martes, marzo 24, 2015

¿Qué piensa la oligarquía? (2)



El abominable siervo de Yahvé ex franquista José María Aznar.



Los ciudadanos intuyen, casi todos, que "cosas" muy importantes están sucediendo actualmente en el mundo a una velocidad de vértigo. Diferentes agencias, y ya no digamos miles de sitios en la red (internet), compiten en la tarea de acuñar una narración más o menos coherente de los hechos y hacer previsiones sobre lo que puede suceder en las próximos años, meses o incluso días. Desde la invasión reptiliana a las exégesis economicistas que acostumbran a reducir los hechos a las influencias de las multinacionales y sus lacayos de la CIA, podemos escoger entre un menú variado que incluye, por supuesto, la conspiración judía mundial promovida por los famosos sectarios illuminati o la maldad de los "fascistas", variante escatológica vuelta del revés y harto popular entre las izquierdas sistémicas. En Europa se ha puesto también de moda una nueva germanofobia -guisada en la cocina antifascista- que culpa a Alemania de todas las desgracias habidas y por haber... El lector puede elegir la narración apetecida en función de su nivel cultural, preferencias e identidades étnicas, estado emocional, filiofobias, etcétera. Cada cual tiene "su verdad" (que le hace "sentir bien") y, mientras tanto, los poderes que realmente mueven los hilos siguen interesados en promover la máxima confusión y hasta auténticos absurdos, siempre que con ello borren las pistas conducentes al nido del cuco oligárquico. Éste debe mantenerse ilocalizable, intangible e incluso postularse inexistente excepto en las mentes de presuntos desequilibrados mentales: el concepto mediático habitual, la conspiranoia, está a un paso del uso estalinista de los hospitales psiquiátricos para disidentes ideológicos y desafectos al régimen.

¿Existen los poderes mundiales ocultos?

La primera pregunta que deberíamos hacernos es si "existen" tales poderes, requisito de una explicación consistente; la realidad social e histórica podría ser fruto, si no del azar, sí del entrecruzamiento de múltiples factores, o sea: hipercompleja e imprevisible en la práctica. En ese caso, ya no valdría la pena ponerse a exprimir los hechos para producir un mensaje de contenido racional con pretensiones heurísticas.

En este sitio FILOSOFÍA CRÍTICA afirmamos, por buenas razones, que existen tales factores explicativos (aunque quizá no omnicomprensivos, pues la oligarquía está lejos, todavía, de controlarlo absolutamente todo). El poder oligárquico promueve unas directrices que permiten interpretar los acontecimientos actuales y, por tanto, prever por dónde pueden trazarse anticipadamente las autopistas del tiempo en dirección al futuro. Y, ciertamente, por cuanto aquéllo que se columbra en la lejanía no resulta demasiado tranquilizador, nos sentimos obligados a comprometernos en una tarea, a saber, advertir a nuestros conciudadanos de que deben hacer un esfuerzo para comprender el curso actual de la historia e intentar oponerse a él. El motivo es que avanzamos hacia una catástrofe de dimensiones poco menos que apocalípticas. 

La pregunta que encabeza esta entrada de blog hacémosla "nosotros"; el pronombre personal en primera persona del plural designa a "cualquier ciudadano" capaz de razonar y decidir; en cuanto tal, es decir, aislado del resto, un ciudadano aislado contaría en la mayor parte de los casos como un elemento pasivo en el desarrollo de los acontecimientos históricos, pero organizado y concienciado sobre lo que "está sucediendo realmente" puede erigirse en factor determinante a la hora de dar una respuesta a la interrogación planteada. Cuando dejemos de contemplar el devenir histórico como un espectáculo y en él obremos en calidad de agentes responsables, es decir, como "pueblo soberano", ya no necesitaremos hacernos la pregunta porque nosotros mismos seremos la respuesta.  

La cuestión de marras remite, pues, de forma necesaria, aunque la mayor parte de las veces este punto sea ignorado, a aquel método interpretativo que nos permita entender qué está sucediendo en el ámbito de lo histórico (exclúyense aquí las previsiones sobre accidentes o catástrofes naturales) a escala mundial y "en estos momentos". Para que dicha pregunta pueda razonablemente responderse hemos de identificar primero cuáles son los poderes cuyas decisiones pueden afectarnos más y qué piensan o cuál es la ideología de quienes los detentan. Por ello, en una entrada anterior, nos planteamos un problema previo "¿Qué piensa la oligarquía?". La oligarquía es el poder que dirige el hemisferio occidental y condiciona la política mundial. Hay otros poderes importantes y realmente soberanos en Eurasia, como Rusia, China e Irán, pero la iniciativa corresponde al bloque formado por EEUU/Israel.

