, sin embargo entre los dos hay grandes diferencias. Guénon habla habitualmente excathedra. Evola, en cambio, no. Guénon desde su juventud hasta su muerte en los años 50 en El Cairo con chilaba y asistido por un marabú, dio piruetas ideológicas casi circenses; Evola, en cambio siguió una línea de evolución que se inició con las vanguardias artísticas y terminó con la redacción de “Cabalgar el Tigre”, en el que llega a las mismas posiciones de su juventud, eso sí, avaladas con cuarenta años de experiencia.

Al hablar excathedra, Guénon ha logrado desviar a la vía muerta a cientos de jóvenes militantes, algunos de los cuales se han orientado hacia el cristianismo ortodoxo, otros hacia la masonería, otros hacia el islam, otros hacia el ocultismo, otros se han hecho sedevacantistas, otros lefevrianos y algún que otro, ha visto en el Vaticano la luz… todos ellos, porque Guénon, en algún momento de su vida ha considerado a cada una de estas instituciones como “referencias”. Así pues cada cual, para seguir la vía que deseaba, ha encontrado en la obra de Guénon la casuística apropiada para avalar su opción. En alguna delegación de CEDADE, a lo largo de los años 80, se terminó uniendo una admiración que era, inicialmente política hacia las revoluciones islámicas, a las sugestiones generadas tras una lectura rápida de la obra de René Guénon. Y unas cuantas decenas se hicieron islamistas. Éramos pocos y pario la burra. Hasta aquí no hay nada raro, porque otras decenas nos orientamos hacia el budismo y los que sobrevivimos terminamos tirando hacia su expresión más sencilla, acaso por huida de todos los aditamentos accesorios impuestos por doctrinas que llegaban acompañadas por formas antropológicas tibetanas o hindúes.

En todo ese tiempo, se había operado un salto de cualidad: de una simpatía política se había pasado a una identidad ideológica en la medida en que al asumir el islamismo como religión, lo que se asumía también era un concepto político-religioso. Esto era solamente una excentricidad más de la extrema-derecha local, y así siguió siéndolo mientras los centros islámicos en España estaban formados por unos cuantos diplomáticos de países islámicos, algunos empresarios procedentes de esos mismos países, algún que otro “converso” español, entre los que abundaba gente con pasado izquierdista (el promio Mansur Escudero)… y los islamistas de la ultraderecha celtibérica. Hasta aquí, la convivencia era franca, las discusiones demostraban un interés en llegar a un conocimiento exacto y a una práctica correcta de la religión islámica y, ciertamente, por lo que ví y conocí en aquella época (años 80 y hasta mediados de los 90), el clima cultural en esos centros era sofisticado e incluso agradable. Luego llegó la inmigración masiva y arruinó todo este mundo feliz y erudito.

A partir de 1996, el islamista español llegado de la ultraderecha (unas decenas en toda España) empezaron a encontrarse incómodos en los “centros de oración”. Los recién llegados tenían poco que ver con los islamistas ideales que hasta ese momento habían conocido, en general gentes de un alto nivel cultural y adquisitivo. Muchos de los nuevos islamistas evidenciaban un primitivismo en el que lo religioso estaba más próximo a lo supersticioso que a lo “tradicionalista”, las discusiones eruditas sobre sufismo o sobre el sentido de tal o cual haddith del Profeta fueron sustituidas por una práctica de estricta observancia en la que todo se justificaba con el proverbial fatalismo islámico: “Alá lo quiere”… En pocos meses, a partir de 1996 se evidenció un fenómeno que algunos ya intuimos desde 1990 cuando Barcelona se llenó de albañiles marroquíes trabajando en las obras de la ciudad olímpica.
La mayoría de “islamistas” ultras se retiraron de los centros islámicos y regresaron a la cerveza y a los tacos de jamón que jamás debieron abandonar. Los que se quedaron, habitualmente, eran especialistas en “marginalidades varias”, gentes que ya desde muy jovencitos llevaban en la sangre la noble aspiración de “epater le bourgeois” y, cuando ya no quedaban vías para sorprenderlo, se reafirmaron en su fe cerrando los ojos a la realidad de un país que empezaba a afrontar un proceso de islamización y pérdida de identidad que a algunos se nos aparecía ya como repugnante.

