domingo, septiembre 12, 2010

Anotaciones preliminares sobre las causas del holocausto (3)

Martin Lutero













En el presente post quisiera ilustrar algunas de las cuestiones que he planteado en el primero y segundo de esta serie sobre las causas del holocausto. Para empezar, convendría tener muy claro que hasta el más feroz antisemita se considera hijo de Abraham, o sea, descendiente de Israel. Su discurso consiste en negar a los judíos tal condición. El colmo del ridículo se alcanzó por este camino cuando los nazis cristianos negaron que Jesús fuera hebreo, afirmando que, en realidad, era racialmente "ario". ¿También Abraham? Véase al respecto, en primer lugar, las afirmaciones de Lutero sobre la descendencia demoníaca de los judíos y la negativa a admitir que los goyim (gentiles) deban avergonzarse de su estirpe, siendo así que precisamente ellos serían los verdaderos hijos de Israel:

"Nadie les puede sacar el orgullo de su sangre y de su descendencia de Israel. En el Viejo Testamento perdieron muchas batallas en guerra sobre este tema, pero ningún judío entiende esto. Todos los profetas lo censuraron, porque delata una presunción arrogante y  carnal vacía de espíritu y fe. Ellos también fueron asesinados y perseguidos por esta razón. San Juan Bautista los atacó severamente por ello, diciendo, "No piensen que podrán alegar: `tenemos a Abraham por padre'. Porque les digo que Dios es capaz de sacarle hijos a Abraham incluso de estas piedras" (Mateo 3:9). Oh, eso fue muy insultante para la noble sangre y raza de Israel, y ellos declararon 'tiene un demonio'" (Mateo 11:18). Nuestro señor los llama "camada de víboras". Aun más Juan 8:39 dice: "Si fueran hijos de Abraham, harían lo mismo que él hizo. Ustedes son de su padre, el diablo". Fue intolerable para ellos escuchar que no eran hijos de Abraham sino del diablo, ni tampoco soportan escuchar esto hoy" (Martin Lutero, Sobre los judíos y sus mentiras, 1543, Cap. I).  

Tipo racial de Jesucristo.
En consecuencia, los antisemitas se reclaman de la descendencia abrahamánica, al igual que los musulmanes más hostiles a los judíos. Rechazan, incluso, esa descendencia para el pueblo hebreo posterior a sus respectivos profetas o mesías. Califican, los antisemitas, de diablos a los judíos, de la misma manera que, en la actualidad, son calificados los fascistas de seres demoníacos, siempre dentro de esta misma tradición delirante que comienza con Abraham. A tenor de dicha herencia, unos y otros se exterminan entre sí. Y lo hacen en la medida en que comparten el patrón ontoteológico común a las tres ramas abrahamánicas de la doctrina mesiánica original. Así, mientras la sociedad de consumo liberal o el paraíso social comunista representan la secularización del "reino de Dios" escatológico, los "hornos crematorios" (Auschwitz) representan a su vez la secularización del infierno, algo que ya afirmé en el año 1987 en mi ensayo "El problema cultural del fascismo", colgado en este blog. Pero nada de esto tiene que ver lo más mínimo con el  fascismo, sino más bien con la rama wagneriana, o sea, judeo-cristiana, de la ideología nazi, que invierte el judaísmo (luego lo mantiene, pero del revés, como tantas veces ha sucedido en la historia con esta tradición) convirtiendo a los alemanes en el nuevo "pueblo elegido" con derecho a exterminar a los correspondientes "demonios", es decir, a los judíos (Lutero dixit).