[Por su parte, Europa no representa un poder soberano, pero podría representarlo si Alemania se desentendiera de la OTAN y arrastrase tras ella a Francia e Italia (Gran Bretaña permanecería siempre del lado de los EEUU/Israel), una posibilidad tan remota que resulta, empero, si no totalmente desechable, al menos poco digna de consideración.]

En consecuencia, existe un "poder hemisférico" y "otros poderes soberanos" de menor entidad o potencial político y económico. Pero sea cual fuere la constelación de soberanías existentes, que de eso se trata, unos y otros, todos, han hecho suyo un imaginario común: el antifascismo, cuyo núcleo narratológico es la Shoah. Sólo Irán -abstracción hecha de los historiadores revisionistas- cuestionó en serio ese relato bajo Amadineyhad al "negar" la "ideología del Holocausto", pero el nuevo gobierno iraní ha vuelto al redil y no parece que Rusia (un país atacado por la Alemania nazi que debe minimizar los crímenes perpetrados en su etapa comunista), ni China (Estado formalmente comunista y por tanto antifascista), tengan mucho interés en vulnerar el dogma a pesar de que, en última instancia, dicho "imaginario de la sociedad" constituya un arma formidable en manos de Occidente.

La fuente más importante de consenso ideológico a todos los niveles es, en efecto, el antifascismo. Ciudadanos, gobiernos, instituciones públicas y privadas..., convergen de forma unánime en la fe sobre la existencia de un mal absoluto denominado fascismo, punto de referencia de todos los posicionamientos y códigos de interpretación aceptados e incluso "legales". El antifascismo es la religión cívica universal. Esta "ideología" constituye el factor político y estratégico último que garantiza la estabilidad del equilibrio planetario. El antifascismo configura un escenario donde encuentran sentido incluso las vidas privadas de las personas, las cuales necesitan de un bien y un mal identificables para desarrollar sus tareas cotidianas, ya sea como cuadros de mando, ya como meros esclavos o sirvientes de la élite sionista. Si el consenso antifascista se rompiera, incluyendo en tal ruptura a la mayor parte de los ciudadanos de EEUU, Israel no podría sobrevivir más que unos pocos meses como Estado y los políticos actuales tendrían que dimitir en cadena, terremoto que se haría extensivo a los medios de comunicación, las universidades, etcétera. Sería un acontecimiento de dimensiones mundiales que pondría fin a toda una época, liberando fuerzas hasta ahora contenidas por los poderes oligárquicos.

La deconstrucción del antifascismo es el requisito de una auténtica revolución democrática capaz de derrocar a la oligarquía y poner a salvo los genuinos valores de nuestra civilización, ligados al concepto de verdad racional, pero no parece que esto vaya a suceder. Al menos no sucederá si al esfuerzo de unos pocos ciudadanos que escriben libros, publican artículos y entradas de bitácoras o que empléanse en otras formas de comunicación, no se suma la acción política organizada en torno a toda esa gente -la inmensa mayoría- que vive habitualmente inmersa en el gran sueño de Hollywood. Dicha acción política debería ser nacionalista revolucionaria, democrática, de izquierdas y surgir en Europa, para extenderse luego por el resto de Occidente, pero tiene que evitar a todo trance identificarse con el fascismo o el nazismo. Ya expliqué los motivos de este punto crucial en el artículo "Disidencia y crítica" (2008) y en mi libro La manipulación de los indignados (2012), entre otros textos. Satisfecha tal conditio sine qua non, la revolución nacional-democrática estaría en condiciones de aliarse con los poderes soberanos "periféricos" que todavía resisten a la oligarquía occidental, forzando, de alguna manera, el derrumbamiento de la misma desde el interior de sus territorios centrales pero con ayuda del exterior (por ejemplo, de una Hispanoamérica bolivariana).

El método interpretativo de los acontecimientos políticos cotidianos

Dicho esto, y tal como expusimos en la entrada citada, conviene subrayar que los factores económicos no son suficientes, según pretende la izquierda tradicional (sistémica), para explicar "aquéllo que está sucediendo realmente". Volvamos sobre nuestros pasos.

Este artículo abunda en la temática de:


entre otras entradas de la etiqueta "oligarquía". Desarrollamos dos entradas anteriores con el título "La extrema derecha que gobierna el mundo" y la citada, en la cual tratamos de fijar los parámetros de la cuestión "¿Qué piensa la oligarquía?". La introducción y bibliografía general sobre el tema del exterminio indio autóctono norteamericano en cuanto etapa histórica en el desarrollo de la oligarquía se encontrará en el siguiente enlace:



El nacionalismo revolucionario como método interpretativo

Decenas de artículos de FILOSOFÍA CRÍTICA explicaron el concepto del "sistema" y la "ideología" oligárquicos. La oligarquía capitalista no muestra escrúpulos morales democráticos a la hora de hacer negocios y pactos; el comunismo, Stalin o China forman parte de la cartera de clientes si conviene que así sea, y entre éste y el fascismo siempre prefiere a los descendientes "internacionalistas" de Marx. El islamismo radical también participa del espacio estratégico oligárquico mediante usos que van mucho más allá de la mera diplomacia y la alianza con países integristas como Arabia Saudí o las denominadas "monarquías del Golfo" (argumentamos este punto en varios posts sobre "Osama y Obama").  El único y auténtico enemigo de los oligarcas es el nacionalismo revolucionario. A pesar de esta evidencia histórica apabullante, Ernesto Milá, un presunto analista político de ostentación "patriótica", dice no tener ni idea de qué significado ideológico cabe atribuirle a aquél. Los servicios de inteligencia atlantistas utilizan el denominado "islamofascismo" como elemento provocador para justificar el uso de la fuerza y el imperialismo contra los regímenes de tendencia "socialista nacional". Siempre se observará, en la práctica, el mismo esquema: el capitalismo aliado del comunismo, del islamismo y hasta del diablo para combatir la soberanía de los pueblos y la defensa de su identidad. La umma islámica es tan globalizadora como el "pueblo de Dios" católico o cristiano, el liberalismo capitalista y el proletariado marxista. Sólo a Israel se le consiente un "particularismo" políticamente correcto. La resistencia nacional es el objetivo prioritario a destruir para la extrema derecha sionista: todo lo demás se da por añadidura. El nacionalismo revolucionario no es sólo una ideología o una estrategia, sino un método interpretativo de la realidad política inmediata.
La reductio del comunismo al "mal absoluto" en la propaganda antifascista liberal

La propaganda oligárquica nos ha acostumbrado últimamente a ampliar al comunismo la habitual diabolización del fascismo. Aunque sin llegar al extremo de "los nazis", los comunistas comienzan a ser considerados compañeros de viaje del "mal absoluto". Se ha llegado al extremo, incluso, de elevar a los bolcheviques a la categoría de verdaderos fascistas, los fascistas auténticos, respecto de los cuales los denominados habitualmente tales serían meros "aprendices". La teoría fue acuñada, empero, hace décadas y sólo progresivamente va posesionándose de las terminales mediáticas. No otra es la tesis, citada en este blog repetidas veces, del judío francés André Glucksmann, uno de los noveaux philosophes de la escuela capitaneada por el sionista convicto y confeso Bernard-Henry Lévy. Resultará literalmente demoledor analizar la evolución del uso del vocablo "fascismo" en Glucksmann desde Stratégie et révolution en France 1968 (1968), traducido en 1970 con el título Estrategia y revolución, y Fascisme: l'ancien et le nouveau (1972), en castellano El viejo y el nuevo fascismo, 1975, hasta llegar a La cocinera y el devorador de hombres. Ensayo sobre el Estado, el marxismo y los campos de concentración (1977, edición francesa original de 1975) y Les maîtres penseurs (1977) [Los maestros pensadores (1978)]. Los filósofos "franceses" pasan de la extrema izquierda maoísta al americanismo más furibundo, que es la manera de hacer presentable en el mundo occidental "democrático" un nacionalismo judío y proisraelí de caracteres escandalosamente racistas. Es el mismo proceso que siguieran los trotskystas de la revista neoyorquina Partizan Review, tan celebrados como cerebros de la "nueva derecha" reaganiana (los neocons). En España tenemos un tipo análogo de evolución encarnada por Federico Jiménez Losantos, pero, sobre todo, como filósofo, por Gabriel Albiac. Entre los miembros del lobby sionista "español" encontramos, además de los citados, a Arcadi Espada, Jon Juaristi y toda la tropa de (supuestos) "no nacionalistas" y neoliberales... Haberlos, haylos, así mismo, catalanistas independentistas (Pilar Rahola, Joan B. Culla, Lluís Bassat, Vicenç Villatoro...), y "ambiguos", por ejemplo, el periodista Salvador Sostres. Pero todos sirven al mismo amo: EEUU/Israel. Así que cuidado con los antifas postmodernos: por mucho que ostenten pedigrí marxista o anarquista, su verdadera patria es Hollywood. En España, encuádranse bajo el concepto-proyecto de "Sefarad", el cual podrá establecer sede ora en Barcelona, ora en Madrid, pero sólo como franquicia de Wall Street/Jerusalén. 

El antifascismo nace en los años 30 del siglo XX al servicio de la estrategia política de Stalin. Las malas artes de Washington, en la medida en que han occidentalizado el discurso estalinista, son políticas cuyo enemigo fundamental es el nacionalismo revolucionario incluso cuando pretenden luchar contra el radicalismo islámico, el yihadismo, etc. Argumentaremos este punto en la próxima entrada de la serie.

Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
20 de enero de 2015

 

1 comentario:

Observador dijo...

"Nietzsche ¿era realmente ateo?"

https://forocatolico.wordpress.com/2016/06/07/nietzsche-era-realmente-ateo/