Hacia 2005 publiqué en Infokrisis un artículo visceral y no excesivamente meditado sobre los destrozos que la obra de René Guénon había causado en muchos amigos y camaradas, llevándolos por los horizontes más insospechados e incluso desviándolos del eje de todo pensamiento “tradicional”: el intento de llegar al eje de uno mismo mediante una práctica, contra más simple mejor. Sorprendentemente, a los pocos días, empecé a recibir correos de los lugares más insospechados de gente que había llegado a las mismas conclusiones: Guénon es una catástrofe a la hora de dar desembocaduras a sus teorías. Ese artículo sigue colgado en Infokrisis sin modificaciones y ahí puede consultarse [véase el link].

La inmigración, como todo lo masivo, ha alterado esquemas ideológicos aparentemente perfectos: la ultra ha solido camuflar un antisemitismo de baja cota con la adhesión a la causa palestina; se ha arrojado en manos de regímenes islamistas antieuropeos solo porque odiaban más a los judíos mucho más de lo que se sentía atraídos hacia la identidad europea. Mientras el islamismo era algo que se circunscribía al otro lado del Estrecho, aquí a este lado, se podía ser islamista y ultra de pro sin grandes conflictos interiores, pero cuando la inmigración masiva trajo a un millón de islamistas procedentes del Magreb, el Shael, el África negra y Paquistán, ninguno de los cuales parecía ser doctor en teología islámica, sino fieles de a pie procedentes de sociedades primitivas y subdesarrolladas, todo el esquema se derrumbó.

Gustavo Morales, uno de los pro-hombres de la Falange Auténtica por algún motivo terminó trabajando en la Embajada iraní en Madrid, redactó la consiguiente obra sobre la revolución de Jomeini y terminó su contrato de mala manera hacia principios de los 90, en un tiempo en el que yo todavía mantenía relaciones con esos medios. Morales, al menos, tuvo el buen gusto de no islamizarse pero si de convertir a las formación por las que pasó al pro islamismo político. Manolo Caracuel, delegado de CEDADE en Granada, luego pasado a Democracia Nacional,  mantuvo siempre relaciones preferenciales con Libia, aunque era demasiado cachondón para asumir el islam sin reservas mentales. El primer número de la revista semanal que antiguos militantes de CEDADE de esa provincia realizaron hacia 1986, mostraba en su primera página toda la solidaridad de la que eran capaces de expresar hacia la causa de la revolución islámica. Hubo ultras en todas las manifestaciones de apoyo a las intifadas palestinas y no faltaron reparto de bofetadas con los ultraizquierdistas que estaban en las mismas posiciones “anti-imperialistas”.

Pero, a partir de 1996, toda esta corriente de simpatía hacia las revoluciones islámicas se hizo más difícil de mantener. El panorama en la calle había cambiado: ya no eran manifestaciones de españoles acompañados por algunos palestinos quienes desfilaban contra el sionismo… sino una masa ingente de rostros llegados de otras tierras, hablando otras lenguas, sin la sofisticación de los medios islámicos originarios, los que constituían la mayoría de asistentes, entre los cuales, los étnicamente españoles se buscaban como intentando reconocer a alguien de los suyos. Y para colmo, entre los pocos rostros pálidos que se reconocían, más del 50% resultaba ser ultraizquierdista… Cuando la invasión de Gaza, ya quedó claro que algunos sectores de la ultra empezaban a ver todo esto de la solidaridad con los palestinos como un berenjenal en el que no se les había perdido gran cosa. Sí, los sionistas eran muy malos y, además, se les caía el moco, vale, bien, pero es que los inmigrantes islamistas eran de lo más intranquilizadores y, para colmo, a esas manifestaciones acertaba a acudir el grueso de las fuerzas pro-inmigracionistas… [ver a este respecto]

En la actualidad, si alguien en la ultra se manifiesta a favor de la causa palestina no es ya por identidad ideológica (quedan en la ultra cuatro gatos postrándose hacia la Meca y rechazando los taquitos de jamón, el morcón de Burgos y el rioja, que pueden ser considerados a título de excentricidad) sino solamente por antisemitismo más o menos recubierto por la patina de antisionista que a algunos se les antoja más presentable. Salvo alguna que otra ominosa web dedicada a reproducir malamente los comunicados de la embajada iraní eludiendo considerar la realidad del país, la “revolución islámica” ha dejado de interesar a la ultra…