Observemos cuál fue el comportamiento de las secularizaciones bolcheviques y anarquistas de la religión judeocristiana con, por poner un ejemplo, los sacerdotes católicos durante la Segunda República y la Guerra Civil españolas (1936-1939). La pauta de conducta ontoteológica (Heidegger) se reproduce una vez más en forma de exterminio masivo del clero y quema de iglesias o lugares sagrados romanos. Los adeptos al abrahamanismo, secularizado o no, insisto en ello, se asesinan los unos a los otros como lo hacen los musulmanes chiítas y sunnitas, los cristianos católicos y protestantes, etc. No puede ser de otra manera, porque "elegidos" sólo pueden serlo quienes ostenten el dogma correcto que abre las puertas de la salvación. Y ésta hay que entenderla (no nos ngañemos: tanta pasión no es por la idea) en los términos más groseros de placer eterno. Otro tanto cabe afirmar de las versiones secularizadas del judaísmo (el sionismo) y del cristianismo (anarquismo, socialismo, liberalismo). Las "idea modernas" de las que hablaba Nietzsche: bienestar, felicidad, confort, placer, orgasmo incluso (Wilhelm Reich).  El anticlericalismo rojo tiene un claro carácter escatológico, porque lo que está en juego es nada menos que el "paraíso social", proyección histórico-política del mesianismo judío y cristiano, el "final de la historia". Comunistas y anarquistas, también se masacraban mutuamente. Y entre los comunistas, los estalinistas masacraban a los trotskystas, pero el POUM antiestalinista dispuso de chekas (=cámaras de tortura policial) propias. Ya hemos hablado en otros lugares de la sorprendente sobrerrepresentación de los judíos en el partido bolchevique y, singularmente, en la dirección del gulag soviético: la secularización del judeocristianismo es literalmente secularización de la religión cristiana y de la religión judía. Sionismo y marxismo son las versiones hebreas de las "ideas modernas" que se remontan a Moses Hess, primer sionista y, a la vez, maestro de Marx. En definitiva, los judíos asesinan a los goyim (Jericó), los cristianos asesinan a los judíos, los bolcheviques (judíos secularizados) asesinan a los cristianos, los cristianos (nazis) asesinan a los judíos (holocausto), los judíos asesinan a los alemanes cristianos antisemitas (plan Morgenthau) y a los musulmanes palestinos (plan Dalet). Todo esto, lo subrayaré mil veces, pertenece a la tradición ontoteológica que comienza en Egipto y exprésase tempranamente de forma genocida con la idea-matanza de Jericó. Ahora bien, aquello que pretende el "fascismo" originario del 13 de mayo de 1919 (que brota como reacción de horror ante las atrocidades genocidas de los bolcheviques rusos) es cortar el eslabón comunista de la cadena ontoteológica, que no son los judíos como pueblo (versión antisemita, ergo cristiana) sino el sistema de valores monoteísta expresado en el proyecto escatológico-mesiánico de un final de la historia donde reinaría la felicidad e incluso la muerte habría sido abolida por un ente omnipotente. Es este delirio, o mejor dicho, la pretensión de poseer en exclusiva las llaves de acceso al plano soteriológico del bienestar infinito, la raíz de tanta violencia. Pero, visto de cerca, el profetismo es un cuento para niños que pertenece a la infancia de la humanidad y que, por el bien de todos, será menester que abandonemos pronto, arrancándolo de cuajo de nuestras conciencias en lo que respecta, por ejemplo, al mercado mundial de la globalización, versión liberal del paraíso comunista. Dicho proyecto es inseparable del racismo sionista y de los afanes expansionistas y mesiánicos de Tel Aviv. Las ansias israelitas (Eretz Israel) siguen vivas en Oriente Medio y es muy posible que, esta vez, terminen desencadenando una hecatombe nuclear. Para evitarlo, el hombre debe alcanzar la madurez espiritual que le permita comprender y rechazar la candidez, el fraude de todas las promesas de paraísos, tanto religiosos cuanto político-seculares o estupefacientes (consumo de drogas). La humanidad debe hacer suya la verdad de la muerte. Más no otro es el camino de la filosofía, la otra tradición occidental, griega ésta, que no se ha presentado a su última cita con la historia, que ha fracasado en la misión de poner al existente ante el ser.  Como también fracasó en su día el fascismo. Heidegger nos explica el porqué.