Y miren por donde yo fui uno de los instigadores de esta corriente. Es hora de volver al primer congreso del Frente de la Juventud. Por insondables caminos había conocido a unos “estudiantes islámicos” justo en el momento en el que los “estudiantes islámicos” había ocupado la Embajada norteamericana en Teherán. Uno de ellos, sirio de nacionalidad, había pasado una temporada en mi casa y junto a otro, iraní-iraní, asistió como representante de su organización (los “estudiantes islámicos”) al congreso. Cuando tomó la palabra hubo un equívoco que a algunos nos hizo pensar. El iraní explicó que se había sentido identificado con nuestro lema: “Dios – Patria – Justicia”. Esto tenía gracia porque era el lema de Fuerza Nueva y así se lo recordó el auditorio con cierto grado de cabreo. El lema nuestro era: “Patria – Justicia – Revolución”, que tampoco era manco. “Dios” se había caído de la terna como rechazo al nacional-catolicismo que hubo que sorportar durante el tránsito por el piñarismo. Poco después, cuando al salir de misa, Blas Piñar, divisó frente a la parroquia una mesa de propaganda del Frente de la Juventud, salió disparado, presa del furor divino, derribó el solito la mesa gritando “Dios, Patria, Justicia”. Los chavales jóvenes del Frente allí presentes no daban crédito. Tampoco era para responder la agresión, en el fondo era Blas, y los chicos del Frente estaban educados en que no era el “enemigo principal”, sino un compañero de viaje.

En aquel parlamento del iraní me empecé a plantearme si no estaríamos apoyando a la opción equivocada. No era baladí el hecho de que el “estudiante islámico” se hubiera identificado con el lema de Fuerza Nueva, eso equivalía a decir que los obispos –ayatolas de lo católico- deberían modelar el futuro de España tal como habían hecho en Irán… Una visión dantesca y terrorífica. Unos meses después llegué a París justo cuando el Parti des Forces Nouvelles, socio francés de Piñar en el seno de la “eurodestra”, había convocado una manifestación a favor del nuevo régimen islámico iraní. Debían ser unos 300 los asistentes, no muy entusiastas por cierto, los que se manifestaron. Pero a poco que uno penetrara en sus filas, podía percibirse que no había siquiera unanimidad entre los manifestantes, muchos de los cuales hubieran preferido vitorear al Sha y, mucho más a la hermana de éste, Ashraf Pahlavi, conocida como “la pantera negra”, mucho más beligerante y decidida que su hermano y que en la época mantenía contactos en Francia… con el mismo PFN. Contradicciones no son precisamente lo que le falta a la extrema derecha europea.

Años después, en las noches locas ibicencas conocería a Leila Pahlevi, la “princesa triste”, hija del Sha. Era una mujer curiosa de ojos extraordinariamente expresivos, tan hermosos como tristes, delgadez extrema, acompañada siempre por un rufián del que no pude aclarar de qué país árabe procedía, que era, a la postre, su camello. Apenas comia, incluso en los mejores restaurantes y pubs de la isla siempre pedía lo mismo: una taza de agua caliente. Se ha dicho que no pudo soportar el exilio en el que se encontraba desde que tenía 9 años. Yo creo que sus problemas eran mayores y su carácter depresivo acentuado por el consumo de fármacos y seguramente de algunas drogas habituales en la isla, abrieron el camino hacia su tumba. Subsistirá la duda si se suicidó o murió de alguna sobredosis. Creo, sinceramente, que todo el problema de Leila consistió en ir con malas compañías. Lo que pude ver en su entorno eran personajes irrevelevantes deseosos de fotografiarse junto a la “hija del Sha”, algunos de ellos fortunitas del exilio dorado iraní o bien rufianes como el que he aludido que llevaban en la cara escrito a fuego su condición de delincuente lombrosiano. Lo irrelevante del exilio iraní le produjo más vacío aún que le muerte de su padre o la lejanía de su tierra. Ese vacío fue llenado por camellos sin escrúpulos. A ambos sectores me refiero cuando hablo de “malas compañías”.

Pero en 1979, las relaciones del Frente de la Juventud con los estudiantes iraníes eran todavía prometedoras. Pocos días después empezamos a recibir propaganda del régimen islámico. Desde Canarias me llegaron dos cajas de biografías de Jomeini, libritos por los que tuve que pagar tasas de aduana… por increíble que pueda parecer, cualquier envío llegado de las islas debía de pagar alguna tasa; bonita forma de integrar a Canarias en “las Españas”. Luego llegaron más ejemplares de folletos editados por la embajada iraní en los que, más que de política, se hablaba de religión. Uno de ellos tenía título prometedor: “La poligamia en el Islam”. Su lectura fue muy instructiva para mí: ¿poligamia? Sí, pero solo hasta cuatro esposas y siempre que se las pueda mantener… Poco después, ya en el exilio parisino, supe que el famoso concepto de Banca Islámica que rechazaba el cobro de interés y que tanto me había atraído, era un bluf. Bastaba con eludir la prohibición colocando al frente de la banca a un cristiano. Así la banca iraní seguía cobrando intereses como la banca judía o la Caja de Ahorros de Bobadilla… Otro mito que se me cayó. Huibo otro camarada que se fue unos años a Irán por aquello de comprobar si aquello era la Jauja de los revolucionarios o el bluf que a algunos nos empezaba a parecer. El diagnóstico de este camarada fue demoledor: corrupción, drogas y muermo. Ese era el “Irán revolucionario”. A decir verdad, la corrupción es propia de todos los regímenes del Tercer Mundo entre los que por el momento se sitúa Irán si bien con la coletilla de “país en vías de desarrollo”. Sobre la droga es el tributo de estar geopolíticamente situado en la ruta de la Seda hoy convertida en ruta de la heroína que transita a toneladas desde el Irán post-talibán hasta la Albania pro-americana, pasando por el “corredor turco de los Balcanes”, todo ello con la bendición de los EEUU, no en vano esa heroica debilita a Europa. Pero lo dedl muermo era lo más imperdonable y se debía sólo a los oficios de la “revolución islámica”.

Un buen día, debió ser hacia 1987, a poco de extinguir mi condena a prisión por manifestación ilegal, cuando me presentaron a un grupo de pasradanes, guardias de la revolución iraní, que habían salido con la vista descalabrada de la Primera Guerra del Golfo, cuando un Saddam apoyado por todo Occidente, les roció con gases químicos. Recalaban en la clínica oftalmológica del Doctor Puigvert y de paso multiplicaban contactos en la Ciudad Condal con los medios islámicos y pro-islámicos. Estábamos en un bar de la Avenida Pearson cuando pedí una cerveza, y los dos iraníes otras dos, eso sí, sin alcohol; “la religión, ya sabes” me dijo uno. Ya sabía, lo que no sabía y me enteré entonces era de la sutil diferencia entre “cerveza sin alcohol” y “cerveza 0’0 de alcohol”. La otra, al parecer tiene un 0’5% de alcohol lo que basta para situarla en el índice de lo prohibido por el islamismo. Cuando trajeron las cervezas sin alcohol, pasaron todavía un buen rato mirando si era 0’0% ó 0’5%... y entonces a mí me asaltó la duda de si valía la pena tomar en serio a una religión que influyera incluso en los clientes de un bar y si todo aquello no pasaba de ser una superstición dictada acaso por la necesidad de Mahoma de disciplinar a un sustrato étnico caótico y primitivo mediante la sanción superior de la  improbable figura de un Alá, último de los dioses creados por el hombre que les dijera lo que estaba autorizado y lo que no. Casi todo en la religión islámica es mero formalismo a efectos de disciplina social: que si lavarse, que si no comer alimentos que se pudren demasiado rápidamente bajo el calor del sol, que si evitar un alcohol que puede ganar voluntades excesivamente débiles, que si la guerra santa para quemar adrenalina y extender el patrimonio, que si cuatro esposas y no más que el follar con cierta variación siempre es bueno, que si distribuir algo de la riqueza entre los necesitados, que si la política guiada por la religión…Para colmo, se me ocurrió leer un libro titulado "El pensamiento político de Jomeini" que, en realidad, era una recopilación de frases del ayatolah. Hubiera sino mas agradable leer páginas en blanco que no la síntesis de ideas peregrinas y/o primitivas que encontré. ¿Qué puede pensarse de un pensamiento político que entre otras lindezas recomienda no mear en las tapias de los cementerios...?
Todo esto parece muy alejado de las grandes especulaciones upanishádicas, de  la noble simplicidad del budismo palî o de la esencialidad minimalista del Zen, del culto iranio zoroástrico primo hermano de las sagas del norte, por no hablar de la concepción clásica greco-latina de lo sagrado, del dios considerado como fuerza de la naturaleza, del estoicismo que muestra el camino de la austeridad o de la teología católica que, a fin de cuentas, fue capaz de generar productos como la mística renana, alumbrar a nuestras grandes figuras del siglo de Oro o a gigantes de la embergadura de San Bernardo de Claraval. Incluso en los momentos en los que expresaba mi solidaridad y buscaba la colaboración con los regímenes islámicos debo reconocer que, a pesar de sentirme siempre atraído por todas las “escuelas tradicionales”, he experimentado el Islam como algo completamente ajeno a mí y al patrimonio cultural en el que me sitúo.