Jaume Farrerons
27 de septiembre de 2010


miércoles, septiembre 01, 2010

Anotaciones preliminares sobre las causas del holocausto (2)

Richard Wagner
Wagner versus Nietzsche

Aclaración previa. La diferencia entre los crímenes del fascismo y los crímenes de los biempensantes del amor o la fraternidad universal (cristianos burgueses y ateos comunistas) son las siguientes: a/ los crímenes de los vencedores son peores por lo que concierne a su volumen y a los métodos utilizados que los crímenes de los vencidos, los cuales han sido además exagerados por la propaganda; b/ los crímenes de los vencedores precedieron a los crímenes de los vencidos y, de alguna manera, los provocaron; c/ los crímenes de los vencidos fueron castigados, mientras que los crímenes de los vencedores permanecen impunes (me remito a los posteos anteriores, en los que he ilustrado este tema con cierto detalle). Por todo ello considero que los crímenes de los vencedores son más graves que los crímenes de los vencidos, a despecho de que la publicidad oficial u oficiosa se haya pasado medio siglo lavándonos el cerebro a fin de convencernos de lo contrario. Pero esta conclusión no implica que los vencidos no cometieran crímenes, en algunos casos atroces. Dicho esto, añado que el holocausto existió. Sobre las dimensiones hinchadas del mismo ya me he extendido en el post "La singularidad de Auschwitz", donde analizo las interpretaciones oficiales y las refuto. Ahora bien, mi tesis al respecto es la siguiente: el holocausto es, entre otras cuestiones, uno de los muchos crímenes de masas perpetrados a lo largo de su historia por el judeocristianismo y, de alguna manera, la cima de una carrera genocida emprendida en Jericó. El "plan Dalet" (1948), la expulsión/exterminio de los palestinos, representa sólo su monótona continuación posfascista. Dada la intrínseca vinculación de la religión cristiana con la sociedad occidental, singularmente con la burguesía, y ya no digamos con el propio judaísmo, se ha utilizado el fascismo como chivo expiatorio ("pagano") para ensordecer este hecho escandaloso y suprimirlo de la conciencia pública. Nuestra tarea consiste en restablecer la verdad.

El fascismo originario (Mussolini) no era antisemita, sino nietzscheano y en este sentido antijudaico (se trata de dos conceptos distintos, como argumentaremos en otro post); por ende, Nietzsche se mostraba claramente hostil a los antisemitas, quienes, hay que subrayarlo también, acostumbran a profesar el Sermón de la Montaña. La etnia judía, por este motivo, aparece sobrerrepresentada en el partido fascista; para ellos, el nietzscheísmo era una garantía, un antídoto contra el antisemitismo. Sólo con el nazismo y por influencia de sus ideólogos wagnerianos (recordemos el conflicto alemán entre Nietzsche, pagano, y Wagner, cristiano, dicotomía que no se reproduce en la Italia fascista porque Wagner es un nacionalista alemán, cosa que no se puede afirmar de Nietzsche) Auschwitz llega a ser posible. El propio partido fascista se ve forzado, tras sus pactos con la Alemania nacionalsocialista (1938), a mimetizar un cierto antisemitismo propagandístico, sin raíces en la cultura nacional o en la genuina ideología fascista. Pero incluso los dirigentes fascistas, y ya no digamos el pueblo llano, ayudan a los judíos cuando Italia (1943) es ocupada por la Wehrmacht y la Gestapo empieza a reclamar hebreos italianos para trasladarlos a Alemania.
Quedaba todavía un asilo inesperado. La Italia de Mussolini, que siempre se
había limitado a imitar con indiferencia los decretos de Nüremberg de 1938, asumió
la defensa activa de los refugiados judíos en la zona italiana de ocupación (…)
Cuando las deportaciones desde la zona del litoral aumentaron a principios de 1943,
las autoridades italianas de ocupación las impidieron al este del Ródano, y
advirtieron al gobierno francés que si bien él podía hacer lo que se le antojara con los
judíos franceses, los judíos extranjeros en la zona ocupada por Italia eran
incumbencia exclusiva de las autoridades italianas. En marzo, éstas intervinieron
para impedir que los prefectos franceses de Valence, Chambéry y Annecy detuviesen
a judíos extranjeros en esta región. En junio de 1943, el prefecto de la policía
italiana, Lospinosa, evitó la detención por parte de los franceses de 7000 judíos
extranjeros en Mégève. El hecho de que un  jefe fascista  de la policía italiana tuviese
que indicar a Antignac, el hombre de confianza de Darquier de Pellepoix en el
Comisariado General de Asuntos Judíos, que Italiarespetaba los principios
elementales de humanidad”, permite hacerse una idea del antisemitismo de Vichy.