Por lo demás, en aquel infausto encuentro con los pasradanes me ocurrió otra cosa no menos lamentable. Después de dos horas de conversación me dí cuenta de que solamente habíamos hablado de “lo suyo”. Ni les interesaba un pito lo que ocurría en España, ni mucho menos en Barcelona, ni preguntaban nada sobre la sociedad o las costumbres españolas, no demostraban absolutamente ningún interés por nada que no fuera lo suyo, hablar sobre lo suyo y dar la barrila sobre lo suyo. Y entonces, mientras me estaban hablando del último discurso del ayatolah Jamenei ante el Parlamento iraní y con lo malo que era Saddam Husseim, de repente pasé revista mentalmente a lo que había hablado con palestinos en España, en distintos países iberoamericanos o en Oriente Medio: con todos ellos sólo había hablado de lo suyo, solamente se habían sentido interesados por lo suyo, siempre me habían largado un discurso lastimero –lo que en el lenguaje cheli, versión taleguera, se conoce como “currarse la página de la pena”- y nunca, absolutamente nunca, se habían interesado por encontrar lugares comunes con un europeo. Nunca les había interesado saber nada de Europa, sagrada tierra sobre la que se encontraban ellos y bajo la que nosotros tenemos enterrados a generaciones de nuestros antepasados, nunca habían perseguido nada que no fuera movido por el interés hacia "su" causa., seguramente porque consideraban que el Islam era el no va más de las relevelaciones, de los sistemas socio-religiososo y que todo está en el Islam, no hay nada fuera del Islam que valga la pena ser considerado, ni nada que puera interesar a un fiel de Ala. Por lo mismo se quemó la Biblioteca de Alejandría. El expolio, lo justificó Omar con aquella chorradita telecomandada en la que sostenía que si el contenido de la biblioteca decía lo mismo que el corán, en este libro estaba mejor dicho y por tanto lo otro sobraba y si decía lo contrario del Corán, merecía arder.
Entonces, mientras los pasradanes miraban si la cerveza era 0’0 o 0’5% de alcohol, recordé que al día siguiente de conocer al jefe de los estudiantes palestinos de Barcelona, él mismo personaje se entrevistaba con la cúpula aún clandestina del PSUC y al día siguiente con la de Bandera Roja. Ni siquiera tenían el “pudor ideológico” de distinguir quien figuraba más cerca de ellos en lo doctrinal, ni les interesaba un pimiento: todo consistía en vender el propio producto  a no importa quien como el mormón de turno o el testículo de Jehová asalta a cualquiera que se pone a su alcance en plena calle vendiéndole las lindezas de su fe. Será humanamente comprensible, me dicen, por aquello de que los palestinos llevan como 70 años puteados. Es posible, pero, dejando aparte, que los “estrategas” palestinos nunca han sido capaces de elaborar más que la estregia de la metida de pata permanente, lo peor es que esa sempiterna y lastimosa cantinela es, cómo diría yo… simplemente aburrida, ni siquiera partía ni ayer ni hoy, de un análisis global objetivo  ni hundía sus raíces en la causa última del problema. Todo se reducía a explicar lo malos que son los judíos. Y cuando ya estabas convencido de que son más malos que la quina, te insisten todavía en que hoy son más malos que ayer y hoy lo son menos que mañana. Este mismo discurso lo he oído en tres continentes. Afortunadamente, desde mediados de los ochenta, he tenido tendencia a informarme sobre la naturaleza del conflicto palestino en fuentes independientes y creo haber entendido el fondo de la cuestión, pero no ha sido gracias a ningún palestino que a fuerza de contar desgracias lo único que han logrado ha sido perder la perspectiva del problema. Quizás sea lo normal, porque la situación de tres generaciones de palestinos que no han vivido un año de normalidad, es como para volver tarumba a cualquiera. Pero eso no les exime ni mucho menos les justifica de su increíble tendencia a “curarse la página de la pena”, ni mucho menos a ser unos pelmazos con “lo suyo”.