(Robert Paxton, La Francia de Vichy, Barcelona, Noguer, 1974, pp. 161-162).

Friedrich Nietzsche
No se da, y nunca se ha probado que se diera, un proceso que conduzca del fascismo al holocausto de forma necesaria, como pretenden determinados historiadores. Esa necesidad ha sido fabulada, siendo así que el holocausto no se explica haciendo abstracción de las actuaciones criminales previas de los aliados angloamericanos y la tiranía comunista; pero, con todo y con ello, la condición necesaria, aunque no suficiente, de Auschwitz, es el predominio de la rama wagneriana (cristiana, abrahamánica) del fascismo frente a la rama nietzscheana (pagana, atea) del mismo. En este contexto, el holocausto constituye el desenlace consecuente, la culminación incluso, de la milenaria historia ontoteológica (Heidegger), plagada de actuaciones asesinas análogas. En el mismo sentido, el holocausto representa el fruto inevitable del monoteísmo, es decir, de una pauta de conducta excluyente que se manifiesta por primera vez en los hechos veterotestamentarios. A la postre, la esencia de lo judaico, objetivada en el cristiano antisemita, reverbera sobre el pueblo hebreo, arrastrándolo a los campos de concentración, donde sufrirá en sus propias carnes (y no era la primera vez) la experiencia de aquel anatema tantas veces celebrado por la Torah cuando las víctimas eran gentiles.

En este post y el anterior hemos hecho referencia a pasajes de libros sagrados judíos que celebran el exterminio de los gentiles, mujeres y niños incluidos; y a fragmentos del texto sagrado musulmán que ordenan la aniquilación de los "asociadores" (paganos) y la persecución de los infieles. Ahora nos toca recordar aquéllos otros escritos, cristianos éstos, en los que se promueve el antisemitismo, singularmente en lo tocante a Alemania. Obligada es aquí la referencia a Sobre los judíos y sus mentiras (1543), de Martin Lutero, donde encontramos fragmentos del reformador que anticipan el holocausto:
Primero, sus sinagogas o iglesias deben quemarse… En segundo, sus casas deben asimismo ser derribadas y destruidas… En tercer lugar, deben ser privados de sus libros de oraciones y Talmudes en los que enseñan tanta idolatría, mentiras, maldiciones y blasfemias. En cuarto lugar, sus rabinos deben tener prohibido, bajo pena de muerte, enseñar jamás… La furia de Dios contra ellos es tan grande que están cada vez peor… Para resumirlo, estimados príncipes y nobles que tenéis judíos entre vuestras posesiones, si mi consejo no os es suficiente, buscad otro mejor para que vosotros, y todos nosotros seamos libres de esta insoportable carga diabólica. (...) ¿Quién les impide a los judíos volver a Judea? Nadie… Les proveeremos todas las provisiones para el viaje, para vernos por fin libres de ese repulsivo gusano. Para nosotros, ellos son una grave carga, la calamidad de nuestra existencia. Son una peste enclavada en nuestras tierras. (...) Yo les arrancaría la lengua de la garganta. Los judíos, en una palabra, no deben ser tolerados. (...) Si no fueran tan ciegos, su despreciable vida externa los convencería de la verdadera naturaleza de su penitencia. Ya que abunda en brujería, signos de magia, figuras y el tetragrama del nombre, eso es, con idolatría, envidia y vanidad. Además, no son más que ladrones y asaltantes que diariamente no prueban bocado y visten ropa que nos han robado y hurtado por medio de su maldita usura. De este modo viven día a día, junto con esposa e hijo, de robo y hurto, como archiladrones y asaltantes, en total impenitente seguridad. Para un usurero es un archiladrón y asaltante que debería ser colgado en la horca siete veces más alto que otros ladrones. En efecto, Dios debería profesar desde el cielo sobre tal hermosa penitencia y mérito a través de su santo ángel y volverse flagrante, mentiroso blasfemo por el bien de la sangre noble y los santos circuncisos que se jactan de ser santificados por los mandamientos de Dios, a pesar de que los pisotean a todos y no conservan ni a uno de ellos. (...) Sus alientos apestan por el oro y la plata de los infieles; porque no hay gente sobre la tierra que sea, haya sido o Será, más avara que ellos, como pueden ser vistos en su maldita usura. Entonces sepan, mis queridos cristianos, que después del diablo, no hay nada más agrio, más ponzoñoso, mas vehemente y enemigo que un verdadero judío que realmente desea ser judío... ¿Acaso no su Talmud y sus rabinos escriben que no es pecado si un judío mata a un infiel, pero que si es pecado si mata a un hermano en Israel? No es pecado si no mantiene su juramento a un infiel. Entonces, el robar y asaltar -como lo hacen con sus prestamos - a un infiel, es un servicio divino... ¿Qué debemos de hacer con este rechazado y condenado, pueblo judío? (...) préndale fuego a sus sinagogas o escuelas y entierren y cubran con tierra todo aquello que no se pueda quemar...Yo aconsejo que sus casas sean arrasadas y destruidas... Yo aconsejo que todos sus libros de rezos ... en los cuales tales idolatrías, mentiras, maldiciones, y blasfemias se enseñan, quítenselos, ... y que a sus rabinos se les prohíba enseñar de allí en mas, bajo pena de perdida de vida o miembros...que los salvoconductos en los caminos sean abolidos completamente para los judíos... y que todo sus tesoros de plata y oro se les sean quitados (...) Pero si las autoridades se rehúsan a usar la fuerza para restringir al diabólico atropello de los judíos, entonces los judíos, como hemos dicho, deben de ser expulsados de sus países y ordenados a volver... a Jerusalén, a donde puedan mentir, maldecir, blasfemar, difamar, asesinar, robar, asaltar, practicar la usura, burlarse y regodearse en todas esas infames abominaciones que ellos practican entre nosotros y que se vayan....nuestro Señor el Mesías, nuestra fe y nuestra iglesia incorrompida y descontaminada de su diabólica tiranía y maldad.