Las conclusiones que saqué y las posiciones que sostengo ahora sobre esta materia, me alejan completamente de las que adopté desde 1979 y hasta principios de los noventa. El problema palestino es irresoluble y no es un problema de Europa. Tuve que reformular mi posición cuando estalló el problema de Gaza, lo que me valió el infamante sambenitiño de "pro-sionista", lanzado por todos aquellos que tienen tendencia a ocultar su antisemitismo de baratillo bajo la patina de la "causa palestina". [por ahí he dejado mis consideraciones sobre el asunto en forma de artículos en infokrisis. Véase el link correspondiente]. Es un problema de los EEUU y de su minoría judía (a fin de cuentas, Israel es casi otra estrella de la Unión) y de los Países Árabes. Así que las soluciones son tres: o los palestinos exterminan a todos los judíos, o los judíos siguen puteando eternamente a todos los palestinos o… las partes se sientan a negociar. Ellos tienen la elección. No nosotros. Y en cuanto al Islam baste decir que es una religión ajena a lo que ha sido siempre Europa, llegada en otro tiempo manu militari a España y frenada en seco en Poitiers, y hoy retornada con la inmigración. ¿Y los regímenes islámicos? Irán no es más que una potencia de tamaño medio que busca afirmar su hegemonía regional en la zona. Nada más. ¿Y el Islam? Es la religión tradicional propia de los países árabes; por lo demás, un agnóstico como yo ¿qué quieren que les diga sobre el Islam? No considero que el Islam deba ser considerado como una “religión” normal y corriente en pie de igualdad con el catolicismo, no solo porque  en su concepción lo político y lo religioso están inextricablemente ligados, sino por que, a pesar de saber abandonado la religión de mis padres, estoy agradecido a que el catolicismo les hubiera dado, a ellos y a mis antepasados, fuerzas y fe para vivir y para morir. El catolicismo es la religión tradicional a esta parte del Estrecho. El islam lo es  en la otra parte. El bosque no está allí donde gobierna el desierto.

A fin de cuentas, la aparente superficialidad y frivolidad que he manifestado en relación a palestinos e islamistas tachándolos de "aburridos y pelmazos", no es más que una exteriorización deliberadamente fatua a efectos de llamar la atención sobre un rechazo más profundo y casi instintivo: el islam es la religión del desierto, surgida de la contemplación de un paisaje monótono, monocorde, sin matices; cualquier religión europea es hija de la frondosidad de los bosques, de los dioses situados en altas cumbres nevadas, de dioses que caminan junto a los hombres. Lo que el monoteísmo islámico tiene de radical y absoluto, incluso en el cristianismo se relativiza con las tres personas de la trinidad, los santos, los apostoles, los miles de altares paganos que con un leve toquecillo de nada pasaron a ser altares de santos  cristianos que encarnaban los mismos valores de una ciudad, de una cofradía, de un pueblo. El aburrimiento monocorde irreprimible que genera todo lo islámico, su formalismo, es hijo del desierto. Y esto, colegas, esto es Europa.

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