A la derecha, portada de Sobre los judíosy sus mentiras (1543), de Martin Lutero.
Los germanos fueron convertidos al cristianismo, en algunos casos, como el de los sajones, con brutal violencia, pero en cualquier caso siempre bajo la amenaza, más o menos explícita, de la fuerza. Luego, el cristianismo de Lutero, al que se convirtieron el 70% de los alemanes, les enseñó a odiar a los judíos y, finalmente, Alemania perpetró el holocausto. ¿Debemos extrañarnos? Pero, ¿es "Alemania" u otra cosa la que está ejerciendo aquí sus efectos criminógenos? Comparemos los textos de Lutero con los textos judaicos del Antiguo Testamento, la Torah, o con los textos del Corán. Un extraño parecido los une a todos, a saber, ese "derecho" a convertir en poco menos que demonios, es decir, en seres inhumanos susceptibles de ser exterminados, a los descreídos de Dios, el único supuesto dios verdadero. El holocausto no forma parte de la cultura alemana, sino de la cultura judeocristiana y, en última instancia, de esa religión abrahamánica universal que antecede a las tres ramificaciones, hebrea, cristiana y musulmana, de la sumisión al ente omnipotente;  déspota del desierto que no era, se ha dicho (véase Pepe Rodríguez) sino la imagen proyectada a los cielos e invertida, por la humillación de la derrota, de la impotencia política de la nación judía. En realidad, a mi entender, síndrome de Estocolmo, para el judío esclavizado, del faraón egipcio elevado a la categoría de dios en la realeza nilótica.

No se trata, por tanto, de "negar" el holocausto, sino de fijar sus verdaderas dimensiones y causas. Quien asesina a los judíos no es el "fascista" pagano, como pretende interesadamente la Iglesia Católica, sino el cristiano que todavía queda en el nazi. Jesús, descolgándose de la cruz para vengarse de los sacerdotes del templo que supuestamente, según Roma hasta hace bien poco, instigaron su condena a muerte.
Jaume Farrerons
1º de septiembre de 2010